Mi compañera de clases y una mujer casada (2)
Continúa la historia con la adúltera y mi amiga.
Obsesionado
Pasaron un par de semanas desde el inicio de las clases cuando Sonia me sorprendió diciéndome que había alquilado un pequeño departamento, muy cerca de la casa de su amiga. Desde entonces empezamos a vernos casi a diario, excepto los fines de semana que pasaba en compañía de mis padres, visitando a mis abuelos o mis tíos en una ciudad cercana.
Pero aun cuando estuviera con el rostro hundido dentro de los mórbidos pechos de Sonia o dándole por detrás, rompiéndole el culo, no podía dejar de pensar en Lily. Era imposible sacarla de mi mente. Lo cual se exacerbaba con el recuerdo de aquel beso fugaz que me atreví a darle. Mis labios habían quedado impregnados de su delicioso aroma.
Seguía hipnotizando a Sonia cuando teníamos relaciones, pero solo era un trance ligero que yo disfrutaba para detenerla en medio de un apasionado encuentro, inmovilizándola como una maniquí, para ponerla en una posición complicada donde saciar mis ansias de sexo bizarro. Debo reconocer que ella aceptaba que le haga de todo, incluyendo algo de sadismo y también humillación. Me gustaba magrear sus grandes tetas hasta dejarlas enrojecidas y sodomizarla sin piedad. Ella tenía una alta tolerancia al dolor y más de una vez la envié a casa con marcas en su cuerpo que ella se las ingeniaba para ocultar a su marido.
La adúltera había aprendido el arte de la garganta profunda y si bien mi pene no era muy grande, al principio le arrancaba unas lágrimas al tragárselo todo, pero con práctica alcanzó la pericia de metérselo hasta el máximo e inclusive con mis testículos como yapa. Era muy excitante ver cómo desaparecía hasta el último milímetro de mi verga en esa boca que parecía insaciable.
Conforme pasaban los días y luego de haber vaciado litros de semen en los tres orificios de Sonia, decidí que Lily sería mía. No importaba que muchos opinasen que yo era poca cosa para una muchacha como ella. Dejé a un lado mi timidez y me lancé a por ella. Envalentonado por tanto sexo que había gozado con mi amiga casada.
Lily estaba sola y me consideraba un buen amigo. Dar el paso a convertirnos en pareja era algo que probablemente nunca se le había pasado por la mente, pero yo no quería esperar más. Mi obsesión por ella me haría rayar la locura si no tomaba la iniciativa.
Encontré mi oportunidad en una fiesta de la facultad. Fuimos con un grupo de amigos y cuando empezaron a retirarse me ofrecí a llevarla a su casa. En el camino me declaré e intenté besarla. Ella me rechazó dulcemente y me pidió tiempo.
La dejé en su casa y luego fui a la mía donde casi no pude dormir. Esa noche fue una de las peores de mi vida. Hasta derramé unas lágrimas por la impotencia de no ser aceptado por Lily. Realmente la pasé muy mal.
Obviamente al día siguiente me desquité con Sonia. La penetré con violencia y le di nalgadas que le arrancaron alaridos de dolor y lujuria. Esa mujer era el sueño de un pervertido. Jadeante y sudorosa me preguntó qué había sucedido cuando logré tranquilizarme un poco. Yo no era muy delicado al follar con ella, pero ese día fui particularmente sádico. Ella lo advirtió desde el primer momento.
Le conté lo que había pasado el día anterior. Ella me aconsejó que tuviera paciencia. Lily no me había rechazado de plano pero seguramente se le hacía difícil verme con ojos diferentes a los de una amiga. Era poco consuelo para mí pero vi en sus ojos que estaba siendo sincera. Sonia era una buena persona a la que yo le había permitido disfrutar nuevamente del sexo. Y del sexo salvaje, haciendo brotar deseos en ella que inclusive desconocía hasta ese momento.
Lo que existía entre Sonia y yo era puramente sexual. Ella amaba profundamente a su marido pero él no la satisfacía sexualmente. Yo era un volcán en erupción por las hormonas y por mi obsesión por Lily. Ambos nos necesitábamos y queríamos que el otro estuviera satisfecho para poder disfrutar plenamente del sexo.
Decidí seguir el consejo de Sonia y me armé de paciencia para lograr mi objetivo de ser el enamorado de Lily. Tenía que mejorar mi estrategia para conquistarla.
En la casa de la amiga de Sonia, aunque nunca sucedió, siempre existía el riesgo de que su amiga o alguien nos interrumpiesen. Pero ese riesgo había desaparecido en nuestro nuevo lugar de encuentros. Era nuestro nidito de amor, como decía Sonia en broma.
Debido a tal situación y como mi relación con Lily seguía estancada en el mismo lugar de solo amigos, me entretuve inventando nuevas formas de perversión con Sonia.
Como mencioné antes, una de las cosas que más me excitaba era colocarla en trance de golpe, sin avisarle. Generalmente lo hacía cuando estábamos solos en el minidepartamento. A veces ni bien llegaba, le daba un ligero tirón del brazo y le ordenaba DUERME, ella solía quedarse en medio de una frase o una sonrisa y tardaba un poco en reaccionar. Yo repetía la orden dos o tres veces antes de que ella cerrara los ojos y quedase en un trance ligero pero suficiente para seguir jugando con ella.
Me había acostumbrado a que ella me prodigase sexo oral. Una vez hipnotizada le pedía que me lo chupase hasta eyacular. Generalmente, en la puerta misma del minidepa. Sonia obedecía sin rechistar, se arrodillaba dejando caer su cartera o su bolsa y empezaba a chuparme la verga con fruición. Luego de unos minutos de su esforzada labor, mi semen inundaba su boca insaciable.
Luego la hacía ponerse de pie y la sacaba del trance. Conversábamos un poco mientras nos íbamos desnudando, a menos de que yo le ordenase que se quitase la ropa mientras me mamaba la verga. Era muy curioso notar cómo podía hacer dos cosas que no tenían conexión con la mayor maestría. Evidentemente la hipnosis era muy útil para eso.
Sonia había asumido la costumbre de depilarse desde el inicio de nuestros encuentros. Supongo que su marido ni se percató de ese cambio en su esposa. Definitivamente el tipo no sabía la joya que estaba desperdiciando. Pero mejor para mí. Sonia era una mujer ávida de nuevas aventuras sexuales y con ella desarrollamos casi todo el Kamasutra en cuanto a poses sexuales.
Yo la iba sacando y poniendo en trance según mi humor. Ella se dejaba hacer de todo. Con o sin hipnosis. Me gustaba darle nalgadas y fingir que la estrangulaba o la ahogaba con una almohada.
A veces la dejaba como una muñeca rota sobre una silla mientras yo veía televisión o la hacía dormir sobre el piso, completamente desnuda. Sonia accedía a todos mis caprichos durante esas horas que pasamos juntos. Nunca se quejó o manifestó alguna incomodidad. Realmente disfrutaba siendo objeto de todo tipo de perversiones.
Eso me permitió tener la paciencia suficiente para seguir asediando el castillo de la voluntad de Lily. Me convertí en su fiel compañero, casi su perrito faldero. Me declaré dos veces más y ella siguió sin rechazarme del todo ni aceptarme. Era una situación frustrante.
Dos meses después, asesorado por Sonia, empecé a cortejar a otra amiga. Dejé de prestar atención a Lily y la nueva estrategia funcionó. La primera semana ella parecía contenta, como si se hubiera librado de una responsabilidad que no le agradaba, pero a la segunda semana noté que me miraba de manera distinta. Y el fin de semana me llamó.
Me salió con la excusa de que estudiemos juntos para un próximo examen. Ni corto ni perezoso quedamos para el lunes. Fui a su casa y nos encerramos en su cuarto. Tanto ella como yo sabíamos lo que iba a ocurrir pero no nos dimos prisa.
Estuvimos haciéndonos preguntas del curso casi una hora antes que ella saliese un momento por unas gaseosas. Al regresar cerró la puerta con llave y me preguntó si me gustaba la amiga que había estado cortejando.
Le dije que no, que solamente quería darle celos porque estaba cansado de ser rechazado. Lily me miró con ojos vidriosos y me besó dulcemente.
Mis manos rodearon su cintura y la besé con pasión. Devoré sus carnosos labios y le metí la lengua hasta la garganta. Ella me empujó suavemente, un poco sorprendida por mi apasionamiento.
Me disculpé por el ímpetu pero ella me cortó con un beso suave y me abrazó. Me fue difícil pero logré controlarme y permanecimos abrazados por un largo rato.
Más tarde bajamos al primer piso, tomados de la mano. Su mamá nos vio y soltó un gritito de alegría. Éramos oficialmente enamorados.
Dos días después me reuní con Sonia. Luego de calmar mis ansias de sexo. Le conté lo sucedido. Quería cortar nuestros encuentros pero ella me dijo que solo deberíamos extremar las precauciones y quizás espaciar un poco nuestras sesiones, pero deberíamos seguir viéndonos.
Acepté a regañadientes, pero un mes después me alegré de que hubiera sido así.
Lily era muy hermosa pero sexualmente era muy apagada. En ese mes solo habíamos estado con besitos y abrazos. Caminábamos tomados de la mano pero ni siquiera me dejaba acariciarle los senos.
Gran diferencia con Sonia, quien me dejaba no solo apretarle las tetas sino que me permitía mordisquearlas y estrujarlas hasta que cambiaban de color. Era realmente excitante.
Sin sexo con mi enamorada, logré mantener la cordura gracias a mis encuentros con Sonia. Ahora nos veíamos solo dos veces por semana pero en esas oportunidades me desquitaba de todos los días con Lily en los cuales parecíamos dos adolescentes.
Lily no era virgen pero sexualmente no era muy despierta. Poseía una figura espectacular pero más para la contemplación que para el deleite carnal. Empezaba a sacarme de quicio por los días transcurridos sin ver más de los que todos veían.
Solucionando el problema
Felizmente la hipnosis me permitió encontrar la solución. Ya como enamorados, reiniciamos nuestro grupo de amigos aficionados a la hipnosis. Y también tuvimos algunas sesiones entre los dos solos. Ahí pude ahondar sobre sus gustos sexuales que descubrí, eran bastante conservadores.
Conversamos sobre eso y llegamos a un acuerdo, tendríamos sexo con protección y con el firme propósito de llegar a ser algo más que enamorados.