Mi café favorito es el de sus ojos, parte 1

No pierden la pasión por mucho tiempo que lleven juntos, Mina y Ele son incasables e insaciables. Le gusta el morbo, y descubrir sus cuerpos lentamente, la ropa no le dura mucho puesta.

El aroma a café recién hecho inundaba toda la cocina. No había nada que le gustara más, excepto el olor a limpio de Ele, el experto cafetero que siempre le preparaba el desayuno todas las mañanas: un vaso de zumo de naranja, una tostada con mantequilla, un café con la leche bien cremada y como no, un vaso de agua. Ele era el hombre más adorable con el que había estado en sus treinta y cuatro años, el más bueno, tierno y cariñoso. También tenía su lado salvaje del que ambos disfrutaban. Mina no le ponía pegas a Ele cuando se ponía tontorrón y buscaba su calor. En pleno verano y después de varios meses juntos no dejaban de retozar a todas horas. Desde que se habían ido a vivir juntos el sexo, las caricias y los arranques de pasión iban en aumento

, algo que nunca habían creído posible

.

¿Cuándo se aburrirían el uno del otro?

Después del coito permanecían abrazados preguntándose

esa duda existencial.

—Buenos días —dijo Mina dándole un azote en el culo respingón. Él puso cara de molestia, pero sonrió iluminando la cocina.

—Buenos días, dormilona. ¡No veas como roncabas hoy! —En realidad ya se habían dado los buenos días a su manera especial tras despertarse.

—No ronco —Mina se dejó caer sobre la mullida silla de la cocina. Había quedado satisfecha con el primer revolcón del día, sin embargo, su cuerpo le pedía más. Se sentó a lo indio colocándose el camisón de tal manera que se viera bien su bella vagina. Le gustaba dejar pelo en ella, si estaba allí por algo sería. Era rizo, negro y duro. Duro como el pene de Ele que ya venía hacia ella al verla así sentada.

—¿Qué haces? —preguntó y le sirvió la tostada sin dejar de mirar el vello púbico con el que Mina jugaba entre sus dedos.

—Nada —sonrió con picardía—,

¿qué tienes ahí? —preguntó ella señalando su miembro viril que luchaba por salir del calzón.

—¿Esto? —De un manotazo Ele agarró su pene y lo sacó de golpe frente al rostro de Mina que lo miraba con lascivia. El pene erecto rebotó en el aire varias veces. El rostro de Ele comenzaba la transformación habitual, su mirada se volvía más penetrante… Aunque tenía el café a medio preparar no dudó un instante e introdujo el pene en la deseosa boca de Mina—. ¿Quieres este desayuno, pequeña?

Mina bes

ó

el glande descubierto por completo por la excitación creciente y lo introdujo una y otra vez en su boca intercalando el ritmo. Primero despacio, acompañándose de la mano que subía y bajaba recorriendo toda la piel del pene que tanto la hacía enloquecer, después más rápido, su lengua experta se deslizaba de un lado a otro saboreando cual chupa chups de sabor a macho. Las babas comenzaban a sobrarle en la boca y escupió de manera tan guarra que notó que la polla aun crecía más en su boca convirtiendo aquello en un torrente de semen. Ele se corrió casi sin darse cuenta y Mina se rio, seguro que él querría recompensarle por esos segundos o terceros "buenos días", sin embargo, Ele se giró y siguió preparando el café como si nada, con el pene colgando.

—Menos mal que hoy es sábado y tenemos el día para nosotros, mira que hora es —dijo ahora molesto. Mina ya lo conocía y se había acostumbrado a sus salidas de tono. Al principio le había costado un poco comprenderlo. Era como si él no hubiera estado perdiendo el tiempo, si a hacer el amor tres veces en una hora se le podía llamar perder el tiempo.

—Lo hubieras pensado antes, cuando el cabecero chocaba con

la pared, por ejemplo, o cuando me pasé tu sudor por mi cuerpo desnudo, cari… —Mina se sentó debidamente y untó la mantequilla en la tostada.

—¿Te apetece ir al cine hoy? —preguntó sin añadir nada más—. Estrenan una película de terror, no me acuerdo del título.

—Genial, pero no nos podemos meter mano, ¿vale? Si no solo me pondré cachonda cuando vea fantasmas.