Mi balcón fue testigo

Doy gracias que los balcones no hablan, porque si así fuera, me condenarían como a la más perra de todas.

Aquí estoy nuevamente para contarles mis aventuras con mi vecino.

Durante la semana no vi a mi vecino, ni de cerca, solo a su esposa pero de pasada, nos saludábamos y cada una a lo suyo. La esposa de mi vecino no tenía ni idea de la aventura que habíamos vivido en el ascensor ni lo que había pasado en mi balcón, entre su esposo y yo.

De algo estoy segura, mi vecino jamás la había lamido a ella con la lujuria que me lo hizo a mi, como tampoco ella nunca le había chupado el pene de la forma que lo hice yo, dejándolo seco y sin una gota, ávidamente me tragué todo su semen y no me arrepiento de nada, al contrario lo volvería a repetir miles de veces.

Justo al sábado siguiente de las lamidas que nos dimos mi vecino y yo, estaba sentada en la sala cuando suena el timbre de mi apartamento.

Abro la puerta y encuentro a mi rolliza vecina, que muy sonriente que me dice:

-Hola querida, estoy muy feliz, pues mi hijo ha venido a visitarme por dos semanas se quedará en nuestra casa, y este mediodía mi hijo y yo salimos de paseo, como en los viejos tiempos, pues.., quería pedirte un favor.

-Si, señora, dígame qué favor necesita usted.

-Como te decía mi hijo y yo no estaremos este mediodía, entonces te quería pedir por favor si puedes calentarle la comida en el microondas, a mi viejo, él no sabe de esas cosas, y quisiera que coma algo caliente este mediodía.

-Si, encantada, hoy al mediodía iré a calentarle la comida a su esposo.

A mi cabeza vinieron miles de pensamientos libidinosos, la vieja me pedía que le calentara la comida al viejo y yo no sólo le iba a calentar la comida, lo iba a calentar a él, me lo iba a comer enterito, hacía desde el sábado pasado que no tenía un solo orgasmo, mi cuñado no estaba en la ciudad, y mi marido no sirve para mucho, esta buena señora me estaba abriendo las puertas del cielo, me comería a su marido de punta a punta.

De solo pensar en lo que la lengua del vecino me hizo vibrar hasta hacerme correr en su boca, una oleada de calor me recorrió el cuerpo e hizo que mi coño, empezara a humedecerse, y empecé a sentir mariposas que revoloteaban en la parte baja del vientre.

-Son apenas unos segundos, espero no te cause molestias querida. Verás este hombre no sabe nada de estas cosas modernas.

-¿No sabe nada?. -Tenía ganas de gritarle: "vieja estúpida, ¿cómo que no sabe nada?, sabe...mover su lengua hasta hacerte delirar, qué más se puede pedir?, ojalá yo tuviera un marido que me sorbiera el coño como lo hizo el tuyo.

Pero por supuesto no dije nada, guardé mis ideas para mi, sólo yo había disfrutado de sus lengüetazos, hasta hacerme perder la razón, me lo hizo en el elevador y en mi balcón a metros de mi marido, como ya sabrán ustedes.

-Usted vaya tranquila doña Mercedes, que a su marido no le faltará un plato caliente en la mesa, de eso me encargo yo.

-Gracias querida, así puedo irme tranquila, y en forma de agradecimiento, los invito a tí y a tu marido, esta noche después de la cena a probar un licor casero que hago siempre y les gusta mucho a todos.

-Encantada iremos, mi esposo llega del trabajo cerca de las 18, y no tenemos planes para esta noche, así que iremos un rato a charlar y a degustar su licor.

-Ok, los espero y muchas gracias por el favor que me haces hoy.

Cuando doña Mercedes se fue, fui a la ducha y me di un buen baño, estaba muy deseosa de tener sexo, y esta era una oportunidad que no podía desechar, me comería a mi vecino, Ramón así era su nombre. Nunca me había penetrado, solo habíamos tenido sexo oral, y mi objetivo era que me penetrara, sentir su verga dura, más su lengua pervertida, mmmmmmmm, deseaba sexo desaforado con ese madurito que me había quitado el sueño.

Me bañé y perfumé. Me puse un minivestido, muy liviano, pues hacía mucho calor, sin ropa interior, el vestido era escotado, y apenas me tapaba el trasero, también elegí altos zapatos de tacón aguja, que hacían mis piernas más largas y torneadas. La idea era enloquecerlo, hacerle perder la cabeza, calentarlo tanto como para que no parara de follarme por largo tiempo.

Ansiosa esperé que la doña y su hijo salieran de paseo, espiaba detrás de la puerta, hasta que los sentí subir al elevador , fui corriendo al balcón y vi a madre e hijo que subían a un taxi y se alejaban por la avenida.

Solté mis largos cabellos aún húmedos, tomé el móvil, por si me llamaba mi esposo y me fui al apartamento de Ramón.

Toqué temblorosa y ya ardiendo. Sentí sus pasos lentos detrás de la puerta, la abrió, y su mirada como lo hacía siempre recorrió lentamente mi cuerpo joven, sensual y deseoso.

-Su esposa me pidió que le calentara la comida en el microondas. Con un gesto soberbio me dio paso y cerró la puerta tras de mi.

Sentía su mirada en mi espalda, y un cosquilleo recorrió toda mi espina dorsal. Sin decirme palabra alguna, me tomó en sus brazos y me dio un terrible beso en plena boca, yo lo esperaba con los labios abiertos y nuestras lenguas se frotaron, se enroscaron y se mezclaron. Nos besamos largamente, acariciándonos como dos amantes que se encuentran después de muchos años.

Me tomó en sus brazos y me sentó sobre la mesa de la cocina, sus manos experimentadas me recorrieron desde las rodillas, hasta bien arriba de mis muslos, ahí con ambas manos, me levantó el vestido y me lo sacó, quedándome totalmente desnuda, mis pechos saltaron antes sus ojos, mis pezones rosados estaba erguidos y duros, quedé frente a él como una diosa pagana.

-¡Qué hermosa hembra eres!, cómo te voy a coger, putita bastarda, eres una perra puta y bastarda que me erotiza y saca de mi mis los más bajos instintos.

Sus palabras obscenas hicieron que lo deseara aún más

Su lengua comenzó a recorrerme el cuello, los oídos, todo lo que encontraba lo lamía, llevó a sus labios mis pezones duros del placer que sentían, su lengua los bordeaba y sus labios los mordían suavemente. Mientras con sus manos recorría todo mi cuerpo pecador y libidinoso.

Mi calentura aumentaba en forma descomedida.

Medio cuerpo mío quedó sobre la mesa, con las piernas colgando, Ramón se acomodó plácidamente en una silla, abrió mis piernas y su cabeza se perdió en mi entrepierna, su lengua húmeda y larga apareció de repente a lamer mi vagina que ya a estas alturas chorreaba mágicos líquidos, los cuales Ramón embebía haciendo el ruido clásico del glop, glop.

Su majestuosa lengua llegó a mi clítoris hinchado de placer, zigzagueando, mientras me deglutía el coño, comenzó a penetrarme un dedo en la vagina, luego dos y tres, estaba tan lubricada que sus dedos entraban y salían como un pene, luego comenzó a hacer ese juego en mi ano, lo empezó a dilatar sin dejar de mamarme el clítoris, yo me revolcaba sobre la mesa, tal cual lo había dicho él, como una verdadera perra bastarda, así llegué a mi primer orgasmo, sacó su cabeza de mi entrepierna y mientras descansaba unos segundos su boca me recorría suavemente hasta llegar a mi boca y me hizo saborear mis propios jugos.

Seguimos besándonos incansablemente, volvió a comerme el coño, como él sólo sabía hacerlo, luego de mi tercer orgasmo, Ramón seguía sentado muy cómodo en la silla, quería comerme su verga, así que bajé de la mesa y me arrodillé, él sentado en la silla, se tomó la verga y me ofreció.

-Anda zorrita, a ver que haces con ella, chúpala como una puta desquiciada.

Tomé su falo rígido, lo acaricié de punta a punta y de un solo empellón, me lo llevé hasta mi garganta, lo sentí tieso y empecé a entrar y salir, cuado llegaba bien al fondo hacía presión con mi lengua y salía y volvía a entrar, sus dedos mientras tanto tomaron mi cabeza, y la iban conduciendo en cada entrada y salida de su verga en mi boca. No quería seguir mamándosela de esa manera, pues yo quería esa verga dentro de mi conchita, la deseaba, y se lo pedí con voz ronca.

-Dame verga por favor, la quiero todita dentro mío, si, por favor, dame pija, quiero polla.

Pedía verga como una puta desesperada.

-¿Quieres verga, putona?, pues ya la tendrás.

Se puso de pié, me puso de espaldas, con medio torso apoyado sobre la mesa, de esa manera mi trasero que daba bien hacia fuera.

Era un pervertido, me la fue introduciendo de a poco, el muy tunante, me hacía desearlo.

-Vamos, vamos…, dame…dame…toda, toda bien adentro, que me muero de ganas, por favor

La iba manejando a su antojo, lo hacía lentamente, su polla escandalosamente erguida, entraba suavemente y de a milímetros.

Hasta que esa verga apetecida llegó hasta el fondo, parecía que habían pasado siglos, la tenía de un grosor importante y muy pero muy dura. Cuando la tuve todita dentro mío, comenzó a moverla circularmente, después me la sacó y me la refregó por todo el cuerpo, yo alucinaba por tenerla dentro mío.

Luego de jugar y hacerme desearlo, me penetró de un solo empellón, la hizo llegar bien al fondo y comenzó a bombearme, tomado de mis caderas que se golpeaban contra su cuerpo a medida que entraba y salía.

Mientras me estaba dando duro, sonó el móvil, ese era mi marido!!

-Es mi esposo.

-Habla con él, mientras te doy verga y verga.

La situación en que me encontraba, hacía que me excitara más.

Levanté mi medio cuerpo que estaba sobre la mesa, y quedamos los dos parados, mi vagina llena de verga, Ramón en mi espalda dándome polla, com ambas manos, tomó mis senos, y acariciaba mis pezones.

-Dime Mauricio, -apenas pude emitir palabras.

-Andrea, querida, te llamé para decirte que en media hora estoy en casa, podremos almorzar juntos, ¿qué harás de rico?

Mientras mi esposo me hablaba Ramón seguía dándome por atrás, su lengua la mía mi oído libre, y me hablaba muy despacito.

-Cuéntale que tu vecino te coge y te chupa como nunca lo hizo él. Dile que lleva cuernos por no darte como te doy yo. Cuéntale como te chupo la concha y como te tragas mi lechita. Dile que eres una perra bastarda, puta, dile como te folla tu vecino.

Todo esto me lo decía muy despacito, lo susurraba en mi oído libre, un par de palabras y unos lengüetazos, palabras… y lamidas

Estaba desesperada de calentura y morbosidad.

-Veré que hago querido, gracias por avisarme. No se hasta el día de hoy como pude decir media palabra.

-Ok, amor en media hora estoy en casa. Y cortó la comunicación.

-Tengo 15 minutos, viene a almorzar.

El perverso Ramón se sentó en la silla, y yo me senté sobre su aparato erguido como un mástil, lo monté, ahora la que se lo cogía era yo, subía y bajaba enterrándome su falo y disfrutando, mis senos eran sorbidos por mi vecino, tuve un nuevo orgasmo, me salí de arriba de él, me arrodillé entre sus piernas, se las abrí y le empecé a chupar la verga, haciendo lo mismo que me hizo antes él a mi, lentamente y despacito, pasándole la lengua por todo el tronco, mientras lo masturbaba, le besé los huevos hinchados y peludos, luego mi lengua inquieta llegó hasta su ano, ahí dio un respingo de placer, volví a meterme su verga en la boca, entraba y salía, hasta que el chorro tibio de su semen inundó mi boca.

Me tragué toda su leche exquisita, luego fui subiendo y lo besé y los restos de su semen y mis jugos se mezclaron en un beso interminable.

Mientras se calentaba la comida en el microondas aproveché a vestirme, no me quedaba mucho tiempo. Cuando el microondas dio la señal de que había terminado de calentar, le di otro beso escandaloso y me fui a mi casa. A los pocos minutos llegó mi esposo a almorzar.

Por la noche, fuimos al apartamento de los vecinos a degustar el licor que doña Mercedes nos había invitado a probar.

Conocimos al hijo del matrimonio, una persona muy agradable y simpática de unos 35 años, los cinco hablamos de diferentes temas, nos reímos y también jugamos a la canasta.

Ramón y yo nos mirábamos cómplices de lo que había pasado ese mediodía en la cocina de su apartamento, cuando se daba la ocasión, Ramón me rozaba con disimulo, yo respondía con una sonrisa, bastante después de la medianoche nos retiramos a nuestra casa.

Mientras mi marido se tomaba un último trago en la sala, fui al balcón y lo abrí, dejando el paso libre a Ramón pues él sabía perfectamente que esa era mi noche se sexo con Mauricio.

Esperé a mi esposo desnuda en la cama, llegó a mi lado y empezó a desvestirse, cuando estaba desnudo, lo hice sentar en el borde de la cama, quedando de frente al balcón, como una gatita mimosa lo besé frenéticamente, su miembro se fue agrandando y cuando estaba en su punto máximo lo monté.

En esa posición Ramón podía apreciar mi trasero caliente, moviéndose sensualmente al compás de las entradas y salidas que me estaba dando Mauricio, también poniéndome de esa manera, con mi cuerpo tapaba el balcón abierto para que mi querido vecino apreciara a esta puta irremediable, amante de las vergas duras y dispuestas a darle placer.

En unos segundos mi marido llegó al orgasmo, antes retirando su pene para no dejarme embarazada, gotas de su leche cayeron sobre mi abdomen.

A los pocos segundos de correrse me quitó de encima de él y fue a darse su extenso baño, como era su costumbre, cuando sentí como el agua de la ducha corría, fui como una perra en celo al encuentro de mi vecino.

Ahí estaba con su polla dura en la mano jalándola, me arrodillé y la llevé a mi boca sedienta y como una puta desesperada, cuando de repente, siento que otra polla dura e impresionantemente grande se acerca a mi boca.

Levanto mis ojos y veo a Carlos el hijo de don Ramón, parado a un costado, ofreciéndome su verga.

Don Ramón me dice:

-Puta calentona, aquí tienes dos pollas, dos lenguas, a tu entera disposición para darte lo que tanto te gusta, perra, gózalas.

Saqué de mi boca la verga de Ramón y mientras los masturbaba, me tragué la verga de su hijo

Pero eso se los cuento en mi próximo relato, siempre y cuando ustedes lo deseen.