Mi aventura de viaje

Las manos transitaban mutuamente por nuestros cuerpos. Exploré su bien formadas piernas, recorriéndolas suavemente y palpando sus músculos, llegué a esa atractiva zona donde alojamos a nuestro inseparable compañero de vida. Sentía su palpitar y cómo crecía poco a poco...

Hola, estimados lectores. En esta ocasión les presento el relato de algo que ocurrió durante un viaje de negocios.  Por mi actividad profesional tuve necesidad de trasladarme al paradisiaco puerto de Acapulco, en la costa del Pacífico. Evalué la conveniencia de viajar en mi auto o en uno de esos modernos autobuses que son de gran comodidad. Asientos amplios para descansar plácidamente, video a bordo, servicios sanitarios, aire acondicionado. En fin, me decidí por la segunda opción, que además haría rendir mis recursos.

Busqué un horario que me permitiera viajas de noche, para descansar y llegar en buenas condiciones físicas a mi destino. Al abordar, quizá por ser un día intermedio, observé que los pasajeros no éramos muchos, y aunque los asientos eran numerados, en la práctica podíamos ubicarnos en donde quisiéramos. Opté por ocupar un asiento al fondo del autobús y, el asiento ubicado a un lado del pasillo, fue ocupado por un hombre joven, quizá de unos 22 o 23 años, que amablemente me saludó al llegar, con una sonrisa franca y amistosa.  Vestía un pantalón de mezclilla semiajustado a su cuerpo, por lo que observé unas buenas piernas y un trasero sumamente atractivo. Llevaba una playera que resaltaba su torax con brazos de mediano grosor, pero apetecibles. Su rostro era adornado por pelo lacio negro y un par de ojos cafés claros, grandes pestañas y cejas bien delineadas. Su nariz regular servía de marco a unos labios delgados, que frecuentemente eran humedecidos por una lengua que se quedaba ligeramente presionada por sus dientes blancos.

Debo decir que, aunque ando por los cuarenta años, trato de mantenerme en forma para trabajar con agilidad. Mido 1.72, peso 72 kilitos sin grasa demás en ninguna parte de mi cuerpo. Soy moreno claro de ojos cafés y pelo negro. Me dicen que aunque no soy un galán, no canto mal las rancheras.

Comentarios ligeros sobre la duración del viaje, la comodidad del autobús y otras pequeñeces, dieron pauta para mantener una ligera conversación, adornando nuestras palabras con una agradable sonrisa que adornaba su rostro. Como no queriendo parecer interesado en algo más, le sugerí compartir nuestros asientos para seguir platicando, invitación que aceptó de inmediato. Al sentarse a mi lado, sentí el calor de su cuerpo y repitiendo el saludo inicial, extendí mi mano para darle la bienvenida. Sentí una mano cálida y fuerte que estrechó la mía con firmeza, como correspondía al hombre joven y bien desarrollado.

Nuestra plática se mantuvo ágil y me enteré con placer, que estaba soltero y estudiaba ya su carrera profesional en medicina. Vivía en Acapulco y hacía referencia a los múltiples atractivos que tiene el puerto, que aunque yo conocía, simulaba mayor interés y el se desvivía por resaltarlos y sugería que mi estancia, que sería de solo 3 días, la prolongara para que pudiera conocer varios sitios. Gustoso se ofreció convertirse en mi guía.

Al hablar de esos sitios tan interesantes, como al descuido le pregunté si era cierto que en Acapulco se podía encontrar el ambiente que uno quisiera contestándome afirmativamente. Mostré algo de sorpresa y provoqué una franca sonrisa que me permitió ver una dentadura perfecta. Me preguntó si nunca había estado en un lugar de ambiente, insinuando un antro gay. Le dije que no. Que en mi ciudad no había muchos de esos sitios y que aunque tenía curiosidad, no me atrevía por temor a encontrarme con algún conocido, situación que me apenaría mucho.

Se quedó un poco serio y fijó su mirada en mis ojos. ¿Eres gay?, me preguntó.

-No…. Bueno…. No sé…. Me gustan mucho las mujeres, pero a veces me inquieta el trato con hombres jóvenes, sobre todo si son profesionistas o estudian una carrera universitaria. Sentía su pierna presionando mi muslo y el suave calorcillo que emanaba.

Me mantuvo su mirada y me preguntó:  ¿Te gustan los chavos como yo?

Balbuceando le contesté que si, que me parecían muy interesantes e inteligentes, con una conversación interesante.

Poniendo una mano en mi pierna, me dijo. A mi me atraen los hombres de tu edad…

Tomé su mano y devolví su mirada. Nos acercamos lentamente y nos dimos un suave beso, que fue el preámbulo de un delicioso faje, acompañado de caricias que nos prodigamos fácilmente, alejados de los pocos pasajeros que nos acompañaban en el viaje y que ocupaban los asientos delanteros y estaban ocupados por la película que exhibían en los monitores.

Las manos transitaban mutuamente por nuestros cuerpos. Exploré su bien formadas piernas, recorriéndolas suavemente y palpando sus músculos, llegué a esa atractiva zona donde alojamos a nuestro inseparable compañero de vida. Sentía su palpitar y cómo crecía poco a poco, aprisionado en sus jeans de mezclilla, buscando ser liberado. Metí las manos bajo su playera y recorrí su pecho, sintiendo el acelerado palpitar de su joven corazón.

Como pude, desabroché su pantalón y saqué de su prisión un pene perfecto, de cuerpo cilíndrico, coronado con un hermoso glande que fácilmente quedaba descubierto. Una mata de bellos coronaba tan rico ejemplar masculino. Lo envolví con mi mano y sentía su tibieza y palpitar. Con la punta de mis dedos regaba el rico precum que afloraba por su ciclópeo ojo y provocaba una suave y deliciosa sensación.

Discretamente desabroché mi pantalón y lo bajé junto con mi trusa bikini hasta las rodillas. Sentía como sus manos me acariciaban las piernas y se introducían en mi entrepierna, introduciéndolas tras mis testículos y acariciando esa zona tan sensible que tenemos entre ellos y el ano. ¡Que delicia!

Recliné mi cuerpo hacia atrás y suavemente se inclinó sobre mi pecho, que empezó a besar y a recorrer suavemente, bajando sobre mi vientre y llegando hasta la base del tronco de mí pene. Su mano subía y bajaba suavemente y lo orientó hacia sus labios, que aprisionaron suavemente la cabeza y empezó a mamármela con delicadeza, aumentando poco a poco la rapidez con que lo hacía, transportándome a niveles de placer no experimentados antes. Mientras mis inquietas manos acariciaban su espalda bajo la playera y recorría unas nalgas firmes y bien desarrolladas. Mis inquietos dedos jugaban suavemente con ese hermoso ano, del que sentía unos bellos suaves y delicados. Los mojé con saliva y empecé a introducirlos poco a poco, en tanto sentía como presionaba y aflojaba ese anillito y lentamente invadía su rincón de placer.

Después de unos minutos de tan deliciosos juegos, se enderezó y con discreción sacó un condón de su bolsillo y me lo colocó en la verga con su boca. Se levantó del asiento y colocándose sobre mis piernas, poco a poco se introdujo mi palpitante pene en su anillito, que sentía caliente y apretadito. Empezó un rico vaivén de sube y baja, que me hacía sentir en el paraíso. Veía claramente como mi tronco casi salía de su culito y volvía a perderse hasta la empuñadura. Mientras, mis manos jugaban con su verga, masturbándole al mismo ritmo de las penetraciones.

En pocos minutos empecé a sentir como su ano se contraía y aumentaba la presión sobre mi pene, señal inequívoca que por su parte, estaba llegando al clímax. No pude más y como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, ambos arrojamos nuestra carga lechosa. Yo en el interior de su culito, que me aprisionaba en forma por demás deliciosa, y él, arrojando su semen contra el respaldo del asiento.

Permanecimos unidos unos minutos, hasta que nuestros amiguitos recuperaron su flacidez. El sacó unos pañuelos de papel y ambos nos aseamos como pudimos.

El sueño nos envolvió y en brazos de Morfeo llegamos a nuestro destino. Le informé donde me hospedaría e intercambiamos números telefónicos y quedamos en volver a encontrarnos para conocer algunos lugares que podrían ser interesantes,

De ello les comentaré más adelante.

Mauricio Adalid

mauricioadalid7807@hotmail.com