Mi caballo Percherón, una historia de ponyplay
Esta es una historia real, de cómo conocí a mi caballo Percherón y mis experiencias como jinete de ponyplay
He decido, en este segundo relato, contar otra de mis historias, de las muchas que podría. Es real y como comprenderéis he omitido algunos detalles personales.
Ser Amo financiero no significa vivir de los demás, ni estar pidiendo pasta continuamente, no, eso solo lo hacen los aficionados, que sinceramente, creo que poco sacan, y muchas veces lo hacen para enmascarar la prostitución; ni arruinar a nadie, ¿porque quien quiere un juguete roto?, y sinceramente nos desvirtúan muchísimo a los que lo vemos como un acto de disciplina o dominación. Se trata de un acuerdo, si, explicito o implícito, entre el amo y el esclavo o sumiso, y siempre después de haber conversado mucho y crear una fuerte confianza o vinculo.
No es la cantidad, es el acto en sí.
Normalmente no tengo sexo con mis esclavos, es lo primero que observo cuando alguno me contacta, si antes de la tercera frase habla de sexo… está claro, ¡fuera sin miramientos!. No solo porque no son dignos de merecerme ni están a mi altura, aunque soy homosexual, siempre intento separar esos términos, o novio o esclavo. También porque un autentico esclavo o sumiso da prioridad a la dominación o fetichismo, y poco se habla de dinero.
Hay dos tipos de esclavos o sumisos que son los que me atraen, por un lado, el esclavo o sumiso financiero clásico, que al fin y al cabo son personas de cualquier ámbito social, a las que les excita ceder o perder el control económico de su dinero y que lo tome su amo o señor. Todo eso, normalmente, sumado con una dosis de admiración y adoración hacia un amo que se impone con carácter y una fuerte personalidad y firmeza, que les hace sentirse inferiores y la necesidad de humillarse aún más ante ellos.
Ojo, cuando hablo de excitación, no penséis que es solo física o sexual, hay personas que pueden tener orgasmos mentales, por llamarlos de alguna manera, que supera a los otros y con creces. Esas personas son las que me gustan.
El otro tipo son los fetichistas, estos, reconozco que son mi debilidad. No os imagináis el poder que puedes tener sobre ellos, sobre todo cuando consigues que se abran a ti, y te expliquen bien lo que sienten y les excita, y te den el control o te conviertan en su objeto de adoración.
Me encanta hablar con ellos, y ellas también si, muchos se avergüenzan o les cuesta reconocerlo, pero gracias a las redes sociales e internet, se puede conversar de estos temas con total anonimato y eso es fabuloso. He aprendido mucho y espero seguir haciéndolo. Además, puedes contactar con personas afines o alguien que te ayude a desarrollarlo y/o hacerlo realidad, como yo.
Mi historia de hoy, va de uno de esos fetichistas, con el cual sigo en contacto, ya no presencialmente, y del que me siento muy orgulloso. Que sepáis que lo he comentado con el y me ha dado su aprobación, y me pidió que os dijera que esperaba que os gustase. ¡Como soy un Amo de palabra, eso esta echo!.
Pasaba por muy mala época, tendría unos 35 años, y como comenté en mi primer relato, tuve una pérdida importante en mi vida que me afecto mucho. Además, por motivos laborales, me acababa de trasladar a una ciudad de Castilla y León, y con todo el jaleo de mudanzas, sitio nuevo y gente nueva, me costó mucho superarlo, la verdad.
Como Amo Financiero, en aquellos tiempos y después de mudarme, seguí conservando a uno de mis esclavos, que vivía en Madrid y al estar relativamente cerca, me permitía ocuparme de él como era debido.
Tenía un viejo perfil en una red social muy conocida de BDSM, de la cual nunca esperé nada, sinceramente, y para animarme un poco decidí retomarla para ver cómo estaba el panorama. Decidí actualizarlo con detalle y pedirle a mi esclavo que pagara mi suscripción, porque no tengo nada que ocultar.
Tras recibir varias solicitudes de los típicos ilusos que solo te hacen perder el tiempo, vi que había alguien con un perfil prácticamente en blanco que no paraba de visitarme.
Percherón, no era exactamente este nombre de perfil, pero si relacionado con el mundo ecuestre. Creo que este le habría ido más al pelo la verdad.
Aquello me llamo rápidamente la atención, porque esos eran los perfiles que mas me gustaban. Seguro que había alguien interesante por descubrir, y bueno, por lo menos tendría una buena historia detrás. El problema siempre es que esa persona de el paso y te contacte, porque si les escribes se asustan y piensan que vas a por su dinero. Por lo general, un buen esclavo o sumiso siempre te busca y te encuentra cuando está preparado o a alcanzado un grado de madurez, no al revés.
Decidí ignorarle un poco, pero siempre vigilante. Volví a modificar mi perfil, sobre todo para quitarme de encima a los pesados y buscadores de sexo, y fue entonces cuando, por sorpresa me escribió un rácano “Hola”, que me hizo dudar la verdad, porque yo rara vez me equivoco. Le di mi mail y tras aclararle algunas cosas empezamos a empezamos a hablar por ahí.
Me escribió porque sentía mucha curiosidad por lo de que yo fuera amo financiero, a el no le iba mucho ese tema, y también porque buscaba conversar con personas fetichistas. Sentía como en sus mails, no se atrevía a contarme su secreto porque solo se interesaba por mi y mis experiencias, por su puesto yo analizaba hasta la ultima palabra.
Una vez superado el tema financiero y al coger algo de confianza, empezamos a hablar del fetichismo. Yo he tratado en persona con muchos, sobre todo de pies, zapatos, calcetines… y siempre he estado abierto a nuevas experiencias. Eso le interesaba más, mis encuentros y sesiones, hasta que en un momento dado, le pregunte por su Nick de la web, ¡Percherón!.
El me comento que era un tipo de caballo (en realidad era otro tipo), lo cual yo desconocía, entonces y dentro del contexto en el que estábamos, empecé a hablarle del ponyplay. Algo que había visto en videos y de lo que había leído algo, pero que no había practicado nunca. Le indique que no estaría mal tener un caballo a mi servicio para darme algún paseo a modo de comentario.
Entonces empezó a contarme su fetichismo. Se sentía un caballo, una bestia de carga, quería experimentar con eso, vivir como uno de ellos en una cuadra, ser domado, montado y pertenecer a un dueño. Dejar de ser una persona para ser tratado como un animal. Aquello me fascino desde el primer momento.
“Me encantaría ser tu dueño y ayudarte a conseguirlo” muy apresuradamente le dije, sin tener en cuenta que no tenia ni siquiera una casa en el campo ni ningún tipo de experiencia con caballos reales. Y mi mente empezó a revolucionarse. Además, él vivía en Madrid, estaba casado y pensé que conmigo sería imposible, por lo que me desanime un poco.
Me comento que solo lo había probado una vez y como que no había quedado muy satisfecho, porque tanto el amo como el sitio no le causaron muy buena impresión de primeras, pese a eso accedió. Todo había empezado bien, por lo visto tuvo que pararle un poco con el tema de la fusta por las marcas, hasta que intento tener sexo con él y ahí sí que se rompió la magia. Entonces se levantó, se vistió y se marchó.
Os comento, normalmente las sesiones de ponyplay entre hombres, aparte de montar al caballo a dos o cuatro patas hasta la extenuación, para lo que se requiere cierta condición física, tienen un componente violento de maltrato animal y también suelen terminar con el Amo o Jinete penetrando al caballo o pony. Este tipo de sesión no era para un fetichista como el.
Pasaron los días y fuimos creando un escenario, en mi piso claro, y un caballo, percherón, con el que fantaseábamos.
Como ya he contado antes, el vive en Madrid, está casado y tiene una vida totalmente heterosexual. Uno de esos días me conto, que por motivos de trabajo pasaba una o dos noches entre semana en la zona donde yo vivía en un hotel, motivo por el cual me contacto. La verdad es que me alegre mucho por eso, hasta que un día me propuso quedar y conocernos. Solo tomar algo y charlar un rato.
Tenía 48 años entonces, es muy alto, casi 1,90m, un cuerpo ancho y robusto, algo de tripa sí, pero gordo no, nos es que fuera muy guapo, pero imponía. Buen físico, no de gimnasio, pero para nada descuidado.
Nos vimos en un bar a ultima hora de la tarde, le note un poco nervioso, lo normal, me alivio mucho ver que era una persona educada, aseada y bien vestida. No había mucha gente, entre semana era lo habitual, y eso ayudo mucho a relajarnos. Tomamos algún pincho para cenar algo y hablamos largo y tendido entre risas. Hubo un momento, en el que recibió una llamada y salió a la calle, imagine que seria su mujer o alguien de la familia.
Cuando volvió, tuvo un detalle conmigo, “esto lo pago yo” como no podía ser de otro modo, y salimos a la puerta. Allí le dije que había sido un rato muy agradable y que me había gustado mucho, a lo que el me respondió lo mismo. Nos quedamos un poco parados en ese momento de ¿y ahora qué?... “Vivo aquí cerca, es un sitio muy discreto, si quieres estamos un rato más” le dije. El no dudo en responder que sí.
Le enseñé un poco la casa, y pasamos al salón, entonces decidí empezar a poner en practica todo lo que habíamos hablado, ya que notaba que estaba que estaba algo incomodo porque estaba excitado. Me senté y cuando el hizo el amago de sentarse también a mi lado le dije “los caballos no se sientan en los sofás”, entonces se quedo petrificado, “desnúdate y ponte a cuatro patas percherón, a partir de este momento serás mi caballo y yo tu dueño”. Rápidamente se incorporó y empezó a desnudarse, dejando entrever un enorme pene erecto con las venas muy marcadas y unos testículos muy velludos acordes a su gran tamaño.
Ahí se quedó inmóvil, mientras le acariciaba, palmeaba sus nalgas y examinaba a mi potro. Puse mi mano cerca de su nariz para que oliera a su amo. En ese primer encuentro no tenia nada de material para las sesiones, así que decidí coger el cinturón de la bata y hacer un lazo y pasárselo por el cuello. El empezó a relinchar, si, como un autentico animal, eso me gustaba mucho, estaba totalmente entregado, era mi caballo.
Decidí que daríamos un paseo por casa, le amarre en el pomo de la puerta de un dormitorio mientras fui al baño. Después, en la cocina le saque un pequeño barreño, ese seria su orinal en el caso de que necesitara hacer sus necesidades. Puse un táper en el suelo y le puse un poco de agua para que fuera su abrevadero, ni que decir tiene que me mojo todo el suelo.
De nuevo al salón, me propuse montarle, no caí ni tampoco sabía la verdad, que en esas sesiones se usaban unas rodilleras para evitar lesiones y daños del caballo, por lo que después de aquel paseo, me monte en su lomo, algo que llevaba esperando un tiempo, y no paso mucho rato hasta que me hizo un gesto de parar. Hablamos un poco lo sucedido y continúe poniendo una manta en el suelo del salón. Allí estuvo amarrado un rato mientras le acariciaba.
Coloqué unos cojines bajo sus rodillas y volví a montarle otra vez, esta vez sin movernos, me encantaba esa sensación, me relajaba muchísimo, tenia una espalda ancha y unos brazos fuertes, la tensión hacia que se le marcaran los músculos. Yo, que también soy alto, no tanto como el, y entonces pesaría unos 82 kg, dejaba caer mi peso sobre su cuerpo y podía sentir como se esforzaba por mantenerse erguido. De verdad, de los momentos de mayor placer de mi vida, sensualidad y erotismo total.
Después de un rato, al ver que sus brazos empezaban a temblar me baje, note su alivio, entonces empecé a acariciarle y darle palmadas, mientras me fijaba de reojo como caían algunas gotitas de su pene sobre la manta “buen chico, mi caballo Percherón, buen chico”.
En ese momento, se había hecho algo tarde ya y le dije la hora que era, decidí que tendríamos que terminar la sesión, con lo que se vistió y casi que un poco cortados se fue un poco casi corriendo.
Aquella noche no dormí mucho pensando en aquella situación, me había gustado mucho, y reconozco que masturbe más de una vez.
Por la mañana, sorpresa, me había escrito un mail, en el que se disculpaba pensando que yo no había disfrutado nada. Ni mucho menos le respondí, me había encantado, aún seguía excitado, pero estaba claro que había algunos temas que perfeccionar, sobre todo con el tema del material.
Sobre eso acordamos, y ahí saque mi vena de Amo financiero, que él se encargaría de pagarlo y yo lo guardaría en casa donde tendríamos las sesiones. Por lo que a la semana siguiente quedamos en vernos por la tarde en una conocida tienda de deportes con una sección de equitación. Él ya se había comprado unas rodilleras de goma en una ferretería, creo que las usan los albañiles para alicatar los suelos. Allí se abrió un nuevo mundo para los dos, lo primero en lo que me fije fue en las fustas, algo que siempre había deseado tener y aun conservo. Llenamos la cesta con varias cosas, fusta, guantes, un bocado y unas correas para el cuello, la cabeza, riendas, estribos, una manta para el lomo…
Me quede mirando unas botas maravillosas y carísimas de cuero negro que había, me dijo que me las probara para ver cómo me quedaban, en ese momento note que se había empalmado y mucho. Cuando me las quite, le mire fijamente y muy serio las metí en la cesta de la compra.
Me sorprendió que lo pagara todo sin decir nada, después le propuse tomar algo antes de ir a casa, pero como se nos haría muy tarde decidimos ir directamente allí. Antes paramos un minuto en el super por algo de cena, también para el caballo.
Cuando llegamos, descargamos todo, habíamos acordado que al entrar en casa él se desnudaría, se pondría las rodilleras y desde ese instante comenzaría la sesión. En medio del pasillo le puse una correa al cuello y le amarré a un radiador a la espera de que decidiera usarlo. Mi caballo, que siempre fue muy semental, estaba a tope como siempre.
Después me lo lleve al salón. Una de las cosas que descubrí aquel día era que le encantaba que le tocara mientras le acariciaba, por lo que yo no me corte un pelo, estaba muy orgulloso de mi caballo. Le puse el bocado y con unas correas, como pude, se lo agarre a la cabeza, no le gusto mucho y relincho un poco, pero era su destino hacerlo. Enganche las riendas. Enrolle con un par de vueltas una correa sobre su torso y coloque los estribos en los extremos, puse una manta encima y la aprete fuerte con un cinturón. Mi caballo estaba listo para ser montado.
Antes, me senté de lado sobre su lomo, tenia que ponerme mis botas, cuando me incorpore vi como las miraba. Las acerque a su nariz para que las oliera y empezó a lamerlas. Sabía que tendría esa reacción, el olor del cuero o no se el que, pero a algunas personas les excita muchísimo. Además, me pareció un bello acto de sumisión.
Botas, guantes y fusta, y mi caballo percherón preparado, sin dudarlo me monte en su lomo, mi potro estaba ansioso por que llegara ese momento, y empezamos a movernos por la casa. Estaba dispuesto aprobar su aguante, sabía que él era duro, pero debía demostrarle quien era el amo y ahí no podía fallar.
Tenía un pasillo largo, desde mi dormitorio hasta el salón, entre medias estaba la cocina, así estuvimos paseando casi 20 minutos, hasta que empecé a sentir el temblor y como sudaba. Decidí forzarlo un poco más, hasta que empezó a rehusar y entonces me bajé. Callo exhausto en medio del pasillo, le tenía donde quería, empecé a acariciarle y noté que seguía muy excitado.
Cuando recupero el aliento volví a montarlo, esta vez solo unos 5 minutos, y me llevo a la cocina donde lo desarme y lo amarre a la puerta junto a su abrevadero y sus utensilios. Mientras yo preparaba mi cena, sentí que se movía, vi como hacia sus necesidades en el barreño, termino y siguió amarrado como si nada sin inmutarse. En ese momento me di cuenta el grado de fetichismo y la intensidad de aquella situación para él. Era una guarrada sí, pero me puse muy muy contento.
En un cuenco en el suelo puse su cena, una ensalada ya cortada de lechuga y una latita de maíz dulce, sin aliñar, por encima una manzana troceada sin pelar y con las pepitas. Empezó a comer con mucha ansiedad, como un verdadero animal. Cuando terminamos de cenar le deje amarrado en una esquina en el salón, mientras veía la tele.
Pasado un rato sonó su teléfono, rápidamente me levante y cogí su pantalón para que lo cogiera del bolsillo, mientras él ni se inmutaba. Me puse muy nervioso, en ese momento me enfade mucho y le dije que, porque no lo había cogido, el me contesto que había dicho en casa que tenia una cena importante y que no me preocupara. Acordamos que siempre que sonara lo cogería.
Tras aquello y como llegaba la hora de acabar la sesión, decidí llevarlo al baño, allí le metí en el plato de ducha y con el agua casi fría le di un manguerazo, pensando que de esa manera se bajaría su erección, empecé a enjabonarlo por todas partes, incluso en sus partes. Casi sin darme cuenta eyaculo allí mismo.
Después me dijo que había estado excitado tanto tiempo que en cuanto le roce un poco no pudo evitarlo. Me disculpe porque ninguno de los dos queríamos tener sexo, pero para nada se enfadó, al contrario, después de eso acordamos que podría sacarle la leche al semental cuando el amo quisiera.
Le seque y le peine y le pedí que se vistiera, eran las 12 de la noche y era tarde.
Así pasaron las semanas, una de esas, acordamos que a partir de ese momento se quedara en casa en vez de en el hotel, el haría la compra de la cena ese día (aunque siempre me llenaba la nevera) y me esperaría a que yo llegara, desmonte en el otro dormitorio que tenia la ultima balda del armario empotrado, donde coloque una manta y allí amarrado y encerrado a modo de cuadra dormía. Para que no se tocara durante la noche, ponía unos calcetines gruesos en sus puños enrollados en cinta de embalaje.
Algunas veces, ya de cara el verano, salíamos por la noche a un descampado en medio del campo donde lo montaba a dos patas, a hombros, como los dos somos muy altos, en mi piso me daba con el techo o alguna lampara. Allí se podía galopar durante un buen rato.
Después de casi 2 años, unos meses antes de que me trasladaran, le cambiaron de zona y era muy complicado vernos. Seguimos en contacto e intentamos vernos siempre que podemos, aunque muy de vez en cuando.
Los años pasan factura, ¡eh Percherón! Jaja, he tenido que bajar la intensidad. Quiero aprovechar este relato para dedicártelo porque eres un buen caballo, me siento muy orgulloso de ti, me has dado muy buenos momentos y los que nos quedan. Recuerda “Ancha es castilla y al galope la recorreremos” jaja. 😊
Si os ha gustado y queréis compartir impresiones, comentarios, fetichismos y perversiones conmigo, yo encantado. Mi mail amosenordios@gmail.com.
Gracias, un saludo.