mi comadre Josefina
Ella, aunque decía tener 33 años, la realidad es que estaba próxima a los 38, con tres hijos en su haber, producto de su estable matrimonio con Miguel, amigo de muchos años, era muy atractiva.
JOSEFINA, UNA INIGUALABLE COMADRE. Ella, aunque decía tener 33 años, la realidad es que estaba próxima a los 38, con tres hijos en su haber, producto de su estable matrimonio con Miguel, amigo de muchos años, era muy atractiva. Fina, como le decíamos, es una mujer guapa, blanca, de cabello rubio, de aproximadamente 1.60 metros de altura, tiene unas tetas que sin llegar a ser grandes le lucen muy bien en su esbelto cuerpo, su trasero de igual forma es muy apetecible y lo sabe lucir, definitivamente mi comadre era un platillo exquisito, máxime si siempre navegaba con bandera de inocente y en la cama era un torbellino. Había pasado ya mucho tiempo desde aquél viaje a Acapulco donde tuvimos una sesión de sexo en un motel barato (ver Inés 2) y de la que dio pie, en su oportunidad, volverla a buscar. La ocasión no se había dado, aunque coincidamos en infinidad de lugares ya que siempre salíamos juntos con nuestros respectivas parejas, y salvo una que otra mirada furtiva y uno que otro arrimón, no habíamos podido intentar nada, amén que ni ella ni yo habíamos buscado algo más. Así las cosas y cerca de las festividades Decembrinas, tomé una llamada de Fina en mi oficina. - ¡Qué hay comadrita!, ¿que milagro?. Dije al momento de tomar el auricular. - Hola Compadre, aquí organizando la cena de Navidad entre los amigos, ya que nadie se pone de acuerdo en el lugar, decidí hacerlo por mi propia cuenta y en cuanto este listo les aviso y punto, ¿me apoyas? - Primor, claro que te apoyo en lo que sea, además así estaríamos más en contacto, me has tenido abandonado, le dije con cierta picardía. - ¡Ay!, si, mira quien abandona a quien, si no te marco no estuviéramos hablando en este momento. - Bueno, basta de reclamos, paso por ti y ¿vamos a ver los restaurantes y tipos de menú?. - Ok, pero mañana por la mañana, así aprovecho que tu compadre sale a un asunto de negocios, fuera de la ciudad y regresa hasta en la noche y no tengo que darle de comer, y dejo en cargado a los niños con mi mamá, ¿tu podrás escaparte? - Por verte de nuevo como en Acapulco, me escapo de una prisión. - Sale, quedamos a las 10 a.m. en tu oficina y de ahí nos vamos, me sentenció. A la mañana siguiente, ya estaba esperándola, llegó como media hora tarde, se veía bellísima, iba enfundada en suéter color rosa pálido ajustado que le resaltaban sus tetas haciéndolas ver más bien duras y grandes, llevaba una falda corta entallada, de cuero negro y unas botas ídem, se veía además espectacular, su pelo largo y suelto con unas luces o mechas que la hacían ver más rubia. Se bajo de su camioneta, con un caminar altivo pero con ese aire de inocencia y en cada paso era inevitable ver sus ya mencionadas tetas, me saludo con un beso en la mejilla y me preguntó si estaba listo, nos subimos a su camioneta y arrancamos. Nada más al subir puse mi mano en sus piernas y traté de subir más allá de lo permitido, por supuesto me dijo que iba manejando y nos podían ver, así que espere para mejor ocasión. Verla manejando, con su grandes lentes obscuros que le escondía esas arrugitas propias de la edad, de perfil se le notaban unos labios carnosos que la hacían ver seductora y me imaginaba ya el encuentro que íbamos a tener en unas horas, me latía el corazón de la emoción. Así, recorrimos cuatro o cinco lugares y transcurrió la mañana y estaba llegando la hora de comer, decidí invitarla al departamento que compré en la playa, pasamos por una pizza (la comida era lo de menos) y nos encaminamos al departamento. En el camino íbamos haciendo comentarios de la cena de Navidad que se acercaba, así al llegar al piso, abrí, dejé la pizza en la mesa del comedor y fui hacía ella. La tomé del talle y la jalé hacía mí, me recibió con un apasionado beso, mientras baja mis manos y las posaba en sus nalgas, ella subió una pierna por sobre mi cadera y se la sostuve con una mano, empezaba a sentir que mi pene necesitaba salir del pantalón, caímos en el sofá de la sala y mientras ella se quitaba el suéter, yo hacía lo mismo con la camisa y el pantalón. Al verla ya sin suéter y sujetador y con la falda y botas de cuero mi pene salió de mis boxers y ella sonrió. - Vaya no me ha olvidado, dijo. - Querrás decir que no te hemos olvidado, y más aún te hemos añorado. Y no era más que la verdad, este asunto de la infidelidad me estaba gustando mucho y máxime con las esposas de mis amigos, moralmente no es nada agradable pero el juego era verdaderamente excitante y que caray estos momentos bien valen la pena. Fina, abrió sus piernas de par en par, dándome a entender lo que quería, inmediatamente empecé a besar su intimidad, cubierta además por una ligera matita de pelos rubios, moví ligeramente el tanga negro y con la ayuda de mis dedos y lengua realicé un singular y conocido embate a su clítoris, mismo que recibió gustosa, mientras se acariciaba las tetas y con su otra mano me intentaba hundir en su cuerpo. - Compadre, que maravilloso, ¿cómo es que había pasado tanto tiempo sin sentirte?, decía entre jadeos. Por mi parte trataba de no decir nada sino le interrumpiría su placer, mismo que sentía se estaba aproximando, habida cuenta que estaba emitiendo una gran cantidad de líquidos, y en efecto no tardó en llegar al primero orgasmo, pues entre mi lengua y mis dedos la hicieron terminar. Me paré y quité los boxers, le dije que se quitará la falda y el tanga, más no así las botas, una vez hecho ello, ahora era mi turnó de disfrutar, por lo que me recosté y la dejé trabajar en mi. Aún recuerdo la anterior vez que Fina me hizo una mamada decía que era primeriza en estos menesteres (cosa que por supuesto no creí) pero resultó una maestra, y ahora ya entrados en el asunto, demostró, como en aquella ocasión, ser una experta, se engullía mi miembro de un solo bocado y al sacarlo besaba la punta mientras con la mano me masturbaba, y repetía una y otra vez la operación, quería todo. Estaba llegando a mi límite era fenomenal la felación que me estaba realizando Josefina, pero tenía miedo de acabar en su boca y no donde quería, además cómo no sabía cuanto tiempo teníamos por consiguiente desconocía cuantos polvos nos íbamos a echar, así que la paré en seco, y le di la vuelta incorporándome, quería su trasero que me fascinaba, y la empecé a penetrar por atrás. - ah, si cabrón vamos, eso es, dame con todo, gritaba como posesa. - ¿Te gusta comadrita?, ¿lo deseas?, alcanzaba a decir. Me gustaba agarrarle sus nalgas, sobarlas, besarlas, darle una que otra nalgada e inclusive morderlas, mientras un dedo iba preparando el camino al ano. Me ayudaba con una mano en sus hombros y otra en la cadera y como su vagina esta completamente empapada la penetración era sencilla y fácil, pero no menos excitante, la verdad, como había dicho, la sensación de coger con la esposa de un amigo es verdaderamente lujuriosa y más aún si resulta ser una fiera en la cama. Mientras seguía embistiendo, Fina fue estirándose hasta llegar a estar su espalda en mi pecho, situación que me provocó que pudiera amasarle sus pechos, que aunque un poco caídos, por su edad, estaban exquisitos. Los movimientos se empezaron hacer más lentos, Fina metía su mano entre mi pene y su vagina y logró que llegáramos al orgasmo al mismo tiempo, fue maravilloso. Terminamos acostados en el sofá, y aún sentía como seguía saliendo restos de semen de su vagina, le besé el cuello y la espalda, estabamos empapados de sudor y demás líquidos corporales. Me separé de ella, mi falo aún tenía ganas de más acción, Fina se levantó y me besó en los labios apasionadamente. - ¡Que rico!, estaría todo el día cogiendo contigo compadre, me susurró al oído. - Y toda la noche, comadre, eres un volcán. Se levantó me agarro mi verga y la besó vio que estaba reaccionando y fue hacía el baño, yo me paré y me dirigí a la mesa, agarré una rebanada de Pizza, e inmediatamente llegó Fina y me dijo: - ¿Quién piensa en comer en estos momentos? Y acto seguido se sentó sobre mis piernas y comenzó a besarme tan cachondamente, como hace unos instantes, pasaba su lengua por mi cuello, orejas, pecho y se detenía más tiempo en la boca, mientras sus manos sostenían mi cabeza. Al tiempo yo la agarraba de sus nalgas y sobaba la espalda, mientras trataba de imitar sus movimientos, ella con los ojos cerrados se estaba sintiendo muy caliente. Cuando ya mi aparato empezó a tomar su tamaño para la guerra, subí a Fina y la senté sobre él, e inició un cabalgar sexual digno de cualquier escena erótica de película, Fina se veía espectacular cada vez que subía y bajaba, el bamboleo de sus tetas con el ir y venir de ella, me estaba provocando llegar al límite de la lujuria, quería, ahora, más de ella, por lo que con una mano comenzaba a jugar con su ano y preparar para lo que ambos queríamos, iniciando primero metiéndole un dedo y luego dos. Los gritos y jadeos de ambos eran ensordecedores, afortunadamente los pocos vecinos que tenemos en el edificio acuden únicamente el fin de semana, ello lo sabía por eso no nos reprimimos en lo absoluto. - ¿Quieres metérmela por el ano, verdad cabrón?, dijo - Claro, sé que te gusta comadrita o ¿que la última vez te quejaste? - Por supuesto que no, si es lo que estaba esperando, ya ves que mi con mi marido no tengo esta clase de oportunidad, me da pena. Preferí no continuar con la platica, pues no quería escuchar ahora nada, pues estaba ya con una gran erección y no quería perder la concentración, ayudó que Fina, se levantó, rompiendo la penetración y sentada como estaba ubicó su ano en la punta de mi pene. - ¡Vamos Cabrón rómpeme!, dictó una orden. Y más que metérselo, ella sola fue guiando la punta de mi pene a su ano ya dilatado, y una vez hubo entrado la cabeza, se dejó caer, ambos dimos un grito de placer y dolor, ella se agarró de mi cuello y comenzó a una vez más a cabalgar, sólo que por otro camino, definitivamente era una experta, Fina demostró que materia de sexual es toda una profesional. Subió sus piernas hasta mis hombros dejando caer todo su ano sobre mi pene y le permitió una penetración un tanto más fácil, aunque no tan cómoda, ella gozaba mucho y yo más. Logrando moverla la cambié de posición dándole la vuelta y aún medio sentado yo, ella posó sus manos en la duela y la puse a cuatro patas, continué con la penetración, dándole una que otra nalgada, producto de lo excitado que estaba además de que ella me las pedía. Empezó Fina a gritar como desesperada pues estaba pronta ha lograr su orgasmo, por lo que ambos aceleramos el ritmo y en un frenesí desbocado llegamos los dos al final viniéndome dentro de ella, escuchándose sendos gritos de placer. Caímos los dos en la duela y jadeando aún trataba de seguir la marcha me gusta sentir el roce de la nalgas de una mujer estando encima de ella, por lo que continué moviéndome tratando de lograr una nueva erección, aún a sabiendas de que tardaría en llegar. - Guau, no quiero que esto acabe, fue fenomenal comadre, ¿siento que has estado un poco reprimida en el terreno sexual no es así?. - Ja, ja, ja, desde que me casé compadre, cuando vivía en la ciudad de México, era un cuanto promiscua, tenía relaciones con mis novios y con sus amigos, inclusive una vez estuve con tres hombres y otra mujer al mismo tiempo, hasta que decidí cambiar de aires e iniciar una nueva vida, me encontré a tu compadre y ya ves hasta se creyó lo de mi virginidad. - Bueno, ahora sé te gusta el sexo de manera especial, te voy a presentar a unas amigas, una es segura que aceptará además ya conoces y le gusta lo mismo, por cierto las veremos en la cena de Navidad, y podríamos pasar mejores momentos. - Sería buena idea, muy buena idea, querido compadre, más si son con las que me imagino...sonrió.