Mi asiento estaba del lado del pasillo (01)

(con foto) el colectivo venía atestado. Por eso no me extrañó, que en un bandazo, el hombre que estaba al lado de mi asiento, me plantara su pantalón en la cara... ¡Pero qué bulto...!

Una buena polla puede hacer conversos (01)

Por Lindo Culo 04.

lindoculo04@yahoo.com.ar

Mi asiento en el colectivo estaba del lado del pasillo, y fue una suerte que lo consiguiera, dado lo atestado del corredor. Una señora que abandonó el asiento, y no habiendo más mujeres cerca, aproveché y me senté rápidamente. Fue una fortuna que alrededor mío solo hubiera hombres. El hueco que había dejado al sentarme, fue inmediatamente llenado por uno de los hombres. Dado el amontonamiento no me molestó que, en uno de los bandazos del vehículo, el hombre apoyara su pantalón en mi cara. "Disculpe", dijo en voz baja. "No es nada", contesté en el mismo tono. Pero no se me escapó que bajo el pantalón, fue un enorme bulto el que se aplastó contra mi mejilla. Me quedé muy impresionado por lo que cargaba el hombre allí abajo, justo a la altura de mi cara. Pero seguí con cara de nada, tratando de sacarme la impresión que me había dejado ese contacto. Los colectivos dan bandazos y el hombre no tenía la culpa de cargar lo que cargaba, ni de habérmelo hecho sentir en mi cara.

En el siguiente bandazo, el pantalón con su suculenta carga, volvió a la carga sobre mi rostro. "Disculpe", volvió a decir el hombre, pero al levantar mi vista para repetir el "no es nada", me encontré con una sonrisa en su boca, y una mirada inequívoca. Mi compañero del lado de la ventanilla era una mujer, más bien gorda, que debía tener un viaje largo, ya que se había quedado dormida.

El siguiente pantalonazo no fue a causa del colectivo, sino de otro pasajero que al pasar detrás suyo, obligó a que el contacto con su bulto se hiciera más largo y pronunciado, deteniéndose más tiempo en el contacto con mi cara. Ahí pude apreciar un considerable crecimiento de su bulto. Cuando levanté la vista, el hombre encontró mis ojos, manteniendo su sonrisa. Me sonrojé, y esta vez ni se disculpò. El siguiente bultazo contra mi cara, me lo dio sin excusa alguna. Ni bandazo ni pasajero por detrás. Sólo una larga apoyada de su bulto con una erección, haciéndose sentir en mi rostro. Ya no cabía duda, lo estaba haciendo a propósito.

No supe qué hacer, pues para colmo la situación me estaba calentando. Mi propio bulto, contra toda intención de mi parte, había comenzado a erectarse.

Así que con cara de nada y con aire distraído volví mi cara hacia su pantalón, y recibí la siguiente restregada contra mi boca. Fue casi como darle un beso a través de la tela, en ese glande caliente e insistente.

El hombre siguió dándole el mismo trato a mi cara, hasta que estuvo seguro de haberme vencido y convencido. Entonces, inclinándose sobre mi oreja me dijo¨"¿querés chupármela?" Y no me salió otra cosa que musitarle "sí", y levantarme con él siguiéndome hasta la puerta de salida. No perdió la ocasión, en ese breve tránsito, de apoyarme su enorme tranca en el culo.

"¿Adonde vamos?" le pregunté, apenas bajamos del vehículo.

"Ahí hay una estación de servicio, tienen un baño". El lugar estaba medio desolado, dada la hora tardía, y el hombre de la cabina ni nos vio, absorto en la lectura de un diario.

Yo estaba muy conmovido y excitado por la situación, por lo que íbamos a hacer. Iba a ser mi primera experiencia gay.

Entramos en uno de los cubículos. "Sentate ahí", señalándome el inodoro. Me senté, quedando mi cara a la misma altura que en el colectivo, y su polla también. Sólo que esta vez no perdió tiempo, y pelando su enorme tranca la presentó frente a mi cara, balanceándola ante mis ojos en todo su esplendor. Pude embelezarme con su olor y se me hacía agua la boca. Y mi sumisión ante ese hombre que en esos momentos era mi rey, era absoluta y apasionada.

Con su mano guió mi cabeza, "Chupá, nene, chupá". Y yo abrí la boca, dejándole que me la penetrara. Su glande era enorme, pero estaba cubierto todavía por el prepucio, de modo que cuando lo tanteé con la lengua, pude sentir un saborcito mezcla de pis y precum, que comencé a tragar en cada lamida.

El tipo estaba orgulloso de su tranca, y no era para menos. "Siempre consigo alguien que me la chupe, nene", agregó. Yo estaba muy ocupado con mi lengua penetrando su prepucio y chupando, verdaderamente transportado.

Entonces con un movimiento de su mano, descorrió el prepucio, dejando su glorioso glande, totalmente desnudo dentro de mi boca. Eso me trastornó completamente, y se la chupé, lamí y succione, como si fuera su esclavo. Su bajo vientre distaba cerca de unos veinte centímetros de mi cara, que sumados a su glande debían dar unos veinticuatro centímetros, por lo menos. Y mis ojos podían ver todo el recorrido de su gruesa tranca, desde su raíz hasta mi boca. Él me sostenía la nuca, para hacerse una paja de movimientos cortitos, con mi boca. Mi respiración se había disparado, mientras chupaba, lamía y succionaba el enorme don con que mi dominador me estaba cogiendo la boca.

Mi polla estaba a mil. Pero la única polla que contaba allí era la suya. Y para mí también. Quería tragarme su leche. Y él lo sabía. Así que continuó con su cogida bucal, tranquila y despreocupadamente. Evidentemente había pasado por lo mismo muchas, muchísimas veces. Y la táctica usada en el colectivo, la manejaba con gran efectividad. Todos estos pensamientos giraban en mi mente, e imprevistamente cuando apenas me toqué la polla, me corrí. Pero él estaba también próximo a correrse, sólo que no necesitaba tocarse; con mis labios apretándole la base del glande, y mi lengua enroscándose una y otra vez, en medio de mi lujuriosa succión, sentí que su glande comenzaba a oscilar y avanzando un poco más dentro de mi cálida boca, comenzó a descargar sus chorros de espeso semen, en una catarata que llenó mi boca, yéndose una parte garganta abajo. La siguiente descarga me rebalsó por la nariz. Y me la dejó dentro de la boca, hasta vaciar su último chorrito.

Cuando me la sacó, todavía estaba enorme y muy colorada. La expuso depravadamente, como para que se la viera bien vista, y me dijo: "Mírala bien, nenito, para que no me olvides…" Y me dio su tarjeta, para que lo llamara.

"Me gustan los mamones, nene, así que llamame."

Y se fue del baño, dejándome sobre el inodoro, completamente conmocionado por lo que acababa de vivir. Guardé su tarjeta en el bolsillo trasero del pantalón, como si fuera mi documento, o una bolsita con oro en polvo, para asegurarme de no perderla.

Y por supuesto que lo llamaría. Este hombre y su tremenda polla me habían enviciado en un solo contacto. ¡Pero qué contacto…!

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