Mi compañera de departamento y sus amigas
Quería independizarme y terminé en una orgía lesbica con 4 chicas y sus juguetes sexuales.
Cuando cumplí 18 años decidí irme de mi casa, me sentía asfixiada por mis padres, les dije que me dejaban ir o me iría por mi cuenta.
Me consiguieron un departamento compartido con la hija de unos amigos suyos, creyeron que por tener 19 años sería más responsable que yo y me cuidaría aún que fuera un poco.
Me mudé una semana después.
Se sentía maravilloso vivir sin padres, con una chica igual de loca que yo.
-Bienvenida al paraíso.
Me dio un beso en la mejilla, nada fuera de lo normal.
+Iré a desempacar a mi habitación.
De pronto sonó el teléfono, escuché de lejos la conversación de Miranda.
"Hola hermosa, ¿quieres venir? Podemos jugar a todo lo que gustes. Claro, tráelos todos, invita a las chicas, será una de las mejores pijamadas. Si, ya esta aquí, pero no te preocupes. Las veo más tarde, besos."
Fue una llamada un poco extraña, escuché sus pasos dirigirse a mi habitación, fingí que no había escuchado nada.
-Hey, vendrán unas amigas más tarde a darte la bienvenida, se quedarán a dormir.
+Que bien, me encantará conocerlas.
Sonrió y salió del cuarto.
Una hora después sonó el timbre, Miranda salió a recibir a sus amigas.
Me asomé para ver de reojo cómo eran.
Ahí estaban, 3 chicas esbeltas y con un cuerpo envidiable para cualquiera.
-Nena ven a saludar.
Salí de mi habitación para que me presentara con sus amigas.
Tania, 18 años. Esbelta, alta, morena, cabello castaño a media espalda y ojos verdes.
Karla, 19 años. Delgada, estatura media, rubia con cabello al hombro, ojos cafés y mirada profunda.
Fernanda, 18 años. Cabello castaño claro, un poco largo, estatura promedio y la que mejor cuerpo tenía.
Nos sentamos en la sala a conversar, hasta que Miranda preguntó a Karla por los "juguetes".
-¡Claro que los traje!
Sacó una bolsa que estaba detrás del sillón, la vacío en la mesa del centro.
Eran arneses, consoladores, vibradores y más consoladores.
+¿Para qué es eso Miranda?
-Nos gusta jugar en nuestras pijamadas.
Fernanda se acercó a Tania y se empezaron a besar, un beso intenso, mientras tocaban sus pechos. Miranda se les unió tocando sus cabellos y besando sus cuellos.
Karla las miraba y sonreía.
-No te hagas la inocente, seguro has hecho esto antes.
Se acercó a mí y empezó a tocar mis piernas mientras se acercaba a mi cuello.
Empezó a besarlo, lamerlo, hasta llegar a mi boca y fundirnos en el mejor beso que me han dado hasta ahora, era ágil con la lengua y delicada con los labios.
Con una mano desabrochó mi pantalón mientras con la otra masajeaba mis pechos.
-Alto- Dijo Miranda.- Yo quiero la artillería pesada.
Se quitó la ropa, tomó el arnés y de lo puso.
-¿Quién será la primera?
Karla inmediatamente se puso de pie y se quitó la ropa.
-Nonono, la invitada primero- Dijo Tania inmediatamente.
-Estoy de acuerdo- Apoyó Miranda, quien en seguida se aproximo a mí y se puso de rodillas.
Tania me quitó la blusa y desabrochó mi brasier para invitar a Karla a besar mis pechos, quien con gusto lo hizo. Lamía mis pezones y los mordía ligeramente mientras Miranda me quitó el pantalón y las bragas.
Fernanda se acercó y empezó a lamer mi clítoris, puso mis piernas a los lados, lo más abiertas que pudo y me lamía con rapidez.
-No eres virgen, ¿verdad?- Preguntó Miranda.
Negué con la cabeza, las palabras no me salían, estaba demasiado excitada.
-Entonces quítense todas.
Fernanda y Karla se hicieron a un lado y de la nada sentí como Miranda introdujo el arnés en mi culito.
Un gran gemido salió de mi boca, Miranda era buena con eso, incluso mejor que cualquier chico con quien me había acostado antes.
Sus embestidas eran rápidas, lo metía y lo sacaba tan rápido que no podía contar las veces que entraba.
A mi lado estaba Karla sentada, con Tania entre sus piernas y Fernanda con su cara entre sus piernas. Eran un trío de lesbianas a mi lado, lamiendose el coño y gimiendo sin temor a que algún vecino escuchara.
Miranda tomó mi cara y me empezó a besar.
-Ven para acá- Me dijo y se recostó en el sillón.
Entendí lo que quería, así que me senté encima del pene de plástico para seguir sintiéndolo dentro y fuera de mí una vez tras otra.
De pronto sentí una mano en mis glúteos, acariciandolos y después lamiéndolos.
Ni siquiera me importó quién era, lo hacia bien.
Miranda seguía aumentando el ritmo de las envestidas cada vez más. Y de la nada un dedo estaba en mi ano, entrando y saliendo casi con la misma rapidez que Miranda. Dos dedos, tres dedos, me corrí. Grite tan fuerte que me sorprendería que no se escuchará en todo el edificio. Miranda me besó y se quitó el arnés, a lo que Fernanda respondió y se lo puso inmediatamente. Karla me giró para besarla y luego me hizo ponerme en cuatro y lamer el coño de Tania, de nuevo sentí el plástico dentro de mí, pero ahora en mi ano. Era Fernanda, que sin dudarlo lo hacía más rápido que Miranda.
Llegué al orgasmo dos veces en esa posición y logré que Tania llegara también. Su coñito sabía delicioso, le metía la lengua y se la sacaba lo más rápido que podía.
Después del tercer orgasmo Fernanda se quitó el arnés y me dio un consolador rosa que estaba sobre la mesa.
Karla se abrió de piernas frente a mí, siempre me había preguntado qué se sentiría tener el papel de hombre al tener sexo.
Miranda se sentó en la cara de Karla para que le lamiera el coño. Empecé a mover la mano con rapidez, metiendo y sacando el consolador de plástico del coño de Karla. Se corrió más de tres veces.
Terminamos todas agotadas, pero satisfechas del trabajo logrado.
Me dirigí a mi habitación para entrar a la ducha. Sentí unas manos rodear mi cadera, era Tania, con un un consolador demasiado largo en la mano.
-¿Quieres seguir jugando?
Mi respuesta fue un beso, llevó su mano a mi culo y empezó a meter sus dedos en mi coño, se agacho y me hizo un oral que logró causarme otro orgasmo.
Salimos de la ducha y sin secarnos fuimos a la cama. Se metió el consolador en el coño y me acercó para que lo metiera en el mío. Estábamos en posición de tijera, con las piernas entrelazadas haciendo que el consolador entrara y saliera una y otra vez.
Se abrió la puerta y entró Miranda.
-¿Así que empezaron sin mí?
Se sentó a mi lado y empezó a lamer nuestros coños al mismo tiempo.
Un orgasmo, dos, tres. No recuerdo cuántos fueron.
No soy lesbiana, pero esa fue la mejor noche de mi vida.