Mi Carmen

Una hija con una discapacidad motora pide ayuda a su padre para experimentar la sexualidad

Hace tiempo conocí a una chica con la cual tuve varios encuentros sexuales y a acabamos forjando una buena amistad de confianza donde pude conocer esta historia, la cual relataré desde el punto de vista del padre de ésta, el cual también tuvo la oportunidad de unirse a nuestras confidencias.

En la actualidad nuestra protagonista tiene 35 años y su padre 62. Ella a consecuencia de una mala praxis durante su nacimiento padece parálisis parcial, afecta a sus manos y  piernas por lo cual se mueve en silla de ruedas, su rostro también resultó afectado pero aún así goza de una belleza inusual, al igual que su inteligencia. Su padre, Moisés, es cirujano, enviudó joven cuando Carmen, su única hija, tenía sólo cuatro añitos. Salvo algún escarceo de vez en cuando o alguna conferencia médica a la cual era acompañado por su secretaria Lourdes, una muchacha joven y de pocos escrúpulos para poder seguir manteniendo un estilo de vida que Moisés gustosamente patrocinaba.

Carmen tenía 19 años, había sido educada en la seguridad de su hogar por un equipo de maestros los cuales trataban con condescendencia a esa niña impedida, después de su educación elemental y secundaria, cursaba una licenciatura en Bellas Artes a través de una universidad a distancia. Nunca su entorno fue alterado, disfrutaba de interminables lecturas, había expuesto alguna de sus obras pero carecía de experiencias en su vida la cual había transcurrido en una burbuja alejada de todo.

Era un jueves noche, después de cenar invité a Carmen a ver una película en el salón, con mucho cuidado la acomodé en el sofá junto a mí y la estreché entre mis brazos, como una de tantas noches  de cine de las cuales disfrutábamos juntos. En un momento determinado hubo una escena bastante explícita donde la protagonista se masturbaba en su cama con un cojín entre sus piernas, ella miraba impresionada la pantalla hasta que ésta cayó en un sobreactuado orgasmo, el resto del film permaneció callada, al terminar, me miró y preguntó;

-¿Qué le sucedía a la chica de la película?

-¿A qué te refieres?

-Cuando la almohada,¿ por qué gritaba?

En ese preciso momento fui consciente por primera vez que toda esa vida de sobreprotección le había privado de experiencias y conocimientos no académicos, tragué saliva, sentí una presión fortísima en mis sienes y procedí a explicarle lo que su curiosidad le pedía saber.

Conocía las relaciones sexuales, la teoría a través de los libros de ciencias naturales pero nunca había escuchado hablar de la masturbación o el orgasmo.

Tras la explicación quedó ojiplática cruzamos unas pocas palabras más de conversación banal y nos dirigimos cada uno a su cama. Esa noche la cuidadora de Carmen tenía su día libre, así que yo le acompañé a su cuarto, le ayudé a acostarse y yo me fui al dormitorio contiguo donde normalmente duerme su asistente.

Esa noche escuché ruidos en su cama, se movía, se quejaba, resoplaba…, finalmente se durmió. En mi cabeza todo daba vueltas, el sentimiento de culpabilidad me atormentaba, ella había vivido un completo aislamiento aunque tenía todos los medios a su disposición le había faltado adquirir experiencias, amigos, novios …. Tras una noche eterna logré conciliar el sueño, el cual me pareció solo unos minutos cuando sonó el despertador.

El viernes me había tomado el día libre, Julia, la asistente de Carmen no volvía hasta el sábado por la mañana, por lo tanto normalmente ese día lo ocupábamos en comer porquerías, ver tele y procrastinar.

Al entrar en la habitación mi sorpresa fue encontrar a mi hija dormida con un cojín entre las piernas, por lo tanto asocié sus ruidos de la noche anterior a la frustración de no encontrar el placer que la protagonista de la película tuvo.

La desperté con los mimos habituales, mientras ella se desperezaba observé su cuerpo el cual había pasado inadvertido todos estos años; su largo cabello negro y ondulado, su rostro dulce, sus grandes ojos castaños, su pequeña nariz respingona y una boquita con forma de fresa; era increíblemente preciosa.

Procedí a ayudarle a cambiarse el pijama, por primera vez observe sus senos, grandes, redondos…, me preguntaba cómo serían sus pezones. Su vientre aunque no era plano tenía una tripita sexy, un ombliguito precioso, sus caderas anchas daban lugar a un culo grande el cuál pasaba desapercibido al pasar su vida encadenada a esa silla que necesitaba para poder moverse.

Ya estando ella lista, nos fuimos a la cocina a tomarnos un maravilloso desayuno que pondrían las arterias de más de uno a prueba.

-       ¿Papi??

-       Dime cielo

-       Necesito ayuda

-       …ayuda? ¿Con qué?

-       Quiero tener un orgasmo y yo sola no puedo, ¿podrías ayudarme?

-       Bueno cielo, me pones en una tesitura un tanto peliaguda pero intentaré buscar una solución.

-       Gracias papi

En ese momento, vi como una lágrima resbalaba por su mejilla y sentí como algo se rompía dentro de mí. Cuando ella se dirigió a estudiar yo fui a mi ordenador y empecé a buscar información sobre asistencia sexual a discapacitados con resultados desalentadores, puesto que en España en esos años sólo estaban dirigidos a hombres y asistidos por prostitutas. Leí algunos artículos específicos buscando información, y pedí a una tienda online algunos artículos eróticos que nos podían servir de ayuda para la gran empresa que me habían confiado.

El resto del día transcurrió con aparente normalidad aunque mi cabeza iba a mil pensando en lo que iba a suceder. Por la tarde, volví a hablar con ella del tema, le pregunté si estaba segura, a lo que ella respondió afirmativamente.

Le acompañé a mi dormitorio ya que en mi cama tendríamos más espacio, le ayudé a desvestirse, dejándole en ropa interior.

Así acostada, tomé su mano derecha y con ella fui acariciando sus pechos, bordeando su contorno, apretándolos… su respiración empezó a agitarse, cerraba los ojos y expiraba unos deliciosos gemidos. Agradecí estar vestido pues mi pene empezaba a despertar y bajo ningún concepto quería hacerle sentir violenta.

Con su mano deslicé hasta el bajo vientre, dejé que acariciara su vulva sobre las braguitas, enseguida pude ver como la humedad evidenciaba su excitación, sus gemidos iban a más, se retorcía en sí misma. Con cuidado bajé sus braguitas y le pedí que abriera sus piernas; ahí estaba su vulva virginal, una capa de fino vello oscuro cubría sus labios mayores, los menores rosados y su botoncito delicado, ahí debíamos llegar.

Otra vez, con su mano la coloqué con su dedo corazón sobre su clitoris, y suavemente le fui indicando cómo mover su dedo estimular, su respiración empezó a alcanzar el punto álgido

-       Paaaapi, paaaaaaapi me hago pipí

-       No cielo, tranquila te está llegando, déjate ir

-       Oooohh aaassh ooh oh oh

Mi niña estaba entrando en su orgasmo yo tenía la polla prisionera en mi pantalón y sin poder evitarlo la besé, metí mi lengua en su boca y sentí como su gemido vibraba dentro de mi garganta.

-       Cielos papá, esto es increíble, no hay nada mejor que esto

-       Jajajaja… bueno puede mejorar

-       ¿En serio papi? …. ¿me ayudarás?

-       Te ayudaré princesa