Mi compañera de clase
Como fué que lo hice con mi compañera de clase.
Mi compañera de clase.
Como no me conoces este es mi primer relato y quiero contarles una mis experiencias sexuales con una compañera de clase. Mi nombre es Juan y tengo 16 años y para esta edad que tengo ya llevo vividas varias experiencias sexuales que quiero exponer aquí.
Yo había entrado en un prestigioso colegio de paga en el que las clases eran muy rigurosas. El ambiente era bueno, pero la verdad es que no solía pasar nada que se saliera de lo habitual. La presión de los profesores impedía que sucediera nada.
Yo vestía un bonito uniforme compuesto por los pantalones grises, polo o camisa blanca (según la estación del año), un jersey azul de pico y una americana con el emblema del colegio. Parecíamos unos ejecutivos en pequeña escala. Eso era algo que aborrecía pero tenía que reconocer que al menos no tenía que estar mirando tontamente el armario para decidir qué ropa me iba a poner ese día. Las chicas, por el contrario, lucían una falda a cuadros rojos y blancos, combinado con un polo o camisa blanca. Por supuesto, debían llevar el jersey. Las faldas eran una de las cosas que más me gustaban de ese colegio. Al menos nos podíamos alegrar la vista.
Pasado un tiempo fui conociendo a gente. La convivencia era buena y más aún cuando te tenías que quedar al comedor (que ese era mi caso) y tener que sufrir aquella comida pre-cocinada que me producía a veces dolor de estómago. Poco a poco fui entablando una amistad con la gente que sufría el castigo del comedor. En ese primer año que estuve, no pasó nada en especial. Más bien fui afianzando los pilares de la amistad que había creado.
Pasó el primer curso y me meti en la clase de Informática. Yo, daba mis clases con mucho gusto, aunque siempre había algún que otro alumno que se dedicaba a fastidiarme. Recuerdo el caso de un 1º de BUP, en el que había dos individos (creo que se llamaban Franco y Rodrigo) que en vez de atender, se dedicaban a meter virus a los demas compañeros. Pero como todo en la vida tiene su compensación, había una chica que me encantaba. Se llamaba Daniela.
Tenía los ojos marrones claros. Solía llevar la falda un poco más corta que las demás alumnas, cosa que la trajo algún que otro problema en el colegio. Yo se lo agradecía. Era más bien tímida, aunque su mirada era ardiente. Me la presentaron pero yo no le hice mucho caso. No porque no me gustara, sino porque pensaba que no tenía nada que hacer con ella.
Un día en el comedor, nos sentamos frente a frente. Empezamos a hablar de cosas sin sentido. Cuando terminé mi comida me levanté y ella me guiñó un ojo. Eso hizo que se me helara la sangre. Pensé: "¿Habrá sido a mi?". Mientras iba a dejar mi bandeja con los restos de aquel amago de comida, observé cómo ella se levantaba de la mesa sin haber terminado de comer. Yo no le di importancia y me subí a mi aula de Informática para esperar a los demas.
Estando allí, oí que llamaban a la puerta. Me fijé que era ella ya que las puertas tenían un rectángulo con cristal transparente por los que se podía ver quién estaba dentro. Me acerqué y le abrí la puerta. Ella me preguntó que si podía pasar. Obviamente yo se lo afirmé. Entró y se sentó delante del ordenador en el que yo estaba programando. Lo miró y me preguntó que qué era eso. Yo intenté explicárselo con un lenguaje coloquial, pero me fue imposible. Ella se quedó igual que cuando había entrado. Me explicó que le interesaba la pero que no lo entendía y quería q le enseñe yo. Eso me alagó pero noté cierto tono en su voz que hizo que los pelos de mi cuerpo se erizasen.
Yo empecé a comentarle algo sobre ordenadores pero ella sacó otro tema del cual estuvimos discutiendo. Yo seguí de pié y opté por sentarme a horcajadas en una silla, visto que la conversación iba para largo. Ella entonces se levantó de la silla y se sentó en la mesa. Me sorprendió y ella se escusó diciendo que estaba más cómoda en la mesa. Seguimos hablando pero pasado un tiempo, mis oídos dejaron de escuchar la conversación para pasar a oír un lejano eco que producían sus palabras. Entonces me di cuenta que la estaba observando de arriba a abajo.
Su falda reposaba sobre sus piernas entreabiertas. Llevaba calcetines de color azul marino y se había quitado el jersey por lo que sólo llevaba el polo (ya que era temporada cálida). Sus pechos se marcaban pese a que llevaba corpiño. Era de color negro, por lo que se transparentaba. Eran redondos y según mis cálculos, sobresaldrían de mis manos lo justo como para poder jugar con ellos. Sus pezones se marcaban a través de su sujetador. Ella se dió cuenta de que yo estaba en otra parte con mi pensamiento por lo que optó por callarse. Yo seguí mirándola sin darme cuenta de que ya no estaba pronunciando ninguna palabra. Pasado un rato la miré a los ojos y ella me dijo que si me gustaba lo que estaba viendo. La verdad es que me cortó mucho pero sin darme cuenta le dije un SÍ que en la vida hubiese dicho. Su respuesta fue inmediata: "Voy a enseñarte algo que nunca olvidarás". Aquellas palabras se me quedaron grabadas. No supuse que aquello que me dijo fuera lo que ella se dispuso a hacer.
Bajó sus manos hasta que tocaron sus piernas. Poco a poco se fue retirando su falda hasta la altura de la ingle y dejó al descubierto sus muslos. Sólo de verlo me produjo una erección inmediata. Empezó a tocarse los muslos con movimientos circulares y terminó de arrartrar su falda hasta que dejó al descubierto su tanga. Eran también negras. Ella me dijo que me acercara y así hice. Me acerqué con mi silla hasta el borde de la mesa y ella apoyó sus piernas en el asiento en el que yo estaba. Tenía delante de mí todo su precioso tesoro. Eso sí, de momento sólo podía mirarlo ya que intenté tocarlo y ella me retiró la mano.
Ella siguió con el juego y deslizó su mano hasta su vagina. Introdujo un dedo por la tanga y empezó a masturbarse. Su dedo iba abriendo sus labios vaginales. Aquello era digno de ver. Mi pene no sabía hacia dónde expandirse. Después de tocarse, me dijo que le quitara la tanga. Se las quité y ella siguió masturbándose. Esta vez más rápido. Podía ver cómo su clítoris estaba duro y cómo se lo tocaba. Su respiración se hizo más produnda. A la vez que hacía esto, con la otra mano se tocaba los pechos. Sus pezones se pusieron más duros todavía.
Sin darme cuenta, ella llegó al primer orgasmo. Me miró y me dijo que si me había gustado. Yo asentí y me dijo que siguiera. Acerqué mi mano a su sexo y noté cómo estaba húmedo. La empecé a masturbar, a lo que ella respondió con un gemido. Sus labios estaban dilatados por el movimiento que habían sufrido anteriomente. Yo jugueteaba con ellos y con su clítoris. Ella disfrutaba.
Paré de masturbarla y la cogí por la cintura. La acerqué hasta que su sexo rozaba mi cara. Ella me miró pero me dijo nada. La empujé hacia atrás y ella se tumbó sobre la mesa. Empecé a lamerle el clítoris mientras la introducía un dedo por su vagina. Ella movía su cadera hacia arriba y abajo como si la estuvieran penetrando. Aumenté el ritmo de mi lengua lo que la produjo el segundo orgasmo. La estaba haciendo el amor con mi lengua.
Después de aquello, ella se levantó y se quitó el polo. Sus pechos pedían ser tocados y no se hizo esperar. Mis manos fueron directas a ellos. Le quité el corpiño como si de un profesional se tratase y abarqué sus dos senos con ambas manos. Eran una delicia. Sus pezones se trababan entre mis dedos y eso le gustaba. Pasé de tocarlos a besarlos. Mi lengua recorría aquellos morenos pezones.
Me cansé de chuparlos y decidí que ya era hora de darle rienda suelta a mi órgano, ya que había permanecido erecto desde el primer momento y no había podido participar.
La levanté de la mesa y la puse de pié. Terminé de quitarla la poca ropa que la quedaba para acto seguido hacer lo mismo con la mía. Nada más quitarme los pantalones, mi pene resaltaba como un lingote de oro en una mina de carbón. Me levanté de la silla para cambiarme de postura, ya que había permanecido sentado a horcajadas desde el primer momento. Me volví a sentar, pero esta vez en la postura correcta. Ella estaba delante de mi, observando cómo estaba de erecto mi miembro. No hizo ningún comentario, sólo levantó las cejas ante tal evento.
La cogí de las manos y tiré de ellas suavemente hacia abajo. Ella interpretó a la perfección lo que yo la estaba sugiriendo. Se arrodilló delante de mi y se metió mi verga en la boca. Yo sentí algo que nunca había experimentado hasta entonces y pensé que realmente no me estaba ocurriendo. La verdad era que sí. Aquello era real.
Ella se lo metía una y otra vez, dándose de vez en cuando un respiro pero sin dejar de tocarlo. En los momentos que paraba, su mano se activaba y seguía masturbándome. Su lengua recorría desde el glande hasta los testículos. Cada vez que la chupaba, un sudor frío recorría mi cuerpo. Era un placer indescriptible. En sus movimientos por querer sacar mi semen, noté cómo estaba a punto de correrme. Pensé en parar, pero el placer era tan grande que decidí darle el premio que se estaba mereciendo. La susurré que fuera más deprisa y ella así lo hizo. En ese momento llegó mi orgasmo que llenó su garganta de mi líquido blanco y amargo. Ella lo tragó íntegro y rebañó todo resto que quedara en mi pene. Me miró y me dijo que al fin le había dado lo que ella quería.
Sin dar tiempo a que mi pene perdiera su erección, la levanté y la dije que se pusiera encima de mi. Ella se plantó delante de mi y se fue agachando hasta que mi pene tocó con la abertura de su sexo. Agarré mi pene y antes de penetrarla, mi glande acarició su clítoris cosa que a ella casi le produjo el orgasmo. Me fui abriendo camino entre sus labios humedecidos y ella terminó por sentarse mirando hacia mí. Mi pene entró en su totalidad y ella era la que marcaba el ritmo. Sus pechos se movían al compás de sus movimientos. Al mismo tiempo que la penetraba mi mano acariciaba su dilatado clítoris. Esto le produjo mayor placer.
Ella se agarraba al respaldo de la silla y hacía presión para que todo mi pene inundara su vagina. Empezó a aumentar el ritmo y cada vez se iba levantando más ya que sus piernas estaban apoyadas en el suelo. Practicamente mi pene salía entero y se volvía a introducir. Hubo un momento en el que se paró, para que con mi pene dentro de ella, describir círculos con su cadera. Fue algo impresionate. En ese momento noté cómo llegaba mi segundo orgasmo. Mi respiración y tensión aumento cosa que ella notó. Justo cuando me corrí, ella lo hizo también y culminamos los dos con un gran gemido. Ella se levantó y quedó al descubierto mi miembro aún con restos de flujo vaginal y semen. Ella se volvió a agachar para terminar de saborear lo que anteriormente le había ofrecido.
Una vez hecho esto, cogió su ropa y se la puso. Yo hice lo mismo ya que además de que tenía clase, carecía de fuerzas debido a mi mala alimentación. Ella antes de salir por la puerta me dijo que aunque le gustaba la informática, nunca un ordenador la haría disfrutar como yo lo había hecho.
Ella se fue y yo me dirigí a recibir mis habituales clases de por la tarde. Al día siguiente la volví a tener como compañera. Yo no me atreví a decirla nada, pero al final de la clase se acercó a mi y me dijo que la habían comprado un ordenador y que si podía fuera a su casa a instalarlo. Salió de la clase y me guiñó el ojo al igual que lo hizo la primera vez que me senté con ella en el comedor.
Espero que les haya gustado el relato y esperen el próximo.