Mi compañera Yoli (parte 3 y final)
Terminan nuestros dos depravados días de sexo, realizando todo tipo de depravaciones con llegando a un final inesperado. Recomiendo leer los capítulos anteriores para disfrutar enteramente de este último.
Serían cerca de las seis de la mañana cuando desperté desnudo y sólo en el asiento trasero de mi coche. Al abrir los ojos pensé que todo lo sucedido en él escasas horas antes había sido un sueño. Un maravilloso sueño del que recordaba con todo tipo de detalles, la degenerada profanación por mi parte, como si de una bestia descontrolada se tratase, del pecaminoso cuerpo de mi compañera.
Vino a mi mente cómo todo mi ser había caído rendido por el cansancio esa noche, al terminar de lamer hasta el último centímetro del sexo de Yolanda. Noté la lengua pastosa y adormecida a causa de la hora de esfuerzos a la que la sometí, con el fin de saciar el incontenible ansia que tenía por devorar el depilado coño de esa diosa; mientras ella se rendía por completo al cansancio, producto de la descomunal follada a la que mi insaciable miembro la había sometido.
Pero no fue un sueño. Había pasado. Y me había pasado a mi…
Ese coche, que ahora emanaba en su interior el fuerte olor a sudor y a sexo que habían impregnado hasta el último rincón, había sido testigo de lo que esa noche sucedió. La absoluta y completa entrega del cuerpo de Yoli a los instintos más bajos de los que mi mente jamás soñó con realizar con semejante monumento a la lujuria.
Pero ella no estaba. Imagino que poco antes había despertado, y con la capacidad de reacción, feudo únicamente de las mujeres, cogió sus enseres para adecentarse todo lo posible antes de ir a trabajar. No paraba de pensar en ella… ¡Qué mujer!... Cualquier hombre habría salido corriendo y gritando de felicidad con solamente el roce de sus dedos. Pero no había sido cualquiera; fui yo el que disfrutó por entero de ella horas antes.
Una incipiente erección volvió a aparecer bajo la manta que me tapaba. El simple recuerdo de ella, de su olor, de sus gestos, de sus gemidos… hacían que mi miembro necesitase una y otra vez estar bajo el calor del interior de sus piernas y lo que estas escondían.
Pero por muy bien que mi mente se encontrase en ese momento, paralizando todos mis sentidos, al cobijo de mis recuerdos, mi sentido de la responsabilidad hizo que volviese a la realidad y me diese de bruces con ella. En algo más de una hora tenía que entrar a trabajar, y mi aspecto no era precisamente el que exigen en una cena de etiqueta.
Con un esfuerzo sobre humano (poco me falto para quedarme otra vez dormido), me incorporé como pude. ¡Y no os imagináis lo que vi en ese momento!. La marca del pintalabios con la forma de los turgentes labios de mi acompañante habían quedado grabados en mi polla. Al parecer, antes de marcharse, me había dejado un excitante recuerdo en forma de beso, para que no olvidase que en ese sombrío lugar, un demonio con cara de ángel, había pasado por mi vida.
Puse el coche en marcha en dirección al trabajo. Ya no me daba tiempo a ir a casa para ducharme y cambiarme de ropa. Por suerte a eso de las seis y media de la mañana abrían el parking del centro comercial, a causa de la llegada de los primeros trabajadores. Imaginé en cómo se las había ingeniado mi compañera para que el vigilante abriese la baliza antes de la hora señalada para que ella pudiese salir. Entre risas pensé en el montón de cerdadas que Yolanda habría provocado en la mente de aquel operario para dejarla salir antes. Pero supongo que no la tuvo que costar mucho alegrarle el día a ese muchacho con una de sus miradas de niña inocente. En fin… mi degenerada mente no tiene parangón… Perdonadme.
Justo a las siete de la mañana estaba de nuevo sentado en mi lugar de trabajo. Por suerte llegué con el suficiente tiempo de sobra para poder asearme un poco en los baños de mi departamento, y de esa forma estar medianamente presentable por si a algún capullo de "arriba" se le ocurriese venir a tocarme los cojones esa mañana. Pero como es inevitable el sueño empezó a librar su batalla contra mí. Estaba claro que las tres escasas horas que había conseguido dormir, no eran suficientes para reparar un cuerpo que termino agotado después de la batalla, a vida o muerte, que había librado con cada parte de mi ardiente amante.
Pero el sonido del móvil al recibir un mensaje volvió a despertar en mi hasta el último de mis aletargados sentidos. Era ella.
YOLI MOV - Hola guapo, ¿te apetece un café?.
66** - Hola compi. Genial, estoy que me duermo.
YOLI MOV- Pues te vas a tener que tomar tres seguidos ;)
66** -¿Y eso?, jajajajajaj.
YOLI MOV- Para estar espabilado para luego… Hasta ahora. Un beso.
66** -Un beso.
Ni que decir tiene que no tardé ni un segundo en reaccionar. Poco me faltó para matarme cuando me levanté de la silla. Pensaba que Yolanda estaría tan muerta como yo después de la paliza de anoche, pero estaba claro que no. Todo me decía que tenía algo planeado, y no era el pasar el largo día como fuese, para largarse corriendo a casa y meterse directamente en la cama al terminar la jornada… No iba a ser yo quien la detuviese en su empeño si no era ese, y mi rabo estaba completamente de acuerdo.
Volví a lavarme la cara en los aseos y me dirigí, cual borrego al matadero, a la máquina expendedora de café. Y allí estaba ella. Imponente. Espectacular. Sus sensuales curvas resaltaban bajo una falda negra y la ajustada camisa que llevaba. No me explicaba como en tan poco tiempo había podido ir a casa y presentarse al rato en el trabajo con el aspecto de una diosa, después de lo que había hecho con ella dentro de mi coche. Verdaderamente las tías son infinitamente superiores en todo los aspectos a cualquier hombre que se precie. Llegue a su altura y a la de otro compañero que se encontraba charlando con ella. Aunque más que hablar, el bueno de Alex se limitaba a asentir con cada comentario que le dirigía Yolanda. Seguramente, y no le culpo, su mente estaría embelesada en pornográficos pensamientos hacia ella. Una película en la que él era el protagonista, y el cuerpo que tenía delante era sometido a todo tipo de tropelías de moral incierta con su verga. Le comprendo… A todos los hombres se nos pasa lo mismo por la cabeza cuando tenemos un pibon delante.
Introduje una moneda en la ranura de la máquina y saque mi café, al mismo tiempo que mi compañero se despedía de Yoli.
-Bueno preciosa, me tengo que ir ya. Se me ha acabado el descanso… -dijo Alex mientras tiraba su vaso a la papelera-. Encantado de pasar un rato hablando contigo -me dieron ganas de preguntarle en ese momento que le había contado ella, a ver si se había enterado de algo-. Vamos hablando ¿vale?, venga, Ciao.
-Ok. Ciao Alex -respondió Yolanda.
Ni se había enterado de que yo estaba a su lado. Normal… yo también estaría embelesado con semejante mujer delante.
-Adiós Alejandro, chaval -le dije sonriendo.
-Ahhh, perdona Jesús, tío. Ni me he enterado que estabas aquí.
-No pasa nada hombre… Es comprensible si tienes a la recepcionista más cañón de la empresa a tu lado, jajaja -por poco se muere de la vergüenza el pobre chaval al escucharme.
-Jajaja, bu-bu-bueno, hasta luego chicos -concluyó rojo como un tomate y se marchó.
Cuando vi que Alex doblaba la esquina del pasillo me arrimé a Yoli, y sin pensármelo dos veces, poseído por el deseo, introduje mi mano por la parte superior de su falda.
-Hola guapa, casi me muero cuando no te he visto a mi lado esta mañana -dije entre susurros, mientras mi dedo comenzaba a juguetear con su clítoris-. Ni me he enterado cuando te has ido.
-Ummm, perdona guapo -ya empezaba a gemir débilmente al notar el contacto de mi mano en su vagina-. Serían las cinco, y te he visto tan profundamente dormido que no quería despertarte. ¡Ahh, joder! -exclamo al introducirle de golpe uno de mis dedos en su interior-. Pero la niña se ha despedido de tu cosita con un besito por lo buena que ha sido con ella -otra vez esa mirada felina poniendo morritos y con el tono de una adolescente que tanto me ponía.
Poco me faltó para empotrarla contra la pared, bajarle la falda y las bragas, y embestirla como un toro furioso. No sé cómo me contuve, pero lo logré. Todo a su tiempo, pensé; con la seguridad de que antes de salir de ese edificio, nuestros cuerpos volverían a estar unidos de todas las formas posibles.
-¿Y cómo te ha dado tiempo a ir a casa, ducharte y llegar al trabajo más guapa si cabe, después de lo de anoche? -pregunté a la vez que introducía otro dedo más en su ya húmedo coño.
-Ajjhh, ummm. Secretos de chicas… Pero no me he duchado.... Ahh, uffffff, ¡cabron!... despacio, por favor -otro dedo más para dentro, el tercero- No me he duchado porque quería oler como una prostituta que se ha pasado la noche jodiendo sin parar… -cada palabra que salía de su boca hacía que mi pene creciese más y más a cada momento.
-¿Te gusta sentirte como una puta, Yolanda?, ¿te gusta que piensen que te comportas como una?, ¿quieres que te trate como tal, zorrita?... -le decía mientras mis dedos circulaban a su antojo en su chorreante coño.
-Ummm, si, si, joder. Ahhh. Sigue, sigue, por favor. No pares….
Estar en ese pasillo masturbando a Yoli, con el morbo añadido de que en cualquier momento podría venir alguien y encontrarnos como a dos adolescentes al cobijo de la noche en la fiesta de los San Fermines (si habéis estado en Pamplona en Julio sabréis de lo que hablo),me estaba volviendo loco. Pero gracias a Dios, el poco autocontrol que me quedaba, hizo que la única parte racional de mi cerebro reaccionase con cordura y detuviese al momento tan excitante situación, a causa de las posibles consecuencias si nos pillaba alguien en ese momento. Saqué de un golpe los tres dedos del sexo de mi compañera que ya se encontraban pegajosos a causa de los fluidos que habían provocado en el interior de mi niña.
-Joder Jesús, ¿Por qué los has sacado?, quiero tenerlos dentro de mi otra vez. Mételos otra vez, por favor, por favor -su voz entrecortada exigía que terminase lo que había empezado.
-No putita. Te voy a dejar aquí con el calentón por ser una niña mala y no lavarte bien esta mañana para mí -hasta yo mismo me sorprendía de las guarradas que estaba soltando junto a la máquina del café.
-Noooo, soy una niña buena. No me he duchado porque quería oler así para ti… Ahggg.
No la dejé terminar. Introduje mis encharcadas falanges en su boca hasta toparme con su campanilla. Moví los dedos como si quisiese recoger con ellos toda la saliva que en su interior había. Yolanda contuvo un par de arcadas estoicamente y noté como su lengua intentaban jugar con sus asaltantes para saborear todo el manjar que de su chocho había salido. Cuando vi la primera lagrima salir de uno de sus ojos a causa del esfuerzo, saqué mi mano de allí.
-Joder tío. Eres un cabrón. ¿Por qué me has dejado así? -decía mientras fingía infantiles sollozos la muy cabrona-. Voy a tener que terminar yo sola en el servicio si tú no me quieres ayudar.
-Ni se te ocurra tocarte sin mí. Eres mi puta, y voy a hacer contigo lo que quiera hoy. ¿Lo has entendido, joder? -el dominante tono de mi voz, provoco en la mente de mi compañera los más bajos instintos de sumisión que entregaría sin reparos al hombre que tenía delante.
-Vale cariño, pero no te enfades, porfa… Te prometo que voy a ser una niña muy buena y haré todo lo que me pidas. Consigues poner a tu nena como a una perra en celo desde que te conocí -hay que reconocer que la jodida sabía seguir el juego. The Oscar go to…
-En la recepción tenéis un juego de llaves del cuarto de la limpieza que hay cerca del almacén, ¿no? -pregunté.
-Si, claro. ¿Por qué lo preguntas?
-Eso ahora no te importa. Quiero que cuando llegue la hora del descanso parar a comer, cojas esas llaves, te dirijas al almacén y me esperes desnuda dentro del cuarto -sentencié.
-Lo que tú quieras Jesús. ¿Qué me vas a hacer?... ¿me vas a dar otro premio si me porto bien? La niña quiere otra vez la cosita de su "tate"… ¿voy a poder jugar con ella?. Dime que si, porfa, porfa -su mirada sensual y sus morritos imitando a una niña que pide su papa una piruleta, hicieron que volviese a perder el control.
Poco me importó que alguien apareciese. Desabroché los botones de su blusa, sabiendo desde que la vi que esa mañana que no se había puesto el sujetador, y me lancé como un poseso a chupar sus perfectos pechos. Lamí, mordí y babee sus senos con lujuria mientras Yolanda aprisionaba con sus manos mi cabeza contra ellos.
-Así, así, ummm. Sigue mi vida. Chupa mis tetitas hasta que te canses. Son sólo para ti… Auuuuuuhh, bruto -le acababa de morder un pezón con tal fuerza que tuvo que dolerle de verdad- ¿Quieres hacerme daño por ser una niña mala?, ummm. Que rico Jesús, sigue, sigue, vas a conseguir sacar lechita de ellos de esta forma… -el demonio hablaba ya por ella.
Cuando me sacié de ensalivar su busto a placer, dirigí mi boca hacia sus labios y nos fundimos en un desenfrenado beso en el que nuestras lenguas pelearon una contra otra hasta quedar doloridas por tanta lucha.
-Te veo a la hora de comer Yoli - le dije mientras terminaba la frase lamiendo su mejilla como si de un perro se tratase.
Me di la vuelta para marcharme, dejando a mi amante abrochándose los botones de la camisa. En ese momento vi de refilón, al final del pasillo, una cabeza que se escondía y que seguramente había sido testigo de lo que al lado de esa máquina había acontecido. No le di más importancia. Seguramente algún mirón se habría puesto ciego observándonos y le habíamos ahorrado el porno que pensaba utilizar esa noche para cascársela. Que le den, pensé. Tú te vas a tocar, pero voy a ser yo el que se la folle. Ni siquiera se me pasó por la cabeza comentárselo a mi compañera. Era una tontería preocuparla sin motivo. Además no quería que ello pusiese alguna traba a lo que tenía pensado hacer en ese cuarto con la chica que dejaba a mis espaldas. Pero horas después descubriría lo equivocado que estaba.
Pasé esas dos interminables horas mirando el reloj. Es increíble lo despacio que puede llegar a pasar el tiempo... En varias ocasiones estuve tentado en ir al servicio y desalojar parte de la carga que llevaba acumulada en los testículos haciéndome una buena paja. Pero tenía que aguantar… El manifiesto de mis huevos tenía que ser depositado debidamente en el fondo de los intestinos de mi compañera. Creo que si me hubiesen crucificado, habría sufrido menos que mirando el lento pasar de los minutos hasta que llegase el descanso.
Pero al fin llegó. Dieron la una y media y como un loco dejé mi puesto y me encaminé hacía aquel cuarto, cual famélico guepardo en busca de su presa. Llegué frente a esa puerta que colgaba el cartel de "limpieza" y lentamente moví el pomo rezando para que Yoli hubiese hecho la tarea encomendada. Y por supuesto que estaba abierto. ¿Cómo pude dudar de ella?.
Entré en su interior procurando que nadie me viese (andaba mosca por lo que vi rato antes) y cerré la puerta. El habitáculo era pequeño. Calculo que tendría unos seis metros cuadrados, que realmente eran menos, ya que la mayor parte del espacio lo llenaban cuatro taquillas, dos estanterías metálicas llenas de productos de limpieza y un par de sillas. En una de ellas estaba sentada Yolanda. Desnuda tal y como Dios la trajo al mundo. Pero con treinta años más llenos de perfectas curvas que invitaban a hacer con ellas todo tipo de fantasías.
-Hola guapo, aquí estoy. Como me habías ordenado -me dijo guiñándome uno de sus preciosos ojos negros.
-Ya lo veo zorrita, ya lo veo… -asentí mientras mis depravados deseos crecían a mismo ritmo que mi polla.
Me acerqué a ella y sin pensármelo dos veces me lancé a devorar su boca. Saboreé su dulce interior con tal ansia, que pronto empezaron a salir ingentes cantidades de babas por las comisuras de sus labios, que irremediablemente caían sobre sus pechos. Cuando me cansé bajé guiado por mi lengua, hasta toparme con sus empitonadas ubres. Chupe aquellos endurecidos pezones hasta cambiar el color de sus aureolas. El desenfreno que ardía en mi interior hizo que mordiese varías veces todo su contorno, hasta escuchar el primer grito de mi acompañante.
-¡Ahhhuuuu, ufffff!, despacio Jesús… Que no se van a mover de su sitio… Ummmm -empezaban los gemiditos.
Volví a subir hacia su cara y lamí sus mejillas con la misma intensidad que un animal tratando de curar una herida. Mi compañera estaba totalmente entregada a mi disfrute. Cualquier mujer hace tiempo me habría soltado dos hostias. Puse mis manos en sus rodillas y abrí bruscamente sus tonificadas piernas, dejando ver en toda su plenitud su brillante y humedecido sexo. La miré a los ojos diciéndole con ellos sin palabras que se preparase, que comenzaba la batalla.
Me lancé hacia su coño y lo devoré con tal avidez que pronto empezaron a emanar de él los primeros líquidos pegajosos que tragué y tragué igual que una cerveza bien fría en pleno desierto. Me centre en su clítoris, mientras introducía dos dedos en lo más profundo de su vagina para empezar una dedeada antológica que llevó a mi niña a su primer orgasmo.
-Ummm, si, si, ummmm. Que rico cariño. Chúpamelo todo por favor, chúpalo, chúpalo… Si, si, me corro Jesús, me corro… Ya, ya viene, ya vieneeeeeeeeee!!!. ¡Ahhhhhhhh, siiiiiiiiiii! -Gritó mientras que sus manos aprisionaban mi cabeza contra su sexo.
Era increíble ver los orgasmos de Yolanda. Soltó tal cantidad de flujos y meados que consiguieron atragantarme y hacerme toser; expulsando lo que mi boca ya no podía abarcar más.
-Trágatelo todo por favor… trágatelo mi vida. Es todo para ti mi niño -me suplico con la mirada perdida, mientras intentaba controlar los espasmos que recorrían todo su cuerpo.
¿Qué habríais hecho vosotros?... No contestéis, ya os lo digo yo. Beber y beber todo lo que salió de allí, que por salado que supiese, para mí tenía el mejor sabor que cualquier brebaje que jamás pudiese probado.
-¿Te ha gustado Yoli? -dije mientras besaba el interior de sus muslos.
-Me vuelves loca nene. No sé cómo consigues hacer que me corra de esa forma, cabrón -su sudoroso y sonrojado rostro no mentía-. Levántate, te voy a compensar por esto.
Obedecí al instante. Me incorpore dejando mi venoso y duro miembro a la altura de sus labios. Agarró el tronco de mi polla con una mano mientras su lengua empezó a lamer despacio toda su extensión. Me miraba con ojos de niña hambrienta, mientras disfrutaba de su enorme helado caliente. Al terminar con los preliminares engullo de un golpe los veinte centímetros de carne que tenía delante. Miraba extasiado como repetía una y otra vez la misma jugada en detrimento de abandonar a su suerte su propia garganta. Se comía mi rabo de tal forma que pensaba que quería acabar con ella a base de atragantadas. Literalmente se estaba follando la boca ella misma. Pronto mi carne estuvo llena de un montón de babas que producía su cuerpo, producto de el devore ansioso de ese demonio.
-Para Yoli… Para joder. Vas a hacer que me corra si sigues así -exclamé mientras sacaba mi encharcada polla de esa máquina de succión.
-Joooooo, pero… ¿por qué?, ¿no lo estoy haciendo bien? -se limpiaba con el antebrazo la boca mientras hablaba-. Quiero comérmela toda. Quiero que me des tu lechita Jesús. Déjame chuparla otra vez, porfa, porfa -fingía lloriqueos mientras hablaba.
-Ya no más putita. Hoy quiero llenarte de lefa por el agujero que me prometiste ayer. Te voy a dar por el culo por ser una niña mala y ansiosa. Quiero follártelo hasta reventar -la lujuria se apodero de mi perversa mente.
-No Jesús, por favor. No me pidas eso. Sé que te lo dije antes de caer rendida por el esfuerzo, pero nunca me la han metido por ahí. Me va a doler muchísimo. Además, no me he duchado y seguro que está muy sucio. No quiero, no quiero -empezó a rogarme mientras imaginaba lo que se le venía encima.
La levante bruscamente de la silla y tomé su lugar. Apoyé su estomago en mis piernas dejando sus nalgas al antojo de mi mano.
-¡Cállate hostias!, ayer me lo prometiste. Y vas a cumplir lo que me dijiste quieras o no -le solté un azote con toda la mano abierta que sonó en toda la habitación-. ¿Te ha quedado claro? -otro azote… y otro más.
Mi compañera empezó a gimotear mientas me pedía que parase.
-¿TE-HE-PRE-GUN-TA-DO-SI-TE-HA-QUE-DA-DO-CLA-RO? -cada sílaba que salía de voz era acompañada por azote en su ya enrojecido trasero.
-Vale Jesús, vale. Te doy mi culito. Perdóname. Voy ser una niña obediente -sus sollozos eran claramente audibles después de la intensa azotaina- Pero házmelo despacio, ¿vale?.
-Así me gusta más -asentía para mi mientras acariciaba tiernamente sus coloradas nalgas.
La incorporé mientras ella se limpiaba las lagrimas y se sorbía los mocos que habían producido el dolor infligido por mi mano. Volví a besarla con ternura para después girar su cuerpo y ponerla de rodillas apoyando sus brazos en la silla. Cuando tuve su perfecto culo en posición, empecé a besar la piel que había castigado hacía un instante. Su nalgas ardían como el fuego de una hoguera. Me habría sentido mal si no supiese a ciencia cierta que mi sumisa compañera había disfrutado tanto como yo de semejante azotaina. Acto seguido abrí sus cachetes con ambas manos y apareció ante mí su oscuro y arrugadito ano. Si perder un segundo empecé a lamer aquella preciosidad degustando, como si de miel se tratase, el fuerte pero agradable sabor que de él se desprendía. Mi lengua se movía en círculos por todo su culito haciendo inca pié en dejar una buena cantidad de saliva en cada pasada.
-Ummmm, que rico. Qué bien lo haces cabrón. Sigue, sigue, no pares. Ummmm. Comete todo mi culito -sus gemidos dejaron claro que había pasado en un instante de niña llorona a loba en celo.
Introduje un dedo lentamente en su agujero y lo removí en círculos para ir acostumbrando poco a poco su ano para lo que se le venía encima.
-Auuuhhh -soltó un pequeño quejido al notar que algo había traspasado su virgen barrera-, así, así cariño. Házmelo suavecito. Ummmmmmm.
Estuve así al menos cinco minutos hasta que decidí meter otro dedo que previamente había lubricado con los flujos que seguían saliendo del coñito de Yolanda. Entre gemidos y con mucha calma fui dilatando su ano hasta que vi que todo él se había adaptado a mi intrusión. Comencé a meter y sacar mis dedos, incrementando en cada acción la rapidez y la intensidad.
Después de cinco minutos profanando su agujerito, mis dedos se deslizaban con tanta facilidad que vi e momento de que mi dura polla relevase a sus compañeros de batalla. Pero tenía que recibir la aprobación de mi niña.
-Ah, ah, ah, si, si, si, joder, que gusto. Métemela ya por favor. Métela Jesús. Fóllame por atrás cabrón. Y no pares aunque me veas llorar. Haz con mi culito lo que quieras, es tuyo y solo tuyo, mi vida -eso era todo lo que necesitaba oír.
Me puse de rodillas y dirigiendo con mi mano el tronco de madera que era mi polla en esos momentos introduje no sin alguna dificultad mi glande en su oscuro interior.
-¿Estás bien cariño? -pregunté al notar que la entrada de algo de ese tamaño la había hecho daño de verdad.
-Si, si. No pares. Métela más. Hasta el fondo… aunque me muera de dolor. Sigue, sigue… -dijo entre sollozos.
Y eso hice. Lentamente fui introduciendo mi rabo hasta perder de vista la mitad de este. Mantuve la posición un minuto y de una fuerte estocada clavé mis veinte gruesos centímetros de polla en lo más profundo de su intestino.
-Ahhhhhhhhhhhhhhhhh -el grito que pegó Yolanda hizo que zumbasen mis oídos-.
Saqué mi carne de su interior por completo y volví a penetrarla otra vez ayudándome de una fuerte embestida de mis riñones. Mi polla destrozó sus entrañas con esas dos brutales acometidas. Después de esto di rienda suelta a mi lascivia y comencé a follar su culo con tal violencia que hasta yo mismo me avergoncé de tan deplorable comportamiento con ese agujero.
-Ahhhhhhh, Ahhhhhhh, Ahhhhhhhhh. ¡Dame fuerte hijo de putaaaaa! -gritaba mi putita mientras sus lagrimas salían de sus ojos producto del dolor y el placer que estaba recibiendo-. ¡Reviéntame, reviéntameeeeeee!
Mi mente decía que parase aquella aberración que estaba haciendo con su ano, pero mis sucios pensamientos decían lo contrario. Follé su culo una y otra vez. Destrozando sus tripas con cada brutal penetración. Quería abrir ese agujero de tal forma que mis caderas empezaron a dolerme por el esfuerzo a las que la estaba sometiendo. El culo de mi compañera era ya un orificio terriblemente irritado de seis centímetros de grosor.
-¡Toma puta, toma!, ¿querías polla?, pues la vas a tener. Te voy a destrozar por dentro. Voy a reventarte -cerdadas y más cerdadas no paraban de salir a gritos de mi interior.
-¡Dame, dame, dame mássssssssss!, ¡no paressssssssss! -berreaba Yoli, ya sin poder contener su llanto-. ¡SIGUE, SIGUE, SIGUE…., ME CORROOOOOOOOOOOOOO!
Su coño volvió a escupir orina y flujos que dejaron empapado el suelo en el que nuestras rodillas se apoyaban. Mi animal sodomización hizo que Yolanda explotase en otro tremendo orgasmo que la dejó totalmente exhausta llegando a quedar prácticamente inerte en esa silla. Sus brazos habían caído hacia el suelo, y ahora eran sus tetas las que servían de soporte para seguir en esa posición hasta que yo terminase. Y lo iba a hacer ya. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Señal de que mis testículos habían empezado la cuenta atrás para soltar toda la carga que llevaban.
-Ahhh, uffffff, ya viene…. me corro Yoli, ¡ME COOOOOOOORROOOOOOOOOOO! -grite mientras soltaba todo el espeso semen que tenia acumulado en mi interior, y que fue a parar al interior del destrozado culo de mi compañera, regando con él hasta el último rincón de sus intestinos.
Permanecí enganchado sin moverme a Yolanda durante más de cinco minutos. Los goterones de sudor caían de mi frente, que ahora reposaba en la espalda de mi diosa, después del tremendo esfuerzo. Medio mareado saqué lentamente mi polla que se negaba a salir de esa gloriosa cueva que tanto placer la había producido. Con el sonido del descorcho de una botella, extraje mi miembro mientras observaba como hilillos de sangre y restos marrones acompañaban su salida. El ano de Yolanda había quedado tan irritado e hinchado por la brutal follada que su oscuro color inicial, había dado paso a un rojo y violaceo tono que reflejaba el destrozo que mi rabo había provocado en él.
Ambos cuerpos quedaron tirados en el encharcado suelo, intentando recuperar el latido normal de nuestros extenuados corazones.
-¿Estás bien mi vida? -pregunté a mi compañera, mientras besaba sus humedecidos parpados-. ¿Te he hecho mucho daño?. Ya sé que llevo pidiéndote perdón desde anoche, pero es que pierdo el control cuando te tengo para mí -susurre con dulzura.
-Estoy bien cariño. Me ha dolido mucho al principio, pero luego he deseado que no terminases de follarme el culo en todo el día. Me has destrozado, pero no cambiaría lo que ha pasado por nada del mundo. Aunque no pueda sentarme en dos días, cabronazo -replico entre risas, cosa que me tranquilizó.
-Te quiero Yoli. Y te quiero conmigo para siempre. Creo que no voy a poder separarme de tu cuerpo en la vida, cariño.
-Te quiero Jesús. Y no pienso separarme de ti nunca. Esa polla va a ser mía para siempre. No me voy a cansar de ti ni de ella jamás -termino diciendo mientras nuestras bocas se fundían en un apasionado beso al cobijo de la humedad de ese cuarto.
Entre caricias y palabras tontorronas nos vestimos e intentamos adecentarnos un poco, en la medida de lo posible. Con un último beso abrimos la puerta y nos dimos de bruces con la peor sospecha que me rondaba por la cabeza y que como una pesadilla se había hecho realidad. El director de nuestra empresa estaba delante de nosotros cruzado de brazos. Su semblante dejaba pocas dudas sobre lo que pensaba. La cabeza que no distinguí esa mañana era la suya. Sin apartar su mirada de nuestros ojos, nos dijo sin ningún miramiento:
-Señorita Merino, señor García, están despedidos. Recojan sus cosas de inmediato. Les quiero fuera de mi empresa antes de finalizar el día. Nuestros abogados se pondrán en contacto con ustedes para los temas legales. Buenas tardes -dijo con tono autoritario y se marcho en dirección vaya usted a saber.
Yolanda y yo nos miramos con cara de sorpresa, para acto seguido echarnos a reír a carcajadas. Sería por el disgusto, por la situación en sí, por la sorpresa… Lo cierto es que no podíamos parar. Cuando conseguimos relajarnos volvimos a besarnos. Me echó una de esas miradas Made in Yolanda, y me dijo:
-Oye Jesús, estoy pensando que cuando recojamos, nos podíamos echar una cerveza, ¿Qué te parece?, jajajaja.
-Mejor dos, Yolanda, mejor dos…
FIN
Este es el final de mis primeros tres relatos. Lo cierto es que he disfrutado un montón con la experiencia y mucho más viendo que los dos anteriores os habían resultado medio pasables. Espero que os hayan gustado y me lo vayáis comentando. Y si no han sido de vuestro agrado, también. Que las criticas, buenas o malas siempre sirven para mejorar. Muchas gracias por leerme, un abrazo y hasta la proxima.