Mi amor, serás mi puta. Parte 2

Me encanta dominarte y lo sabes...

Entramos a la habitación, de mi maleta saqué un collar para perros y se lo puse en el cuello, lo suficientemente ajustado, no hizo ni mueca de disgusto o desacuerdo. Cubrí sus ojos con una venda y lo amarré a la esquina de la cama, acto seguido, me dirigí al baño. Pasaron algunos minutos antes de que yo saliera, preparaba algunas cosas además de que quería que se sintiera impaciente, que deseara más el hecho de hacerme su puta, aunque mi deseo principal era aprender y divertirme además de tener muchos orgasmos gracias a él.

Al salir lo encontré sentado en la esquina de la cama, aún estaba vendado pero el hecho de que desobedeciera mis órdenes y hubiera cambiado de posición me enojó mucho…

-Aquí las cosas se hacen cuando yo digo y no te he ordenado que descanses así que desnúdate y vuelve a la misma posición en la que te dejé.

Intentó quitarse la venda de los ojos, lo que me irritó bastante. Le jalé del cabello y le dije:

-Haber animal, parece que estás renuente a obedecer a tu ama y si no quieres hacerlo por las buenas entonces será por las malas-

Estaba desnudándose lentamente cuando comencé a arrancarle la ropa, sin importar que le lastimara o rompiera, jalando agresivamente. Tomé de mi bolsa mi pequeño látigo, el cual me ayudaría a dominar a mi animal, quería que  no me olvidara así que estaba dispuesta a marcar su piel tanto como con mordidas como con heridas profundas. Le di un golpe fuerte en la espalda, lo que lo hizo caer boca abajo, puse unas esposas en sus muñecas para que la única posición que tuviera sería con las manos un poco separadas y en cuatro.

Lo dejé en esa posición mientras le observaba y me burlaba de él, de vez en cuando lo golpeaba pero al no poder verme no tenía idea de por dónde provendrían futuros golpes, estaba indefenso y a mi completa disposición. Me monté sobre él, como si fuera mi “caballito” y le empecé a dar un masaje suave, acariciando su cuero cabelludo y jalando de vez en cuando su pelo, el masoquismo siempre ha sido parte de nuestro juego y no sería la excepción. Después bajé a los hombros, la espalda, subiendo y bajando con las yemas de mis dedos, haciendo presión, dándole pellizcos leves. Una vez hecho esto, con mis afiladas uñas repetí las caricias pero asiéndolas ahora arañazos que se clavaban en su piel, acariciándole pero enterrando mis uñas para después arrastrarlas haciendo figuras indescriptibles que le hacía excitar. Me movía sobre él, asegurando estimular bien mi vagina que hacía casi contacto directo a su espalda, pues traía una tanga puesta.

Me quité de encima y lo empecé a golpear nuevamente. Rápido, fuerte, uno tras otro, en todas partes, más y más:

-¿Te gusta verdad perro?- le decía mientras lo azotaba.

Lo veía estremecer, retorcerse, quejarse, doblarse con cada nuevo golpe y me provocaba un placer tan intenso difícil de describir, me gustaba hacerle eso, me encantaba escucharlo gemir y gritar cada que su piel hacía contacto con mi fuete que lo golpeaba con intensidad, una extensión de mis caricias se hacía presente. No tenía permitido hablar, pues su ama era la única que tenía ese derecho.

-Mmmmmmmm- gemía.

Me puse frente a él, me acerqué para poderle quitar la venda de los ojos y en ese momento pudo verme. Estaba vestida con una pequeña falda negra, de holanes amplios y muy corta, usaba una blusa del mismo color muy pegada a mi cuerpo tal cual fuera mi segunda piel, con pequeños tirantes que apenas contenían mis preciosos senos que se hacían notar con la dureza de mis pezones a través de la tela. Tenía botas largas de tacón hasta más arriba de las rodillas las cuales me encargué de que brillaran con cada destello de la tenue luz que había en la habitación. Mi maquillaje era cargado, en sombras negras, labios completamente rojos y que por lo carnosos que son, asemejan una manzana lista para ser mordida. Mi cabello estaba suelto, largo, ondulado y con un perfume suavemente embriagador. Sé que el siempre quiso verme vestida así por eso lo hice, de regalo para él.

Yo estaba de pie junto a él, me veía ansioso, con lujuria y deseo. Yo sabía que el estaba loco por follarme, por humillarme y regresarme cada golpe que le había dado, sin embargo, continuaba en cuatro, observándome. Lentamente doblé mis rodillas hasta quedar agachada a su altura, empecé a acariciar a mi perro, su cara, sus mejillas, sus labios, el cerraba sus ojos, mostrando sumisión total ante mí, era obvio que le gustaba. Por la falda corta que tenía, al agacharme provocaba que se viera mi diminuta tanga que se perdía entre mis labios vaginales que ya se veían brillar a causa de mi humedad provocada por mi deseo de follar. Al parecer esto lo percibía pues me olía como un animal buscando a la dueña de tan deliciosos olores.  Mientras lo acariciaba, me acerqué a su oído:

-Amor, tu ama está en celo- le dije mientras le metía la lengua en su oído haciéndole estremecer. Sabía cuánto le hace excitar esa frase, por lo cual me supuse que lo había puesto a mil lo que acababa de decirle.

-Mmmmm- gimió e intentó tocarme pero por las esposas que tenía no podía hacerlo.

Me empecé a burlar por su patético intento de tocarme mientras me hacía para atrás un poco, sentándome y después recostándome frente a él, colocando mis piernas con dirección a su cara. Comencé por tocar mis senos por encima de la ropa, apretándolos para después dirigir mis manos a mi vientre, rosándome con las uñas alargando las caricias hasta alcanzar mis muslos, dibujando mi vagina con mis dedos por encima de la falda. Flexioné las piernas y las abrí, dándole la vista de mi coño y mi tanguita mojados. Seguía tocando mi vientre, mi pubis, pellizcando mis pezones gracias a que metía una de mis manos por debajo de mi blusa. Buscaba acariciar y provocar todo lo que pudiera mis ganas, si hubiera podido tocarme más lo hubiera hecho pero no resistí más… Estaba tan excitada que lentamente hice la tanga a un lado, estirándola hacia arriba, incitándole a morderla, lo que lo puso loco y empecé a tocar mis labios vaginales, jalándolos un poco, abriéndolos y mostrando mi hinchado clítoris.

-¿Te la quieres comer verdad perro? ¿Deseas saber cuál es el sabor de mi coño? ¿Quieres hacerme tu puta? Mmmmmm hazlo- dije.

El se estiraba y jalaba, intentando alcanzar a su ama para poder follarla como desde siempre había deseado pero eso era algo casi imposible de lograr.  No fue necesario mojar mis dedos con saliva ya que mi vagina me proveía los jugos suficientes para estar lubricada y hacerme una paja frente a mi perro. En cuanto puse mis dedos sobre mi clítoris me estremecí, sentía unas sensaciones tan extrañas que sólo me ocurren cuando estoy muy excitada por lo que decidí maximizar todo eso sobando despacio mi clítoris, de arriba abajo, sintiendo rápido el calor subir por mis piernas las cuales abrí más para que mi perro viera cómo me encontraba. Permanecí así algunos minutos, gozando de lo grande y sensible que se estaba poniendo pero quise sentir más así que giré mis dedos en círculos alrededor de mi mojado botoncito lo que me provocó sensaciones deliciosas, haciéndome gemir y mover mi pelvis.

Estaba tan caliente que deseaba con ganas follar en ese momento, liberarlo y que me tratara como toda una putita pero debía resistir mis ansias de ser dominada yo también. Los movimientos se hicieron más y más rápidos, me sentía fuera de control, quería más, gemía con ruidos suaves y bajos para poco a poco empezar a dar gritos donde decía guarradas de todo tipo. Mientras me sobaba me metí un dedo, lo cual por mi mojada cueva casi no se había sentido. Opté por meterme dos, los mismos dos que siempre metía pero no parecían darme más placer del que esperaba, creo que realmente estaba en celo así que decidí experimentar. Cerré los ojos y pajeando rápido mi clítoris, me introduje un tercer dedo lo que me sacó un gemido intenso.

-Mmmmmmm- gemí fuerte mordiendo mis sexys labios.

Entraban y salían, en esos instantes creí en la existencia del cielo puesto que me encontraba en él. Me pajeaba tan rápido que mis jugos escurrían casi hasta mi entrada anal. Estaba por tener un orgasmo.

-¡Déjame follarte de una puta vez, ya no lo soporto!- gritó ansioso y respirando fuertemente.

Sonreí y saliendo momentáneamente de mi transe decidí experimentar haciendo otra cosa. Me senté frente a él, dejándome únicamente un dedo dentro para poder seguir masturbándome, pues aún no alcanzaba el clímax. Él no podía tocar su dura polla pero yo sí así que lo observé fijamente, sonriendo como siempre y lo empecé a besar suavemente.

-¿Ahora sí estás listo para probar el sabor del coño de tu ama?- le dije.

Asintió con la cabeza afirmando su deseo. Saqué mi dedo que se encontraba previamente en mi vagina y se lo metí a la boca, haciéndolo que lo chupara mientras yo le besaba la frente y las mejillas, quería que lo dejara limpio y en segundos, así fue. Cuando terminó, lo besé de nuevo, igual de suave, sin presión a pesar de que deseaba tragarse literalmente mi boca. Sin que se lo esperara y sin que él se diera cuenta, hundí mi mano en las profundidades de mi vagina para extraer suficiente jugo vaginal y sin dejar de besar, le empecé a masturbar, usándolo como una especie de lubricante. Al instante que sintió mi mano, metió su lengua en mi boca, indicándome que le había encantado esto. Seguimos besándonos, el me recorría el cuello, los hombros desnudos, aspirando el olor de mi cabello mientras yo nuevamente mojaba mi mano y la pasaba pero ahora por sus huevos, masajeándoles, apretándolos levemente, estirándoles, gozando con sus respiraciones calientes en mi piel, sus chupadas en mis oídos y cómo me marcaba el cuello con sus mordidas. Definitivamente nuevamente me encontraba disfrutando mucho así que me detuve provocando su molestia.

-¿Qué pasa?- preguntó.

No dije nada, sólo me alejé de su lado, me puse en cuatro y empecé a gatear alrededor de él. Mi falda no tapaba nada de mi culo y vagina por lo que disfrutaba de toda la vista. Seguía dando vueltas, como un animal rondándolo, de vez en cuando lo mordía, sonreía encantada con verlo tan duro.

-Amor- le dije- tú eres mi perro y yo soy tu perra, somos perros en celo y como ellos nos vamos a comportar. Le decía esto mientras meneaba mi cadera.

Me puse una nariz de plástico, de esas que son para disfraces y unas orejitas en forma de diadema, me había disfrazado de perra. Nuevamente me arrastraba por el piso seduciéndole.

-Esta perrita quiere follar, caliéntala y tendrás tu recompensa- le dije.

Así como estaba en cuatro, gatee hacia él, el cual seguía amarrado. Me di la vuelta como en posición para que me montara pero al tener las manos esposadas no podía hacerme nada. Me tomó de los tobillos y empezó a oler mi coño, acercándose a mi cuerpo lo más que podía, reconociendo si esta era la perra que estaba caliente. Éramos dos perros, el detrás de mí sintiendo todo lo que yo tenía para ofrecerle, todo lo caliente que estaba su puta, su perra, su ama. Al presionar mis tobillos no me dejaba ir, por lo que empezó a lamer mis glúteos, de abajo para arriba. Sentía su húmeda lengua recorriéndome, chupándome, me gustaba pero ahí no estaba la mejor parte. Justamente estaba pensando en cómo se las ingeniaría para llegar hasta el fondo de mí cuando de un de repente, hundió su cara entre la entre pierna de su perra,  buscando mi tanga que se encontraba entre mí culo y vagina, tomándola con los dientes la empezó a jalar, hacía movimientos raros que me hacían estremecer. Yo, como buena perrita, lo dejé que me la quitara, me mantenía inmovil.

Como pudo la fue bajando hasta que estaba en mis rodillas. Fue delicioso cuando nuevamente empezó a lamerme los glúteos, me olía, sentía su respiración intensa en mis partes más sensibles. Chupaba mis muslos y con la nariz se abría paso entre mis labios vaginales hasta que encontró mi clítoris el cual introdujo en su boca y empezó a chupar con fuerza, succionando.

-Mmmmmmmm- gemí intensamente.

Lo metía a su boca, lo besaba y lamía de diferentes maneras, a diferentes velocidades, permitiéndome escuchar el ruido que hacía su boca al chuparlo. Estaba extasiada, relajada y muy caliente. Deseaba disfrutar cada lengüetazo así que le permití hacerme lo que quisiera. Adopté una posición más cómoda, bajando mis brazos y cabeza hasta el piso, dejando únicamente mis nalgas en lo alto, abriéndolas más para que mi perro me comiera el coño fácilmente y así era. Me  chupaba con fuerza, sacándome gemidos y lubricándome más para después con su lengua, recoger todo mi jugo y comérselo, haciéndome una mamada deliciosa. Tenía los ojos cerrados, el calor me invadía, gemía como una loca, no me importaba si parecía exagerada, solamente le demostraba lo mucho que me estaba haciendo sentir, lo ansiosa que me tenía de follar y demostrarle que realmente estaba en celo como antes le había comentado. Sentía como se prendía de ni botón de una manera agresiva, succionándolo y moviendo la lengua dentro de su mojada boca. Por momentos sentía que el aire se me iba, abría la boca jadeando rápido, perdiéndome cada vez más en el placer de su boca cuando en eso, su lengua empezó a subir, rozando los límites de mi entrada anal. Su deseo era follarme por atrás también, quería preparar a su perrita antes de darle y estrenarlo por primera vez.

Sus lamidas se hicieron más cercanas, alrededor de la entrada de mi culito cerrado. Lentamente pasó su lengua desde mi clítoris hasta mi diminuto orificio en el cual pasó muchas veces su lengua escurriendo en saliva y tratando de abrirme un poquito. Nunca me habían explorado en esa zona, no tenía idea de que se sintiera tan bien, me hacía gozar de una manera diferente que me provocaba acercar más mis nalgas a su cara y juro que si hubiera podido, lo hubiera hundido en ellas pero al parecer el entendió mi mensaje y empezó a escupirme y chuparme, metiéndome la lengua un poco más profundo cada vez, usando su nariz, poniéndome cada vez más al borde del orgasmo, intercalando entre las dos entradas. Deseaba que me metiera un dedo en el culo mientras me mamaba mi coñito pero no se podía porque él seguía esposado. Después de abrir un poco más mí cerrada entradita decidió cambiar de último momento y nuevamente me jaló el clítoris con sus labios lo que me hizo sentir aún más fuertes esas sensaciones, por un momento pensé que me iba a orinar pero no fue así. Estaba provocándome un final demasiado feliz.

-¡Mmmmmmm amor, me corrooooooooo! Le grité mientras mi vagina empezó a excretar muchísimos jugos, demasiados, estaba empapada.

Me tiré boca abajo completamente, reponiéndome ya que mis piernas temblaban de debilidad. La cantidad de oxitocina que había liberado era muchísima, provocándome cansancio al momento. Obviamente estaba convencida de que eso no era suficiente, había que ir por más. Me quedé en esa posición unos momentos mientras el lamía mis piernas, ayudándome a relajar. Pasaron unos minutos, el calor que había sentido previamente me hizo sudar así que me quité la ropa, justo frente a él, arrojando mis prendas a su cara y divirtiéndome con sus expresiones al ver a su ama completamente desnuda. Acto seguido, me puse en cuatro y empecé a darle vueltas alrededor de él, como indicándole que tendríamos un nuevo juego.

Estaba el en cuatro, yo, de rodillas y de una manera ingeniosa, conseguí meterme debajo de él, haciendo una posición del 69, quedando yo abajo. Mis piernas estaban abiertas y el colocó sus manos con las esposas en medio de ellas. Al sentirme y verme, nuevamente se fue directo a comerme el coño el cual estaba mega sensible después del último orgasmo por lo que en cuanto sentí su lengua, me estremecí intensamente, relajándome.

-Chúpalo suave, hazme vibrar- dije.

Tomé su caliente polla entre mis manos, masajeándola, apretando y jalando lo empecé a pajear despacio. Me sorprendió que estuviera tan dura, como si fuera una roca, moviendo mis manos en 8, haciéndole tijeras, cambiando las maneras de masturbarle. Lo que más deseaba era conocer su sabor así que, llené mi boca de suficiente saliva, mis labios, humedeciéndolos lo más que pude, sacando mi lengua y con la puntita finamente la pasé una vez por la cabecita, asiéndole gemir.

-Mmmm puta, cómetela, es toda tuya- me dijo.

Como comentario diré que antes odiaba hacer sexo oral pero de un tiempo para acá me empezó a gustar así que me resultó fácil hacerle una buena mamada. Su sabor me resultaba agradable, le di lamidas mojadas, lentas y de diferentes formas, moviendo la punta de mi lengua en su cabecita, era un caramelo que excretaba dulce por la puntita. Después empecé a besarla a lo largo, lamiéndola como si fuera una paleta. Estiraba su piel mientras chupaba alrededor. Me bajé y le empecé a comer los huevos, jalándole, apretando levemente con mis labios, golpeando mi lengua en toda la parte baja, adentrándome a sus profundidades y en esa parte medio que división y que sé que les encanta.

Sabía que la parte que se encontraba entre su culo y sus huevos le daba mucho placer así que me bajé un poco más. Pasé la lengua por esa zona, una y otra vez, rozando cada vez más la entrada de su culito. Dejé a un lado las lamidas alrededor hasta por fin atreverme un poco más metiendo la lengua un par de veces en su entradita la cual se contrajo al sentirme. Mi lengua se movía suavemente pero con fuerza, rápido escupía y luego chupaba mi propia saliva. Con mi mano continuaba masajeando su gruesa verga que parecía que iba a explotar. Gemía mucho así que decidí hacerle eso que sabía que le iba a encantar. Chupé mi dedo para lubricarlo y de un golpe se lo metí hasta la mitad. No mostro ningún signo de dolor, sino por el contrario, era placer el que sentía así que mientras le follaba con mi dedo, volvía a subir para repetir las mismas lamidas que previamente le había dado.

En cuanto llegue a la cabecita, me la introduje a la boca pero por mi posición era bastante difícil mamar, tenía una verga grande, crecida por la excitación y seguramente estaba llena de leche caliente para darme. El que lo follara cada vez más profundo mientras le mamaba le provoco demasiado placer por lo que sin esperarme lo que ocurriría, me tomo del pecho y como pudo me inmovilizo. Poco a poco se empezó a enderezar, quedando de rodillas y yo bajo de él, poniendo sus manos en mis senos, me metió la verga lo más que pudo. Hice fuerza por quitarme pero no me lo permitía. La velocidad en la que me follaba la boca era bestial, no podía respirar y sentía como su polla golpeaba mi garganta haciéndome toser. El líquido que salía de su pene era abundante, voltee hacia arriba y veía como tenía los ojos cerrados, disfrutando completamente caliente. Con mis manos quise liberarme, le clavaba las uñas e inclusive le lanzaba golpes que no le alcanzaban a tocar, aun así parecía no importarle. En ese momento comprendí eso que decían de que los hombres se divierten cuando ven que una mujer siente dolor en el acto sexual, pero si no lo detenía, realmente podría asfixiarme. Pellizqué sus piernas y abdomen, los pezones, la garganta e inclusive le golpeé varias veces el rostro hasta que me soltó. Una vez libre me enderecé para poderme sentar en el piso:

-¿Qué demonios te pasa pedazo de imbécil? Casi me ahogas- le dije bastante molesta mientras intentaba regular mi respiración a como es normalmente.

-Lo siento ama, pero es que no pude evitarlo. Sabe bien que soy un loco sexual y necesitaba descargarme en su boca.

-No está permitido que termines hasta que yo te lo ordene así que por malo con tu ama recibirás un castigo. Pagarás tu estúpido comportamiento.