Mi bóxer Hugo y yo. (3)
Gema me intrigaba, su comportamiento tan liberal al principio me entusiasmó pero luego se mostró esquiva y no era por el riesgo del virus, me propuse tomar las riendas y conseguí imponer mis reglas aunque luego no demostró disgusto alguno.
La seguí con la mirada hasta que se perdió entre los árboles del jardín, Hugo me miró con esos ojos tan expresivos propios del Bulldog y me confirmó que él no tenía nada que ver con la damisela Terry, lo creí completamente y mis pensamientos me llevaron a Gema, tenía unas cuantas dudas sobre ella.
En principio su marido Miguel era una persona muy respetable, que en aquel momento se estaba jugando la vida literalmente y sacrificándose por todos nosotros al igual que Luisa, por mucho que quisiera imaginar lo que estaban pasando no me acercaba lo más mínimo, por eso cuando surgió el movimiento solidario de aplaudir a la gente que estaba haciendo todo lo posible por parar la mortandad me uní a ellos con todas mis fuerzas.
Cuando llegué a casa con Hugo ya sonaban en los balcones el aplauso de todos los vecinos de la calle, me emocioné pensando en Luisa y en Miguel, también pensé en Gema pero de otra manera bien distinta, estaba claro que la relación matrimonial no era de lo más positiva o yo me equivocaba mucho, era ella la que aprovechando la ausencia forzada de su marido y las “buenas” referencias que le dio sobre mí, le hicieron pensar en una posible aventura.
Recordé todas las conversaciones que mantuvimos, en realidad la inmensa mayoría eran de lo más inocentes pero habían detalles que me disparaban las alarmas y en eso estaba cuando sonó el teléfono, era un sonido diferente, ya lo conocía porque correspondía a las video llamadas, vi que era Luisa y me imaginé a la pobre deshecha en un caos más o menos controlado de camas y respiradores.
La realidad aparentemente no era tan dramática y me alegré, le vi los ojos detrás de aquellas gafas que parecían de submarinista, la mascarilla y el buzo blanco y hermético, me contó con ojos llorosos lo que estaba viviendo, me decía que estaban horas y horas sin descansar cuidando a enfermos que estaban convencidos que no tenían salvación y en unas condiciones en que ni podían despedirse de sus familiares.
La encontré agotada y procuré animarla, me dijo que dormían en cualquier pasillo, agotados y mal comidos, sin poder quitarse los trajes esterilizados porque no habían repuestos suficientes, yo trataba de imaginarme todo este drama cuando a su lado una puerta se abrió y se oyó una voz masculina…
- ¿Te queda mucho? Es que he podido escaparme y… ya sabes, necesito relajarme.
- Espera un momento, enseguida estoy contigo, espérame adonde tú ya sabes.
Mi angustia aumentó pues vi que no era ella sola la que estaba agobiada, eran todos, aquella voz parecía de un médico tan agotado como ella, su voz además de cansada estaba distorsionada por la mascarilla pero algo me resultó extraño, cuando el médico se despidió vi que, en un movimiento involuntario cambió el foco del teléfono y captó la imagen de aquella persona, se reafirmaba en lo que acababa de decir y para mayor realismo separó el velcro de la bragueta y sacó la polla semi dura o más que semi.
Al volverse a mí Luisa me miró desde el fondo de su pantalla protectora y con los ojos asustados me preguntó si había visto algo, de momento me pilló de sopetón y le dije que no pero me sorprendió que ella suspirara más tranquila y se despidiera con bastante prisa.
Cuando colgué me puse a pensar y miré a Hugo, el perro me demostró que era mucho más listo que yo porque miró hacia otro lado no queriendo corroborar mis sospechas.
Me duché y salí malhumorado ante la duda pero en parte lo aduje a una broma para quitar estrés en un momento dado y la llamada de Gema me terminó de distraer del tema de Luisa.
- ¡Hola “diseñador”!, ¿sabes una cosa?, no he podido esperar y llamo para confirmarte de que mañana no podré ir a nuestra “cita” diaria y ¿sabes qué? mi perra Terry me mira y con los ojos me asegura de que está preñada por Hugo, ¿no es precioso? parecen una pareja de verdad… ¡qué suerte, tener a alguien que te haga feliz!
- Hola Gema, creo que tu perra es demasiado impulsiva, si fuera una persona seguramente estaría preocupada, pues una preñez repentina no es lo más corriente del mundo y posiblemente tendría que dar alguna explicación a su entorno perruno, ¿no crees?
- Sí, claro en esto no había pensado, es que Terry es muy pasional, a veces se parece a mí, no pensamos las cosas.
- Pues creo que son cosas de lo más importantes porque tener una “camada” no es cosa que se pueda disimular, jajaja.
- ¡Qué bromista que eres Manu!, bueno, queda dicho, mañana no me esperes pero… pasado no faltaré, ya estoy impaciente.
- Vale Gema, se lo diré también a Hugo, creo que tenemos una conversación pendiente.
Cuando miré a Hugo levantó una ceja, su mirada inteligente le sobraba para expresarse, no le hacía falta hablar, él y yo cada día éramos más amigos y colegas.
Al día siguiente aprovechando que Gema no vino llamé a Luisa desde el jardín, mi secreta intención y mi excusa era enseñarle a Hugo, el perro correteaba despreocupadamente dentro del espacio acotado y yo estaba tranquilo viendo a los demás “guías” caninos.
Me sorprendió ver a Luisa cuando descolgó el teléfono, no esperaba ninguna llamada mía y no se preparó, estaba en un sitio cerrado lleno de estanterías con ropa plegada, supuse que estaría recogiendo ropa para cambiar a los enfermos pero dentro de su traje hermético la noté sofocada, se le notaban las cejas brillantes de sudor y por un momento la compadecí.
Le veía sólo hasta la cintura pero fue suficiente para distinguir unas manos enfundadas con guantes que pasaban por debajo de sus brazos y le abarcaban las tetas o por lo menos adonde estaban sus tetas, las manos evidentemente sabían adónde iban pues como yo también sabía no llevaba sujetador debajo y la tela impermeable se ceñía perfectamente a la curva de las dos tetas.
Ella hizo por zafase de aquellas manos pero el dueño de las zarpas no cedía y las amasaba impidiendo que hablara conmigo, al fin ella se volvió y le enseñó mi cara asombrada en la pantalla y aquel abusón la soltó por fin.
Cuando se volvió hacia mí me miró llorosa, le pregunté bastante molesto…
- Luisa, nos conocemos poco tiempo pero creo que lo suficiente para hacerte una pregunta… ¿Esas manos que te tocaban las tetas de quien son? Parece que por lo que me cuentas estás muy estresada pero creo que ningún enfermo lo pedirá como última voluntad…
- Lo siento Manu, no sé qué decirte, si supieras la situación, no me he cambiado desde que estoy aquí y sólo vemos caras como la mía, la verdad necesitamos seguir sintiéndonos vivos.
- Vivos si pero… eso parecía que era otra cosa.
- Sí, lo confieso, a veces estamos tan hundidos que una caricia o un…
- Un buen polvo dirás... imagino que será algún médico que has conocido ahí.
- Bueno, sí pero no te preocupes, en realidad no sé quien es…
- ¿Qué no sabes siquiera quién es?
- No, como todos vamos igual… se me arrimó, el tenía ganas y yo… también y lo hicimos, no te cuento en qué condiciones, totalmente anónimo.
- Joder Luisa, no creo que hayas follado con un tío que no sabes ni que cara tiene.
- Pues sí Manu, es cierto, sólo me abrí el pantalón igual que él y me la metió, menos mal que tomo pastillas porque se corrió al momento.
- ¡Qué noticia más buena! Yo sufriendo por si Hugo se había follado a una perra y tú pones el culo y te lo follan, porque te habrá follado el culo también ¿verdad?
- No, eso no, no le dejé y eso que insiste cada vez.
- Joder que fuerte Luisa, en fin, gracias por aclararme las ideas, estaba un poco “descentrado”.
- Lo siento Manu ¿me perdonas? Ha sido un impulso.
- Brrr, vamos a dejarlo así como está, Luisa, esto puede durar mucho y es mejor hablarlo con tranquilidad aunque no lo imaginaba de ti porque… tú vas a seguir follando, ¿no?
- ¡Es que me relaja Manu…!
- Vale, tú misma, adiós.
Hasta Hugo se percató de la conversación y me notó que estaba tan indignado que la frente me ardía, los ojos los tenía enrojecidos de furia (si me hubieran tomado la temperatura me habrían ingresado sin preguntar) .
Cuando colgué me fui a casa, Hugo no se separó de mi lado dándome su apoyo y cuando me senté en el ordenador se enrolló a mis pies para que lo sintiera cerca, busqué la foto más guarra que encontré, una actriz famosa de las páginas porno de la edad que le suponía a Gema y en una pose en la que se veía claramente todo su coño abierto.
Le cambié la cara y se la mandé por WhatsApp, nada más pulsar me arrepentí, al fin y al cabo no tenía culpa de nada y posiblemente sólo le gustaba coquetear sin más pero la sorpresa fue que al momento recibí una contestación. El sonido del pio-pio me alteró esperando una bronca monumental pero como todo comentario decía…
- Felicidades, tienes visión de rayos X.
Y a los pocos minutos volvía a sonar el pio-pio y vi que el archivo era una fotografía, la abrí y vi en un primer plano un coño que ciertamente era parecido al de mi foto y el comentario….
- Para que veas que no te engaño.
El coño estaba abierto, pues las piernas estaban tan separadas que obligatoriamente lo obligaba, se notaba que estaba sentada en una cama y sobre el coño se veía difuminado y desenfocado el vientre y las tetas de Gema que aún sin verlas con detalle estaban muy apetitosas.
Quedé helado, no sabía que decir ni que hacer pero enseguida me mandó otro preguntando qué me había parecido “su” montaje.
Ahí yo me desaté, en un momento me propuse que aquel coño iba a ser mío y por supuesto todo lo que conllevaba, me lo iba a comer y lo iba a perforar con toda la furia que era capaz.
Pero al momento recapacité y me volvió la cordura, estaba Miguel, no podía hacerle esa faena, el pobre médico sufriendo y padeciendo preocupado por su mujer… y la otra cosa era el problema del confinamiento, no tenía hasta ahora otra excusa que la de sacar al perro, la policía estaba muy atenta a cualquier movimiento de personas y aunque yo vivía sólo, estaba el peligro del contagio, me preocupaba por mi pero también ella y su marido o su familia, decididamente era todo un problema.
No quise contestar de momento y dejé el teléfono lejos de mí pero mientras me hacía la cena no dejaba de sonar el pitido, Hugo gruñía cada vez que sonaba, parecía que sabía quién era y no estaba de acuerdo, cuando terminé de cenar me fui a dormir pero la curiosidad me pudo y abrí las llamadas, una colección de fotos llenaba la pantalla, en ella estaban las tetas, juntas, una a una, de perfil, de frente desde abajo, con el pezón mojado de saliva, la areola roja de pellizcos y hasta las dos apretadas haciendo un canalillo que me volvía loco.
No quise contestarle pero tampoco quise ignorarla, como toda respuesta saqué la polla y la dejé sobre la sábana, a su lado puse el reloj de pulsera para que tuviera referencia del tamaño y le hice una foto cuando le había sacado brillo y estaba roja y hinchada, le mandé la foto, apagué el móvil y me acosté.
Por la mañana tenía casi bloqueado el teléfono de llamadas y mensajes, no los abrí pero había uno que me apeteció, era de Olga y la llamé, me recriminó que no le contestara, me dijo que por la noche me había llamado sin parar, me dijo que tenía un “problema” y que yo tenía la solución.
Su problema ya lo conocía, estaba cachonda y quería que tuviéramos sexo virtual, a mi me gustaba follar con ella en cualquier formato pero en directo era una verdadera fiera, por teléfono le ponía voluntad pero no era lo mismo, aunque la vez que lo hicimos nos corrimos los dos como locos.
Le pedí disculpas y le mentí diciéndole que estaba cargando el móvil pero la verdad es que no hubiera sido buena idea follarla por teléfono con las llamadas de Gema martilleando a cada momento.
A partir de entonces empecé a pensar algún modo de por lo menos obligarle a Gema a que me hiciera una mamada aunque fuera en púbico, siempre me había dado morbo pero no me atreví nunca y no sabía si ella estaría dispuesta, de camino al jardín fui buscando sitios adecuados, el parque era muy grande y árboles frondosos no faltaban pero el miedo a que desde lejos algún poli nos viera no me seducía.
Cuando la vi venir de lejos ya supe que venía dispuesta a hacerme pasar un “mal” rato o bueno, según se mire, llevaba una falda plisada, corta y ancha y un suéter tan estrecho que se le podía hacer una radiografía a pleno día, como excusa llevaba un pañuelo de seda que imagino que lo ponía para que no la confundieran con otra cosa, aunque a estas alturas ni eso había en las calles desiertas.
- ¡Hola dormilón! ¿qué te pasó anoche?
- ¿Anoche? Nada, ¡ah sí, me di cuenta de que no tenía batería y lo dejé enchufado!, una pena pues esta mañana vi que habías mandado un mensaje.
- ¿Un mensaje? Te mandé mil y qué mensajes, supongo que por lo menos te habrás molestado en mirarlos, los hice con toda ilusión.
- Pues sí, los he visto esta mañana.
- ¿Y qué te parecen?
- Mmm, no podría decir, creí que era un sueño, no creo que todo eso sea tuyo.
- ¿Qué no?, pues vengo dispuesta a demostrártelo.
Estábamos sentados en bancos diferentes como todos los días pero ella se puso de forma que me tenía justo delante, abrió las piernas y la falda se coló entre ellas como un telón, de pronto subió la falda después de comprobar que no había nadie cerca y me enseñó el coño recién depilado.
Como no dije nada se sentó en el borde del asiento y se echó hacia atrás y subió las piernas hasta casi los hombros, el sol iluminó la escena y pude ver el coño más perfecto que había visto nunca.
Los labios se separaban en dos mitades perfectas mostrando el clítoris a éstas alturas brillante y duro y los labios menores húmedos y la vagina abierta manando flujo blanco, estaba caliente y lo demostró separando las piernas todavía más cogiéndolas de los tobillos, pude ver las nalgas abriéndose y mostrándome el culo que apenas rosado era una peca entre las nalgas morenas.
Cuando bajó las piernas tuve que levantarme para acomodar la polla, la dejé suelta por el camal y ella pudo ver que no exageraba con la foto que le envié, Gema estaba desatada, cogió las tetas con las dos manos y las movió empujándolas una contra la otra, las amasó y las puso tan duras que los pezones perecían tatuajes en el suéter, miró alrededor y tirando de la orilla de abajo las dejó libres, las dos al notarse sueltas vibraron y se extendieron a los lados y balancearon cuando Gema se sacudió mejor que Terry lo hubiera hecho para quitarse el agua del pelo.
Mi pantalón me delató cuando una mancha apareció en la punta de la polla, era líquido pre seminal pero sabía que si continuaba así al final vendría a mi banco y se sentaría sobre mí y entonces la mancha se la llevaría ella en el coño.
- Es una pena–le dije sin convencimiento- si no estuviéramos en cuarentena aquí mismo te follaba el coño y ese culo, están pidiendo ésta polla que tengo para ti pero no es posible, no quisiera exponerte a nada, ni yo tampoco claro, podemos contagiarnos, si no te llevaba a mi casa y te follaba hasta hartarnos.**
- ¡Te traigo un regalo, en realidad es un regalo de mi marido, mira!
Del pequeño bolso sacó dos paquetes pequeños, abrió uno y me lo enseñó, era un test para saber si teníamos el virus.
- ¿Tú ves? hasta mi marido quiere que follemos, me ha mandado con una ambulancia unos test para que comprobemos si estamos contagiados, uno es para ti, ese te lo regalo yo, así podremos acercarnos lo suficiente, aunque hay maneras más seguras, no hace falta estar de cara ¿me entiendes?
- Claro, te puedo follar a lo perrito, o meterte la polla en ese culo tan prometedor…
- Ya veo que has visto el camino, toma, cuando lo hagas me lo dices y ya hablamos,
- Gracias es todo un detalle por tu parte, aunque me sabe mal, si Miguel los ha conseguido para ti.
- Yo estoy tranquila, desde que se declaró no he salido de casa y desde que se fue no lo he visto o sea… no hace falta que te explique que somos una pareja muy caliente aunque yo más, jajaja y tanto tiempo sin hacer nada me tiene loca.
- A mí me pasa igual, trabajo desde casa y me recluí nada más decirlo y ya ha pasado los días de incubación.
- ¿Qué te parece si probamos algo para hacer boca?, es una pena que te vayas a casa con esa verga colgando y mi coño babea nada más verla.
- No sé, tengo tantas ganas como tú pero es peligroso, además de la multa son las explicaciones que tendrías que dar.
- Me parece que tienes más miedo que siete viejas o que no te apetece esto que tengo entre las piernas…
Ya no pude aguantar la provocación, tenía muy reciente el desengaño de Luisa y el coño que tenía a dos metros delante de mi no me dejaron pensar, me saqué con dificultad la polla y la dejé vertical, Gema saltó como un resorte y después de mirar a todos lados se acercó a mi caminado de espaldas como si nada y de golpe se levantó la falda y se sentó sobre mis piernas.
Nunca mi polla había entrado tan suave y tan certera, apenas movió un poco las caderas y la verga se hundió hasta los huevos en ella, le cogí las tetas desde atrás por debajo del suéter y la hundí contra mí, apenas se había acomodado mi polla en su coño cuando se corrió, lo hizo mordiéndose los labios para no llamar la atención, aguantó cogida a sus rodillas y cuando terminó se levantó un poco sin sacarla y se movió haciendo círculos hasta que no pude más y le llené de leche.
No se molestó en limpiarse los muslos cuando empezó a rebosar su coño, los apretaba uno contra el otro extendiendo el semen entre ellos y llamó a la perrita, ésta acudió y le olió la entrepierna, intentando lamerle.
Gema me miró y sonrió al ver a Hugo, a él también se le salía la polla roja en punta, daba la impresión que los dos perros olían el ambiente de sexo.
Me propuse centrar en el trabajo y procuré sacar al perro por otro itinerario diferente, no quería coincidir con Gema pues sabía positivamente que al final nos echaríamos a la hierba a follar como posesos, tenía muchas asignaturas pendientes, su culo, las tetas y la boca de Gema y eso debía tomarlo con más tranquilidad.
Al tercer día Gema me llamó, estaba exaltada, se había hecho el test y por supuesto le daba negativo, yo le mentí, me hice el olvidadizo aunque también me lo había hecho y también daba negativo, la mayor parte del problema estaba resuelto, ahora había que buscar la forma de quedar.
- ¿Manu, ya te has hecho el test? estoy impaciente para saber si estás bien aunque te puedo asegurar que tu polla no tiene el virus, te prometo que no me han metido nunca una verga como la tuya, me corrí como una perra (sin ofender a Terry) y no me limpié tu leche hasta que me duché, ¿te lo quieres creer?
- De ti me lo creo todo, te sentaste sin mirar, te pude hacer otro agujero nuevo si no llegas a acertar, jajaja.
- Mejor, ya serían tres.
- ¿Cómo tres?
- ¡Claro tonto! el coño, el culo y el nuevo.
- ¿Y la boca no la cuentas?, me vas a hacer una mamada que te vas a tragar toda la polla hasta los huevos y te la voy a llenar de leche y ya sabes la cantidad que tengo porque por los muslos te corría como una cascada.
- Jajaja, ah sí, también te guardo una mamada aunque no me cabrá, tengo la boca pequeña para eso.
- No creas, ya verás como dilatas y me pedirás más y más, jajaja.
Al día siguiente yo iba dispuesto a no dejarle pasar ni una, en cambio ella venía remisa a hacer nada, le gustaba calentar el ambiente pero cuando yo le demostraba acción ella frenaba, al enseñarle el resultado de la prueba del test se relamió pero al hacer mención de pasarme de mi banco al suyo me frenó en seco, todo era mirar para un lado u otro y la gente que apenas se veía en el horizonte le parecía que estaban sentados en primera fila.
En un juego del gato y ratón me tuvo toda la tarde, de nada sirvió que le mostrara la dureza de mi polla debajo del pantalón y como máximo pude conseguir que abriera las piernas y me enseñara las bragas de blonda con puntillas que llevaba, hizo mención de apartarla a un lado pero cuando ya asomaba un labio se arrepintió con la excusa de que” podría” venir alguien.
Yo alucinaba del ver el cambio con el día anterior en el que ella se había empalado literalmente en mi verga, ahora había cambiado totalmente, parecía que era como una olla a presión que una vez destapada se quedaba en nada.
Mi polla no entendía de sutilezas y estaba más larga y dura que nunca y me molestaba hasta estar sentado, hasta Hugo parecía comprenderme pues entre las piernas le asomaba su “rotulador” rojo vivo, le propuse dar un paseo por el jardín pues la situación era insostenible, el tenerla frente a mí con aquellas tetas que había visto y aquel coño que había disfrutado (o al revés) me ponía malo.
Cuando andábamos, ella procuraba no guardar la distancia de “seguridad” y a veces me rozaba el brazo con la teta y volvía a separarse excusándose, yo apenas podía andar, parecía que iba con muleta, en verdad era así pues llevaba las tres piernas igual de rectas o peor porque la del medio no tiene rodilla.
El parque era grande y tenía todos los servicios propios, una zona adecuada para los perros con bancos en la parte de afuera de la valla que pensados para otras ocasiones estaba bastante junta y un poco más allá estaba la zona para los juegos de los niños, en estos días precintados con cinta de colores.
Entre los juegos además de los clásicos columpios había un tobogán que los niños lo había dejado brillante de tanto deslizarse por él, pero lo que verdaderamente me llamó la atención fue unos tubos de colores que hacían de túneles en laberinto, el tamaño era el apropiado para una criatura de máximo 6 años pero no me lo pensé dos veces, até a Hugo al tobogán y a Terry a un balancín cercano para evitar las malas tentaciones de Hugo pues él sabía de lo que iba yo.
Tiré de la mano de Gema y la empujé hacia el tubo, le llegaba a la cintura y me miró extrañada, levanté los hombros dejándole elegir o se inclinaba sobre el tubo o se metía adentro, simplemente cambiaba la postura, eligió apoyar el cuerpo sobre el tubo pues había mucho polvo en el interior de no usarlo en días, le puse un brazo caído a cada lado y subí la falda a la cintura de un solo movimiento, las bragas negras, lucían y tuve la tentación de ladearlas sin más pero las bajé a media pierna después de un último vistazo alrededor.
La polla dolió al sacarla del pantalón pero no me quejé en absoluto, quedaba más alta que su coño y le hice ponerse de puntillas para metérsela, no pensaba irme con rodeos, por eso escupí desde arriba y pasé con el capullo repartiendo la saliva, al tercer salivazo empujé y sólo empujé pero el grito llegó a la otra parte del parque.
Gema se agarró a lo único que tenía cerca, a los botones que unían los tramos de tubo de color diferente, pero no pudo evitar que mi capullo se encajara en su culo, no tenía intención en un principio de entrar tan pronto por ahí pero como ya estaba embocado y también pensé que ella tendría la idea asumida seguí empujando suave pero decididamente.
Gema sólo lanzó el primer grito, quizá de sorpresa, luego calló en espera de los acontecimientos pero como me vio decidido a seguir colaboró moviendo las caderas y tras unas leves maniobras lo más difícil, por lo menos anímicamente, ya estaba adentro.
El suspiro quitó el polvo que tenía el tubo de plástico pero el tronco siguió entrando tras varios empujones y una pausa, al fin cupo todo y más que hubiera tenido, ella se volvió por primera vez y me miró, me llamó la atención que las tetas se acoplaban perfectamente a la curvatura del tubo y sobresalían por los costados, las cogí y salí lo suficiente para coger impulso y hundirme hasta el fondo.
Gema gimió, ésta vez ya no de dolor o por lo menos no tanto, en la polla notaba la relajación del esfínter de la mujer, pensé que debía de tener experiencia, secretamente deseaba que Miguel también la follara asiduamente por el culo, no quería invadir su terreno o por lo menos me reconfortaba saberlo.
Según la polla entraba o salía en aquel delicioso agujero las piernas de Gema se fueron separando hasta llegar a rodear la circunferencia del tubo, ya no llegaban al suelo pero se mantenía sujeta por la cintura y las manos al túnel.
A la vez que se relajaba noté cómo me presionaba la polla al entrar, ya no era de rechazo sino la prensaba para que la notara todavía más estrecha, la suavidad sedosa del intestino de Gema me proporcionaba una sensación placentera que en el coño no la habría tenido por lo que pude mantener el ritmo cuando ella se corrió.
Entre sus piernas goteaban los jugos al suelo sin ningún obstáculo, yo ya había metido las manos por debajo del suéter soltado el sujetador manteniendo los pezones retorcidos en mis dedos, los nubes de polvo que caían al suelo me marcaban el ritmo de sus espasmos, se corría una vez tras otra, el primer orgasmo fue brutal pero los siguientes o la continuación del primero fueron suaves y relajantes.
Gema ya no vigilaba por si aparecía alguien, lo cierto es que yo tampoco me preocupé, cerca de nosotros oímos el ulular de una sirena de un coche policial persiguiendo a otro particular, a estas altura me importaba poco que me multaran, por lo menos pensaba que cumplía con las normas de llevar mascarilla y no respiraba a la cara de Gema.
No confiaba que aquella fuera excusa convincente pero mi polla estaba a punto de explotar y lo hizo cuando estaba lo más profunda que pude, me quedé quieto pensando que tenía suerte pues si hubiera sido Hugo me quedaría bloqueado en el culo de Gema hasta que se me pasara la calentura.
Cuando salió la polla “muerta” dejó escapar un reguero de leche que se deslizó entre los labios de Gema, lentamente bajó las piernas hasta apoyarlas en el suelo y le subí las bragas, ella me ayudó moviendo las nalgas para que se ajustaran bien, todavía no le había visto la cara bien y esperaba de todo, cualquier reacción pero cuando se dio la vuelta metió las tetas en el sujetador poniendo las manos en la espalda y lo abrochó despacio, me mostró una vez más que los pezones seguían duros y con ganas de guerra, las únicas palabras que me dijo fueron…
- Se ha hecho tarde ¿me acompañas a casa?
- Por supuesto, vamos.
Íbamos separados los 2 metros reglamentarios llevando a los dos perros entre nosotros, los animales iban pegados como si acabaran de hacer lo que hicimos nosotros, incluso Hugo mostraba orgulloso su “rotulador rojo”.
No hablamos nada hasta llegar al portal de su casa, cuando iba a meter la llave en la cerradura se la cogí de la mano y la introduje y cuando iba a girarla abrieron desde adentro llevándose la llave con ella, para mi sorpresa apareció una joven que pese a no ir arreglada era muy bonita, llevaba la ropa propia de estar cómoda en casa y como único comentarios dijo…
- Lo siento, voy a echar éstos envases a la basura.
Desapareció como una exhalación dejándome con la mano extendida adonde debía estar la llave, Gema me miró divertida y me aclaró…
- Jajaja, te has quedado como si hubieras visto una aparición… es mi hija Patricia.
- Tienes razón, se han juntado varias cosas, la sorpresa de abrirse la puerta sola, la aparición de un ángel y su paso como una centella entre nosotros.
- Jajaja, es muy tímida y como tampoco esperaba vernos… pero es verdad es muy linda, te la presentaré cuando vuelva aunque le dará vergüenza porque no está arreglada.
Patricia no tardó en volver aunque venía despacio esperando que ya no estuviéramos pero su madre le urgió.
- ¡Ven Pati!, te voy a presentar a Manu, ya oíste hablar de él a tu padre, es un chico muy amable, te lo puedo asegurar, no mentía papá.
- Hola Manu…
- Hola Patricia o… ¿puedo llamarte Pati?
- Lo que quieras, todo el mundo me llama Pati.
- Me encanta tu nombre y también… tú…, me ha impactado tu belleza y… ya sé… no estás maquillada pero da igual, me gustan las chicas al “natural” y si quieres que te sea sincero me recuerdas a alguien.
- Claro, es claramente como yo, ¿no te parece?
- Si claro, tiene todos tus rasgos y… muchas más cosas, jajaja pero no sé… tienes algo en la expresión…
- Bueno Manu, lo siento pero debo dejarte, me subo con mi hija, ya nos veremos… ¿mañana…?
- Sí, claro, cuando quieras, yo soy fijo en el jardín paseando a Hugo.
- ¿Ah, este es Hugo? ¿El que creías que había montado a Terry, mamá?
- ¡Oh, se me olvidaba!, lo de Terry era una falsa alarma, parece que tenía empacho de algo…
- Vaya, yo que alababa el buen gusto de mi perro…
- Jajaja, por eso no te preocupes, tu perro tiene el buen gusto de su amo…
- Me consuelas Gema, ya me voy tranquilo…
Cuando nos despedimos Gema hizo mención de darme un beso pero al darse cuenta de las mascarillas se contuvo, su hija que era la única que no llevaba se rió y mostró una sonrisa perfecta con unos labios carnosos y unos dientes perfectos, sus ojos almendrados se encogieron al reír y yo me fui hacia casa pensativo…
Aquella chica tenía algo que me recordaba a otra persona, por supuesto era clavada a su madre e incluso tenía algo de Miguel pero no acababa de convencerme.
Continuará.
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