Mi casera y la fianza

OTra de las situaciones reales que me han ocurrido. Espero que lo largo del relato no os desanime, pero es necesario para entrar en situación.

Por temas de trabajo siempre he tenido los problemas de los múltiples desplazamientos y cambios de ciudad y vivienda. A esto se suma que jamás me gustó vivir en grandes urbes, se pierde encanto y tranquilidad, por eso siempre elijo pueblitos cercanos a las grandes capitales como lugares de residencia.

Es por todo esto que elegí este pueblo cercano a la gran ciudad donde actualmente trabajo. Un pueblo pequeño (unos 2.000 habitantes) pero con todo lo que yo buscaba. Tuve la suerte de encontrar una vivienda muy tranquila, un caserío reconvertido en 4 apartamentos. La suerte que tuve fue que llegué a verlos según terminaban la obra y fui el primer inquilino (por tanto y tras inspeccionarlos, me elegí el mejor)

Los cuatro años que he estado en este apartamento han sido gloriosos a nivel laboral y de tranquilidad en lo personal. Mis caseros, una pareja joven, Fernando y Eva, que tras sufrir la problemática general de este país y quedar los dos sin trabajo, tenían como único sustento las rentas de estos apartamentos.

Esa crisis también se ha reflejado en la situación de las viviendas, he tenido varios vecinos (de todo tipo) en las otras tres viviendas. Últimamente he visto como, poco a poco, han ido quedando vacías y sin volverse a alquilar siendo yo el único y último vecino.

La casualidad hizo que cayera en mis manos una oferta única, un contacto se enteró de una vivienda, un chalet en alquiler y me lo comentó. Tras irlo a ver lo tuve muy claro, al final pagaría lo mismo y aumentaría mucho mi calidad de vida.

MI marcha del apartamento fue comunicada, en tiempo y forma, a mis caseros. Siempre hablé con Fernando (muy disgustado por mi marcha) y con él lo tramité todo hasta la entrega de llaves. Ese día me cité con los dos para cerrar los últimos detalles, entre ellos la fianza entregada al principio y que me comunicaron no podrían devolverme en el acto porque estaban pendientes de los últimos recibos de servicios. Como nunca tuve problemas con ellos quedamos en vernos cuando todo estuviera cerrado para recuperar mi dinero.

Tras dos meses de muchos mensajes de teléfono con Fernando, me enfadé y le llamé para saber si había algún problema. Dándome todo tipo de escusas conseguí citarme con él para hablar del tema ¿lugar? su casa.

Allí llegué dos horas más tarde entre enfadado y perplejo, no me esperaba esto de ellos. Fernando ya me esperaba en la puerta, con su misma cara de tonto asustado de siempre. Me hizo pasar directo a la cocina dónde estaba Eva.

Me impresionó la visión que tuve porque, hasta ese momento, no había caído en ello. Eva en la cocina, cómoda, con unos pantaloncitos muy cortos, deportivos y muy ajustados, unas zapatillas de andar por casa y una camiseta que dejaban imaginar sus duros pechos libres de sujetador. Lo torneadas de sus piernas, lo marcado de su figura, me despistó por un momento hasta que me centré nuevamente en el motivo de la visita, el dinero de la fianza, mi dinero.

Hablando con los dos Fernando se mostró muy esquivo y terminé directamente hablando con Eva. La situación, los dos en el paro, los dos niños que tenían…entre sollozos me reconoció que mi marcha les había jodido su único sustento y que no tenían recursos para devolverme la fianza.

En este momento Fernando salió de la cocina para ir a atender a los niños que gritaban en el salón. Miré a Eva, mi mente bullía entre miles de situaciones, mis palabras salieron pausadas y directas.

“El trabajo de Fernando puedo solucionarlo, busco gente para mi empresa, puedo contratarlo” esto hizo que Eva me mirada con ojos llenos de luz. “Pero lo de la fianza tenemos que buscar cómo solucionarlo, son 900.- euros y hay documentos firmados que si pongo en manos de los abogados de la empresa, ejecutarán”

Al escuchar esto Eva bajó la mirada desesperada. Yo me aproximé a ella y la tomé de la cintura, ella reaccionó e intento zafarse para conseguir que yo la sujetara más fuerte. “En tus manos está la solución, el trabajo de tu marido y yo recuperaré mi dinero” ¿Qué quieres? Dijo ella mirándome a los ojos.

“A ti, tu cuerpo, serás el polvo más caro de mi vida, 900 euros suponen 300 euros por cada agujero tuyo”.

Pronuncié esto con calma mientras la mantenía sujeta, ella respiraba entrecortadamente, tensa, carraspeaba, intentaba que la soltara.. “eso sí, la condición es aquí, ahora y con tú total entrega, cuanto más te afanes en satisfacerme antes terminamos y me iré. Pero si no pones de tu parte esto será largo y tedioso para los dos”

En esto apareció Fernando por la puerta de la cocina ¿pasa algo? Dijo.  “no Nando, por favor, déjame a mí solucionar esto, yo me encargo. Llévate a los niños al cuarto de la tele y déjanos”

Dijo esto mirándome a los ojos, su entrega más me excitó, su devoción por la familia y su sacrificio me enervó.

Tras la salida de Fernando de la cocina yo ya no la sujetaba de la cintura, sino que mientras ella hablaba., mis manos bajaron hasta sus duras y firmes nalgas amasándolas y apretándolas.

Mi boca buscó la suya, tuve un rechazo inicial pero, a una mirada mía, ella entendió y recibió mi lengua en su boca sin hacer ascos.

Lamí y mordí su cuello para mirarla a los ojos y dije “Los primeros 300 euros en tu boca” no hizo falta nada más, lentamente se fue dejando caer hasta colocarse de rodillas ante mí. Manipuló mi pantalón hasta quitármelo para después bajar mi bóxer. Mi poya erecta saltó hasta casi darle un golpe en la cara. Mi su cara de asombro al ver las dimensiones, me pasa muy a menudo, y lentamente empezó a besarla, olisquearla, lamerla.. hasta que la sujeté de la cabeza y forcé a que abriera la boca y tragara.

Le costó un poco, al principio, acostumbrarse, la dejaba que la sacara para que respirara, para que se acostumbrara y de nuevo metérsela. Sin decirle nada y con mis dos manos la sujeté de la cabeza justo en el momento en que mi primera corrida saltó a su garganta pillándola desprevenida, el segundo chorro directo a la boca, el tercero a los labios, la barbilla, el cuello y la camiseta.

Intentó separarse pero le dije “sigue chupando, límpiala” y siguió sorprendida de estado de erección que mantenía.

Tras un rato en esta postura la hice incorporarse para quitarle el pantaloncito, dios, que muslos, que nalgas, que culo y cómo le quedaba de bien aquel tanga negro, vaya desperdicio de mujer.

Sin más la tumbé encima de la mesa de la cocina boca arriba y separando sus muslos, apartando el tanga para contemplar los labios hinchados de un coño totalmente depilado, suave como el terciopelo y que reaccionaron a las caricias de mis dedos. No cabe duda, estaba excitada y disfrutaba.

Empecé por frotar mi capullo en su coño, arriba y abajo por los labios externos, empapándolo en los flujos que empezaban a salir. Ver sus pezones duros y marcados en la camiseta me indicó que ya estaba entregada, la tenía a punto y disfrutaba.

Justo en el momento que la penetré, profundamente, con calma, se escuchó un gemido, jadeo largo y ahogado que salía de su garganta. Vi la cabeza de Fernando asomar en la puerta de la cocina ¿pasa algo? Eva dijo no fuertemente con la cabeza mientras empezaba a agitar sus caderas con mi poya dentro.

“NO Nando, no pasa nada pero búscame la crema que usa Eva para el cuerpo y tráemela” fue lo que dije mientras lo vi desaparecer de la puerta. El ruido de la TV puesta, los niños gritando y este pedazo de mujer tirada en la mesa de su cocina mientras yo me la follaba. La muestra de su entrega total fue cuando cruzó sus piernas a mi espalda y me lancé a cabalgarla con más fuerza.

“esto…aquí está su crema” escuché a Fernando nuevamente asomado a la puerta de la cocina, me la entregaba con su brazo extendido mientras no paraba de mirar la cara de Eva que se retorcía de placer con mi poya dentro.

“Gracias y vete, que no vengan los niños” le dije tomando el tarro para empezar a cabalgarla con más fuerza.

Uno de sus sonoros orgasmos coincidió con el momento de mi corrida en su coño “Otros 300 euros” dije en su oído mientras le mordía el lóbulo.

Al sacarla ella aún respiraba con fuerza estremeciéndose con los estertores de su último orgasmo.

La ayudé a incorporarse y ponerse de pie. La besé con pasión, esta vez ella no rechazó el beso, sino que colaboró y puso más pasión. Mi mano bajó a su coño, lo manipulé para dejar escapar mi corrida y sus flujos que bajaron por sus muslos. El morbo de la situación me tenía aún erecto.

La giré colocándola de cara a la encimera de la cocina, apoyada, mientras me deleitaba con sus hermosos muslos brillantes del sudor y las corridas, sus duras nalgas, el prieto culo cuyas nalgas separaba con mis manos para ver su ano. Tomé la crema que me trajo Fernando y, tras pensármelo un poco, la dejé caer al suelo para no usarla.

Mi poya dura como piedra, llena de sus flujos pedía a gritos romper aquel culo, el culo de mi casera. Apoyé el capullo en su ano y, en un solo movimiento, lento y seguido, vi como mi poya entraba en aquel hermoso culo, el culo de Eva, mi casera.

Su tensión me dejó ver lo inexplorado en ella, me di cuenta que Fernando como marido u otro hombre como tal, desconocían el calor y tacto de este ano.

Cuando ella me dio muestras de su aceptación, empecé a follarla, lentamente al principio, fuerte y salvajemente cuando sus gritos y orgasmos me lo pidieron.

Tuve la mejor corrida de la tarde en sus intestinos, corrida larga y profunda mientras Eva de deshacía en una cadena de orgasmos.

“Los últimos 300 euros” Dije mientras me salía de ella.

Desmadejada la ayudé a colocarse el pantalón y sentarse en la butaca. Me vestí mientras la miraba. Antes de salir tomé su cara en mis manos y le di otro largo y profundo beso “la deuda está saldada y que Fernando venga el lunes a la oficina”

Dicho esto salí de la casa sin mirar atrás. Al entrar en el coche pensé para mis adentros, “dios, que mujer, su marido ahora en mis manos, ella demostró su entrega…creo que sacaré beneficios de esto”

Lo que ha pasado desde entonces ya los lo contaré en otros relatos.