Mi compañera, mi marido y yo

Con experiencia no se puede dejar las situaciones ocurran, hay que provocarlas, eso hicimos y así nos salió.

Nuestras experiencias han sido muy satisfactorias. Mi marido se acostó con su jefa, hicimos un intercambio de parejas en Asturias, un trío en Galicia, y como no podía ser menos un trío con una mujer, que es la experiencia que hemos tenido últimamente.

En mi trabajo tengo buenas relaciones con todo el mundo, pero especialmente con una compañera, Irene. No es de gran belleza, pero resulta encantadora, encaja perfectamente con nuestra forma de ser y acepta gustosa nuestras costumbres que suelen ser parecidas a las suyas.

Irene estaba casada y tiene dos hijos de corta edad. Durante el proceso de separación, la situación no fue buena, como suele ocurrir en estos casos, pero consiguió la custodia compartida con su exmarido. Ahora las relaciones entre ellos es buena, los fines de semana que tiene a sus hijos nos vamos al cine o al Parque de Atracciones o a la piscina en verano, en fin, que solemos estar juntos frecuentemente.

Un fin de semana, que sus hijos se entraban con su exmarido, vino a pasarlo con nosotros. Tenemos una habitación vacía para estos menesteres y fue la que ocupó.

Nuestros hijos se fueron a un campamento durante esos días que organiza la Comunidad Autónoma. El viernes les dejamos en el autobús hasta el domingo que les tenemos que recoger en el mismo sitio. Se lo pasan bien y nosotros tenemos unos días de descanso.

Llamamos a Irene para que se viniera a casa a tomar café y a cenar, aceptó gustosa y al cabo de una hora se presentó.

*Hola Irene

. La saludé Hola María

.* Me respondió y nos dimos dos besos.

¿Dónde está Alfonso? ¿Estás sola?.

Me preguntó. Si, ha ido con un compañero de trabajo a su casa para arreglarle el ordenador que lo tenía estropeado, está cerca y no tardará en volver.

Nos sentamos en el salón y hablamos de cosas poco importantes, nos poníamos al corriente del trabajo y de los acontecimientos corridos durante la semana.

Enseguida entró Alfonso por la puerta. Me saludó con un beso en la boca cuando fui a recibirle y como siempre con sus bromas me dijo:

¿Aun estás vestida? Pensé que estarías desnuda para recibirme. Comentó. *Siempre igual, siempre pensando en lo mismo, está Irene, seguro que te ha oído

. Le comenté. ¿Y por que estáis vestidas las dos?.* Continuó sonriente.

Que bruto eres.

Se acercó hasta nuestra invitada y la saludó dándole dos besos. Hablaban de los niños, el trabajo y todo aquello que se les ocurría.

¿Qué vamos a hacer esta noche? Preguntó Alfonso.

No tenemos pensado nada, ¿propones algo interesante?

Comentó Irene.

Si, pero no vais a querer.

Dijo pícaramente acompañado de una sonrisa. *No provoques que no sabes si aceptaríamos o no

. Contestó Irene riendo. De momento nos vamos a cenar a tomar unas copas y después ya veremos.* Concluí yo viendo el cariz que tomaba la conversación.

Irene ya estaba arreglada, por lo que me fui a la habitación para vestirme con algo más elegante. Me desnudé y me metí en la ducha, al terminar, entró Alfonso, mientras se duchaba llamé a Irene para que me ayudara a elegir el vestido que me iba a poner. Este si, este no, este puede....

Cuando estábamos decidiendo la prenda, salió Alfonso del baño con una toalla rodeando su cintura y tapando sus intimidades.

¿ Ya habéis decidido que te vas a poner?.

Preguntó mientras sacaba del armario la ropa con la que se vestiría. Aun no, ¿se te ocurre a ti algo?. Pregunté

Si, mira, esa falda y ese top, unas medias y a salir corriendo.

Concluyó.

Me quité la toalla que me cubría el cuerpo. Me quedé desnuda ante mi amiga. No era la primera vez que me veía así puesto que en los vestuarios de gimnasio e incluso en su casa, habíamos estado desnudas y conocíamos nuestros cuerpos. Pero para sorpresa mía, Alfonso se quitó la toalla frente al espejo para ponerse la ropa interior. Observé como Irene miraba de reojo a mi marido contemplándole en su desnudez. Le vio su trasero y por el espejo su viril miembro.

Empezó a taparse con la ropa interior, después la camisa, los pantalones, etc... hasta que terminó de vestirse. Miraba a Irene con disimulo y me percataba que su mirada no era normal, que había algo de admiración y deseo.

Salimos a un restaurante en el centro de la ciudad para terminar tomando unas copas en una discoteca de una localidad próxima a la nuestra.

Como era viernes, el ambiente era bueno. Bailamos y charlamos, nos reíamos y disfrutábamos del entorno.

Me senté cansada de bailar e Irene me acompañó mientras Alfonso charlaba con un vecino que se encontró en la barra.

¿Te lo estás pasando bien?. Pregunté a Irene. *Si, la verdad es que con vosotros disfruto mucho sois buena gente.

Nos gusta que estés con nosotros, al menos podemos hablar de muchas cosas con confianza. Ya conoces muchas de nuestras intimidades y eso no lo hacemos con nadie. Continué. Es cierto, parece que somos hermanas mas que compañeras y amigas.

Además con Alfonso puedes hablar de muchas cosas y con la seguridad que no va a trascender fuera de nosotros

. Le dije. Es cierto, las veces que he hablado con él, siempre transmite serenidad, da gusto comentarle cualquier inquietud, siempre tiene una respuesta acorde con los acontecimientos. En cierto modo me das envidia por la mala suerte que he tenido yo con el mío.* Respondió pensativa mientras le miraba entre la gente.

¿Te gusta?

Pregunté directamente y sin rodeos. Bueno..... yo..... no se..... es que..... verás..... Le faltaban palabras para expresar lo que pensaba, pero eso confirmaba lo que pasaba por mi cabeza. *Tranquila, no te apures, hace tiempo que me di cuenta de tu forma de mirarle, de tus comentarios, siempre preguntándome por él. No te preocupes lo entiendo. Además prefiero que le tengas en buena estima a que fuera al revés. Me gusta que mis amigas le admiren antes que le odien.

Es que.... verás..... Esta tarde cuando estábamos en la habitación y se ha quedado desnudo ante mi con la mayor naturalidad del mundo, ha despertado en mi algo no he tenido nunca con nadie. Además siento admiración y cariño. Al fin y al cabo es el marido de mi mejor amiga y eso se merece todo mi respeto y no pienses mal, no tengo malas intenciones.* Dijo mirándome fijamente a los ojos con una lealtad y sinceridad digna de una buena amiga.

Eran ya las tres de la madrugada, me encontraba cansada y pedí retirarnos a casa a descansar. Alfonso aceptó de inmediato e Irene admitió su deseo de irnos de allí.

Llegamos a casa. Lo primero que hice fue ir al dormitorio para cambiarme de ropa.

*Irene ven, vamos a ponernos algo cómodo

. Le pedí Si, préstame algo, no he traído nada.*

Irene se quedó con las bragas puestas y yo sin nada de ropa empecé a buscar algo cómodo que ponernos.

¿Se puede?. Dijo Alfonso llamando a la puerta. *Si pasa

.* Dijo Irene a la vez que yo decía que no.

¿Se puede o no se puede? Poneros de acuerdo

*.

Si, entra

.* Le respondí. Si a Irene no le importaba que viera así, a mi tampoco.

Alfonso pasó y sin comentar nada respecto a nuestra desnudez, fue directamente al armario y cogió un bañador, se desnudó, se lo puso y salió de la habitación mirando nuestros cuerpos sin ropa esbozando una ligera sonrisa.

Busque en un cajón una camiseta corta y semitransparente que tenía para provocar a mi marido y se la di a ella, yo me puse otra igual de corta. Cuando se vistió, la miré observando como se le veían los pechos a través de la fina tela y la braga blanca. No se veía demasiado pero lo suficiente para incitar a mi marido. Sabía que Alfonso y yo tendríamos fiesta cuando nos acostáramos.

En el salón estaba Alfonso con unas bebidas que había preparado. Seguimos charlando. Yo estaba pendiente de las miradas de ambos. Alfonso le miraba los pechos a Irene gracias a la trasparencia que le presté e Irene le miraba con ojos de deseo. Sentía que estaba estorbando pero no quería perderme detalle alguno de lo que estaba aconteciendo.

Me levanté para irme a la cocina, cuando estaba en el pasillo de espaldas a Irene, llamé la atención de Alfonso y con el dedo le invité a que me acompañara. Fuimos a la cocina.

*Estoy viendo como la miras y como te mira

.* Comenté.

¿Qué quieres que te diga? Está muy provocativa y no me queda más remedio que mirar, no soy de piedra.

Ya lo se, ¿te gustaría acostarte con ella?.

Le pregunté sin rodeos.

La verdad es que me ha puesto a cien. Mejor dicho, me estáis poniendo a cien entre las dos, por que tu estás para comerte enterita.

Pues si quieres podemos intentar provocarla, aunque no creo que nos cueste demasiado, fíjate que camiseta la he dejado y no me la rechazó cuando se miró al espejo, creo que te tiene muchas ganas desde hace tiempo

. Mientras le comentaba estas palabras, le tocaba entre las piernas para comprobar que su pene se empezaba a poner en erección.

¿Y si ella no quiere o nos rechaza?

*Quizás se pueda sentir molesta

.

Creo que eso no pasará, le gustas, lo se y no te dirá que no, además estamos muy abiertas a cualquier situación. Ya lo verás. Inténtalo y si te rechaza actúo yo.

De acuerdo, espero que sepas lo que haces.* Me respondió

.

Dejé de acariciar su pene que se encontraba muy erecto notándose el bulto en el bañador. Se sentó nuevamente al lado de Irene.

¿Te lo has pasado bien? Le preguntó para iniciar una conversación.

Si, con vosotros siempre me lo paso bien, pero ahora estoy cansada. Ya es tarde.

Cuando dijo esto, Alfonso se fue a nuestro cuarto de baño para coger aceite de romero, se echó un poco en las manos frotándolas, se colocó detrás de ella y comenzó a darle un masaje por los hombros.

Ella estaba encantada notando sus manos sobre su piel y yo al ver aquella escena. Irene se relajaba. Alfonso continuaba frotando sus manos sobre los hombros, a medida que terminaba por esa zona, intentaba bajar la camiseta hacia los lados. La camiseta de escote amplio descendía con facilidad. Cada vez lo bajaba más y los pechos empezaban a quedar desnudos.

Irene lejos de molestarse, se dejaba hacer lo que Alfonso se proponía.

*Ven al sillón, allí estarás más cómoda

.* Le susurró

Irene se levantó para tumbarse sobre el sillón. Alfonso se colocó de rodillas a su lado y continuó dándole el masaje.

Subió el vestido dejando a Irene con las bragas al aire y la camiseta más arriba de la cintura. A medida que el masaje iba hacia los hombros el vestido se arrugaba a la altura de los hombros.

Quítate la camiseta, lo hará mejor. Le dije a Irene.

Ella se puso de rodillas quitándose la camiseta dejando sus pechos a la vista de Alfonso. Volvió a echarse un poco más de aceite en las manos y continuó con el masaje. Acabando por la espalda, llevó sus manos hacia la braga y cogiendo de lados, la bajó para intentar quitársela. Irene levantó ligeramente el trasero facilitando que le desprendiera de esa prenda.

Estaba desnuda y sus manos le acariciaban todo el cuerpo. Su trasero, sus piernas. Pasó sus manos por los muslos llegando a tocar ligeramente la entrada de la vagina.

Me acerqué hasta ellos, tomé un poco de aceite untándome sobre las manos para continuar acariciando su espalda junto a Alfonso. Pasé mis manos por sus muslos, igual que hizo Alfonso sin otra intención de comprobar que estaba mojada por el flujo vaginal como respuesta al placer y la sensación de excitación que tenía.

¿Te gusta?. Le pregunté a Irene. *Si, mucho, parece un sueño

. Me contestó dulcemente. Déjate llevar y no hagas nada

.

Hacer lo que queráis, es maravilloso

.* Continuó.

Las cuatro manos sobre su cuerpo, no solo la estaban relajando, sino que además la estaban excitando. Aproveché que Alfonso seguía con sus masajes para agarrar su bañador y quitárselo. Estaban los dos desnudos. Agarré un brazo de Irene e hice que se diera la vuelta. Alfonso siguió con su masaje aprovechando su desnudez para tocar sus pechos impregnándolos de aceite.

Tomé la mano de nuestra amiga y la llevé lentamente hasta el pene de Alfonso. Se lo agarró con decisión. Me quité la camiseta para quedarme como estaban ellos. Me coloqué a la altura de las piernas de Irene, las separé y empecé a buscar su clítoris con la yema de los dedos. No tardé en encontrarlo, estaba húmedo y cada vez que lo acariciaba se estremecía. Ella movía la mano con la que tenía cogido el pene de Alfonso y lo agitaba más rápido a medida que ella intentaba alcanzar el orgasmo.

Giró la cabeza para meter el miembro masculino de mi marido en la boca y darle una magistral mamada. Me daba envidia y acerque mi boca junto a la de ella y entre las dos le masturbamos pasándole la lengua por todo lo largo de ese pene.

En algún momento mi lengua rozó la suya y me sirvió para acercar mi boca a la suya para besarla, para que nuestras lenguas jugaran. Alfonso se bajó hasta la vagina de Irene y buscó su clítoris acariciándolo. Yo le tocaba los pechos, igual que ella a mi. Me puse encima de ella juntando nuestros cuerpos, el roce de sus pezones contra los míos frotándolos con cuidado, hacía que nuestra excitación fuera en aumento.

Alfonso seguía con su lengua entre las piernas de Irene y metía sus dedos dentro de mi vagina.

Me levanté cuando estaba a punto de llegar al orgasmo y cogiendo las manos, me los llevé hasta mi habitación, hice que Alfonso se acostara en el centro y nosotras a ambos lados, le masturbamos incansablemente.

Le pedí a Irene que se pusiera encima de Alfonso para que se la metiera, mientras yo coloqué mis piernas a ambos lados de la cara para que su lengua acariciara mi clítoris. Agarré el pene de mi marido llevándolo hacia la entrada vaginal de Irene para que entrara hasta el fondo. Cuando hubo penetrado, cogí los pechos de nuestra amiga para chupar sus pezones intercambiando mis caricias con besos incansables en la boca.

Nosotras llegamos al orgasmo casi a la par, mi excitación no cesaba cuando sentía subir y bajar a Irene para que el pene de Alfonso entrara y saliera constantemente. Nuestras bocas no se separaban y mis pechos seguían siendo acariciados por ella.

Mi marido se mojó los dedos con el líquido que lubricaba mi vagina para después introducirlo en mi trasero. Pasé los míos por la vagina de Irene y mojándolos me arrimé todo lo que pude a ella para intentar hacer lo mismo que mi marido a mi. Encontré su hueco rozándolo con ese lubricante natural hasta que conseguí penetrarlo y moverlo dentro.

No tardamos en llegar a un nuevo orgasmo. Mi marido a punto de alcanzar el suyo, gemía de placer anunciando la expulsión de su semen.

Cuando terminamos esta primera sesión nos tumbamos los tres en la cama. Irene en medio de los dos, situación que aprovechó mi marido para poner su mano en su clítoris y masturbarle nuevamente.

Los dos contemplábamos como Irene se retorcía de placer.

Me senté en la almohada. Irene se colocó de rodillas con su cabeza entre mis piernas buscando con su lengua mi clítoris a la vez que mis manos tocaban sus pechos y frotaban sus pezones. Alfonso se colocó detrás de ella y abriendo sus nalgas se la metió por detrás mientras escuchábamos sus gemidos de placer.

El ritmo marcado por Alfonso empujándola hacia mí provocó que llegara a un nuevo orgasmo. La mano de mi marido alcanzaba el clítoris de Irene mientras se la sacaba y se la metía provocando múltiples orgasmos.

Antes de terminar les propuse algo que tenía ganas de hacer. Nos colocamos los tres haciendo un corro y cada uno se masturbó a si mismo. No perdía detalle de lo que estábamos haciendo. Alfonso subiendo y bajando su mano alrededor de su pene. Irene con el dedo frotando su clítoris y yo el mío. Era un espectáculo digno de ver.

Cuando terminamos mas por el cansancio que por desgana, me fui a la ducha con Irene, enjabonándola por delante y por detrás, cuando terminé, ella hizo lo mismo conmigo. Alfonso que se había duchado antes, se fue a la habitación de invitados y se acostó en la cama pequeña. Irene y yo nos fuimos juntas a la habitación de matrimonio y pasamos la noche.

Por la mañana, cuando abro los ojos, Alfonso ya se había levantado y estaba en la puerta de la habitación mirando nuestros cuerpos desnudos sobre la cama. Como sé que le había excitado verme con otra mujer, besé suavemente en la boca a Irene para despertarla mientras abrazaba su cuerpo. Vi que su pene se ponía de nuevo en erección y le pedí que se acercara. Se colocó a la altura de mi boca y le di una mamada de buenos días. Mientras él contemplaba el cuerpo desnudo de Irene que tanto le había excitado durante la noche.

Irene nos miraba y me tocaba los pechos.

Cuando Alfonso eyaculó sobre mi boca, se fue al baño a lavarse y yo a expulsar el líquido y darme una nueva ducha para despejarme del todo.

Desnudos nos fuimos a la cocina, preparamos el desayuno y pasamos el día en casa. No nos pusimos nada de ropa en todo el sábado. Después de comer, Irene y Alfonso se sentaron en el sofá y abrazados como dos novios, estuvimos viendo una película.

A media tarde mi marido se marchó a comprar algunas bebidas para pasar la tarde y la noche. Cuando nos quedamos solas comentamos lo sucedido la noche anterior.

*Ha sido maravilloso

.* Me dijo emocionada.

Si, lo ha sido. Me ha gustado mucho y me gustaría que esto fuera eterno

Será nuestro secreto, te prometo que no me acostaré con tu marido a solas si tu no lo quieres pero me gustaría hacerlo a menudo con él.

Lo podéis hacer cuantas veces os apetezca, no me importa compartirlo contigo, eres mi mejor amiga.

Nos miramos a los ojos guardando silencio durante unos segundos y acercó su boca hasta la mía para darme un maravilloso beso. Me puse de pie, la tomé de la mano para que se levantara, rodee su cuerpo con mis brazos y la besé con tanta pasión como lo hago habitualmente con Alfonso. Ella me correspondió acariciando mi espalda con sus manos, mientras sus pechos se juntaban con los míos.

Cuando llegó Alfonso estábamos sentadas en el sofá abrazadas, desnudas. Se fue a la cocina y preparó unas bebidas con aperitivos, se fue a la habitación se desnudó y vino a hacernos compañía. Cuando iba a sentarse, Irene se acercó hasta su pene para besarlo y meterlo en su boca.

Esto es una amistad que perdurará por los tiempos.