Mi cielo con tus besos
Poco a poco nuestros labios se reconocieron, se gustaron, se disfrutaron. Así, conocí tu lengua, cómo olvidar aquel beso intenso y precipitado, aquella despedida en la ventanilla de mi auto en que, sin duda, fue el beso más intenso que he vivido
Tu boca siempre ha sido un placer aparte. Cómo olvidar esa primera vez en la que temerosa huía de tus labios, quizá porque sabía que probarlos sería una perdición, quizá porque presentía que una vez probándolos se convertirían en un vicio. Esa tarde, ese encuentro tan especial, que pasó de lo planeado a lo inverosímil, donde el rumiar historias nos llevó a inventar una nueva, donde tus labios buscaban los míos y yo con más temor que con deseo intentaba evadirlos.
Sí, tu boca ha sido un placer. Superada esa primera vez y dispuesta a arriesgarlo todo -perderlo todo- decidí disfrutar tus besos, acepté robarle tiempo y espacio a la realidad creyendo que podría ser una nueva historia en tu vida, y en un momento de estúpido optimismo, pensé que podía ser La Historia.
Tu boca, tus labios, tu lengua, tus dientes…Primero fueron besos tibios, ricos, sólo como para reconocer los sabores, las texturas, la temperatura, el espacio… esos primeros besos temerosos de entregar en ellos más de lo que esos primeros encuentros requerían.
Poco a poco nuestros labios se reconocieron, se gustaron, se disfrutaron. Así, conocí tu lengua, cómo olvidar aquel beso intenso y precipitado, aquella despedida en la ventanilla de mi auto en que, sin duda, fue el beso más intenso que he vivido, un beso que desde mi boca recorrió todo mi cuerpo, que desde mi boca hizo eco en mis pensamientos, en mi alma y en todo mi ser.
Después, en esos encuentros clandestinos, en los que intentábamos cerrar los ojos al mundo, pude sentir tu lengua recorrer mi cuello, lamer el lóbulo de mis orejas y desencadenar un sinfín de fantasías. La humedad de tu lengua, su textura recorrer mis labios, jugar dentro de mi boca, acariciar mi espalda. Dios, esta memoria sensorial tan desarrollada, no ayuda. Bueno, ayuda a recordarte fielmente, pero ese recuerdo tan claro me hace extrañarte.
Un día, en pleno uso de mis facultades mentales, bueno, de esas facultades mentales que medio sobreviven cuando uno quiere creer que el amor existe, programamos un encuentro íntimo, en el que sin los fantasmas del pasado, sin echarle la culpa a dos botellas de vino tinto, ni a la soledad mutua pero por separado, nos hiciera disfrutarnos… Qué noche!
Tus labios, carnosos, dulces, con una deliciosa textura que puedo revivir la sensación de recorrerlos con mi lengua, así, delineando su silueta, jugando con mi lengua en la comisura de tu boca. Así, redescubrí tu lengua. ¡Por Dios! tu lengua recorriendo mi boca, mi cara, bajando por mi cuello… qué delicia sólo de recordarlo.
Tu lengua, húmeda, fuerte, ansiosa, jugando en mi pecho, dibujando trazos arbitrarios que provocaban un enorme placer, que en cada trazo encendían centímetro a centímetro toda la superficie de mi piel. Así, de mi cuello a mis labios; de mis labios a mis senos; de mis senos a mi cuello y podría resultar muy limitado el relato, porque a ciencia cierta, me perdí. Sí, me perdí en ese mundo de sensaciones que me hacen recordar el placer y no a detalle la escena.
Luego, tus dientes… que deliciosa sensación esa otra tarde donde robándole tiempo al trabajo donde con excitantes mordidas recorriste mi espalda… sentir tus besos en mi cuello, tu lengua bajar hacia mis hombros y tus dientes morder suave y excitantemente mi espalda, qué rico!
Así tu boca ha sido una historia aparte, así tu boca ha sido mi infierno y mi cielo; mi infierno con el silencio sepulcral que no me dice nada cuando más deseo escucharte; y mi cielo con las miles de sensaciones que provocas con tus labios, con tu lengua, con tus besos.
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¿Te gus