Mi compañero de Colacao
Cristal una chica ilustradora de cómic,está total y perdidamente enamorada de Anthony su compañero de Colacao mañanero, pero una tarde de peli y pizza lo cambia todo.
Después de un duro día trabajo terminando unas ilustraciones para un nuevo cómic, me estiré sobre la silla súper cansada, no tenía planes para esa noche y mi compañera de piso había salido de puente con sus amigas.
Me fui a la ducha y me di un largo baño de espuma, después de un día tan duro me lo merecía.
Salí del baño y unté mi cuerpo con crema de vainilla, me miré al espejo mientras acariciaba mi cuerpo con suavidad, era excitante a la vez que sensual. Pasé las manos por mi cuello, por mis pechos deteniéndome en mis pezones y pellizcándolos suavemente, bajé la mano por mi vientre plano hasta llegar a mi pubis y justo en ese instante sonó el telefonillo de la calle.
Corriendo me puse una camiseta muy grande del grupo musical Queen y fui a la puerta a abrir.
Cuando descolgué el telefonillo al otro lado se escuchó la voz de Anthony, un compañero de trabajo que me gustaba muchísimo.
- Hola Cristal, soy Anthony venía a intentar sacarte de casa. –Dijo con voz dulce, por supuesto me derretí justo en ese momento.
- Pasa que te abro y ya vemos que hacemos. –le dije.
Antes de abrirle me miré al espejo que tenía en la entrada de casa.
Mi pelo rubio largo liso, estaba un poco desordenado, mis mejillas sonrosadas por el baño a pesar de la piel cenicienta que tenía, la camiseta negra me daba un aspecto de ángel roquero. Parecía más joven de lo que en realidad era. Sonreí al espejo, en ese instante recordé que no llevaba ropa interior puesta.
Pensé en salir corriendo y cogerlas, pero justo llamó a la puerta.
Así que abrí, cuando le vi mis pupilas se dilataron por la excitación, mi corazón se aceleró y mi entrepierna se humedeció.
Anthony era un chico encantador, dulce, achuchable, muy inteligente, simpático y me hacía reír algo de lo que me había encantado nada más conocerle. Físicamente era un chico fuerte, con una sonrisa preciosa, ojos azules como el mar y cálidos como un día de verano, moreno y alto.
Al entrar me saludó como siempre hace por las mañanas cuando quedamos a tomar café con un toquecito en la cabeza como si indicara que soy una buena chica, era algo muy tierno.
- ¿Aún en el pijama que te regalé? ¿Qué haces que no estás ya vestida para salir? –Me regañó dulcemente.
- No pienso salir, podemos quedarnos en casa pedir una pizza y ver una peli. –Le dije haciendo mohín con el labio inferior.
Sabía que haciendo eso me lo ganaría y evitaría salir de casa, ya que no me apetecía en absoluto.
- Bueeeno, está bien pero que conste que la próxima vez tenemos que salir. –Espetó señalando con el dedo índice.
- Ya veremos. –Solté bajito para que no me oyera replicar.
Pedimos pizza mientras nos sentamos a esperar que la trajeran pusimos la serie Dead Note, era maravilloso y excitante a la vez tenerlo en casa por primera vez, apenas habíamos tenido tiempo para estar así de íntimos.
Sólo pensar que no llevaba ropa interior y que él podría darse cuenta me excitaba mucho más, siempre había querido tener algo con él, dejaba caer insinuaciones pero parecía que él nunca se enteraba, a veces pienso que es de ideas fijas o más sencillo que el mecanismo de un chupete.
Pero esa noche estaba decidida a dejarle las cosas claras, tenía ganas de él y sabía que él querría sino no seguiría mi juego como muchas veces lo había hecho inconscientemente, sin maldad alguna.
Llegó la pizza y mientras él la recogía, yo iba a la cocina a por vasos y platos.
Al inclinarme sobre la mesa, la camiseta se subió un poco por detrás dejando ver mi trasero, justo en ese momento Anthony entraba con la pizza y se quedó congelado en el sitio.
Al girarme lo miré y vi como soltaba de golpe el aire que había inspirado con fuerza, estaba totalmente sonrojado.
Pero yo estaba más roja aún. No había esperado que fuera así pero había sucedido, ya no había vuelta atrás.
Se acercó a mí y dejó la pizza sobre la mesa, rozando su cuerpo con el mío susurró junto a mi oído:
- Me encantaría comerme toda esa vainilla que hay sobre tu cuerpo.
Me sonrojé y agaché la cabeza por vergüenza, pero en realidad me gustaba mucho. Sólo me sentí con fuerzas para asentir con la cabeza en señal de que yo también quería que lo hiciera.
Llevó una mano a mi nuca acariciando mi pelo por detrás mientras acercaba sus labios a los míos dulcemente los besó, dando pequeños besos de hada sobre estos.
Lo guíe hasta mi habitación sin dejar de besarle.
Me apoyó contra la pared y el beso se intensificó, dando pequeñas mordidas en el labio inferior y usando su lengua con la mía de vez en cuando.
Bajó la mano libre por mi cuerpo hasta llegar al filo de la camiseta y subirla por dentro rozando mi cadera y llegar a mi pecho, lo masajeó con suavidad pero con firmeza algo que me hizo mojarme más si podía, tironeo de mis pezones dulcemente sin hacer daño y un gemido escapó de mis labios.
Metió una pierna entre las mías y empezó a frotar, apenas podía pensar, me dejaba llevar por las sensaciones que me estaba dando Anthony.
El beso fue más rudo en el momento en que el bajó una mano a mi trasero y lo agarró con la fuerza suficiente para no hacer daño pero si saber manejarme.
Yo me agarré a su cuello y empecé a frotar mi coño contra su pierna, llevé una mano a su polla y comencé a acariciarla por encima del pantalón. Estaba totalmente duro y grande.
- ¿No llevas braguitas? –Preguntó asombrado.
- No, ha sido un desliz, pero llevaba esperando esto hace mucho tiempo y ahora que está sucediendo no pienso parar.
Quité todos los peluches de la cama tirándolos al suelo, y caímos los dos sobre está besándonos con pasión y desenfreno.
Él me quito la camiseta dejándome totalmente desnuda, acarició mi cuerpo como si estuviera adorándolo y guardando en su memoria cada rincón de este.
Me encantaba como me miraba, era una mezcla de amor con dulzura que me hacía tener ganas de llorar de felicidad.
Lo tumbé sobre la cama y le quité el pantalón y los calzoncillos, su polla saltó dura como una estaca, era grande y gorda tanto que pensé que no cabría en mi boca, pero empecé a lamerla suave y despacio sobre el glande, después la metí en mi boca con suavidad y sin rozar con los dientes la chupé a la vez que jugaba con la lengua sobre el frenillo.
Llevé la otra mano a la base de su polla y le masturbé mientras la chupaba.
- Oh dios, me encanta. –Gimió.
Me sentía como una diosa, poderosa y haciendo doblegar a un gran hombre sólo con mi boca.
Paré un instante y justo en ese momento él me tumbó sobre la cama abrió mis piernas y besó mi vientre plano, bajó por el pubis, con pequeños besos suaves y húmedos, hasta llegar a mi clítoris.
Sacó su lengua y la pasó una y otra vez con energía sobre él, con los dientes los pasó con suavidad causando una sensación de placer/dolor que me hizo llegar al primer orgasmo.
Aún no satisfecho siguió lamiendo mi clítoris a la vez que metía dos dedos en mi vagina y simulaba una penetración.
Una espiral de deseo subió por mi columna hasta hacerme correr de nuevo lubricando mucho más. Mi vagina latía alrededor de sus dedos contrayéndose una y otra por el efecto del orgasmo.
El subió por mi cuerpo y con dulzura posó la cabeza de su pene sobre la entrada de mi vagina, despacio me penetró, estirándome y adaptándome a su polla poco a poco.
Era delicioso sentirlo dentro, cuando empezó a moverse fue como si alcanzase un trocito de cielo, me sentía deseada y amada. Algo a lo que podía acostumbrarme fácilmente todos los días de mi vida.
Empujó con fuerza una y otra vez pero sin hacerme daño.
Noté que él estaba a punto de dejarse ir y bajé una mano a mi clítoris y lo masturbé de tal forma que ambos llegamos a un orgasmo inmenso como nunca antes lo había tenido.
Él se dejó caer sobre la cama y me abrazó sobre su pecho, besándome en la frente.
Nos quedamos dormidos así.
Nunca pensé que pudiera ser tan feliz como lo era en ese instante.