Mi compañero de piso Erasmus (4)

Parte final de la historia con mis compañeros de piso extranjeros. Desenlace entre Daniel, Kazim y yo. Espero que os guste.

Nota: Se recomienda leer las partes anteriores para entender esta. En esta parte, la carga sexual, es bastante más baja que en las anteriores entregas, a su vez la carga emocional es mucho mayor. No es mi mejor relato, lo sé, me disculpo por ello y por la tardanza en publicarlo. Si buscáis una paja rápida, este relato no va a gustaros, creo. Aun así, espero que lo disfrutéis tanto como yo escribiéndolo.

Se mudaba, Daniel se iría del piso en una semana. Ese había sido mi pensamiento desde que supe la noticia. Llevaba toda la semana pensando, confundido, mis sentimientos se contradecían a sí mismo y mi cabeza no se concentraba en nada. El domingo decidí dar un paseo por el río. No sé si podría perdonar lo que me hizo ni sé si quería estar con él. En esa relación él único que había sentido algo era yo y él sólo se había aprovechado. Aun así había algo en mí que no me dejaba tranquilo al dejar las cosas así. Un sentimiento que me pedía que por lo menos le diera la oportunidad de despedirse. Una parte de mí pensaba que sólo estaba siendo optimistamente tonto. Volví a casa con esa idea en la mente. Cené un poco, agradeciendo que Kazim no estuviese en ese momento por la tranquilidad, y me acosté a leer un rato para distraerme.

Pero Kazim entró en mi  habitación poco después. Para variar, exigió ir a su él poderse acostar en la cama para estar bien cómodo mientras yo me arrinconaba a sus pies. Era un niño caprichoso éste y le importaba bastante poco el resto de cosas.

Una vez estuvo acostado empecé la rutina que él mismo me enseñó. Yo lo desvestía poco a poco haciendo comentarios, la mayoría exagerados, sobre lo guapo que era y lo que disfrutaba sirviéndole.

–¿Puedo masajearte los pies, por favor?– le decía como un loro.

–mmm… si me lo pides así, bueno, pero bésalos antes– me contestaba como haciéndome un favor.

Así empezaba mi ritual de besos y lamidas a sus pies, metiendo los dedos en mi boca, masajeándolos.

Después, le quitaba los pantalones y subía por sus piernas, poco a poco, besándolo hasta que me paraba en el borde del bóxer. Ahí le quitaba la camiseta y empezaba a subir por sus abdominales. Lamiéndolos, metía mi lengua en su ombligo y seguía subiendo hasta que llegaba a sus brazos.

–¿Te gustan mis brazos?– me repetía siempre antes de dejarme servirlo.

–Me encantan son perfectos y tan grandes– La verdad es que eran unos brazos bonitos, morenos, perfilados con casi nada de vello. Me gustaban sus brazos pero estas tonterías que me hacía decir a veces era  mucho.

–Entonces puedes besarlos– y sólo entonces podía besar sus brazos, empezando por sus axilas (gracias a dios solían estar limpias y depiladas así que también tenían su atractivo). Sus brazos duros e hinchados aparecían como carne en mi boca, yo los besaba los lamía y sentía su calor.

Después mi cabeza volvía a servir a sus pectorales, lamiéndolos y bajaba hasta su bulto. Cuando su paquete quedaba a la altura de mi boca, entonces él levantaba la cadera, cogía mi cabeza y empezaba a restregar su paquete en mi cara. Me solía gustar que, al principio, su polla no estaba del todo dura. Y era un masaje placentero para los dos. Pero su miembro no tardaba en erguirse y creaba una tienda de campaña en la prenda de ropa. Entonces me decía:

–Creo que hemos terminado hoy, ¿quieres tu recompensa?–claro que quería, tenía una polla hermosa y me empezaba a hacer adicto a ella, pero lo decía cómo si él no quisiera…

– Sí, por favor déjame chuparte y servirte, haré que disfrutes mucho.–exageraba… pero la verdad es que me apetecía comérsela.

– Bueno pues ponte en posición– exigía.

Entonces yo me ponía con la cabeza colgando del colchón, mientras el resto del cuerpo se situaba bocarriba en la cama. Él empezaba por restregar un poco más su paquete por mi cara. Después se bajaba la ropa interior y dejaba sus calientes huevos apoyados en mi boca, yo no podía hacer otra cosa que lamerlos y llevármelos a la boca una y otra vez. Los masajeaba y me intoxicaba con su aroma. Al final él se retiraba un poco hasta que su glande caía dentro de mi boca. Entonces sin mucho miramiento empezaba a follarme la boca profundamente. Su huevos chocaban contra mi  nariz y una de sus manos se ponía en mi garganta para notar como su miembro entraba en ella. Lo hacía todo por su placer y esa era la máxima meta para los dos. Me insultaba y me llamaba maricón y chupapollas. Le gustaba humillarme un poco. Después arremetía con fuerza para ver si me hacía tener nauseas. Muchas veces lo conseguía. Entonces él gemía más por el subidón de poder.

Después intentaba ahogarme, dejando su miembro en mi garganta. Yo intentaba aguantar pero hasta que no me retorcía, él no salía. Disfrutaba puteándome un poco con su polla. Su definido y moreno cuerpo se tensaba con cada acometida, y gemía suavemente mientras me seguía llamando cosas obscenas. En aquella vez, como muchas otras,  después de follarme un buen tiempo la boca, saco su polla y empezó a golpearme con ella en la cara, hasta que le pedía que me dejara por favor volver a chupársela y entonces volvía a follarme la boca con más intensidad.

Finalmente con su cuerpo perlado de sudor, por el esfuerzo y después de que mi garganta estuviera un poco irritada por la invasión, entre suaves gemidos, su miembro se hinchaba y endurecía y se vaciaba en mi boca. Me hacía enseñarle como mi boca estaba llena de su leche y luego me permitía tragármelo. Él satisfecho volvía a acostarse en la cama para que yo lo limpiara y adorara un poco más su cuerpo, que ahora tenía un olor especial, más masculino. Al poco rato se iba a su habitación como si nada hubiera pasado.

Los martes Kazim tenía clase toda la tarde y después, entrenamiento, así que decidí que llevar a cabo mi plan. Escribí un sms a Daniel “Esta tarde quiero tomarme un café contigo, estaré en el salón a las 16:00, por favor ven”. La mañana se me hizo eterna, sólo quería hablar con él y poder despedirme.

A las 16:00 puse la cafetera en la cocina esperando a que viniera. Como si de un fantasma se tratara el apareció sin hacer ningún ruido. Mi corazón dio un vuelco al verlo, al tenerlo cerca, su colonia en mi nariz me hizo revivir todos los recuerdos compartidos como si fueran ayer, no iba a ser fácil hablar. Seguía pareciéndome un hombre increíblemente guapo, pero había cambiado algo, tenía algo de barba, ojeras y tenía algo más que no lograba identificar. Seguía teniendo mala cara.

–Hola– dijo. La primera palabra desde el día que lo eché de mi habitación. No parecía ni la misma voz, ni persona, mucho más serio y apagado.

Nos sentamos en la mesa del comedor con sendas tazas de café, negro, amargo, pero no invitaba a la conversación. Intenté de todas formas establecer alguna conversación, le pregunté por sus estudios, por sus amigos del gimnasio,… pero todos sus respuestas eran monosílabos que apenas decían nada. También le pregunté por su nueva novia, pero tan sólo contestó que era una amiga. Cada silencio era tenso y mi paciencia tuvo un límite, así que final dije.

–Daniel… no quiero acabar las cosas así. Quiero que te vayas siendo un amigo no alguien que no me mira a los ojos y no me habla– Él se limitó a levantar la mirada. Una mirada un tanto triste, aunque no sabía si era de verdad o tan sólo una pantomima.

–Va Daniel, siéntate en el sofá seguro que ahí estás más cómodo y hablamos mejor– Yo me senté en uno de los sillones de al lado. El volvió a bajar los ojos, me empezaba a cansar de que encima no me mirara cuando le hablaba.

–Dani, me estas cabreando… joder estoy intentando acabar las cosas bien, no quiero esto… esta situación, para ninguno de los dos, ¿no puedes poner un poco de tu parte?– creo que empezaba a hablar demasiado, es un problema que tengo, a veces empiezo y termino diciendo cosas que no siento– y si lo que quieres es hablar de lo que pasó aquella noche, adelante. ¡La verdad es que me gustaría escucharlo! ¡Me gustaría mucho ver que tienes que decir respecto a eso!– Nada más acabar de decir esto me arrepentí de no haber mantenido la compostura, de haberle gritado. Él parecía encogerse más aún, como si el malo allí fuera yo, ¡Encima! Estaba perdiendo la poca sangre fría que tengo.

–Lo siento– musitó con un hilo de voz– Lo siento mucho. Yo no sabía lo que hacía…– Me ablandé por la culpabilidad de mi salida de tono, pero seguía creyendo que lo que hizo no tenía excusa. Pronto se iría del piso y ya estaría fuera de mi vida.

–¿Y por qué lo hiciste?– dije fríamente, no se merecía nada de lo que había estado haciendo por él. Y no estaba haciendo mucho aquella tarde para merecerse mi perdón.

–No–No lo sé…–empezó, más calmado– Kazim dijo que si tu no tenías nada a cambio, no querías estar más conmigo. Yo no sabía qué hacer, él me dijo que los maricas les gusta eso. Yo… lo siento…

– ¡Yo no soy marica, Daniel!– dije cortantemente, más enfadado– ¿Tenía  nada a cambio? ¿qué coño estás diciendo?– Encima me llamaba marica... mis ojos estaban clavados en él, no parecía la persona que entró el primer día por la puerta del piso, ni física, ni psíquicamente.

– Tú hacías muchas cosas por mí y no tenías nada a cambio– empezó a contarme– yo no sabía qué hacer por ti. Y yo no sé nada y tú… parecías todo normal, parecía que solo te divertías.– seguía sin mirarme, como si esto no fuera con él. Seguía sin entender muy bien a que se refería, entendía que veía la desigualdad en nuestra relación pero la última parte no sabía que quería decir. No tenía sentido lo que me decía.

–Tú también te divertías, no te vi que lo pasaras mal– espeté, seguro que me estaba mintiendo de alguna manera. Se rascaba las manos, las muñecas, no me miraba a la cara. O estaba muy nervioso o me estaba mintiendo. Me volví a cabrear.

–Pero tu parecías seguro de lo que hacías, no dudabas hacer cualquier cosa, simplemente lo hacías– me contestó intentando explicarme algo que no llegaba a entender, simplemente me enfadaba que me intentara mentir. Todo era una mentira, esas lágrimas de cocodrilo no eran de verdad. No me pude callar más. La rabia de perderle a él y acabar con Kazim, que me gustaba pero que la mayoría del tiempo me trataba como a un objeto, acabó por reventar en ese instante.

–Sabes lo que creo, que todo esto es una mentira, que ni siquiera lo sientes, no tiene sentido lo que dices y nunca te he importado una mierda. A ti lo único que te importaba es tener un juguete y hacer con él lo que quisieras. ¡Qué ganas de que te vayas de aquí y dejes de joder!– mentí, ahora sólo quería hacerle daño, esto no estaba en el plan, otra vez, pero continué– ¿Y por qué decidiste que violarme era lo mejor?– su cara se amargó–¿Por qué tenía que ser tuyo?¿No te divertías lo suficiente conmigo cocinando, lavando, haciendo todo por ti?– a él empezó a correrle lágrimas por la cara–¿Por qué no pensaste un poco? ¡No te paraste a pensar ni un poco en mí!– La rabia me consumía, pero sabía que no estaba siendo justo.

–¡Porque te quiero! –dijo en alto mirándome. Me quedé paralizado.– Y ni siquiera sé por qué… –volvió a llorar– Tú eres primer chico que me gusta y yo no sé nada, nunca he estado con un chico– las lágrimas caían continuamente, vi la tristeza en sus ojos, la impotencia, su preciosa cara deformada por el dolor y la rabia–, y tú sólo quieres estar con Sara y con Kazim… y tenía miedo de que te fueras…– me hizo dudar– Tú te vas con tu novia, o con cualquier chico que te dice que vayas con él… y yo estoy aquí… solo.

Su cara quedó grabada a fuego en mi mente. Sus preciosos ojos marrones húmedos, sus mejillas carmín de la congestión, su barba rubia de no haberse afeitado. Algo se rompió dentro de mí, me quedé de piedra unos segundos, no sabía que decir. Mi coraza se había caído hecha pedazos. Todas mis razones para estar enfadado parecieron estúpidas. ¿Me quería? Me senté a su lado en el sofá y lo atraje hacia mí. Mi instinto protector pudo más que cualquier resto de duda que pudiera haber, no tuve (ni tengo) fuerzas para enfrentarme a un Daniel sollozando. Me senté en el sofá, su cabeza quedó en mi pecho y ahí siguió llorando. Me agarraba la camiseta, me intentaba golpear con los puños, por la rabia pero con apenas fuerzas.

–… y tú me has dejado solo…– murmuraba entre sollozos.

–Pues ya no me voy ¿vale? Me voy a quedar aquí toda la tarde contigo.– le dije con la voz más tranquilizadora que pude, era lo único que podía hacer, yo también estaba casi llorando.

–Yo no quiero que te vayas… – sollozaba– estoy solo, solo tengo a ti, no tengo amigos y yo no sé nada...– lloraba. Me limité a abrazarlo, consolándolo, logré que dejara de intentar pegarme y de que no se me saltaran a mí las lágrimas. Nos quedamos así algunos minutos.

–Dani… ¿qué es eso de que estás solo?– empecé– tienes amigos, y yo también voy a estar aquí, ¿vale? No te voy a dejar solo ¿eh?– parecía más tranquilo, incluso levantó la cabeza para responderme.

–Eso es mentira… Estábamos juntos y te ibas con Sara y otra noche te fuiste con Kazim y seguro que vas con cualquiera– me miró de una forma extraña…  con rencor y tristeza.

Empecé a pensar, a recordar. Todo fue apareciendo mi cabeza de otra manera como si me hubiera quitado unas gafas de culo de vaso y ahora lo viera claro, un pensamiento tras otro, cayendo. Daniel se escondía cuando venía Sara, no para dejarnos espacio, sino porque no quería verme con otra persona. Daniel dormía en mi cama desde el día que se la chupé a Kazim por primera vez, porque se había arrepentido nada más decirlo y no quería que me fuera con otro. Cada vez que Kazim intentaba repetir era Daniel el que se ponía en medio de los dos y me llevaba al cuarto. Sólo había podido caer con Kazim cuando él se fue, y cuando él me vio salir de su habitación tuvo que volver a entrar a la suya. Daniel se pasaba el día abrazándome y besando mis hombros o mi cuello, porque no sabía que más podía hacer y que no, no sabía si estábamos juntos o no y mucho menos cómo actuar con un chico. ¡Cómo había podido ser tan sumamente tonto! Sólo era un niño, grande, tonto y perdido. Lo volví a abrazar, intentando demostrarle que no me iría. Kazim… mi mente empezó a atar cabos. Cuando Daniel se tranquilizó un poco, le pregunté

–Daniel, La chica a casa de la que te vas, ¿Te acuestas con ella?–

–No, ella no me gusta, es Clara, tú la conoces. Ella tiene novio y yo dormiré en el sofá. A ti que te importa, solo quieres que me vaya– decía un poco más tranquilo, pero aun medio sollozando, con su cabeza en mi hombro. Todo parecía tomar forma. Conocía a Clara era un encanto de chica, si cualquiera le pedía una favor era incapaz de negarse. Ella tenía novio y era fiel.

–Dani, me tienes que responder a una pregunta importante ¿Vale? Y quiero que me digas la verdad, no me enfado ¿vale?– lo aparté de mi porque quería verle la cara. Él asintió, sin entender muy bien.

–¿Qué te dijo Kazim ese día de fallas?– pregunté lentamente para que entendiera cada palabra.

– Me dijo… tú estabas con Sara porque tú follabas con ella, y que cuando tú estuviste en su habitación él te besó y hizo una paja, que si yo no hacía algo por ti, tú irías con otra persona. Yo no quería que te fueras con él, quería darte más. Dijo que querías estar con él porque él te hacía pajas. Y que si tú eras gay te tenía que gustar que te la metiera, que tenía que metértela aunque te quejaras. Que te gustaría. Yo no sabía que hacer… Lo siento, suena tonto– dijo agachando la mirada. Ya no me faltaba más información. Lo volví a abrazar y le besé la cabeza. Todo esto había sido obra de Kazim, que había manipulado a ambos. Hijo de la grandísima puta, ese fue el único pensamiento que cruzó mi mente cuando Daniel me respondió lo que esperaba.

– ¿Kazim te dijo que yo quería estar con él? ¿Qué me besó y me hizo una paja?– le pregunté. Él sólo respondió asentando la cabeza.

– Eso es mentira, nunca pasó. Yo sólo quería estar contigo.– mi ojos se llenaron de más lágrimas, abrazándolo, me había portado mal con él, a quien quería, me habían engañado y me lo había creído completamente. Miré a Daniel, su cuerpo, más delgado, más pálido, sin afeitar. ¿Eso también lo había provocado yo? Al final resultaba que el que de verdad había querido en esa relación era él, no yo. Me sentí aun peor. No me sentí con fuerzas para tirarle en cara lo que me había hecho.

– No voy a dejar que te vayas– empecé a susurrarle en el oído aun en mi pecho– no quiero que te vayas a ninguna parte, quiero que te quedes en este piso.– Ahora mismo no podía pensar en que él se fuera y desapareciera de mi vida, no ahora, no después de lo que acababa de escuchar. Él levantó la cabeza y me miró, vio mis ojos llorosos.

–Lo siento, tú no eres el malo aquí– lo quería, mis ojos se perdían en los suyos, de color madera oscura.–Quiero que estemos juntos como antes, y que me pidas que cocine, y que me abraces, y que desayunemos juntos, y que durmamos juntos, todos los días, ¿sí?– dije mientras más lágrimas volvían a brotar de mí. No quería que se fuera. Él me miró sin entender.

–Lo siento mucho– empecé a sollozar yo también, ahora él parecía sorprendido.– Yo tenía que haber estado más tiempo contigo y teníamos que haber hablado. Pero quédate en el piso, por favor.

Sin decir nada más levantó mi cara y antes de que pudiera darme cuenta de lo que pasaba sus labios estaban sobre los míos. Era la primera vez que un hombre me besaba. Noté el calor de sus labios sobre los míos y me quedé paralizado por segunda vez aquella tarde. Dejé de llorar en un instante, ese beso apago las lágrimas que abrasaban mi mejilla. Era tan inesperado, pero se sentía tan bien, tan dulce y cálido. De pronto se separó.

–¿Esto está bien? Lo siento si no te gusta– me había quedado tan parado que él pensaba que estaba haciendo otra cosa que no me gustaba. Otra punzada de culpabilidad me atravesó. Así que no pude hacer otra cosa que atraerlo hacia mí y empezar a besarlo de verdad. Nuestras lenguas  empezaron a encontrarse, sus manos me abrazaban y las mías a él. Nos besamos sedientos el uno del otro, notaba sus labios, su bigote y barba sin afeitar. Después de unos minutos lo separé de mí solo unos centímetros, notando su aliento en mi boca:

– Te quiero– le dije sin dudarlo un segundo mirándole a los ojos. Y por primera vez  desde hacía mucho tiempo lo vi sonreír como antes, de oreja a oreja con una sonrisa blanca de niño grande con sus hoyuelos en las mejillas, él me contestó a la vez que se acercaba a mis labios otra vez:

– Yo más – y volvimos a besarnos. Abrazarnos, acabamos el uno encima del otro en el sofá. Pero además de pasión, que la había, era un beso de cariño, un beso que los dos llevábamos esperando y que ninguno había atrevido a dar. Al poco rato, nos fuimos a mi habitación, nos acostamos, y hablamos un buen rato abrazados hasta que nos dormimos a eso de las 19:00. Por supuesto los dos estábamos cachondos de volver a estar juntos pero vimos preferimos hablar mientras nos metíamos mano. Hablamos de lo que había pasado, de que Kazim nos había manipulado y decidimos que si intentábamos estar juntos tendríamos que hablar todo. Yo me desperté a las 20:00 enredado en sus brazos y piernas, vi el despertador brillando entre las sombras de lo que quedaba del crepúsculo y decidí darle una sorpresa.

Me fui a la cocina. Cogí el solomillo de cerdo que tenía en la nevera para la cena con Kazim esa noche, lo salpimenté y lo marqué en una sartén con un poco de aceite mientras cortaba y picaba cebolla y ajo. Lo retiré, y añadí la cebolla y el ajo picado. Mientras estos se sofreían corté champiñones y saqué brandy y nata de la nevera. Añadí medio vaso de brandy  y los champiñones a la cebolla que se empezaba a caramelizar y lo dejé reducir. Añadí medio litro de nata y en cuanto empezó a hervir le bajé el fuego al mínimo, especié con nuez moscada y pimienta blanca, ambas ralladas o molidas en el momento.  Sofreí dos ajos en otra cazuela mientras sacaba arroz del armario y removía la salsa. Sofreí el arroz en la segunda cazuela y le puse el doble de agua que arroz. Finalmente añadí la carne a la salsa, removí para evitar que se pegara y programé ambos fuegos para que se apagaran a sus respectivos tiempos (20 para el arroz y unos 10 para la carne).

Salí de la cocina, entré en el baño y empecé a llenar la bañera con agua algo caliente, añadí jabón y una bola de sales de las que tenía de Sara. Preparé la toalla de Daniel y la mía justo al lado de la bañera. Puse la mesa con los mejores platos que tenía (que siendo un piso de estudiantes no era mucho). Por suerte parecía que Kazim no venía a casa esa noche, algunas veces se iba a cenar con esa novia que tenía con la esperanza de tener a un polvo decente. Me hubiera gustado enviarlo a la mierda aquella misma noche los dos juntos. No sabía nada de Raúl pero él pasaba de casi todo.

Fui a despertar a Daniel. Encendí la luz de la mesita de noche. Y me lo encontré en mi cama abrazado a mi almohada como un niño pequeño a su peluche, medio sonriendo. Le di un beso en la mejilla otro en el cuello y otro en el hombro, le susurraba que se levantara. Él protestó y se estiró en la cama como un gatazo enorme, para posteriormente cogerme de las muñecas e intentar arrastrarme al colchón con él, pero me escabullí y le dije que tenía la bañera preparada.

Sólo pudo sonreír y arrastrarse fuera del edredón, lo hice meterse en la bañera. Yo me arrodillé fuera del recipiente, ya que era imposible que los dos cupiéramos ahí, y empecé a bañarlo suavemente con una esponja. Su cabeza reposaba sobre una toalla húmeda en el borde de la bañera y en su cara todo lo que se podía ver era la cara de mayor tranquilidad y felicidad del mundo, creo que no había dejado de sonreír desde que le dije que le quería. Salió del agua y lo sequé con una toalla.

–Tienes que cocinar algo muy bueno para que como otra cosa– me dijo mientras me cogía la cara y me daba un pequeño beso. Yo me limité a sonreír, le dije que se sentara en la mesa y le guiñé un ojo. Cuando vio la cena, creo que casi se puso a llorar. Yo sólo sonreí, sabía perfectamente que era su plato favorito. Se levantó, mientras yo estaba de pie dejando las dos fuentes de comida me dijo alarmado:

– Espera, espera, espera– yo sólo pude quedarme parado, sorprendido, me dio un apasionado beso en los labios y me miró a los ojos– No es un sueño, ¿no?– Sólo pude sonreír y devolverle el beso. Dani estaba volviéndose un poco demasiado acaramelado pero lo atribuí a la felicidad de la reconciliación. Yo en ese momento estaba igual.

Así nos sentamos a cenar, estuvimos hablando de un millón de cosas y de ninguna en particular, la mayoría tonterías, pero fue como volver a ver a un amigo que hace años que no ves. Cuando estábamos acabando, llegó Raúl a casa (Por un momento pensé que era Kazim, lo que hubiera sido bastante violento…  pero en algún momento tendría que hablar con él, y tal vez partirle la cara), entrando en el salón nos dijo:

–¿Qué pasa pareja? ¡Qué bien se os ve! ¡Qué aproveche!– no sé si él se había dado cuenta de la historia o simplemente era amable. La verdad, se le vio sorprendido,  alegrándose por nosotros, así que quise pensar que Raúl lo decía sinceramente. Sin decir mucho más entró en su habitación.

Recogimos los platos y le dije que se fuera a descansar a la habitación mientras yo me duchaba. Pero, por supuesto, cuando salí de la ducha me lo encontré con su pantalón de dormir puesto y acabando de lavar los platos. Sólo pude acercarme a él, abrazarlo por detrás, y darle un beso en la parte alta de la espalda.

–Te he echado de menos– dije, sin mentir. Se limitó a soltar una pequeña carcajada mientras ponía el último plato a escurrir en el fregadero.

–Tu sólo no quieres fregar platos– dijo riéndose de mí.

–La verdad es que sí, el resto me da igual, pero los platos… son un coñazo– siguiéndole la broma. Entonces se deshizo de mi abrazo y se giró.

–Entonces yo duermo en mi habitación ¿no?– me dijo haciéndose el ofendido con una sonrisa en su cara. Intentó salir de la cocina, pero le metí los dedos entre el elástico del pantalón estirándolo hacia atrás, parándolo y dejando a mi vista su perfecto culo, con sus dos hoyuelos.

–De eso nada, tu hoy te vienes a mi cama– dije soltando la goma que restalló contra su piel. Él soltó un gemido ante el azote de la goma poniendo cara como si le hubiera dolido, pero en el fondo se reía. Luego, cogiéndole de los cordones del pantalón lo arrastré hasta mi habitación. Él se limitó a sonreír.

Una vez en la habitación, se acostó. Y yo sobre él. Nos besamos largamente mientras nuestras manos recorrían el cuerpo del otro. Aprovechando su fuerza me giró y se tumbó sobre mí como hacía normalmente. La escasa ropa salió disparada por el aire de la habitación a medida que las cosas se caldeaban. Pensaba que volveríamos a lo de siempre pero me equivoqué. Noté como Dani sujetaba mis manos por las muñecas al colchón pero en vez de subir por mi cuerpo, fue plantando besos en él. Pequeños, apenas un roce de labios o de lengua, que iban volviéndome loco de excitación. Descendiendo por mi cuerpo como yo tantas veces había hecho con el suyo. A medida  que su boca viajaba por mí sus besos empezaron a ser más apasionados y lentos, alguna dentellada floja apareció. Siguió bajando hasta mi pantalón de pijama que me bajó mordiendo la goma. Después me miró a los ojos y miró mi polla:

–No tienes que hacerlo– le dije, que me hubiera besado para mí ya era un logró, no quería forzarlo a nada– me da igual.–mentí, me moría de ganas, pero cada cosa tenía su tiempo.

Él me miro y sin apartar sus ojos de los míos se metió media polla en su boca y no pude aguantarme un suspiro. Empezó a chupar suavemente lo que me hizo gemir de excitación. Mentiría si dijera que la chupaba como los ángeles, era un poco torpe, pero me ponía el gesto, el hecho de que él fuera el que estaba saboreándome. Pero se esforzaba.  Así que intenté hacer un poco de teatro para animarlo, gimiendo un poco y diciéndole que lo hacía genial. Tampoco puedo decir que la chupara mal para ser un principiante. Finalmente después de algunos minutos de mamada, le cogí la cabeza y con un movimiento suave de caderas me corrí en su boca. Él subió hasta mi boca y compartió mi leche conmigo, besandonos.

Ahora había llegado su turno y seguimos el ritual que habíamos seguido hasta entonces, empezó a escalar su cuerpo sobre el mío y sus bíceps aparecieron al lado de mi cabeza, los lamí y mordí, eran grandes, mayores a los de Kazim, el olor a hombre limpio, a jabón mezclado con su propio aroma personal me volvía loco, me acerqué a su axila para oler mejor ese olor, la besé en la pequeña mata de pelo rubio rizado que tenía allí. Él solo reía y gemía. Después sus pectorales grandes y abultados, cubiertos de fino vello rubio como el que tenía en los muslos, que besé y mame de sus pezones morenos y pequeños. Lo abrace sintiendo su peso sobre mí. Luego aparecieron sus abdominales menos abultados que antes pero igual de marcados y atractivos, también los besé y le di un pequeño mordisco en el lado de la cintura haciéndole cosquillas, su olor cambiaba un poco allí, un poco más masculino, sin dejar de predominar el jabón. Seguí por el camino de vello que le salía del ombligo, en el que también metí mi lengua y jugueteé con besos y lametazos. Mientras todo esto ocurría él presionaba su creciente bulto en mi cuerpo a medida que subía. Cada vez más grande y más duro, en mi muslo, en mi cadera (al lado de mi propia polla), en mi vientre, en el comienzo de mis costillas, en mi pecho. Creo que aunque me acababa de correr mi polla se puso dura en un momento al sentir como sus vellos y su trozo de carne empezaba a tocar mi barbilla. Entonces levantando un poco las caderas la punta de su polla se arrastró pesada por mi cuello hasta que rozó mis labios dejándolos unidos a ella por una espesa gota de líquido seminal.

Adoraba esa polla. Levantado mi cara enterré mi nariz en su costado, en la ingle aspirando el aroma que tanto había echado de menos. Posteriormente abrace con mis labios su glande y lo masajee con mi lengua, le bajé la piel con los labios y la besé como había besado antes la boca de Daniel. Él gimió y empezó a descender sus caderas sobre mí. Me olvidaba que era más gorda que la de Kazim y me llenaba la boca completamente. En la entrada de mi garganta frenó y comenzó a follarme la boca despacio y hasta solo la mitad. Poco después con cada acometida lenta y pesada empezó a forzar mi  garganta, siempre gimiendo bajito, se le notaba cachondísimo. Mis manos recorrían su baja espalda y su potente y musculado culo. Finalmente sus acometidas eran profundas y completas y empezó a acelerar el ritmo y a gruñir ruidosamente, su vello púbico acogía mi nariz y sus pesados y gordos huevos golpeaban mi barbilla. Su polla me llenaba por completo, sabía que no aguantaría mucho… se le veía muy excitado desde el principio.  Finalmente con un gemido profundo , como un rugido, y una acometida fuerte contra mi cara, se quedó enterrado en mi garganta y su polla empezó a pulsar y a bombear semen. Noté su sabor cuando empezó a sacarla de mi boca. ¡Dios, era completamente adicto a su polla! Besé el glande y lamí los restos de corrida en él. Luego volvió a moverse hasta que su cabeza a mi altura y me beso. Yo intentaba recuperar un poco el aire después de esta follada de boca pero le correspondí.

Aquella noche después de besarnos durante un tiempo volví a chupársela, esta vez más lentamente compartiendo miradas y complicidad, lamiendo sus huevos, a los que estuve masajeando durante un buen rato, le chupaba hasta llevarlo al límite y después volvía a besar el resto de su cuerpo, él se retorcía de placer y gemía. Me decía lo bien que la chupaba, que me quería, que era un mamón perfecto, me cogía la cabeza y me besaba la boca, después me llamaba cerdito por chupársela, todo lo hacía desde la excitación del momento y yo me excitaba más aun. Así estuve haciéndolo hasta que me sujetó la cabeza y empezó a follarme la boca de nuevo, corriéndose en lo más profundo de mi, con su gorda polla enterrada en mi dilatada garganta. Nos abrazamos y nos quedamos dormidos en mi cama. Cada poco tiempo uno de los dos se despertaba y empezaba a besar al otro. Estábamos besándonos un rato y nos volvíamos a dormir. Creo que fue de las noches que más veces me he despertado pero también de las más felices de mi vida.

Con Daniel las cosas cambiaron, aunque a mí me seguía gustando ceder a sus deseos y a él ser un niño caprichoso, empezamos a ser una pareja más normal. Volvimos a intentar la penetración (por supuesto yo de pasivo) y esta vez fue mucho mejor, lo disfruté mucho. Al final ya podíamos follar tranquilamente. Intentamos cosas nuevas y aunque no me corresponde casi nunca, sabemos que es esto lo que nos gusta a los dos y somos felices ;). Me demuestra su cariño a su manera.

Epílogo:

Raúl siguió a su bola desde entonces,  no sé si sabe algo o simplemente vive en su mundo. Yo prefiero pensar que ese par de neuronas que tiene funcionando quieren que Daniel y yo seamos felices.

Kazim  nos pilló a mí y a Daniel durmiendo juntos al día siguiente de nuestra reconciliación. Amenazó con contárselo a mi novia, lo cual me hizo reír. Luego amenazó con contárselo a mi familia. A lo que le miré un poco extrañado. Luego intentó volver a amenazarme con algo pero Daniel se levantó de la cama y, aprovechando su mayor tamaño y fuerza le dio un tremendo puñetazo en el estómago que lo tiró al suelo. Kazim nunca más volvió a molestarnos.

Daniel me ha dado unos meses increíbles, de los más felices de mi vida. He de recalcar el momento en el que las mariquitas, esas que miran por encima del hombro al resto del mundo, de mi clase vieron al semental nórdico rubio, alto, con sus gafas oscuras y su piel tostada por el sol dándome un beso en la cafetería de la universidad y creo que vi morir a un par de ellas por la envidia. Pero Daniel se fue a Alemania al final de curso.

Y yo… Después de un par de días hablando y pasando tiempo con ella, dejé a Sara, quedamos como amigos, no se lo ha tomado bien pero tampoco ha montado escenas ni manipulaciones. Después de unos meses sin verla quedamos y ahora somos bastante amigos. Supongo que siempre había querido un amigo gay. Y ahora tiene a dos.

Y bueno, me he venido hacia la Oktoberfest :P, me quedo en casa de los padres de Daniel, los cuales me han aceptado perfectamente como la pareja de su hijo o al menos eso es lo que parece. Voy a intentar quedarme una temporada aquí, para… disfrutar, que son dos días. :P

FIN

N.A: Gracias, a las personas que se han molestado en escribirme un comentario o un e–mail. Significa mucho y más aún cuando son críticos constructivos. Excepto los de las personas que me han criticado sin haberse leído el relato o no habiéndolo leído bien (Sí, los hay, pero gracias a Dios no son una mayoría). Espero no haber defraudado mucho con este relato y siento la carga de "azúcar" pero sé que algunos lo esperabais. Eh! pero no os podéis quejar, ¿En cuántos relatos os enseñan una receta de cocina? XD

Bueno dejo de escribiros chorradas ya,  gracias por leerme, gracias por el apoyo, los votos, los comentarios y los e–mails (eso es lo que hace que uno vaya más rápido), disfrutad de la vida y cuidad de los que queréis.