Mi boda I (preliminares)
Fue una vez sin leggins y con los pechos al aire cuando me empujó contra la puerta de entrada del edificio y se hincó de rodillas a lamerme mi vulva apartando la tanguita. Allí ya no me pude contener y empecé a gemir mientras mis manos tomaban su cabeza contra mi sexo y me corrí mientras mis muslos
Mi boda I (preliminares)
Pues sí, he estado un tanto ocupada, entre otras cosas porque... me he casado!!!! Sí, finalmente Javier se decidió a proponérmelo y no fue precisamente como en las películas. El sí lo preparó y me preguntó en un buen momento, los dos a solas, tranquilos y relajados, pero fui yo la que fallé.
- ¿Pero qué dices? Anda, no seas cursi, ¿cómo se te ha podido ocurrir? – dije yo riendo.
Pero él sí lo decía en serio, se lo vi en la cara, pero yo ya había metido la pata y roto el momento. Él tenía que iniciar sus idas y venidas de Boston, ahora que estaba al cargo de todo tendría que viajar mucho y… y había decidido que “su rusita” le llenaba tanto que no sólo no quería perderla sino que quería compartir su vida… ¡conmigo! Pero yo no me había parado a pensarlo, ni siquiera lo esperaba, pero claro, con 33 añitos… tal vez tocaba, ¿no? Así que le pedí pensarlo mientras lo llenaba de besos. Le pedí hasta el sábado, donde en una cena romántica le contestaría.
Estuve pensando y pensando… mis amigas rusas lo primero que me dijeron fue que me casara fuera de Cataluña, para que la legislación no contemplara la separación de bienes (saben más de leyes que cualquier abogado). Sí, resulta que si tu primera residencia es en Cataluña aplica el derecho catalán, y aquí el régimen por defecto es separación de bienes, lo que no me convenía demasiado (él tiene mucho dinero y yo no, así que… ¿por qué no asegurarme el futuro si nos divorciamos?). Pero yo no quería irme de Barcelona (y él tampoco), así que no fue por eso (o no sólo por eso).
Lucía fue la más pragmática. “Si te gusta y estás bien con él, ¿por qué no?”.
Debo reconocer que estuve toda la semana dándole vueltas y el sábado todavía no sabía qué responderle. Estaba muy a gusto con él, el sexo era abierto y lo disfrutábamos mucho, no me imponía condiciones ni nada, pero… ¿sería igual si nos casábamos?
Me vestí escogiendo bien para estar radiante. No quería que fuera demasiado sexy (y hacía frío ya), así que opté por ponerme una tanguita diminuta y unos leggins negros que me ajustaban la figura a la perfección. Una blusa blanca por fuera me permitía tapar o no mi culito, dependiendo de mis deseos, o permitir un escote mayor o menor, mostrando mi sujetador con blonda o no ;-). Naturalmente, unos zapatos de tacón de aguja alto a juego con los leggins. Y por encima, pensaba poder llevar un abrigo largo de cuero oscuro con tonos rojizos.
Por una vez estaba ya preparada cuando él me llamó al móvil para avisarme que estaba llegando, así que bajé y subí a su coche en cuanto paró delante de casa. Nos dimos un rápido beso y continuó conduciendo hasta el restaurante mientras nos comentábamos la semana evitando el tema en el que los dos estábamos pensando. Me llevó al Tibidabo, a La Venta, un restaurante tranquilo desde el que tienes a tus pies la vista de toda Barcelona hasta el mar.
Pocas mesas, pero todo muy bien puesto. En Barcelona hay unos preciosos restaurantes, algo caros, pero bueno, eso no nos importa a nosotras, ¿verdad? Sentarnos y tomar la carta fue todo uno (un problema, porque todo parecía riquísimo, y lo estaba). Como siempre, fue él quien eligió el vino, para esperar la comida tomamos un Muscat de Sumarroca, un blanco delicado monovarietal, pero bueno, no estamos aquí por los vinos, ¿verdad? Fui yo la que, práctica como siempre, abordé la cuestión. “He estado pensando mucho en tu proposición…” le pregunté lo que llevaba en mente, y él se sorprendió; vivir juntos, compartir más tiempo… Sí, seguro, con lo que le toca viajar… “Yo no pienso dejar mi trabajo”, le solté (mi independencia, mi independencia). Pero sin darme cuenta, eso ya era un sí, así que él se relajó (¡se me había escapado! Grrrr….). Y, a partir de allí, ya todo fluyó sólo. Con las ostras acordamos el barrio donde buscaríamos piso, con la carne que esperaríamos a ver que funcionaba antes de tocar el tema de posible descendencia, pero con el helado ya abordábamos el hecho que estaría sola mucho tiempo por sus viajes y… y que él esperaba que yo… bueno, fuera discreta. La manera en que lo dijo fue tan dulce y suave que no me dejó opción, me desarmó totalmente. Sin imposiciones, sin restricciones, dejándolo a mi propio criterio (él confía en mí, sí, ¡no os riais! El confía en mi criterio para saber cuándo debo pararme y cuándo puedo hacerlo discretamente o con quien).
Tenía muchas ganas de besarlo, pero el restaurante no era el lugar, así que fui a los baños a retocarme el maquillaje mientras pagaba y salimos tomados de la cintura. Allí, con Barcelona a nuestros pies, nos besamos con pasión y mi pierna enlazó la suya y dejé que nuestras caderas se rozasen para notar su excitación mientras sus manos recorrían mis nalgas. Nuestros cuerpos no dejaban mucho espacio entre uno y otro y yo notaba el roce de mis pezones contra su pecho. Al final, mis tetas estaban completamente aplastadas contra su cuerpo, y mi entrepierna notaba cómo mis flujos rezumaban mientras podía notar su miembro completamente erecto contra mí. Estábamos en el mirador, con gente alrededor, así que decidimos ir a tomar un cóctel al Mirablau. Todavía era pronto y no había mucha gente, así que pudimos sentarnos en unos taburetes frente a los grandes ventanales que muestran la ciudad. Las luces delineaban las calles y se veían claramente los monumentos iluminados, con el mar al fondo y los cruceros llenos de lucecitas.
Él detrás de mí, con sus manos enlazando mi cintura sobre el abrigo, con su aliento en mi cuello… Sus brazos me abrazaron y me besó, yo giré mi cara para besarle y entonces sus manos aprovecharon para colarse bajo el abrigo. Una de sus manos cayó a mi cadera y la otra tomó mi pezón derecho y lo apretó con ternura. De la cadera a mi muslo, del muslo a mi caliente entrepierna y los leggins pronto dibujaron mi humedad mientras sus dedos delineaban mis labios vaginales y su caricia en el pezón los erguía y marcaba en la blusa. Su dedo marcaba el surco entre mis labios vaginales y lo delineaba de sexo a ano, subiendo y bajando una y otra vez mientras nuestras lenguas se retorcían y mi respiración no dejaba de acelerarse hasta que me corrí mordiendo su labio hasta hacerlo sangrar.
Esta vez fue él quien no había llegado, pero no lo dejé así, tomamos el coche y de camino a mi piso, por la bajada de la avenida Tibidabo, yo ya le había desabrochado el cinturón y sacaba su sexo al aire para tumbarme y pasar a lamérselo. El Jaguar es muuuuy amplio y me pude acomodar bien al soltarme el cinturón de seguridad. Prácticamente cabía arrodillada en la parte frontal. Por suerte, el cambio automático, no impedía la conducción, y él iba concentrado en gobernar el volante mientras yo le hacía una profunda y caliente mamada. Mis labios apretaron bien su puntita, limpiando los restos de su excitación y pronto estuvieron envolviéndolo mientras notaba el calor de mi boca. Cuando ya la tenía toda húmeda procedí a mover mi cabeza arriba y abajo atrapando cada vez más en mi boca hasta que penetró bien profunda en mi garganta y notaba su vello en mi nariz al tragarla del todo. Fueron pocas sacudidas, debo reconocerlo, pero a mí me dio igual, con tal de notar cómo su lechita entraba directamente en mi garganta e inundaba mi estómago en tres grandes lechadas. Le dejé disfrutar quedándome quieta hasta que salió todo, y luego fui sacándolo de mí mientras apretaba con los labios en un dulce beso que lo iba exprimiendo mientras lo sacaba.
Me levanté y arreglé justo cuando llegamos frente a mi apartamento, justo el tiempo para buscar aparcamiento y salí corriendo, sabiendo que si no salía rápido… no saldría en mucho rato, y el Jaguar es cómodo, pero no tanto. Así que casi tuvo que perseguirme mientras yo contoneaba mis nalgas ante él y lo provocaba para que me siguiera. Naturalmente, me atrapó cuando abría la puerta exterior del edificio y me tomó presa por las caderas clavándome por detrás. A través de los leggins notaba perfectamente su masculinidad a través de sus finos pantalones de traje, y no me desagradaba en absoluto. Conseguí abrir y casi caemos en el rellano entre risas, pero nos mantuvimos en pie abrazándonos y recostándonos contra la puerta cuando se cerraba. Sus manos buscaban desesperadamente mi sexo y mis pechos forzando mi ropa, y no tardé en tener mi blusa abierta y los sostenes alzados. Yo me dejaba y sus manos recorrían mi cuerpo sometiéndome a mil sensaciones. Pronto sus labios se unieron a sus manos y mordieron mis pezones hasta tenerlos completamente duros. Entonces sus manos batallaron con mis leggins y me los bajaron hasta las rodillas. Fui yo quien me los saqué sobre los zapatos de tacón (si espero que lo haga él todavía estaría batallando por conseguirlo).
Fue una vez sin leggins y con los pechos al aire cuando me empujó contra la puerta de entrada del edificio y se hincó de rodillas a lamerme mi vulva apartando la tanguita. Allí ya no me pude contener y empecé a gemir mientras mis manos tomaban su cabeza contra mi sexo y me corrí mientras mis muslos lo apretaban tanto que casi se quedó sin respiración. Dejó que me relajara mientras mis gemidos, lentamente, se normalizaban y mis manos y muslos también. Fue entonces, cuando sucumbí y mis piernas me fallaron, cuando él tomó mi cabello violentamente y empujó mi cara contra su entrepierna. No hacía falta ser adivina, y yo también quería, así que me la metí en mi boca y empecé a masturbarlo mientras la tragaba. Pero sus manos tomaron mi pelo y me obligaron a alzarme, él quería otra cosa. Me levantó y, tomándome por las axilas, me subió sobre él a peso y trató de empalarme. Fui yo la que corrió la tanga esta vez para permitírselo y quedar en sus brazos, rodeándole con mis muslos, en un abrazo que le permitió empalarme completamente hasta el fondo por mi propio peso. Me apoyó de nuevo contra la puerta y procedió a un acelerado mete saca sin compasión, me estaba follando salvajemente, ya no quería hacerme el amor sino follarme, follarme y empalarme salvajemente, y a mí me encantaba. Me partía chocando sus caderas contra las mías y retirándose hasta casi sacarla para embestir de nuevo, yo le miraba a los ojos y le pedía más, que me follara más fuerte, más a fondo, mientras me mordía el labio y trataba de sacarlo de sus casillas a la vez que yo misma me derretía sobre su polla. Pronto saltaron mis flujos a chorro y mi vagina se estremeció con oleadas de placer que lo ordeñaban y le hicieron correrse a él también, vaciándose dentro de mí con una larga corrida que lo dejó seco de leche.
Por suerte no me dejó en el suelo, mis piernas no habrían respondido. Aguantamos, el uno dentro del otro, mientras se apoyaba en mí contra la puerta y nos recuperábamos ambos. Esperamos un poco hasta recuperarnos, y se deslizó fuera de mí suavemente mientras nos besábamos. Recogí los leggins y subimos a mi piso enlazados por la cintura, si algún vecino se había escandalizado nos era igual. Aquella noche dormimos abrazados y no, no volvimos a hacerlo hasta la mañana siguiente antes de que se marchara.