Mi compañera de clases y una mujer casada (3)
Empecé a investigar sobre el control mental a través de la hipnosis. Logré encontrar técnicas de profundización más agresivas, por encadenamiento de patrones hipnóticos y reinducciones constantes.
Mi compañera de clases y una mujer casada (3)
Solucionando el problema
No me fue fácil convencer a Lily de tener relaciones que no consintiesen solamente en la clásica pose del misionero. Me costó hacerla conocer otras poses pero valió la pena. Con una mezcla de largas conversaciones y la ayuda de la hipnosis logré convertirla poco a poco en una mujer con apetito sexual normal y con una habilidad promedio en la cama.
Un fin de semana tuvimos un encuentro especial en la sala del minidepartamento. Nos habíamos dejado de ver por unos días así que las caricias pendientes y los besos aplazados tuvieron la oportunidad del desahogo. Ella estaba con una falda corta, como se lo había indicado en las sesiones de hipnosis. Así facilitaba mis maniobras. Pronto su brassiere quedó en el suelo. La blusa abierta facilitaba poner al descubierto sus voluptuosos senos.
Estaba pues todo a pedir de boca. Solo había que subir la blusa para admirar sus tetas y saborear sus deliciosos pezones, dos pezones grandes que al mínimo roce se ponen erectos. Entre tanto, mi mano izquierda corrió a un lado su diminuta tanga blanca y con mis dedos inicié el suave cosquilleo de su clítoris y muy pronto sentí la deliciosa humedad y sus gemidos. Mi boca se entretenía en tenues mordiscos de sus pezones. La situación nos puso impacientes. La puse de pie, subí su falda y bajé su tanguita. Ahora podía recostarla en el sofá e iniciar el manoseo con mi lengua, que es lo que más disfruta ella.
La desnudé completamente y mis manos recorrieron con lentitud cada milímetro de su piel, desde sus hombros y en dirección a la fuente de sus desahogos femeninos. Mis dedos sobaron nuevamente los rojizos pezones y seguí descendiendo para apartar sus piernas y permitirme el espectáculo de su vulva.
Sus labios íntimos estaban humedecidos y de ellos saboreé con paciencia con mi lengua que percibía el sabor de sus jugos e inicié la exploración que me llevaría al gallito, a su clítoris. Sin duda el premio mayor para ambos. Sus manos que suavizaban mi espalda pronto apretaron mi cabeza con fuerza para impedirme cualquier retirada y sus jadeos reclamaban que los movimientos de mi lengua fueran más rápidos y enérgicos en una lucha cuerpo a cuerpo con su clítoris. "¡Hummm, qué ricooooo!", "¡Así, sí, asíííííííí!", repetía Lily. "¡No pares, mi amor!"... "¡Hummm, qué ricooooo!", "¡Más, más, más por favor!", insistía.
Sin poder contenerme más, la acomodé sobre el sofá y la penetré con ímpetu sin igual, en un mete y saca en el que tenía como apoyo sus bien proporcionadas tetas. Y así llegó mi orgasmo, mi clímax, coincidiendo con el enésimo de ella, sintiendo cómo se confundía mi semen con sus jugos vaginales.
Lamentablemente no avancé mucho con ella con el sexo oral y mucho menos con el sexo anal, me lo mamaba muy poco. Pero felizmente para eso estaba Sonia que me satisfacía a cualquier hora del día o de la noche. Me bastaba con llamarla al móvil. Ella salía con cualquier excusa de su casa y nos encontrábamos en el pequeño departamento que había alquilado. A veces ni me molestaba en dirigirle la palabra, solamente le daba por cualquiera de sus orificios naturales para desfogarme. Ella era en extremo complaciente.
Lo bueno es que su esposo estaba muy ocupado con el trabajo y alguna amante ocasional para percatarse de que su mujercita lo adornaba con unos cuernos de campeonato. En ese sentido nunca hubo mayor inconveniente.
Contábamos con la complicidad infatigable de la amiga de Sonia, que siempre era la excusa para que ella se ausentase de su casa a las horas más intempestivas.
Yo estaba cada vez más enamorado de Lily, pero al mismo tiempo estaba completamente satisfecho con mi peculiar relación con Sonia. Ella me complacía en todos mis caprichos. Nunca me exigió nada ni entró en el rollo “ella o yo”. Sabía muy bien cuál era su lugar y se esforzaba en demostrarme que estaba en mi vida para ayudarme a solucionar mis problemas sexuales o de cualquier otra índole. Era la amiga cariñosa ideal. Siempre dispuesta a satisfacerme.
Obviamente Lily sospechaba que yo tenía otra mujer, pero gracias a la hipnosis logré que ella tolerase esa situación gracias a distraerla con determinados patrones de pensamiento que volvían sus celos en distracciones con temas que a ella le parecían más trascendentes. A veces simplemente cambiaba el hilo de la conversación hacia temas de la universidad o de algún personaje mediático de moda.
Poco a poco me volvía más osado. Así que empezamos a vernos en el departamento que había alquilado Sonia.
Al principio me la tiraba a una u otra, en diferentes horas y días. Pero luego hice que las dos coincidieran en el mismo departamento aunque en habitaciones diferentes. Así podía estar en la sala con Sonia mientras me hacía una mamada al mismo tiempo Lily estaba en el dormitorio viendo la televisión sin sospechar lo que sucedía a escasos metros de ella. Gracias a la hipnosis no abandonada esa habitación. O podía estar en la ducha con Lily mientras Sonia nos preparaba algo de comer.
Obviamente con Sonia no había el menor problema y un par de veces nos espiaba oculta desde el clóset o la puerta entreabierta. Claro que la hipnosis también ayudaba. Pero con Lily debía extremar las precauciones aunque gracias a la hipnosis podía evitar que saliese de una habitación por más que escuchase algo de bulla o gemidos sospechosos.
Con la ayuda de la hipnosis logré cambiar un poco los hábitos de vestir de Lily. Ella no solía usar escotes ni minifaldas pero con algunas indicaciones posthipnóticas conseguí que comprase un par de vestidos muy cortos y ceñidos que realzaban su figura. No logré que los usara en la calle, pero se los colocaba apenas estábamos a solas y eso me permitía disfrutar de su espléndida figura mientras nos besábamos y teníamos relaciones mientras ella usaba esos provocativos conjuntos. Lo cual me proporcionaba un placer sin igual.
Tomando el control absoluto de sus mentes
Yo estaba satisfecho con mi relación con ambas. De haberlo sabido, mis amigos habrían manifestado su envidia y seguramente habrían dado un brazo y una pierna por estar en mi lugar. Pero yo me había vuelto más ambicioso y quería tomar en control absoluto de sus mentes y de sus cuerpos.
Empecé a investigar sobre el control mental a través de la hipnosis. Logré encontrar técnicas de profundización más agresivas, por encadenamiento de patrones hipnóticos y reinducciones constantes. Así podría llegar a niveles más profundos de la mente y tomar el control absoluto de la voluntad de esa persona.
Ni corto ni perezoso me puse manos a la obra con la siempre complaciente Sonia. Ella ni sospechaba lo que yo estaba tramando.
Como manifesté desde un inicio, ella alcanzaba un trance ligero que yo no me había preocupado en profundizar porque Sonia estaba dispuesta a realizar conscientemente todo lo que yo le pidiese. Pero eso no era suficiente para mí. Necesitaba someter completamente su voluntad para hacer lo mismo con la mente de Lily.
Empecé a moldear la mente de la adúltera una tarde como otras tantas que la había citado para tener sexo salvaje en el minidepartamento. Mi enamorada estaba en clases y yo la recogería en la noche. Tenía varias horas para experimentar con Sonia.
Para estar con la mente despejada empezamos con un poco de sexo salvaje. Le di unas ruidosas nalgadas mientras la sodomizaba. Sonia gritó con tal fuerza que supongo la escucharon en todo el edificio.
Anteriormente yo le había dado un par de nalgadas al sodomizarla pero en esa ocasión fui particularmente agresivo. En esa ocasión ella se encendió con la fuerza de mi mano. Sus gemidos de dolor eran una incitación a la lujuria. Sus gritos de placer aumentaban con la intensidad de las nalgadas que le daba con la mano abierta sobre sus rotundos cachetes. Llegó rápidamente al orgasmo con lo cual su ano se cerraba como un delicioso anillo sobre mi pene enhiesto.
Luego que hube llenado su ampolla rectal con mi semen, me di un baño con ella. Nos enjabonamos muy a gusto con el típico arrumaco de regadera, claro ella con el cabello recogido para que no se le mojara y su marido sospechaba que algo ocurría si su mujer regresaba con el cabello mojado.
Hoy nos tomaremos un buen rato en hipnotizarte, le dije antes de empezar.
Sonia asintió sin la menor sospecha.
Esta vez me tomé mi tiempo. Ella entró como siempre rápidamente en un trance ligero. Así que fui encadenando reinducciones. Me tomó casi media hora pero logré llegar a un trance de profundidad media. Ahí empecé a usar patrones de hipnosis más agresivos. Por la expresión de su rostro pude notar que estaba cada vez más concentrada en seguir mis órdenes. Finalmente había tenido éxito en alcanzar un grado más profundo del control de su mente.
Hice varias pruebas con ella. Una de esas pruebas consintió en hacerla salir semidesnuda y bajar unos pisos del minidepartamento. La vieron un par de personas que manifestaron su extrañeza o incomodidad. Sonia no reaccionó de ninguna forma.
Había tenido éxito en aumentar el control de Sonia. La siguiente en ser controlada sería Lily. Me moría de ganas de pasar a la siguiente etapa con mi novia.