Mi compañera de piso 3
Me veo obligado a alquilar una habitación de mi piso y acabo compartiendo piso con Miriam, pero ella no es lo que parece. Mi obsesión por ella irá creciendo día a día y a la vez me hará replantearme mis principios. Un relato lleno de enredos, mentiras y deslices.
Esa misma noche había quedado con unos cuantos compañeros de trabajo para tomar algo en un bar de mi ciudad. La verdad es que me venía muy bien, necesitaba olvidarme de todo el cacao mental que me estaba provocando Miriam. Cuando llegué eran pasadas las diez y media y mis compañeros ya estaban en la entrada. Habían llegado todos, así que como de costumbre volvía a ser el tardón. Íbamos a ser 6 esa noche pero yo me relacionaba casi exclusivamente con Teresa y Alberto, a los que saludé nada más ver primero.
Teresa era mi mejor amiga dentro de la empresa. Quizás el hecho de que no me atrajera había contribuido a que cogiéramos tanta confianza. Ella era muy alta, con el pelo teñido de rojo, unas gafas de pasta y un par de kilos de más. No es que fuera una chica poco agraciada o que estuviera gorda, simplemente no me llamaba la atención. Sin embargo, era un amor de chica, siempre estábamos charlando y riéndonos, era una de las pocas personas en las que confiaba de verdad.
Alberto por su parte estaba bien entrado en la treintena, casado, con un hijo y otro de camino. Más bajito que yo y con incipientes entradas. La diferencia de edad no supuso ningún problema para que nos hiciésemos amigos. Era un cachondo y a pesar de estar muy salido le había cogido cariño, podría decirse que era parte de su encanto.
Ellos dos eran los únicos a los que podía considerar amigos dentro del curro, los demás eran simples compañeros. Entramos en el bar y nos sentaron en la mesa que teníamos reservada. Las jarras vacías empezaron a amontonarse a media que comentábamos chismorreos del trabajo y vivencias personales. Con tanta risa estaba consiguiendo despejarme, aun así Teresa sintió que me pasaba algo.
Bueno, ¿Qué pasa Juan? Todos aquí contando nuestros dramas y tú tan callado.
!Eso! Que aquí hemos venido a compadecernos y a emborracharnos - dijo Alberto.
Ya sabéis que no soy mucho de hablar de mis cosas.
Si, pero estas más callado que de costumbre. ¿Ha pasado algo?
No, la verdad es que no, bueno a parte de...
Tu nueva compañero de piso ¿No? Preguntó Alberto. Cuenta macho que no nos has dicho nada de ella. ¿Esta buena?
¡Ay Alberto, como eres!. Hay cosas más importantes que el físico, ¿Sabes? Pero si que es verdad que no nos has contado nada de ella Juan. ¿Cómo es?
Pues es rubia, bastante bajita, muy divertida y cariñosa. Es de un pueblo de la sierra. Ha venido a estudiar ADE y trabaja en un pub. La verdad es que es limpia y ordenada. No hace ruido, no se escaquea de las labores. Tenemos muy buen rollo.
¿Pero?
¿Pero qué?
Hay un pero, estoy segura. Lo noto en tu forma de hablar.
La cosa es que... Me atrae, mucho.
Teresa hizo una mueca y fijo su mirada en su jarra de cerveza. Se quedo como muda.
- Y ¿Cuál es el problema? ¿Preferirías estar viviendo con una fea?
Teresa le lanzó una mirada furiosa por soltar semejante burrada. Yo metí baza rápido para evitar que discutieran por enésima vez sobre el tema del físico.
No tiene nada que ver con que sea guapa o fea. Es que simplemente no se qué creer.
¿A qué te refieres? - Preguntó Teresa.
Les conté la forma en la que Miriam actuaba conmigo, las confianzas que se había tomado conmigo, el contacto físico... Hasta les conté los episodios que habíamos tenido en el baño; el de la pasta de dientes y el de la crema. Teresa permaneció callada hasta que acabé mi relato, Alberto por su parte no paraba de soltar comentarios del estilo "Joder tío, que suerte". Tan solo evite contarles la innumerable cantidad de pajas que le había dedicado a mi compañera de piso.
Y eso es todo, no sé si me está enviando señales o que. Estoy muy confundido, no sé qué pensar.
¿Como que no sabes? Lo que tienes que pensar es en tirarte a ese pivón cuanto antes!
¡Alberto! - exclamó Teresa.
Pero si es que está clarísimo, te lo está poniendo a huevo. Mira chaval, tu ahora eres joven y sin compromiso. Aprovecha a tirarte a todo lo que se mueve, que luego te ata una, te echas a perder y no paras de arrepentirte de no haber follado más.
No todos los tíos tienen el cerebro en el pito como tú. Hay más cosas mas importantes a parte de follar. Imagínate que Juan se equivoca, se lanza y ella le rechaza. Sabes lo violento que seria, tendría que buscarse otra compañera prácticamente. Además, es una tía que no le conviene.
¿Y eso por qué lo dices? - pregunto él.
Si, ¿Por qué lo dices?
Pues porque si teniendo novio hace esas cosas y dice esas cosas no es la persona más indicada para tener una relación - afirmó nuestra compañera seriamente.
Oye que aquí nadie está hablando de que le pida matrimonio, ¡Estamos hablando de follar! - dijo imitando el metesaca con sus manos. Teresa respondió indignándose y yo no pude evitar reírme. La noche continuo hasta casi las dos de la mañana entre risas, discusiones y mucho cerveceo. Teresa se despidió dándome un abrazo como de costumbre y diciéndome que si necesitaba hablar ahí estaría cuando lo necesitara. Alberto me hizo el gesto del metesaca con las manos y un guiño a espaldas de Teresa y tuve que contener la risa para no delatarme. Cuando llegue a casa estaba vacía, pues Miriam aun trabajaría hasta la mañana. Lo último que pensé antes de dormir fue en su dulce sonrisa.
La semana siguiente pasó con normalidad, de hecho Miriam estaba un poco más distante que de costumbre. Debería haberlo hablado con ella pero me aterraba la idea de que me dijera que me estaba montando una película. Decidí esperar y ver si las aguas volvían a su cauce pero el jueves Miriam me comento algo que me dejo completamente chafado.
- Mañana viene mi novio del pueblo - me comentó Miriam mientras cenábamos una pizza casera.
La mire sin saber que responder pues su comentario me había sentado como un mazazo en el pecho. Ella me miró fijamente a los ojos como esperando a ver cómo reaccionaba. Yo agaché la cabeza y mire el trozo de pizza que tenía en la mano. Acababa de perder el apetito.
-Amm ya veo...
Si, va a aprovechar a traerme algunas cosas y pasaremos el fin de semana juntos. No te molesta, ¿Verdad?
Noooo para nada... - pero ojala le entrara una diarrea, pensé para mis adentros.
Guay - me respondió ella sin mucho entusiasmo.
Esa noche no tuve ni ganas de masturbarme. Hacia solo un mes que la conocía y ya tenía unos celos tremendos, hasta ese punto se había metido Miriam en mi cabeza. Al día siguiente me enfoqué en el curro para evitar pensar en todo el tema sin embargo a medida que se acercaba la hora de salir más aumentaban mis nervios. Evite estar mucho tiempo con Teresa o Alberto para evitar comentárselo, pues mi relación con mi compañera de piso parecía haberse convertido en la comidilla del grupo.
Llegué a casa sobre las 5 y media y estaba vacía. Me di una ducha para despejarme un poco y me puse a jugar un rato al PC. Serian sobre las 7 cuando por fin oí la puerta de la calle abrirse.
- ¡Hola! ¿Juan ven puedes venir?
Pause la partida a regañadientes y me encamine al salón.
Juan este es Hugo. Hugo este es Juan.
¡Encantado! - me dijo tendiéndome la mano. Yo hice lo propio y se la estreche pero ni con la tercera fuerza de la parte con la que me la estrechó él. Hugo era un autentico tío de pueblo, alto y corpulento, normal que tuviera tanta fuerza.
Igualmente.
Vamos a ir subiendo mis cosas del coche.
¿Necesitáis ayuda?
No, no te preocupes. Hugo puede con todo.
El grandullón se encogió de hombros en señal de conformidad. En verdad parecía buen chaval.
- Bueno entonces vuelvo a mi habitación. Si necesitáis algo ya sabéis...
Volví a mi habitación. Los videojuegos consiguieron hacer que me evadiera durante un rato al menos. Les oí subir trastos y montarlos en la habitación durante la siguiente hora hasta que escuche a alguien entrar en la ducha. Imagine que sería Miriam pues a las diez tenía que entrar a trabajar. No me apetecía salir a hablar con Hugo pero tenía una sed horrible así que hice tripas corazón y salí en dirección a la cocina.
La disposición del piso era la siguiente. Nada más entrar te encontrabas a la derecha una cocina abierta con una encimera para desayunar y otra en frente donde se encontraba el fregadero y demás artilugios. De frente a la entrada estaba el salón con una puerta a una pequeña terraza. Entre el pasillo y el salón surgía un pasillo que llevaba a 3 puertas; la de la izquierda era la habitación de Miriam, la del frente era la mía y la de la derecha el baño. La ventana de Miriam daba a la terraza y a la calle, mientras que la mía daba a un patio interior del edificio, al igual que la mampara de la cocina y la ventana del baño.
Llegue a la cocina pero no había ni rastro de Hugo. Suspiré aliviado antes de ventilarme media botella de agua de un trago. Volví a mi habitación pero observé que la habitación de Miriam estaba abierta. Me asomé para cotillear y saludar. La habitación estaba completamente vacía, había un par de cajas de cartón abiertas por el suelo. Imagine que habían contenido los libros que reposaban en las estanterías ahora. También vi un par de cuadernos y un estuche de dibujo encima de la mesa. No parecía haber traído más aparte de eso y la ropa que parecía llenar el armario.
Me di media vuelta topándome con la puerta del baño y entonces lo comprendí. Estaban los dos dentro.
Se me hizo un nudo en el estomago. Sabía que eran novios y que llevaban al menos un mes sin verse. Cualquiera pensaría lógicamente que aprovecharían cualquier momento de intimidad para recuperar el tiempo perdido y desfogarse, y sin embargo mi mente había bloqueado esa posibilidad. Como quien cierra los ojos durante una peli de miedo para no ver los sustos yo había evitado pensar que Miriam y su chico pudieran follar mientras él estaba de visita.
Frente a mi estaba la puerta del baño a mi izquierda se encontraba la mía. Mis opciones eran claras; entrar a mi habitación, ponerme los cascos y seguir jugando, evadirme de la realidad una vez más para llevar mejor el drama en el que se había convertido mi vida desde que había conocido a Miriam, o pegarme a la puerta como un perturbado para intentar oír algo. La primera opción era la más sana, la que me evitaría mayor sufrimiento y no añadiría leña a mi creciente obsesión por Miriam, pero no pude hacerlo. Al igual que mis dedos marcaron el numero involuntariamente a la que sería mi compañera aquel día, ahora eran mis piernas quien contra mi voluntad me arrastraron hasta la puerta.
Me apoye contra la puerta. Mis manos temblaban mezcla de la excitación y los nervios. Suspire. No me creía lo que iba a hacer. Gire mi cabeza y apoye mi oreja contra la madera. Mientras lo hacía no paraba de imaginarme lo que oiría; gemidos, gritos, golpes de cadera chocando con violencia, guarradas dichas fruto de la más salvaje excitación...
Nada.
Solo el correr del agua.
Ni una risa, ni un gemido, ni un maldición o blasfemia. Me sentí aliviado a la par que decepcionado y lo peor es que no entendía porque. ¿Por qué querría oír a la chica que me volvía loco siendo follada por otro que no fuera yo? No tenía ningún sentido. Me iba a retirar. Tenía ganas de volver a mi habitación lo antes posible y olvidarme do todo. No quería pensar en lo que me estaba pasando pues solo haría que me obsesionase más. Agache la cabeza y repare en el pomo de la puerta. La idea invadió mi mente como un virus letal. Me vi alargando la mano, temblando desde los pies a la cabeza. Estaba a escasos centímetros de agarrar el pomo...
Cerré el puño con fuerza. Me di la vuelta y regrese a mi habitación. Casi había cometido la locura de abrir la puerta y espiarles, pero mi sentido común se había auto impuesto por suerte, o ¿Quizás había sido el miedo quien me había disuadido? En cualquier caso hubiera sido imposible que no oyeran abrir la puerta y menos que no vieran mi cabeza asomándose ¿Que les habría dicho? "Si, hola, quería coger mi colonia y ya de paso ver si estabais follando". Me estaba comportando como un psicópata y me hacía sentirme como una puta mierda. Mi tía no me había educado para que hiciera estas cosas, soy mejor que esto. Me coloque los cascos y me zambullí en el mundo del entretenimiento electrónico.
Una hora después me llamaron, dijeron que se iban. Parecer ser que Hugo pasaría la noche con ella en la discoteca y volverían cuando Miriam acabase su jornada. Me despedí de ellos y volví a lo mío. Por fin conseguí calmar mis nervios y mi angustia por la presencia de Hugo. Cené algo ligero, vi una peli y me dormí. Ni siquiera tuve ganas de masturbarme.
Mis ojos se abren. Ruidos. Una puerta que se cierra. Traspiés. Risas. Mire mi móvil. Las ocho de la mañana pasadas. Me había acostado pronto pero no para levantarme tan temprano. Volví a ori ruidos. Crujir del suelo, muelles de cama y lo vi claro. Esta vez no había agua que camuflase el ruido, si es que de verdad habían hecho algo en la ducha. Tumbado boca arriba, con los ojos como platos no paraba de ponderar mis opciones. Dormir estaba totalmente descartado. Una vez me despierto me es imposible volver a conciliar el sueño, y menos sabiendo lo que estaba pasando en la habitación de al lado. Podía levantarme, desayunar y rogar porque no se oyera nada desde la cocina. La tercera opción era volver a apoyarme en la puerta y escuchar como un autentico pervertido. No sabía qué hacer pero en cualquier caso no podía quedarme ahí tumbado.
Me encontraba en el pasillo, frente a la puerta de Miriam. Los sonidos que provenían del interior de su habitación eran más claros ahora y ya no pude evitarlo. Me apoye contra la puerta en silencio y pegue el oído contra ella. Dicen que la realidad supera la ficción pero en este caso estaban completamente equivocados. Tan solo oía unos tímidos gemidos que bien podían haber sido murmullos y el sonido de los muelles de la cama que no sonaba más alto que una mecedora.
Nuevamente ese sentimiento de decepción, mezclado con la rabia de no ser yo el que estuviera dentro con ella y de ella. Sin darme cuenta me encontré en frente al espejo del baño. A pesar del decepcionante espectáculo mi corazón latía con fuerza. Lleve mi mano a mi pene que se encontraba en estado morcillón y empecé a sobármelo. Apenas estaba cachondo, de hecho no tenía ni ganas, pero tenía que hacerlo. Tenía que hacerme una paja, soltar toda esa frustración por medio de una corrida, pero por mas empeño que le ponía no conseguía excitarme, así iba a resultar imposible.
Me fui a la cocina frustrado, con la intención de hacerme el desayuno, entonces repare en el cesto de la ropa. No sé qué impulso me llevó a plantarme delante del cesto, ni que descabellada idea me hizo abrirlo. Sea como fuere ahí estaba yo contemplando el montón de ropa sucia coronado por la ropa que se había quitado Miriam antes de irse a trabajar. Rápidamente repare en la tira del tanga que había usado, lo agarre y lo lleve a mi nariz.
Jamás me habría imaginado haciendo lo que estaba haciendo. Nunca había encontrado excitante el hecho de oler unas bragas usadas, de hecho lo encontraba hasta repulsivo, pero muchas cosas habían cambiado en mi desde que conocí a Miriam. Muchos de mis valores morales y líneas rojas estaban tambaleándose debido a la atracción que sentía por ella. Cualquier conflicto interno que pudiera tener se acabo una vez olí la prenda intima. Mi polla gano al instante su nivel máximo de dureza y longitud.
Ahora si tenía unas ganas locas de masturbarme pero era demasiado arriesgado hacerlo en la cocina. Fui rápidamente al baño haciendo antes una pequeña escala en la puerta de compañera de piso.
Silencio.
No es que yo fuera un súper amante pero entre el poco ruido que habían hecho y lo poco que había durado algo me decía que el polvo había sido malo. Me retire de la puerta y me encerré en el baño con mi presa en la mano, libere mi miembro y empecé a sacudírmelo mientras olía el fuerte olor de las braguitas. En mi cabeza los gritos de Miriam eran estruendosos en comparación con los murmullos que había oído, y no solo se oía la cama sino que la habitación entera retumbaba. No pude aguantarlo, aparte la braguita de mi nariz y empecé a correrme como un poseso. Tan intenso fue el orgasmo que cerré los ojos y solté un gran gemido sin siquiera me preocupe por que pudieran oír.
Cuando abrí los ojos pude comprobar el percal que había montado. El lavabo estaba literalmente lleno de chorros de semen, pero lo peor es que también lo estaban las braguitas de Miriam.