Mi ardiente mujercita

Algo que descubrí en ella y me causaba gran excitación era ver como su cara se transformaba, y ver los gestos que hacía ya cuando estaba excitada

Me encontraba sentado al borde de la cama, mientras miraba a mi esposa tendida en la cama, se encontraba desnuda bocabajo, su respiración era entrecortada, habíamos tenido una agitada y caliente escena de sexo.

Esa día por fin había obtenido lo que con tanta insistencia deseaba desde hacía mucho tiempo, aunque nunca me había atrevido a pedírselo y era verla como era poseída por otro hombre, había sido la culminación a encontrados deseos que en mi mente se habían anidado desde hace mucho tiempo.

Pero como comenzó todo esto en nuestras vidas, y mi mente empezó a divagar ya hace muchos años cuando éramos jóvenes, allá por los 80.

Nos conocimos muy jóvenes, ella de 17 años y yo de 18, ella era una morenita, esbelta, pelo lacio negro, apenas llegaba a los 1.60 de estatura, de pechos grandes, en ese tiempo era de bonito cuerpo pero no era de caderas anchas como lo es ahora, esa es la parte de su cuerpo que más creció. Cuando nos conocimos ella trabajaba en una pequeña fonda y yo en un lavado de autos, como noté que no le era desapercibido comencé a enamorarla y pronto fui correspondido.

Cuando ella cumplió los 18 lo celebramos yendo a bailar a lo que entonces llamábamos discotecas, ahora les dicen antros, al calor de la noche y unas cubas encima las hormonas se alborotaron y esa misma noche me entregó su virginidad. Fue una bomba haber conocido las delicias del sexo, y buscábamos los momentos que pasábamos juntos para acariciarnos y si era posible tener sexo, hasta que una noche estando ella y yo en el patio donde vivía junto con su hermana mayor, en una hamaca, muy popular en este tipo de ciudades de donde somos, yo estaba sobre ella y la tenía penetrada, sin necesidad de desnudarnos completamente, solo le había levantado su falda y hecho a un lado su pantaleta, que en ese tiempo no las usaba tan pequeñas como ahora, nos encontrábamos deliciosa mente atrapados en nuestras caricias y placer, cuando llegó su hermana y nos descubrió, armándonos tremenda bronca.

A ella la corrió y a mí me dijo que si no me la llevaba me haría la vida imposible, que ahora era mi responsabilidad, como yo vivía solo en un cuarto, pues me la llevé a vivir conmigo, casándonos unos meses después.

Ya viviendo juntos, el sexo fue poco a poco haciéndose mas necesario entre nosotros, al calor de muestra juventud, buscábamos siempre estar juntos palpando, sintiendo y gozando de nuestros cuerpos; ella resultó ser extremadamente ardiente, nunca rehusó gozar del sexo de cualquier manera que yo le proponía, guiándonos por nuestra naturaleza, aprendimos del sexo oral, vaginal y pronto conocimos las delicias del sexo anal.

Algo que descubrí en ella y me causaba gran excitación era ver como su cara se transformaba, y ver los gestos que hacía ya cuando estaba excitada, lo cual sucedía pronto, al iniciar las caricias, semi cerraba los ojos, y con la boca levemente abierta y apretando los dientes movía la cabeza de un lado a otro emitiendo gemidos, que dependiendo del grado de excitación, del momento y del lugar podrían llegar a ser casi gritos.

Algo que hacíamos era tener sexo en cuanto lugar se prestara a nuestra calentura, y como dije ella no se negaba a nada, así que a 1 año de vivir juntos, ya habíamos hecho el amor en varios lugares, como en el cine, en el patio de donde vivíamos a altas horas de la noche, en donde yo trabajaba, esperando que ya no hubiera nadie, en un destartalado coche que en ocasiones nos prestaba un amigo, en ese coche lo hicimos en varios lugares, en la calle, estacionamientos, descampados, etc. y todo esto desató en mi mente calenturientas fantasías donde el personaje principal era mi mujer, hasta soñé en varias ocasiones verla ser poseída por otros hombres y yo disfrutaba de esos sueños

Hasta que sucedió algo que marcó nuestras vidas, sucedió cinco años después de vivir juntos, ella tenía ya 22 años, su cuerpo había embarnecido un poco después de su embarazo, y teníamos un pequeño de 3 años. Habíamos ido a visitar solo ella y yo a un familiar, nuestro hijo lo cuidaba una vecina que le gustaba tenerlo con ella, era domingo por la tarde, íbamos de regreso a nuestra casa y pasábamos por una construcción enorme de lo que sería un gran supermercado, de los primeros que llegaban a nuestra ciudad, con morbo le dije que entráramos y con sigilo nos acercamos a la entrada que aun carecía de puertas.

Como observamos que no había nadie nos introducimos más, ya en la enorme soledad que nos rodeaba y teniéndola abrazada de la cintura, mi mano bajó a sus nalgas, tallando suavemente mientras la conducía lentamente hacia una pared, ya recargada en ella, la empecé a besar y frotarme contra ella, mientras mi mano que acariciaba su trasero ya había subido su falda y abarcaba sus nalgas por sobre sus pantaletas.

Mi otra mano comenzó a trabajar en sus pechos, ella vestía una falda lisa a las rodillas, negra y una blusa de delgados tirantes que le dejaba los hombros casi descubiertos, ajustada a su cuerpo, mis mano ya viajaba bajo su blusa y metiéndose bajo su brasier alcanzó uno de sus pechos, oprimiéndolos, arrancando un ligero gemido en ella, ella ya tenía sus ojos cerrados y gemía quedamente mientras yo le besaba y acariciaba, arremangué su falda a su cintura, dejando al descubiertos sus muslos, nalgas y sexo, cubierto aun por su pantaleta.

También alcé su blusa con todo y brasier descubriendo sus pechos, con sus enormes aureolas y también hermosos pezones que ya excitados alcanzaban casi el grosor de mi dedo pulgar, una particularidad de sus generosos senos era que los podía yo juntar y sus dos pezones se pegaban uno al otro metiendo ambos a mi boca y era algo que la enloquecía más, sus pechos era lo que más excitación le producía cuando se los besaba y mordisqueaba, quebrando siempre sus defensas.

Mientras saboreaba sus pechos con mi boca le fui bajando su calzoncito, enrollándolo en sus piernas, mientras una de mis manos empezaba a maniobrar entre sus piernas, haciendo que ella arqueara sus pierna permitiendo que mis dedos se introdujeran en su ya humedecida rajita.

Ya sus manos sobaban mi paquete por sobre el pantalón, demostrando lo excitada que estaba, presto bajé el cierre de mi pantalón y tomando su mano la introduje dentro de él, a lo que sumisa y obediente ella hurgó con su mano hasta encontrar mi erecto pene, sacándolo de su encierro para darle hermosas talladas con su manito, mientras yo no dejaba de besar y mordisquear sus senos y manosear sus hermosas nalgas y no menos apetecible sexo, introduciendo mis dedos en esa fruta que manaba sus jugos.

Ella misma guio mi pene y lo talló en la parte superior de su rajadita, tallándolo fuertemente para después tallarse su rajita a lo largo, y yo agitaba mi cuerpo buscando penetrarla.

Tan entusiasmados estábamos proporcionándonos caricias que no sentimos la presencia de dos personas que nos veían y se habían acercado a nosotros hasta que escuchamos sus voces amenazantes.

Nuestra reacción fue separarnos, aunque esto hizo que sus intimidades quedaran a la vista por un breve momento, sus senos endurecidos con sus pezones totalmente erectos estaban a la vista, ni que decir de su mata de pelos de su sexo que quedaron expuestos ya que su falda estaba enrollada a su cintura y sus pantaletas por las rodillas, atropelladamente recompusimos nuestras ropas, ellos ya estaban al lado de nosotros.

Nos intimidaron acerca de lo que hacíamos en un lugar privado, del que aseguraban ser uno de ellos, el más bajito de estatura el encargado de vigilancia y el otro, alto de estatura, ser un agente de aquellos célebres y temidos judiciales.

El que se decía judicial me apartó de mi esposa y del otro tipo para llegar a un acuerdo conmigo, quería dinero, pero lo que yo traía no le satisfacía y quería más, yo le alegué y enseñándole mi cartera que no traía más. Después de estira y afloja acordamos una cantidad, pero para eso yo tendría que ir por más dinero a casa, para ello tenía que atravesar prácticamente la ciudad y en un recorrido de ida y vuelta tardaría una hora aproximadamente. La cuestión era simple, yo iba por el dinero y mi mujer esperaría con ellos a que yo regresara y así no pelarme, decían ellos. Jalé a mi esposa a un lado y le hice ver la situación, ella mantenía la cabeza baja y solo respondió, -"Si, ya me dijeron lo que pasara". Solo eso y yo sin tomar en cuenta sus palabras partí a casa.

Salí apresuradamente buscando como irme, ya que era un lugar al que no había acceso de autobuses, y solo quedaba esperar que un taxi lograra pasar por ahí o caminar un buen tramo a la ruta de autobuses, hice lo segundo. No había avanzado ni cien metros cuando una persona venía de frente caminando y resultó que era un amigo de la infancia, considerado como un hermano, le hablé con la esperanza de resolver mi dilema, siendo mi sorpresa que traía el dinero necesario para completar lo que necesitaba, sin dar reales explicaciones de mi problema. Me dio el dinero y nos separamos, esperando que el diera la vuelta de donde nos encontramos y raudo me dirigí a la construcción.

Viendo mi reloj me dí cuenta que habían pasado aproximadamente 10 minutos, entré a la construcción dirigiéndome a donde los había dejado, y cuál no sería mi sorpresa que no estaban donde los dejé, sentí una rara corazonada y pasando mil cosas por mi mente, me adentré más a la construcción.

Vi una pequeña puerta de madera semi abierta y hacia allá me dirigí, mi corazón latía mil por hora, con cautela me metí y vi que era una especie de bodega-oficina, había muchas cajas de accesorios ahí, de pronto escuché murmullos y me acerqué lentamente, casi en medio de esa estancia estaban los tres, mi mujer estaba recargada en un escritorio y una de sus manos luchaba con la falda que el judicial trataba de alzar.

Me acerqué lo más que pude tratando de ver lo que sucedía, ya más cerca observé el panorama completo, ella recargada de ese escritorio luchaba con esos dos hombres, decir luchaba era decir que hacía resistencia pero esta no era muy convincente a mi parecer, el judicial a la par que buscaba meter su mano entre su falda con la otra mano tallaba sus nalgas mientras su rostro acariciaba una de las mejillas de ella, el vigilante le tallaba los senos solo que estos estaban ya a la vista, ya que su blusa tenía los tirantes abajo salidos ya de sus hombros y no veía su brasier, me imaginé que se lo habían quitado, este le besaba los hombros y cuello, y su otra mano también acariciaba sus nalgas.

Me quedé inerme ante lo que veía, mi primera intención fue entrar atropelladamente gritando, con un arma o no se con qué y rescatar a mi mujer de esos hombres, solo que indudablemente ese miedo que sentía hacia ese judicial me lo impidió, lo segundo que me inhibió de entrar fue sentir como mi verga había reaccionado, se encontraba endurecida en mi pantalón, al grado de lastimarme, me acomodé mi erecta verga y mientras me la tallaba por encima del pantalón, volví a asomarme solo que ya con más morbo que por otra cosa.

Ella casi no se resistía, ya sus manos prácticamente colgaban a los lados de su cuerpo mientras ya su falda se encontraba enrollada en su cintura mientras la mano de ese maldito judicial le tallaba su cosita por encima de sus pantaletas ya sin resistencia, fui testigo de cómo esos dos hombres amasaban su cuerpo que se exponía ante ellos, no había parte erógena de su cuerpo que no era acariciado por ellos- Mil cosas pasaron por mi mente, y pensaba como parar este atropello a mi mujer.

Pensé en retirarme y hacer como que entraba, y gritando como que los buscaba para que la soltaran y sin exponernos a una pelea. Pero pensar esto y seguir tallándome mi erecta verga era confuso. Dejé de mirarlos y poniendo mis manos en mi cabeza pensaba como intervenir, pero de repente algo tomó la decisión de que hacer.

Y esto fue, escuchar un largo gemido, casi un grito, que salió de la boca de mi mujer, volví a asomarme desde mi escondite y pude ver como el judicial tenía metido su mano entre su pantaleta y lo que parecía ser una embestida de sus dedos en su sexo, habría sido el causante de ese gemido, lo que denotaba que ella estaba excitada y gozando. Ella tenía su cabeza echada hacia atrás y sus manos se aferraban al escritorio detrás de su cuerpo, su boca semi abierta con los dientes apretados y moviendo fuertemente la cabeza de un lado a otro sin dejar de gemir me hizo ver lo caliente que estaba, no había ya barrera entre su cuerpo y los instintos de esos hombres.

Dejé de mirar por un momento y observando mi erección abrí el cierre de mi pantalón sacando mi verga y masturbándome volví a espiar lo que le hacían a mi mujercita.

Ahora estaba sentada en la orilla del escritorio con las piernas totalmente abiertas y con el cuerpo tirado hacia atrás sosteniéndose con las manos en el escritorio, ya no tenía sus pantaletas, estas estaban tiradas en el suelo a un lado del escritorio, con su falda y blusa prácticamente en su cintura, enrolladas, mientras el judicial de rodillas tenía su cabeza metida entre las piernas de ella, fácilmente imaginable lo que hacía, sus pechos eran manoseados y besados por el otro, que ya sin pantalones con una de sus manos se sobaba su verga endurecida, de regular tamaño. Un estremecimiento con largos alaridos que escapaban de su boca evidenció su primera venida, mientras arqueando su cuerpo se tensaba al momento que alzaba y meneaba su cadera, restregándola en la cara del hombre que lamía y sorbía su ardiente sexo.

La recostaron en la mesa dejándola con los pies colgando y las piernas totalmente abiertas, y el vigilante que ya se encontraba con su verga lista, se posicionó entre sus piernas, tomándola de ambos pies y alzándolos se preparó a penetrarla, un sonoro gemido fue la confirmación de su penetración, ella se estremeció como era su costumbre al sentirse penetrada, él la soltó de los pies mismos que ella acomodó entrelazándolas en la espalda de ese hombre, mientras él la tomaba de los pechos, amasándolos con fuerza y apretando sus pezones, haciendo que los gemidos de ella fueran más sonoros y excitantes.

Era una delicia oírla como gemía al ser penetrada, mi manos azotaba furiosamente mi verga, con una emoción indescriptible de explicar al observarla y escucharla como gozaba con otro hombre entre sus piernas. Mientras tanto el judicial ya se encontraba con su verga en las manos tallándosela mientras observaba como su amigo cogía a mi mujercita, se acercó a un lado de la mesa cerca de su cara y tomándola del rostro la hizo que su boca chocara con su verga, misma que ella abrió permitiendo que esa verga se introdujera en su boca. Sus gemidos se ahogaron ya que ahora esa verga entraba y salía de su boca, ella crispaba una de sus manos en la pierna del judicial que la penetraba por la boca y con la otra mano el brazo del vigilante que la penetraba por su cosita.

No se cuánto tiempo la estuvo poseyendo el vigilante, perdí en ese momento la noción del tiempo, pero si vi claramente cómo se estremeció y emitió un largo gemido al venirse dentro de mi mujer, vi como su cuerpo se tensaba y alzaba la cara al cielo disfrutando de su venida. Una vez satisfecho se salió de mi mujer y el judicial avanzó hacia ella y tomándola de la mano la hizo levantarse de la mesa y la posicionó bocabajo inclinada en la mesa con el culo al aire, se deleitó un breve momento tallando sus nalgas expuestas impúdicamente y talló con sus dedos su encharcada raja, para finalmente tomar posición para embestirla, haciéndolo lentamente, disfrutando de lo que sentía al sentir como la gruta sexual de mi mujercita abarcaba su verga, la tomó de la cadera y empezó a embestirla con delicadeza, los gemidos de ella eran fuertes, sin restricción, ella se vino nuevamente, ya que su cuerpo se estremeció, sus dientes se crisparon al apretarlos y un grito salió de su garganta, más que gemido.

El al sentir la venida de ella aceleró sus embestidas, buscando su satisfacción final, el cuerpo de mi mujer prácticamente era un juguete para el uso de ese hombre que la embestía fuertemente, ella seguía gimiendo disfrutando de la entrega que había hecho a esos dos desconocidos, yo sabía que se vendría de nuevo si ese hombre aguantaba un momento mas sus embestidas dentro de ella, lo que sucedió. ya que ella volvió a estremecerse, sosteniéndose de la orilla del escritorio y alzando su dorso, para buscar mover su cadera hacia atrás y adelante buscando que la penetración fuera mas profunda.

Su atacante embistió con fuerza y tensando su cuerpo, arqueándose hacia atrás, hizo un embate final por el trasero de mi mujercita, casi gritando su venida, mientras se sostenía de su cadera y disfrutando de su venida, el casi se desplomó sobre la espalda de mi mujer, mientras los dos jadeaban y respiraban fuertemente después de ese agitado encuentro.

Los dos tardaron unos momentos en reponerse mientras yo azotaba mi verga y dirigiéndola hacia un vacío oculto me venía apretando los dientes para no gritar mi venida. Cuando me repuse, y esto fue rápidamente, vi que el vigilante ya estaba completamente vestido y el otro se componía sus ropas mientras mi mujer seguía recostada con su trasero al aire sobre el escritorio. El vigilante se acercó a ella y con su boca cerca del oído de ella, algo le decía mientras una de sus manos amasaba sus nalgas desnudas, ella se incorporó con sus ropas descompuestas y la cara enrojecida y el pelo alborotado, sus nalgas y pechos expuestos, la mano del vigilante seguía entre sus piernas por detrás.

Finalmente ella buscó su pantaleta, tomó un pañuelo que le ofrecía uno de ellos y se limpió su sexo, para calzarse su pantaleta, ya uno de ellos tenía en sus manos su brasier, el cual ella tomó para ponérselo también, ya recompuesta de sus ropas seguía hablando con el vigilante, cosa que no alcanzaba a escuchar.

Yo, recomponiendo mi verga dentro de mi ropa, me alejé despacio y me dirigí a la salida, me fui hasta la calle, mientras en mi cabeza daban vueltas las imágenes de mi mujer siendo poseída por esos hombres.

Regresé lentamente y me dirigí de nuevo a ese lugar, cuando entré mi mujer estaba parada en el mismo lugar donde la dejé mientras esos hombres hablaban entre sí alejados de ella. Al verme ellos se acercaron y con esa misma expresión de dureza me dijeron: = Al fin llegas, ya estábamos pensando que habías decidido abandonar a tu mujer aquí.

Yo solamente los vi mientras llevaba mis manos a mi cartera y sacaba el dinero para entregárselos.

El judicial avanzó hacia mí, y sin contarlo se lo echó a la bolsa de su pantalón, mientras me decía: = Fue un placer hacer negocios, puedes llevarte a tu mujer.

Yo sentí que me agradecía pagarle por haber hecho uso del cuerpo de mi mujer. Mi mujer estaba con la cabeza baja, fui por ella y tomándola de la mano la saqué de ese lugar, encaminándonos a la calle, ella me siguió en silencio, no decía nada, caminamos un buen tramo para llegar a la carretera donde pudimos tomar un taxi. El regreso a casa fue en un completo silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, yo con mi mente entorpecida y reviviendo esas imágenes que me seguirían por mucho tiempo, y pienso que ella igual, en su mente reviviendo su entrega total a esos hombres.

Esa noche confirmaría que nuestra vida ya no sería la misma, ya en la madrugada, desperté y mi sorpresa fue oír a mi mujer gemir quedamente, abrí los ojos lentamente y ella se encontraba con los ojos cerrados, no sé si durmiendo, pero gemía mientras una de sus manos se tallaba los pechos, que se había sacado de su bata de dormir mientras la otra se encontraba entre sus piernas por dentro de su pantaleta tallándose su sexo, abría sus labios y movía su cabeza de un lado a otro, yo sentí que revivía en su mente a esos dos hombres poseyéndola nuevamente.

Mi verga acusó el impacto levantándose dentro de mi pantalón de dormir y con cautela me acerqué a ella y comencé a acariciarla, ella dejó de acariciarse para permitir que mis manos tomaran el lugar de las de ella, la desnudé totalmente haciendo yo lo mismo, y me coloqué sobre ella entre sus piernas a lo que ella reaccionó tomándome de las nalgas impulsándome a penetrarla, lo cual hice rápidamente, ella gimió y se retorció sintiendo como la penetraba, viniéndose rápidamente, saqué mi verga de entre ella y la hice ponerse boca abajo, con su trasero al aire le abrí las nalgas para posicionarme en su culito el cual penetré sin miramientos, ella al sentirse penetrada gimió de nuevo y se empezó a mover desesperadamente disfrutando de la penetrada que le daba, mientras pasé mi mano por delante de ella y tallando su clítoris seguí cogiéndola.

Ella se vino de nuevo mientras agitaba su cuerpo y finalmente me vine en su trasero. Ella nunca abrió los ojos y se relajó así en esa posición, mientras me reponía la observaba, conservaba en su cara notas de satisfacción, me senté a observarla y ver su cuerpo desnudo con su trasero levantado y tratando de adivinar qué habría pasado por su cabeza cuando se masturbaba.

Dándole un beso me dormí de nuevo, habría que pensar cómo aprovecharme de esta nueva situación y seguir disfrutando, no de ella como persona, sino de su cuerpo como algo nuevo para la satisfacción de ambos. Algo si era seguro amaba a esta ardiente mujercita.