Mi bóxer Hugo y yo. (2)

Hasta que me acostumbré al encierro lo pasé mal y por mi culpa Hugo también pero los dos hicimos buen equipo y fuimos haciendo la cosa más llevadera.

Cuando llegué a mi casa casi no la reconocía, apenas iba porque hacía la vida en el estudio de trabajo, allí tenía todo lo que necesitaba y por casa aparecía lo justo, dejé lo poco que llevaba y solté a Hugo.

El pobre perro se escondió debajo de la cama y yo completamente desanimado me eché sobre el colchón y me dormí.

Cuando desperté oí al perro gemir, no era un sonido acostumbrado y tardé en reconocer a Hugo, cuando fui a ver qué le ocurría vi que el mal ya estaba hecho, en medio de la cocina un charco denotaba que el animal no pudo esperarme, miré el reloj y vi con horror que ya eran más de las seis de la tarde.

Hugo me miraba con cara lastimosa esperando el castigo, lo cierto es que yo no sabía que debía hacer, si castigarlo o sacarlo a la calle o limpiar y dejarlo pasar esperando que no volviera a ocurrir…

Me acordé del ordenador y me puse a instalarlo, probé la señal Wi-Fi que no usaba desde hacía años y me alegré que funcionara, repartí como mejor pude las cosas y volví a la cocina, Hugo seguía en un rincón siguiéndome con la mirada, parecía querer decirme algo pero a mí no se me ocurría nada, yo mismo no sabía qué hacer y por inercia abrí la nevera, al momento el perro movió el rabo y sacó la lengua ansioso, una luz se me encendió en la cabeza y supuse que tendría hambre, de hecho era que yo hacía mucho que no probaba bocado.

Busqué y encontré una bolsa empezada de pan de molde, el aspecto que tenía era horrible, estaba mohoso y aún así le di una rebanada al perro, éste lo miró, lo olió y tímidamente lo mordisqueó, claramente no le gustaba y visto que para mí tampoco me servía le puse la correa y salimos a la calle.

Lo primero que hizo el perro fue correr hacia una fuente y beber agua como si se fuera a acabar, tiró de la correa extensible y literalmente me arrastró, detrás de mi escuché la voz de un señor que me decía…

  • Parece que el perrito tenía un poco de sed.
  • Eeeh…, eso parece y no sé porqué, lo cierto es que no lo imaginé.
  • ¿Desde cuándo no ha bebido el animal?
  • Pues no sé bien, puede ser… ¿desde ayer?
  • ¿No lo sabe?  No me diga no le ha dado de beber.
  • Pues ahora que lo pienso, ni de beber ni de comer.
  • Pobre chucho, como puede ser tan desalmado, si no quiere cuidarlo déselo a alguien que lo aprecie.
  • No, si yo lo quiero, bueno, lo tengo que cuidar, lo que pasa es que nunca he tenido perro y no sé qué hacer.
  • ¿No tiene pienso en casa para él?
  • ¿Pienso, eso que es?  Yo pensaba darle de comer pan.
  • ¿Pan, a usted le gustaría estar a pan y agua?, que barbaridad.
  • Lo siento no lo pensé, ¿Qué debo comprarle?
  • Espere, ahora le anotaré lo que debe comprarle y le da de comer y beber pronto y… sáquelo, que no se le olvide.
  • Ya, ya lo sé, me lo ha demostrado esta mañana, se ha meado en mi cocina.
  • Jajaja, pobre perro, en qué manos ha caído.
  • Lo siento, deme la nota y voy ahora.
  • Aquí se la dejo, no debe acercarse a nadie, ya sabe, por el contagio pero dele tiempo, ahora tiene que hacer sus cosas, ya ve que está buscando un árbol adecuado.
  • Ah sí, no me había acordado.
  • Pero no olvide de recogerlo luego, ya sabe, una bolsita de plástico y…. a la basura.
  • Uf, cuantas cosas nuevas ¿y cuántas veces tengo que sacarlo?
  • Jajaja, vaya novato, pues mínimo dos pero si tiene tiempo tres, aunque si lo acostumbra a dos tampoco estará mal y podrá descansar también usted, jajaja.

Hugo sabía más que yo, buscó un árbol y en un momento quedó más descansado que si hubiera llevado un saco a cuestas, luego me miró con sus ojos inmensos con cara de agradecimiento.

Cogí la nota que me dejó en un banco del parque y busqué una tienda de comida para perros, por suerte eran de las pocas que quedaban abiertas y siguiendo los consejos de la vendedora salí con un saco de quince kilos debajo del brazo.

Hugo demostró que estaba bien educado, esperó paciente a que destapara el saco y le pusiera los granos de comida, se lanzó para devorarlos y luego bebió sin descanso hasta saciarse, le busqué un sitio tranquilo en la habitación donde trabajaba, le arrojé una manta y se echó a dormir plácidamente.

Lo primero que hice fue conectarme con Olga y con Serafín, por Skipe nos podíamos ver y comentar casi como si estuviéramos en el piso con las diferencias obvias, descubrí que a los tres nos ocurría lo mismo, estábamos acostumbrados a vivir juntos, trabajar, comer, dormir y hasta follar y ahora me daba cuenta de que yo era un afortunado pues podía salir a la calle a pasear al perro, al hacérmelo notar lo miré y al verlo dormir plácidamente me alegré de tenerlo conmigo.

Los días fueron pasando, al principio estaba desorientado, no sabía en qué día u hora me encontraba pero Hugo se encargaba de recordármelo, era más listo de lo que suponía o estaba escarmentado y no se fiaba de mí porque acudía adonde yo estaba a su hora de paseo con la correa en la boca.

Le fui cogiendo afecto, incluso le acariciaba pues me miraba y parecía hablarme, con sus ojos saltones me explicaba lo que quería, incluso sabía lo que necesitaba yo, a veces se arrimaba y me acariciaba él a mí, sabía que estaba desubicado y quería que me reencontrara, pensé que se parecía a Olga y la llamé…

  • Hola Olga, ¿cómo estás?
  • Ya ves, como tú, en casa…
  • ¿Y cómo lo llevas?
  • Regular, cuando me acuerdo lo felices que éramos cuando estábamos juntos…
  • Ya, a mí también me pasa, si no fuera por el perro ni saldría a por comida.
  • Eso es lo que me ocurre a mí, ya ni me visto.
  • ¿Qué no te vistes?  No me lo creo.
  • ¿Qué no?  Mira.

Olga bajó la cámara del portátil y pude ver desde su cara, el cuello, el pecho y hasta el nacimiento de las tetas.

  • Mmm, casi me habías convencido, jajaja.
  • ¿No te lo crees?
  • No, yo también voy con pijama.
  • Pues yo no, ¡fíjate!

Bajó un poco más la cámara hasta que empezaron a vislumbrarse las areolas de las tetas.  Me removía en mi asiento, ya había olvidado el tema del sexo, en mi nueva situación se me había olvidado por completo pero ahora al ver a Olga algo me revivía y no eran las ganas de comer…

  • Jajaja, me quieres hacer sufrir, ya conozco tu camisa medio abierta.
  • Jajaja, ahora ya no me hace falta, además me acabo de duchar y no me he “acordado de vestirme”
  • ¡Joder Olga, no te aproveches de mi soledad!
  • Jajaja ¿y de la mía no dices nada?  Pues estoy igual que tú, bueno igual no, estoy mojada.
  • Jajaja, claro, si te has duchado…
  • No tonto, mojada, mojada, por dentro más que por fuera.
  • Uf, Olga me estás poniendo como un burro, vas hacer que me quite el pijama.
  • ¡Ah! ¿pero aún lo llevas?, jajaja, te creía más rápido, yo no llevo nada.
  • A ver, ¡déjame verte!, no te creo, quieres ponerme cachondo.
  • ¿Ah sí?  Pues mira.

Olga giró la cámara hasta ponerla de perfil a ella, la pude ver toda de costado, hasta levantó el brazo sobre la cabeza para que pudiera ver la teta de perfil, estaba redonda pero se la notaba dura pues la areola estaba abultada y el pezón salido, más abajo el estómago, el vientre liso y los muslos sentados.

  • Mmm ¡qué maravilla, cambia la cámara de frente que te vea!
  • Nooo, quiero que te lo imagines tú solo.
  • Me vas a volver loco, me tienes con la polla que me llega al teclado.
  • Jajaja, eso quisieras, jajaja, yo en cambio podría escribir con mis pezones en las teclas, jajaja.
  • Déjamelos ver Olga, tengo la polla como a ti te gusta.
  • ¿Y cómo sabes lo que me gusta a mí?
  • Por cómo me la chupas.
  • Bah, no está mal, aunque conozco mejores.
  • No me putees, ya me vas a echar en cara que Serafín la tiene mejor, como está circuncidado…
  • La verdad es que está muy rica, si supieras lo buena que está cuando la chupo rodeándola con la lengua, aaaah, se me hace la boca agua.
  • No seas puta conmigo Olga, no quieras darme celos, sabes que no lo soy.
  • Jajaja, ¿seguro?  Pues no lo parece, siempre que te nombro la polla de Serafín te pones nervioso y te miras la tuya, jajaja.
  • Dime la verdad ¿cuál te gusta más?, la mía es más gorda, la debes sentir el doble.
  • Mmm, ya casi no me acuerdo, me gustaría que me hicieras memoria.
  • Si me enseñas tus tetas te la enseño.
  • Eso es lo que quisieras, mis tetas están como siempre, ya sabes, duras, suaves, con los pezones salidos y las areolas tan ásperas que te irritarían la lengua.
  • Aaaah, calla Olga que me voy a correr sin tocarme…
  • Mmm, pues yo puede que también pero tocándome, si supieras adonde tengo dos dedos.
  • No me lo digas, los tienes en el clítoris…
  • Frío, frío…
  • Pues en los pezones, estás estirándolos, sé que te encanta.
  • Jajaja, es verdad pero no… frío, frío.
  • Pues en el coño, eso es, tienes dos dedos en el coño.
  • Jajaja, mmm tibio, tibio…
  • Joder Olga me pones malo, me voy a correr imaginándolo.
  • Jajaja si manchas el monitor no podrás ver adonde los tengo, jajaja.
  • Pues… ya está, los tienes en el culo, ¡a que sí!
  • Nooo, tibio tibio o mejor ya caliente, caliente.
  • Me rindo o me estás engañando, si es así no te lo perdonaré.
  • Es igual, se lo enseñaré a Serafín, él lo adivinará enseguida.
  • No me mates, a Serafín no, ¡me rindoooo, dilo por favor!
  • Pues enséñame la polla primero.

La polla la tenía como un garrote debajo de la mesa del ordenador dando golpes al tablero, en la pantalla, a la figura de Olga de perfil, sólo le veía un brazo y el otro imaginaba que sujetaba el ordenador pero de vez en cuando se movía y demostraba que el ordenador estaba sobre algún mueble y que su brazo estaba libre, me desquiciaba el no poder adivinarlo, no quería ceder y enseñarle la polla primero, quería obligarla a claudicar, estaba seguro de que ella deseaba tanto como yo correrse con mi polla pero estaba entre la espada y la pared y cogí la pantalla y la incliné.

Por mi pequeña imagen controlé que se viera el capullo lo menos posible, estaba rojo y brillante y ella me miró y se relamió los labios, yo lo sentí casi como si lo hiciera en mi verga…

  • Ya he cumplido, ahora te toca a ti.
  • Mmm, tengo que reconocer que tienes una polla de lo más apetitosa, ahora mismo la chuparía tragándomela toda aunque me dieran arcadas.
  • Vale, eso está bien pero dime adonde tienes los dedos y ¡ya!
  • Mmm sin  prisa o es que tienes que ir a algún sitio, sólo te diré que si te los enseño no los podrás ver.
  • Olga ya no aguanto más, te prometo que cuando pueda te voy a follar el culo sin saliva siquiera, te lo voy a reventar y no voy a parar aunque llores.
  • Mmm ya firmaría ahora mismo.
  • Pues enséñame adonde los tienes.
  • ¿Cuál prefieres primero el índice o el corazón?
  • Me da igual, quiero verlos.
  • Si los ves será peor, si te cuento adonde están “guardados” te va a gustar más.
  • ¡Lo que sea pero ya!, quiero verlos ya mismo porque me voy a correr y quiero que abras la boca y te la llenaré.
  • Jajaja, eso es lo que quisieras tú y… yo también.  Bueno, espera que mueva el ordenador…

Esperé impaciente, hasta que la pantalla se movió y se vio de un sólo color, se veía desenfocada y yo tecleaba desesperado porque no se veía nada, poco a poco la imagen se fue alejando y aparecieron, en un color sonrosado, las nalgas de Olga, entre ella la mano con sólo tres dedos visibles.

Pegué los ojos al monitor imaginado algo, podía contar los píxeles uno a uno, al fin pude ver los nudillos de la mano y por la situación pude deducir que el dedo corazón estaba incrustado en el culo y el índice hundido en el coño, el pulgar que sí era visible pulsaba sin cesar el clítoris que estaba descubierto y brillante como mi polla.

Yo me desfogaba diciéndole barbaridades de lo que le haría pero ella no contestaba, seguía moviendo los dedos sin parar, al final comprendí lo que quería, retiré mi teclado y separé las piernas agarrándome la polla con las dos manos, la polla aparecía y desaparecía rápidamente igual que sus dedos en el coño, cuando se corrió salpicó la pantalla pero tuve la suerte que a la cámara no le acertó, yo en cambio mojé el teclado y el ratón con las primeras descargas de leche.

Se nos oía a los dos gemir, yo le decía lo que le haría y ella lo que sentía, al final después de unos movimientos convulsos, me enseñó los dedos, entre ellos unas hebras de flujo pegajoso, y yo le mostré entre mis dedos los goterones blancos y espumosos de la corrida que me descendía hasta la muñeca.

  • Wow, que bueno Olga.
  • Sí, ha sido fabuloso, no es igual pero me he corrido como hacía mucho, me alegro que no he perdido facultades.
  • Desde luego que no y cuando pueda te lo demostraré, ese culo pide polla y la que tengo en la mano es la adecuada, no “otras”.
  • Jajaja, celosón… que sí, que la tuya me gusta más, me llenas toda hasta la garganta, tú lo sabes bien.
  • ¿No me engañas?
  • No, bueno un poco sí, jajaja.
  • Cabrona ¡cómo te gusta hacerme sufrir!
  • Sí ya lo veo, bueno voy a seguir con el trabajo, me voy a poner una toalla debajo del culo para no manchar la silla, jajaja.
  • Vale, adiós, preciosa, descansa.
  • No lo sé, estoy por llamar a Serafín…
  • No seas putaa, jajaja.  Chao.

A partir de ese día ya vi la vida de otra forma, me centré en el trabajo y de vez en cuando iba a buscar a Hugo para jugar, me gustaba el perro, se portaba muy bien y con su cara chata me lamía de gusto, él no se olvidaba de recordarme la hora de paseo y al poco ya era yo el que lo buscaba.

Casi todos los días coincidía con el caballero del primer día, nos sentábamos en bancos separados y dejábamos los perros jugar en un cercado con hierba.

Me enteré que era médico de atención primaria y pese a no estar en primera línea sabía por referencias la gravedad del tema, en parte nos sentíamos afortunados porque podíamos salir, su mujer se quedaba en casa y prefería ser él el que comprara lo necesario y evitar el riesgo de contagio, me contó que tenía dos hijas y un hijo ya mayores y que la convivencia según iba pasando el tiempo se iba haciendo difícil.

Nos fuimos contando nuestras “penas” y me sorprendí que una persona de su posición me confesara sus problemas tan “ordinarios” como los de cualquier mortal, fuimos cogiendo confianza y él mismo se preocupaba para que yo no me confiara y no bajara la guardia, indudablemente tenía información sobre el alcance de la pandemia que pocas personas sabían, eso me dio confianza y le hice caso.

En los primeros días recibía llamadas de Luisa, me preguntaba cómo lo llevaba y cómo se portaba su perro, yo me había acostumbrado a llamarle “mi” perro y eso la tranquilizó, me fue contando sin querer alarmarme las dificultades en la UCI, me dijo que era mucho más grave que lo que se decía y que veía difícil que terminara pronto, yo me lo tomé como que debía esperar sin prisa y no acabé de creerle.

Una tarde cuando encontré a Don Miguel que así se llamaba el médico lo noté algo raro, le pregunté si estaba enfermo y me aseguró que no, pero sí que estaba disgustado, le habían encargado unirse a un hospital en primera línea ya que los ambulatorios estaban cerrados por lo que aparte de perder la libertad ahora se complicaba con el riesgo a contagio y sobre todo a poder pasarlo a su familia.

Antes de despedirnos me dijo que cuando nos fuéramos pasara por el banco donde estaba sentado y recogiera algo que me traía pero que no lo contara a nadie.  Lo hice así y vi con sorpresa que me había dejado varias mascarillas y guantes.

Me emocioné y lo saludé cuando ya estaba doblando la esquina, le agradecí mucho la atención y la preocupación por mí y me fui a casa muy contento.

En los días siguientes hablé con Serafín, además del trabajo y le comenté que Olga también estaría desubicada por el aislamiento tratando de sonsacarle si había tenido alguna “conversación” por Skipe como yo pero no dijo nada y yo tampoco quise husmear, de todas formas tampoco le habría contado la mía.

Al otro día cuando saqué a Hugo, echó a correr tirando de mí hasta el sitio que acostumbrábamos, allí estaba el otro perro, también era de un tamaño pequeño y muy vivaz, busqué entre los otros perros y dueños y no encontré al médico, ya era tarde cuando se le cercó una mujer joven que lo llamó y que moviendo el rabo alegre dejó que le atara la correa, al ver a mi perro que seguía jugando con él tuve que intervenir.

  • ¡Quieto Hugo, deja a Terry!  Lo siento señora, es que es joven y ya sabe… a los perros les gusta jugar.
  • Hola, me llamo Gema, usted debe ser…
  • Manu, me llamo Manu.
  • Sí, me lo ha dicho Miguel, mi marido, ya sabe lo que ha pasado, veremos qué pasa, está bastante preocupado.
  • Sí, sobre todo por ustedes, no quisiera perjudicarles.
  • No quiero pensar que le pasara algo.
  • No mujer, él sabe lo que hace.
  • Bien, desde mañana creo que nos veremos más.
  • Sí, yo suelo venir por aquí pero si prefiere ir a otro lado…
  • No, mi marido me ha dicho que es un buen sitio y que usted tiene buena conversación y que es educado, eso me da confianza.
  • Se lo agradezco, la verdad es que su marido es todo un caballero y me encanta escucharlo, aprendo mucho de él.
  • Jajaja, sí eso es lo que dicen todos los que no lo conocen.
  • No me diga que engaña.
  • Nooo pero todos no somos como parecemos a veces, en casa es un poco…
  • ¿Un poco…?
  • Sí un poco gruñón.
  • Puede ser por el trabajo, es muy responsable.
  • Eso será.

Los siguientes días nos seguimos viendo y el tema de conversación varió poco, no hablábamos de medicina pero los temas eran diversos, hasta que en un momento Hugo jugando se subió por detrás a Terry, yo le amonesté pero él no me hizo caso y se colocó de una postura inequívocamente clara.

  • Cuidado que su perro le va a hacer algo a Terry.
  • No se preocupe, esto perros siempre están jugando…
  • Es que Terry no es perro.
  • ¿Ah, no?
  • No, ¿no se ha dado cuenta de que no tiene…?

Miré a Hugo y los huevos como cerezas que tenía no los tenía Terry y me sonrojé.

  • Lo siento no me di cuenta… como le llaman Terry.
  • Jajaja, sí, fue capricho de mi hija que lo bautizó pero es perra.
  • Pues Hugo sí que se dio cuenta, jajaja.
  • Sí y mucho, parece que se emocionó bastante para ser tan pequeño.
  • ¿Se refriere a…? oh lo siento, es la primera vez que lo veo… así.
  • Tengo que reconocer que para su tamaño…
  • Es cierto, parece desproporcionado, si fuera por talla… imagínese… yo estaría arreglado… oh perdone, no sé lo que digo.
  • Jajaja, no se preocupe, ya me imagino, bueno no, prefiero no imaginarlo y espero por su bien que no sea como la de Hugo, esperaría algo más… comedido… jajaja.
  • Pues sí, la verdad, no me gusta presumir pero es “más adecuado”, jajaja..
  • Pero aun así Hugo le pone voluntad.
  • Claro, si yo encontrara una hembra así también le echaría valor.
  • Jajaja, no me extraña, tiene pinta de lanzado.
  • ¡Qué va, soy de lo más discreto!, ya sabe perro ladrador…
  • Poco mordedor… pero no se dice nada de lamedor, jajaja.
  • Eso sí, lamedor y chupador sí, jajaja. en eso me parezco más a Hugo, jajaja.
  • Lo creo y me gusta.
  • Eso nos gusta a todos, creo yo… ¿o no?
  • ¡Oh, no me refería a eso!  Quería decir que…
  • No se preocupe ya le entendí bien.
  • Bueno ya es tarde, debo volver a casa, me alegro de conocerle, mi marido no me engañó, es usted muy agradable.
  • Y usted muy hermosa y simpática y muy…
  • Vale, vale, pare, que me va a ruborizar.
  • Quería decir que su marido tiene mucha suerte.
  • No lo crea, ya le dije que todo no es lo que se ve.

Cuando Gema se fue até a Hugo y le miré la polla, todavía la tenía fuera toda roja y en punta como un lápiz, sonreí pensando lo que opinaría Gema si me la viera a mí, le habría hablado de Olga, ella le podría dar informes pero lo deseché, era una locura.

La llamada de Luisa por Skipe me sorprendió, no la reconocí detrás de la mascarilla y las gafas, llevaba un “buzo” esterilizado que se cerraba con velcro, la reconocí por los ojos y la voz, me contó que lo estaba pasando mal, estaba en la escalera de servicio de la planta, se había escapado un momento para despejarse, llevaba muchas horas viendo calamidades y tenía ganas de cambiar de ambiente.

Me contó que estaba agobiada de ver sufrir a la gente y sobre todo a las familias que no podían ver ni saber mucho, empezó a llorar y yo cambié de conversación con Hugo, se rió y lo recogí del suelo para enseñárselo, el perro al oírla ladró moviendo el rabo que me daba entre las piernas, me tuve que arreglar la polla porque me molestaba y Luisa se interesó cómo llevaba el encierro, como toda contestación bajé el perro al suelo, me saqué la polla y se la puse frente a la cámara.

Luisa dio un grito debajo de la mascarilla, la bajó un poco y sacó la lengua poniendo la boca en O para que se la metiera, la agité poniéndola dura como un palo frente a su cara y ella rebuscó entre su buzo hasta abrir la cremallera y me enseñó las tetas que brillaban de sudor, no llevaba nada debajo del buzo para más movilidad, mi mano empezó a moverse rápidamente y su mano se perdió entre la tela blanca, por el bulto vi que llegaba a su coño y se movía tan rápido como la mía, los teléfonos apenas podían enfocar bien porque las manos se movían y los gemidos se mezclaban.

Cuando se encogió sentada en un escalón, gimió como una gacela herida, se estaba corriendo en el duro suelo, yo echaba chorros de leche que recogía con la mano para enseñársela después, ella me enseñó sus dedos mojados y yo mi leche recogida, puso la lengua como una cuchara para que la pasara y la puse delante de la cámara, ella sacó los pezones y puso el teléfono pegado a ellos, me habría hecho otra paja si a ella no la hubieran llamado desde la puerta de la planta.

Esa noche dormí como nunca, le di ración doble a Hugo y yo saqué un chuletón y una botella de vino que ni me acordaba que tenía, los dos dormimos hasta que Hugo me recordó que la vida seguía afuera.

Gema vino todos los días, cada tarde me contaba cosas, me enteré que tenía dos hijas, una vivía con ellos y el hijo, la otra se habían independizado, me contó que de soltera estudió también Bellas Artes pero entonces el diseño se hacía sin ordenador, todavía estaba incipiente pero pintaba en acuarela y le gustaba mucho dibujar, con el tema en común hablamos mucho, estaba un poco frustrada por no haber seguido con su ilusión y yo la animé a seguir, casi lloró pensando que había perdido su vida con atender a la familia, su marido siempre cambiando de destino no le había permitido seguir la carrera y ahora se aburría en casa.

Una tarde me dejó en el asiento de su banco un papel, cambiamos de banco y vi que había dibujado a Hugo y junto a él un bosquejo de lo que debía ser yo, no le puso rostro pero sí se notaba en las piernas del pantalón con un pliegue sospechoso, parecía que marcaba la polla en erección, no se lo hice saber pero me dio una idea.

Le dije que le haría una fotografía y le demostraría lo que sabía y se podía hacer con los ordenadores, nada más llegar a casa busqué en internet una fotografía de una chica que se pareciera en complexión a ella, la elegí desnuda por supuesto, con unas tetas divinas y unos pezones salidos, procuré difuminarle el coño, que tenía abierto totalmente, en previsión de que se enfadara le pegué unas flores en el pubis que apenas le cubrían los labios.

Estaba muy nervioso cuando la vi venir con Terry, me saludó desde lejos y después de soltar a los perros en el cercado nos sentamos uno en cada banco, le hice la misma proposición y le dejé en un sobre cerrado la fotografía montada con su cara que le había dedicado.

Cuando la vio se quedó seria, yo me arrepentí y deseé que me tragara la tierra, la cara no demostraba ninguna emoción y eso era lo que más me preocupaba, la miró con detalle hasta que por fin me miró a los ojos y como respuesta me dijo.

  • Un cuerpo precioso pero yo no tengo esas tetas ni esos pezones, soy más morena.
  • Eso lo puedo arreglar, el Photoshop hace maravillas. ¿y el resto?
  • Pche, no tienes mal ojo, lo de las flores me ha gustado, también va depilada y de culo tiene más que yo pero en general se me parece mucho o… yo a ella, ¿quién es, alguna amiga?
  • Qué más quisiera conocer a alguna preciosidad como ella o… parecida.
  • Nunca se sabe… no lo desestimes nunca…
  • De todas formas me alegro de haber atinado un poco.
  • Yo diría más de un poco, tienes un buen ojo… de artista.
  • Es todo un cumplido viniendo de una modelo como tú.
  • ¡Ah!, mañana no creo que pueda venir, voy a llevar a Terry al veterinario.
  • ¿Qué le pasa, está enferma?
  • No, no creo, pero sospecho que Hugo algo sabe .**
  • ¿Quieres decir que…?
  • Me parece que nos hemos distraído hablando y Hugo lo ha aprovechado y la ha…
  • ¿La ha preñado?
  • No me extrañaría y la comprendo, Hugo es un seductor… jajaja.
  • Pues eso no es nada.
  • ¿Quieres decir?
  • Jajaja, es broma.
  • Sí ya, de todas formas me podrías dejar tu teléfono para advertirte si no puedo venir.
  • Con mucho gusto, anota…
  • Vale, permite que le ponga otro nombre, mi marido es un poco celosito, ya sabes.
  • No me extraña, con ese cuerpo…
  • ¿Qué cuerpo?
  • El de la chica de la foto, jajaja.
  • A sí, mi hermana gemela, jajaja. Vale quedamos así, yo te llamo, tanto si vengo como si no… si no te molesta…
  • No, de ninguna manera, ya ves, eres la única persona que veo y me encantas.
  • ¿Lo dices en serio?
  • Nunca miento y menos a un bombón como tú.
  • Mmm que zalamero eres, ¿sabes Manu?, me gustas…
  • Ya hablamos.

Las vi alejarse a las dos, Terry, moviendo la cola de lado a lado, no parecía estar “enferma”, de pronto sospeché que el bueno de Hugo no tenía nada que ver y su dueña, la pícara Gema con sus movimiento de caderas me hizo pensar que estaba deseando demostrarme su parecido con la chica desnuda del montaje que le hice con toda intención, me propuse comprobarlo todo a no tardar mucho.

Continuará.

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Gracias.