Mi apetecible hermana

Era una noche de verano, estabamos de vacaciones en un camping y respondiendo a una llamada de auxilio probe el sabor de lo prohibido.

LA TARANTULA DEL AMOR

Los arácnidos por lo general no son animales que la gente asocie con el amor. Sin embargo es a uno de estos, de los más grandes, de patas gruesas y peludas, de los que más inspiran temor, que le debo una de las mejores noches de amor de mi vida.

Digamos que soy un hombre joven, de treinta y pico, casado, con dos hijos chicos y una esposa buena moza y agradable, que estaba vacacionando en un camping de las playas del este de mi país.

Nos acompañaba mi hermana que es un año mayor que yo, una tía rubia de ojos azules, busto bien formado, cintura esbelta y caderas en forma de ánfora de las que salen una par de piernas muy bien torneadas. Yo no soy mal parecido, pero ella es la más linda de la familia.

Lamentablemente ella hace unos tres años enviudó y no ha recompuesto su vida. Ha pasado muy triste, extrañando su pareja, por lo que la invitamos a estas vacaciones para que se distrajera un poco pensando que la naturaleza hermosa del paraje en que estábamos le despertaría deseos de volver a integrarse al mundo.

Con mi hermana siempre nos quisimos, aunque como todos los hermanos, de chicos peleábamos bastante. Pero al crecer las peleas quedaron atrás y nos volvimos muy compinches.

Mi hermana tenía a su vez dos hijas chicas a quienes cuidar, pero no estaba en mala posición económica porque tenía un buen trabajo en una empresa que hacía punta en el mercado y era una de sus ejecutivas más pujante.

Ese verano pues nos fuimos todos juntos de vacaciones en enero, mes en que nuestro país en lugar de trabajar veranea, con la idea de descansar, jugar y tomarnos todo el sol que la naturaleza fuese capaz de darnos.

Una tardecita, luego de la playa, mi esposa llevó los chicos a los juegos del camping, mientras mi hermana fue al baño a ducharse y yo preparaba el fuego para asar unos trozos de carne y unos chorizos.

Estaba entretenido observando como el fuego comenzaba a prender los leños cuando de reojo observé a mi hermana envuelta en una toalla regresar bien bañada a su carpa. Puta que estaba bonita toda mojada y envuelta en ese trozo de género blanco y peludo.

Me hizo recordar, cuando era un chico descubriendo el sexo, el goce que me dio poder pillarla desnuda mientras se bañaba o se desvestía en su cuarto. Esa cara hermosa de ojos azules, ese cuerpo escultural que daba ganas de meterle mano, pero me aguanté porque era mi hermana y significaba algo tan puro como prohibido para mí.

De pronto escuché un grito desgarrador pidiendo socorro justamente desde la carpa de mi hermana. Corrí hacia allí, abrí la puerta y observé en el piso una enorme araña de patas gruesas y peludas que miraba a mi hermana amenazante como si la fuera a atacar, mientras ella gritaba aterrada de miedo.

Sin pensarlo la pisé con mi pié, tratando de aplastarla. Restregué el pie por el piso de la carpa para reventarla y cuando creí que le había causado daño suficiente me descalcé el pié derecho para darle unos cuantos chancletazos y finalmente tirarla hecha un ovillo hacia afuera de la carpa.

Mi hermana agradecida se me abalanzó encima y me abrazó. Fue en ese momento que tomé conciencia que estaba con cuerpo completamente desnudo y abrazándome con desesperación, amor y agradecimiento al sentirse segura...

Quedamos un rato en esa posición. Yo no quería moverme, ni pestañear para perpetuar ese abrazo que me gustaba de alma.

En segundos mi piel empezó a recibir el calor de su cuerpo. Recién bañada y perfumada, mi hermana desnuda era un jamón del medio. Para colmo, sin darse cuenta por lo shockeada que había quedado al ver la tarántula, comenzó a darme besitos en el cuello, a lo cual yo reaccioné teniendo una erección.

Sabía que debía soltarme y calmarla de otra manera, hacer que se cubriera su cuerpo, pero no podía cumplir mi deber de hermano porque me enloquecía tenerla abrazándome y besándome y además sentía la insoportable excitación que produce el gusto de lo prohibido.

Después de un rato en que nuestros cuerpos fueron hirviendo de calentura, ella tomo conciencia de lo que estaba haciendo y quiso separarse, pero yo la agarré y la atraje hacia mí y la besé en la boca.

Era como beber un néctar de los dioses y ambos nos calentamos más y más. Ella trató de separarse argumentando que era pecado porque éramos hermanos. "Eso lo hace irresistible" le contesté y mi pija se paró aún más. "Alguien puede entrar" atino a decir. "Eso aumenta mi deseo", le contesté. "además, este es un regalo dios o del destino que no puedo rechaza, prefiero matarme aquí mismo que dejarte cuando te deseo en a forma que lo hago. Perdóname pero me pidas que te suelte porque no puedo". Y habiendo dejado en claro que la iba a hacer mía empecé a chuponearmela toda, a la vez que le refregaba mi pija totalmente endurecida debajo del short contra su concha.

La calentura fue en aumento mientras pase a besarle el cuello y luego las tetas. Ella empezó a gemir. La tumbe sobre la cama y me saque el short.

Seguí besandola toda y ella empezó a responder, beso con beso y abrazo con abrazo. Luego tomó la iniciativa, metiendose mi pija en su boca y comenzando a chuparla. Yo por mi parte seguí como pude recorriendo su cuerpo con mis hasta que alcancé su pubis. Entonces comencé a lamer su sexo y pronto estabamos los dos chupando desesperados. Ella mi pito y yo su concha.

No había mucho tiempo y no quería desperdiciar la oportunidad soñada de cogermela, así que cuando me vinieron deseos de acabar en su boca, luche para separarme.

Me acerqué a su boca, la volvía a besar y le dije "te quiero penetrar", a lo cual ella accedió, se puso boca arriba y abrió sus piernas dejando su pubis a la vista.

Le levanté las piernas y le empecé a introducir mi verga. No hubo problemas porque ella estaba bastante mojada, de modo que con dos estocadas le había entrado toda.

No teníamos mucho tiempo para hacer el amor, así que luego de clavársela hasta el fondo, me puse a bombear rápido y profundo. Cada nueva estocada hacía que mis huevos pegaran contra su culo. A ese ritmo pronto me volvió el deseo de eyacular. Pasé mis brazos por abajo de sus muslos para levantar sus rodillas y clavársela cada vez más hondo y pronto mi semen empezó a bañar su concha. Era tan grande al placer que seguí bombeando aunque ya no quedaba más leche para darle. Mi pija estaba tan parada que comenzó a dolerme, pero no le aflojé y la bese en la boca mientras seguía cogiendomela.

Sentía tocar el cielo con las manos aunque lo que estaba tocando era el apetitoso cálido cuerpo de mi hermana.

Después de un rato ella pidió que parara y comenzamos a vestirnos para ir al baño a lavarnos y borrar todas las huellas de nuestra fechoría.

Al salir del baño le pedí disculpas, pero ella dijo "que va, me hiciste recordar que sigo viva y que puedo tener sexo y disfrutarlo, soy yo quien te queda agradecida".

Luego de eso pasamos el resto de las vacaciones tranquilos y no lo volvimos a hacer, ni tampoco a olvidar ese hermoso momento vivido.