Mi camino a la sumisión

Todo empezó cuando yo tenía 19 años. Mi compañera era preciosa, con aquella ropa sexy de cuero... un día me vestí con sus ropas; comenzó mi travestismo.

Mi historia empieza cuando yo tenía 19 años. Vivía en un piso compartido en Barcelona y tenía una compañera de piso muy atractiva, que además vestía muy provocativa. Un día cuando ella no estaba entré en su habitación y me hice con algunas de sus ropas de cuero que tanto me excitaban; me puse una minifalda de cuero negro, y también su chaqueta de cuero negro. Me excité. Fui al pasillo donde teníamos un gran espejo a contemplarme todo mi cuerpo entero; me gustó, y empecé a hacer posturitas ante el espejo. Me ponía las manos en la cadera como si fuera una modelo, me daba la vuelta y giraba la cabeza para ver mi culo enfundado en cuero en el espejo. Luego me puse a hacer miradas y gestos obscenos, chupándome el dedo y cosas así… . Estaba muy excitado, y el corazón me iba a mil por el miedo a que ella o alguien entrase y me encontrara así vestido. Estuve un rato así vestido, me tumbé a mi cama y me acaricié todo el cuerpo (qué hermoso es el tacto del cuero, ¿verdad?).

Esto lo hice alguna otra vez a lo largo de aquél año, aunque me avergonzaba de mí cuando se me pasaba la calentura. Por aquél entonces todavía vivía muy reprimido. Entonces no lo sabía pero con el tiempo me he dado cuenta de que al ver una chica guapa, sexy, no solo tengo ganas de poseerla como pasa normalmente, sino que además y sobretodo, lo que sentía era envidia. Sí, supongo que de ahí viene esa voluntad y esa vena transformista mía. Me encantan las mujeres, las adoro, y lo haría todo por una mujer, y las admiro y me gustaría ser como ellas. Por eso me gusta vestir de chica sexy. Aunque por entonces esos deslices transformistas para mí no eran más que una aberración que debía sofocar y eliminar. El tiempo ha puesto las cosas en su sitio: no puedo –y ahora ya no quiero- acabar con esa parte de mí.

Los años siguientes seguí vistiéndome de chica, aunque solo muy de vez en cuando, siempre como un desliz, pero un desliz que se ha visto inevitable. Así pues también utilicé prendas de otra compañera de piso que tuve más adelante, y también de mi madre cuando iba a su casa y ella se ausentaba. En ambos casos, pero, no disponía de ropa sexy como en el caso de mi primera compañera de piso… . A pesar de todo volví a sentir la emoción de llevar faldas aunque fueran largas y en absoluto sexys. Y sentí también aquél temor a ser descubierto, mucho más fuerte que en el primer caso, y sobretodo en casa de mis padres. ¡Sería un escándalo si me pillaran! Y una vergüenza horrible…! Pero las practicas transformistas siguieron y se hicieron cada vez más completas y más seguidas en casa de mis padres. Y además tuve el placer de ponerme unas botas de tacón alto y caña alta. ¡Me encantan las botas! Ahora que ya lo tengo tan asumido paso horas de tienda en tienda mirándolas… . En fin, las botas de mi madre no eran en plan putón, eran elegantes y discretas, pero por lo menos pude empezar a practicar con tacones. Me excita muchísimo andar con tacones y ponerme botas, sobretodo de caña alta y con altos tacones. Así que empecé a utilizar las botas regularmente, a conciencia, con el fin de estar preparado… . ¿Preparado? ¿Para qué?!! Era evidente que empezaba a ver claro que más tarde o más temprano destaparía mi vena transformista. Fue entonces cuando me aficioné a leer relatos eróticos, y me di cuenta que siempre me miraba los de dominación porque eran los que más me excitaban (y yo me imaginaba siempre en la piel del sumiso de turno). Así pues a través de relatos y páginas web me adentré en el mundo de la dominación. Concretamente me volví asiduo de las páginas de dominación femenina, y siempre me ponía los vídeos de femdom, con chicos humillados y utilizados por Amas. Sí, estaba claro, yo llevaba la sumisión en mis venas.

Llegó un día que, después de tanto tiempo viendo páginas de dominación, ya no pude más, así que empecé a relacionarme con Amas, a través de Internet y a través del teléfono. Era un paso después de años de timidez, de ocultarme a mi mismo mis sentimientos y mi alma esencialmente sumisa. Me encantaba que me llamaran puta, zorra, guarra, mariconazo… me ponía muy cachondo. Y me excitaba muchísimo el echo de entregarse enteramente a los caprichos de otra persona. Pero todo fue muy lentamente, paso a paso, poco a poco. Las primeras veces obedecía en algunas cosas, y en otras no. Por teléfono o por Internet (sin cam) no podían saber si realmente hacía todo lo que me ordenaban. Y no lo hacía todo, todavía había muchos tabúes que derribar, todavía no tenía las cosas claras. Solo contactaba para excitarme un rato, luego me pajeaba, y punto. Sí que me ponía a cuatro patas, ladraba, y esas cosas, pero todavía había cosas que no hacía. Pero poco a poco me dejé llevar un poco más, y empecé a meterme un dedo en el culo, más adelante dos, lápices, y otros objetos de forma más o menos circular, cada vez más gruesos. Primero me dolía mucho, pero me acostumbré y llegué a disfrutar de los masajes y penetraciones anales. Y entonces, de nuevo vinieron las dudas, puesto que yo era hetero desde siempre y lo tenía muy claro. ¿Disfrutar del sexo anal significaba ser gay? No lo dudé ni un instante: no soy gay, ¡las mujeres me gustan con locura! Pero… ¿entonces? ¿Seré bisexual…? Es una duda que tuve entonces y todavía tengo.

Un día estuve a punto de dar un paso más en mi "liberación" como sumiso. Había un anuncio en el diario que decía más o menos así: "Eres un hombre, pero a veces te gusta sentirte mujer", y era una chica que quería feminizar a un chico. Llamé. Concertamos una cita para dentro de unas horas, me dio su dirección. Me pidió mi nombre: "Juan"; y ella me contestó: "a partir de ahora te llamaras Juana". Y me gustó. "¿Cómo te llamas?"; "Juana", contesté, orgullosa. Luego me fui a dar una vuelta. Estaba muy cachondo. Al cabo de poco, cuando estaba en un semáforo esperando para cruzar, me sonó el móvil. Era ella.

  • Oye, antes hemos hablado por teléfono, ¿verdad?

  • Sí.

  • Te dije que te llamabas Juana, ¿verdad?

  • Sí –respondí, mientras me ponía rojo y un escalofrío me recorría el cuerpo. Al lado tenía un montón de gente. "Espero que no hayan oído", pensé.

  • Pues ya puedes venir ahora mismo, que ya estoy en casa.

  • De acuerdo.

  • ¿Cómo te llamas, putita?

  • Juana –contesté, ahora sí más rojo que un tomate y deseando que no hubiera captado nadie nuestra conversación. Pero la situación me puso muy cachondo.

  • Bien Juana, hasta ahora.

  • Hasta ahora. Ciao.

Fui andando hacia su casa, unos veinte minutos andando. Pero cuando estuve allí, en el portal, ante el interfono, no tuve valor. Tenía mucho miedo de la cosa trascendiese. Eso es, creo, lo que más temo: que alguien se enteré de estos vicios inconfesables míos. Le mande un sms diciendo que me había rajado, pero le dejé claro que había ido: le hablé del estanco que había en los bajos del bloque. Ella insistió un poco, pero al final todo quedó en nada, y hoy me arrepiento. Todavía no estaba maduro.

Unas semanas más tarde habría el cambio radical en mi situación como sumiso; por fin me acepté como sumiso. Llegaba a mi piso de madrugada, muy cachondo y bebido, y llamé a una línea 806 donde llamaba a veces para hablar con Amas. Esta vez me pusieron con una Ama muy dura, amante del dolor como no había contactado nunca con ninguna. Subí al tejado del edificio (comunitario), para que mis compañeros de piso no pudieran oírnos. Aquí de nuevo sentí ese miedo a ser pillado, ya que el tejado era comunitario y quizás me habían oído subir, y también podían verme y oírme desde los edificios vecinos.

  • ¿Llevas cinturón?

  • Sí, Ama.

  • Sácatelo.

  • Sí, Ama.

  • Ahora desabróchate los pantalones y bájatelos. Los calzoncillos también, quiero tu culo al aire. –Yo hacía todo lo que me ordenaba sin oponerme ni plantearme la posibilidad de no hacerlo, a pesar de que Ella no podía verme- . –Ahora ponte de rodillas y empieza a azotarte el culo con el cinturón. Ambas nalgas. ¡Venga!

Lo hice sin rechistar. Quizá era la borrachera, pero no se me pasó por la cabeza no hacerle caso. Me ponía muy cachondo entregarme totalmente a una Ama, sin engaños por fin. Yo soy muy gallina y el dolor me aterra, en realidad mis prácticas habituales eran de tipo transformista, fetichista, de humillación verbal… pero no quería una sumisión con dolor ni marcas. Y en cambio ahora me estaba entregando. Me azoté muchísimo el culo, "Más fuerte!!" gritaba ella cada vez que bajaba el ritmo por cansancio y el dolor. Me hizo contar los azotes, lo cuál fue más humillante. O sea, mejor. Acabé con el culo bien rojo y lleno de marcas. No podía ni sentarme y tenía que dormir de lado o de boca abajo. Pero estaba feliz. Por fin me había entregado absolutamente. Había cruzado el umbral: un gran cambio.

Un buen tiempo más tarde, llamé de nuevo al 806, como hacía muchas veces. Ya estaba acostumbrado al rol de sumiso, y a llamar cuando estaba muy cachondo y podía hacerlo. Con el tiempo he visto que es la sumisión la mayor satisfacción que encuentro para mis fantasías sexuales. El sexo en sí es aburrido. La sumisión tiene mucho juego y mucho morbo, y hace ya muchísimo tiempo que todos mis sueños eróticos tratan de la sumisión. (Hace ya casi seis años de mis primeros pasos como transformista, vistiendo los cueros de mi compañera de piso.) Aquél día, pues, llamé de nuevo al 806. Estaba muy cachondo. Me pusieron con Ama Michelle. Fue una gran suerte. Nunca había hablado con ella antes, y me lo había perdido. ¿Cómo he podido vivir tanto tiempo sin ella? Es… magnífica, no hay palabras para hablar de Ama Michelle. Tuvimos una sesión y conectamos muy bien. Yo me entregué totalmente a sus deseos. Ya había quedado atrás el tiempo en el que no seguía todas las órdenes de las Amas. Desde la sesión en que me azoté sin tregua con el cinturón las cosas habían cambiado. Ahora la sumisión era absoluta.

La sesión fue una maravilla, Ama Michelle sabía encontrar siempre el tono adecuado. Dura a veces, sensual otras. Es maravillosa.

  • ¿Volverás a llamarme? –preguntó con su voz sensual al acabar nuestra sesión.

  • Sí, Ama –contesté sin pensarlo siquiera.

  • ¿Cuándo?

  • Cuando Usted ordene, Ama –respondí, metido plenamente en mi rol.

  • Dentro de una hora.

  • De acuerdo, Ama.

  • ¿De veras me llamarás? –preguntó, escéptica.

  • Sí, Ama.

  • Hasta luego, puta.

Y colgó. Me quedé muy cachondo y con ganas de llamar inmediatamente. Aquella hora se hizo eterna y fui incapaz de hacer nada. Simplemente esperé. Y finalmente pasó la hora y llamé otra vez. Pedí que me pusieran con Ama Michelle, de parte de Juan. Se sorprendió de que llamara otra vez. Supongo que mucha gente llama solo para pasar un rato, para pasar el calentón, y la mayoría de veces no hacen ni caso de las ordenes de sus Amas. Como yo hacía antes. En el fondo es normal, uno empieza tanteando, negando su faceta sumisa (no aceptada socialmente). En fin. Yo ya había cruzado el umbral de las dudas y los temores y me entregaba totalmente. Y era maravilloso. La segunda sesión con Ama Michelle fue estupenda. Como la primera, y como todas las que seguirían. Esta vez cumplí con algo que no había hecho nunca: ir a la ducha y meterme la "manguera" de la ducha por el culo. Me llené el culo de agua. Me gustó. Al salir de la ducha tenía el culo lleno de agua y me senté en el WC; empecé a "mear" por el culo, por primera vez en mi vida. Y me gustó muchísimo. En fin, esta segunda sesión con Ama Michelle fue maravillosa, con humillaciones y también azotes en el culo con la palma de la mano, hasta dejarme el culo rojo, contando los azotes; el dolor, pero, nunca llegó al de aquella sesión con el cinturón, ni tampoco dejó marcas. Al terminar se repitió la conversación con la que habíamos cerrado la anterior llamada:

  • ¿Volverás a llamarme?

  • Sí, Ama.

  • ¿Cuándo?

  • Cuando Usted ordene, Ama.

  • Dentro de una hora.

  • De acuerdo, Ama.

Y colgó. Y de nuevo pasé una hora interminable, muy cachondo. Pasada la hora me sentí liberado: "¿Puede ponerme con Ama Michelle? De parte de Juan", y al cabo de un momento la voz de ella. Y una nueva sesión inolvidable. Amo a Ama Michelle! Lo haría todo por ella! Al finalizar la sesión quedamos para el día siguiente. Y sí, los días siguientes la llame cada día. Y fuimos conociéndonos más y más, aunque conectábamos de inmediato perfectamente. Ella es una gran Ama y sabe en cada momento que puede exigir, sabía que estaba iniciándome y ella me ayudaba mucho. Mi entrega era total. A pesar de que me asusta el dolor, consigue que me ponga pinzas, por ejemplo. En los genitales le digo que no, y ella acepta. Por lo menos de momento. Los dos nos sentimos a gusto con el otro. Por lo menos yo; pero juraría que ella también, me lo transmite, lo noto. Me ofrece también su pis y yo lo acepto, y me excito; "traga todo mi pis putita". "Sí… mmmm…." De momento solo puedo imaginarlo, pero sé que algún día estaré ante ella y me lo tragaré.

-¿Te gusta el escato?

  • Nunca lo he probado, Ama.

  • Pero lo harías por tu Ama, ¿verdad? ¿Comerías mi caquita, verdad? –contesta ella con su voz dulce y sensual, atractiva, irresistible.

  • Sí, Ama –contesto convencido, casi gritando, eufórico, cachondo, sin siquiera dudarlo. Ahora ya sé que haría cualquier cosa por Ama Michelle. La adoro. La amo.

Mi relación con Ama Michelle era maravillosa. Es una Ama fantástica, estoy orgulloso de ser uno de sus sumisos fieles, de que cuando la llamo me reconozca por mi nombre, y que se acuerde de nuestra sesión anterior.

Un fin de semana no pude llamarla, y lo sentí muchísimo. La echaba de menos. El lunes decidí ir de compras; Ella me había pedido que me comprara ropa, quería feminizarme, convertirme en su puta. Y yo estaba encantado. Compré una falda de cuero negro, lástima que era larga; pero es lo que había. Me llega justo debajo de las rodillas. Me gustaría más una mini, como la de mi compañera de piso en mis inicios. En fin, muchas veces la doblo de forma que quede como una mini, pero es una solución pasajera. Después compré unas medias de rejillas, y de allí fui a una tienda donde compre un conjunto de tanga y sujetador rojo. Finalmente me compré unas botas negras, de talón alto, acabadas un poco puntiagudas. Muy bonitas; lástima que sean de caña baja: las prefiero de caña alta, son más sexys. En fin, de momento está bien. ¡Por fin tengo mis propias botas! Por lo menos me sirven para practicar con los tacones. ¡Me encantan las botas, las tendría a montones! Soy muy fetichista, ya lo veis. Por casa, cuando sé que no va a venir nadie, me visto siempre con mi ropa femenina, sobretodo con las botas, así me voy acostumbrando a los tacones. Ando por el pasillo, moviendo las caderas, como si fuera una modelo o una puta. Me excita hacerlo. Intento imaginarme como una chica hermosa. También hago las tareas de la casa vestido así. Lavar los platos, barrer, fregar… . Y me encanta, me pone muy cachondo. Una de mis fantasías es ser una chacha, vestido de mujer y haciendo las tareas del hogar de alguien. Me excita. Me excita mucho lavar los platos encima de esos tacones. Me siento más femenina.

El caso es que volví de mis compras muy contento, me vestí con mi ropa y mis botas, y llamé a Ama Michelle. Pero… ¡putada! Tenía el día libre. Al día siguiente sí que pude contactar con ella de nuevo y le conté todo lo que había comprado. Después de una magnífica sesión, como todas las sesiones con Ama Michelle, salí a comprar. Ella me había pedido que comprara una peluca, y la compré. Después pasé por un sex shop a comprar un vibrador, bastante grande para mi culito todavía poco "trabajado". Los días siguieron y las sesiones con Ama Michelle, ahora con más ropa y un magnífico vibrador. Ella me hacía follar el culo con el vibrador y yo lo gozaba con locura. Pero, eso sí, me costaba metérmelo al principio, hasta que ya mi culo se acostumbraba.

  • ¡Venga, muévelo! ¡Hasta el fondo, zorra! ¡Venga puta, venga! ¿Eres muy guarra, verdad, puta? ¿Te gusta que te follen el culo eh zorra?!

Y yo jadeando, dejando escapar unos "sí" desesperados, gozando mucho.

  • Sí, claro que te gusta, zorra! Eres una buena zorra, ¿verdad? ¿Te gusta comer pollas, zorra? ¡Sácate el vibrador del culo y chúpalo hasta el fondo! ¡Venga puta, chúpalo bien!

Y yo loco, penetrándome, chupando… gozando, gozando muchísimo.

  • ¡Métetelo en el culo de nuevo, puta! ¡Hasta el fondo! ¡Venga, quiero oírte gozar, zorra!

¡Joder que sí me oía gozar! Todo el barrio tenía que oír mis gritos de placer… .

  • Me gustaría tenerte delante, puta, y ver como te follan este culito

  • Sí, Ama, a mí también me gustaría tener una sesión en vivo. –Era verdad, lo deseaba.

  • Me gustaría ver como mis sumisos te follan el culo y como les comes la polla, ¿te gustaría, verdad, guarra? Te gustaría que te follaran el culo, y comer polla

  • Sí, Ama, sí, lo deseo…! –grité entre gemidos. En esos momentos tenía realmente ganas de hacerlo, aunque nunca he tenido relaciones homosexuales ni intención de tenerlas. Pero… ¿estoy cambiando? ¿Soy realmente bisexual? ¿Me gustaría tener relaciones con tíos…?

  • Algún día te voy a dar esta oportunidad, puta.

  • ¿Cuándo? –pregunté, dejando ya de jadear y de joderme el culo…-. Podemos quedar ya.

  • No. Todavía no estás preparado. Te cuesta mucho meterte el vibrador, todavía. Tu culo tiene trabajo que hacer todavía. –Y tenía razón. Y añadió, también con razón… -¿Recuerdas la sesión de ayer? Te corriste. No pudiste aguantar y te corriste. Todo esto te lo permito ahora, pero cuando estés ante mi presencia esto no te lo permitiré.

-Sí, Ama. –Muy a mi pesar, tenía razón.

A fecha de hoy hace dos semanas que no hablo con Ama Michelle. La echo mucho de menos. Pero espero que sea pasajero. Ahora mismo me encuentro sin trabajo y sin paro, y las últimas facturas de teléfono fueron astronómicas. Pero no me importa. Sé que es el número 806, el de Ama Michelle, el responsable, y no me importa. Por ella, si hace falta me arruino pero no puedo pasar sin ella. Estos quince días están siendo muy agobiantes sin ella. Estoy pelado, he tenido que pedir dinero a mis padres y estoy buscando trabajo desesperadamente. Ahora no tengo dinero para llamar a Ama Michelle, ni para cumplir uno de mis grandes sueños: comprarme botas, por lo menos dos pares, y de caña alta. Y comprar ropa sexy de chica. Pero ahora no puede ser. Las últimas veces que hablé con Ama Michelle estábamos muy bien, ella muy contenta con mis progresos. Estábamos mejorando mi nivel, yo ya veía cerca el día en que estaría ante ella. Pero este descalabro me ha cortado. Y yo necesito la sumisión, es parte importante de mi vida. Tengo mono de sumisión.

El sábado pasado estuve paseando por la ciudad. Debajo de mis pantalones de chico llevaba el tanga y las medias. Últimamente lo hago a menudo, me lo pongo para ir a todas partes. Me excita, ir a la compra o quedar con los amigos, y yo en tanga y con medias. El caso es que el sábado, de pronto sentí la necesidad de ir allí donde vivía aquella chica que un día quiso feminizarme, y yo al final me rajé. No sabía la dirección exacta, pero reconocí el estanco en los bajos del edificio. No recordaba la dirección exacta, recordaba solo que era en el Entresuelo. El edificio tenía dos entresuelos, así que tuve que picar a los dos. Pero en ninguno de los dos contestó nadie. Fui al bar de enfrente a tomar una cerveza. Luego volví a llamar, y nada. Di la vuelta a la manzana, estuve mirando por las tiendas de al lado –en una había una mini preciosa-, matando el rato y de vez en cuando llamando. Pero sin resultado. Me puse a la esquina de enfrente, mirando la entrada. Justo a mi lado una mulata preciosa, con unas hermosas botas de tacón y caña alta, estaba llamando en un teléfono público. Salió y se puso a mi lado. Yo la miraba de reojo, sobretodo las botas, y también su bonito cuerpo, sus grandes pechos. Me habría encantado liarme con ella, arrodillarme a sus pies, lamer sus botas. Ella debió de darse cuenta, ya que me habló. Dijo que hacía poco que había llegado a la ciudad, no conocía nada y estaba esperando a su prima, pero no podía contactar con ella. Sumiso, le dejé mi móvil para llamar. Pero al final mi fantasía se quedó en nada, ella se metió en el bar con su prima y otra chica, y yo di otra vuelta a la manzana. Después de hora y media me rendí y volví a casa. Al final aquella noche salí y me emborrache tanto que apenas recuerdo donde estuve y que hice.

Echo de menos a Ama Michelle. Ayer estuve recordando toda mi historia como sumiso y empecé a escribirla. Es esa historia que vosotros habéis estado leyendo y que ya llega a su fin. Es una historia completamente real, no hay absolutamente nada inventado en mi relato. Y aquí estoy, Juan, sumiso de 25 años, de Barcelona, sin trabajo y sin un duro –y alguna deuda-. Ayer de madrugada, me había puesto tan cachondo escribiendo y contando mi historia, que la nostalgia me pudo, y llamé a Ama Michelle. Pero no estaba. Y aquí estoy ahora, acabando de escribir esto y otra vez pensando en llamar. Pero ya es muy tarde y seguramente no la encontraré. De todas formas cuando acabé de escribir eso llamaré por si acaso. Cuándo vuelva a hablar con ella, ¿me va a aceptar después de este tiempo de silencio? ¡Eso espero! Me he dado cuenta que no puedo vivir sin ella. Estos días me he estado "trabajando" el culo, y también he seguido poniéndome las botas tanto como he podido. Me siento a punto para estar ante Ella. A ver qué será

Muchas gracias por leer mi historia. Si quieren contactar conmigo pueden hacerlo a mi dirección ayvalaostiajoder@hotmail.com