Mi amor, serás mi puta. Parte 1

Conociendo y aprendiendo a dominar a mi putita.

Antes que nada, debo explicar que esta historia NO está basada en un hecho real (aún). Muchos de los relatos que en esta página se exponen no han ocurrido, como lo es en mi caso, pero he decidido escribirla por motivos que después explicaré.

Si alguien previamente me ha leído, sabrá que tengo una serie de relatos en la categoría de incesto, donde periódicamente publiqué varias partes de él. Para mí es importante conocer las sugerencias y opiniones de los lectores por lo que decidí publicar mi Skype. Muchas personas me enviaron invitaciones para agregarme, algunos para aportar información interesante, otros más para compartir experiencias. La gran mayoría pienso yo fue para conocer a la chica escritora detrás de los relatos y no sólo eso sino que además utilizar el espacio brindado como una especie de “hot line” donde consideran que los puedo excitar y ayudarles a masturbar.

Se conoce todo tipo de gente, ahora mismo podría narrar experiencias que abarcan desde lo chusco hasta lo perturbador pero eso no es lo importante aquí. Hay pocos contactos con los que realmente he entablado una especie de amistad, aunque de ellos hay unos más especiales que otros y entre estos está, uno de los pocos hombres que me ha realmente marcado en mi etapa de escritora y en mi vida personal, el hombre al cual va dedicado el siguiente relato, fue mi fuente de inspiración, mi motivación. Algunas de nuestras conversaciones se verán reflejadas en este relato, construyendo así el regalo perfecto.

Su nombre, por cuestiones de seguridad me lo reservaré, sólo puedo decir que su edad se encuentra entre los 35 y 40 años (yo tengo 20), su nacionalidad no es la misma que la mía, yo soy mexicana pero eso y otros factores no han sido un problema para poder relacionarnos.

El, me ha venido enseñando grandes lecciones de dominación que constan de todo tipo de perversiones, locuras, cualquier cosa que podamos imaginar y que nos de placer. No hay frontera para nosotros en cuestión al sexo, me hace dominarle y le encanta, soy su ama, es mi perro, mi juguete, mi objeto sexual, es… mi puta.  La distancia no es problema, es cuestión de que le diga unas palabras y se pone duro. Se masturba incontables veces, hace lo que le digo, me hizo descubrir lo que soy ahora: una dominante con él la cual está dispuesta a llevarle al límite con el siguiente relato, lo he creado en base a lo que me gustaría que ocurriera en nuestro primer encuentro real, espero les guste.

Había llegado el tan esperado día amor: por fin venías a mi país a visitarme. Estaba tan emocionada que desde que me dijiste no había dormido bien imaginando cómo sería ese momento. Llevábamos unos meses hablando, chateando constantemente, haciéndonos pajas casi diario, tú sabes bien bajo qué circunstancias ocurren, nunca nos ha importado el lugar o la situación, sólo importamos tu y yo, ardiendo de placer, perdiendo la cordura y entregándonos el uno al otro.

Pedí permiso en mi universidad para poder faltar unos días, no quería perder ni un momento sin él. “Eres tan especial, nadie como tú, me encantas” se lo he dicho miles de veces, cada vez que me incita a dejar mis obligaciones para empezar a jugar, calentándome con sus palabras, sus fotografías, sin molestarle si podía o no estar con él, realmente deteníamos todo para hacer nuestro ritual de satisfacción. Es quien me lleva más allá de los que creo son mis límites, me ha hecho descubrirme, experimentar, conocer y hacer cosas que nunca pensé realizar y por fin vendría. En mis 20 años nunca había sentido tanta emoción.

Era la última noche antes de su llegada, me encontraba recostada en mi cama, usando mi pijama favorita, tomando café mientras sonaba la música en mí móvil. Acababa de llegar de la universidad, era de noche. De tanto pensar en su viaje no tenía ni hambre, lo único que quería era saber sobre él. Se conectó y empezamos a hablar sobre el vuelo, checábamos horarios, acordábamos últimos detalles, mis manos estaban heladas al teclear a causa de los nervios que me invadían.

-Amor, ¿cómo irás vestida mañana? –me preguntaste en esas líneas que escribías desde tu celular, a escondidas como siempre.

Yo sabía que le encantaría que lo recibiera vestida como toda una puta, me lo había dicho en nuestras largas conversaciones de meses anteriores, en dónde me imaginaba verme llegar con un vestuario muy provocativo pero obviamente así no podía ir al aeropuerto.

-Mañana lo verás, muero por verte- le dije mientras le daba un sorbo a mi café.

Las horas pasaron y amaneció por fin. Me levanté temprano, verifiqué la reservación que hice en una cabaña en una zona alejada de la ciudad, deseaba estar a solas con él además de que no quería molestias. Mi cuartada era perfecta: el pretexto para faltar a la universidad fue que saldría de viaje y el pretexto con mis padres y tíos fue el mismo, solamente que el viaje sería escolar. Soy buena mentirosa por lo que no tuve problema en ocultar la verdad. Era importante informar a mis padres que el fin de semana no iría a visitarlos y como vivo actualmente con mis tíos, tenía que justificar por qué no me aparecería en varios días.

Tomé un taxi con dirección al sitio que había rentado, necesitaba dejar mis pertenencias y limpiar un poco para que luciera y oliera rico. Después de eso me di un baño y me vestí bastante normal: usaba una blusa rosa con el dibujo de una caricatura, muy infantil por cierto además de portar unos jeans azules ajustados y sencillos. Me maquillé levemente, perfumé mi cuerpo y me fui camino al aeropuerto a recibirlo.

Eran las 4:30 pm, estaba en la sala de espera, el vuelo llegaba en aproximadamente 15 minutos. Mis manos seguían heladas, estaba impaciente, nerviosa, ansiaba que llegara ya pero a la vez mi mente quería jugarme malas pasadas, pensaba: no sé cómo saludarle, no sé si me gustará, quizás le parezca demasiado joven y estúpida, quizás… quizás no sea lo que esperamos.

Justamente caminaba como loca por toda la sala de espera cuando volteo a la sala de llegadas, la gente empieza a pasar por la puerta de chequeo, les entregan sus cosas y efectivamente: su vuelo acababa de llegar. No sabía qué postura tomar, si sentarme, quedarme de pie, dar la espalda, eran tantas cosas en que pensar. Tomé mi espejo y observé mi rostro el cual lucía con un brillo especial, el brillo de la emoción. Justo estaba guardándolo en mi bolso cuando mis ojos se abrieron de impacto: él estaba a punto de salir de la sala de llegadas. No sé cómo supe que era el, simplemente lo supe. Probablemente se debía a las descripciones físicas que me había hecho previamente sobre como lucía pero la imaginación humana puede distorsionar esa información creando imágenes que aunque los datos sean iguales, no se parezcan en lo más mínimo; pero en esta ocasión, ese no era mi caso. Acomodaba sus pertenencias en su bolsillo, recibía su documentación y por fin se encontraba en la misma sala que yo.

Me quedé pasmada viéndole, quería que me notara entre todo el mar de gente que había, por mi parte, lo observaba fijamente, siendo su descripción la siguiente: media aproximadamente 1.90 metros, su cuerpo delgado lucía muy atlético a pesar de tener ropa encima. Debo decir que me encantó su físico ya que aquí en México la estatura de los hombres es muy baja y me atraen los hombres más altos que yo. Sus ojos tenían un bello color ámbar que acompañado de su cabello rubio y piel blanca lo hacían ver guapísimo. Me parecía estar soñando mientras lo veía.

Vigilaba su móvil, estaba escribiendo un texto, era para mí.

-He llegado, ¿dónde estás?- leí en su mensaje.

Comencé a responder mientras caminaba…

-Estoy frente a ti, soy la chica de la blusa color rosa.

Leyó el mensaje y volteó hacia el frente, ahí estaba yo, le dije hola con mi mano mientras sonreía. Me observó un momento: no hacía ningún gesto lo que me hizo entrar en pánico, creí que regresaría por donde había llegado a causa de que yo no le resultaba atractiva pero no fue así. Una gran sonrisa se formó en su rostro y corrió a abrazarme. Estando entre sus brazos pude sentir lo agitado que estaba su corazón, estaba tan emocionado como yo. Su calor corporal, su olor, su textura, todo me parecía maravilloso, hasta ese bulto que estaba en su entrepierna, mi sueño se hacía realidad.

Nos saludamos amablemente y le pregunté cómo había estado el viaje, dónde estaba su equipaje y demás cosas. Después de unos minutos, salimos del aeropuerto, abordamos un taxi y lo llevé a conocer la ciudad. El vehículo pasó por varios puntos importantes, le expliqué un poco de la historia de mi país: nos tomamos fotos, reímos mucho, la pasábamos bien, yo estaba feliz. Lo que más me gustaba era que  actuábamos como una pareja, me encantaba que tomaba mi cintura todo el tiempo, me hacía sentir segura. Nos encontrábamos bebiendo una cerveza cuando nos dimos el primer beso: a pesar de llevar mucho tiempo hablando y por lo tímida que soy, yo no me sentía con la confianza suficiente para besarle como él quería, sin embargo, probó mis labios y yo los de él, me hizo temblar, poniéndome muy nerviosa pero contenta de por fin tocarle y sentirle.

Pasamos el día haciendo varias actividades por lo que alrededor de las 10 pm llegamos a la cabaña. Las luces estaban encendidas, había pocos vecinos, el ruido era escaso y por momentos silencioso. Pusimos las cosas en la sala y el pasó al baño. Yo, rápidamente calenté la cena que le había preparado, habíamos comido algunas cosas fuera pero no lo suficiente. Decidió ducharse así que tenía tiempo para mí. Me puse más cómoda despojándome de mis ropas sucias y colocándome un vestido largo, color rojo con incrustaciones de pedrería, quería verme lo más hermosa posible para él. La prenda dejaba ver un buen escote profundo, no usaba sostén por lo que mis pechos suaves se encontraban libres y calientitos. Me maquillé y dejé mi cabello suelto, el cual, es castaño oscuro, ondulado y cubre toda mi espalda hasta el final. Como sabrán, físicamente no soy de cuerpo perfectamente delgado lo cual no me avergüenza decir pues considero que las mujeres podemos ser sexys y ardientes siempre y cuando adoptemos la posición adecuada y utilicemos nuestros encantos para seducir, sin duda, esa noche me sentía sexy y lista para demostrarlo. Estaba descalza, pues la casa tenía una alfombra. Puse música, unas velas aromáticas y me dispuse a esperarle sentada en el comedor.

Salió de la ducha, estaba igual de bien vestido que yo pues le había avisado que tendríamos una cena muy elegante, usaba traje y corbata, esto a petición mía. Su asiento estaba frente al mío, la cena estaba servida y mientras comíamos charlábamos un poco más de nosotros. Éramos los dos solos, comiendo y riendo como locos de cualquier cosa, yo sólo esperaba que la estuviera pasando igual de bien que yo. La cena transcurría a paso rápido aunque para nosotros el tiempo era como si no pasara. Era nuestra noche, éramos él y yo por fin juntos.

Bebimos más de lo normal, sobre todo yo. En un momento de la cena me levanté para ir al baño pero sin querer tropecé con un objeto que desconocía y caí al piso. Él se puso de pie y enseguida quiso ayudarme a levantar.

-¡No!- dije- yo puedo sola, además luces muy bien desde aquí abajo. Le lanzé una mirada muy sexy, de esas que sólo yo podía hacer, dándole a entender de que nuestro juego estaba por comenzar.

De repente, no sé por qué pero me acerqué a sus zapatos, arrastrándome y pasé la lengua por sobre uno de ellos, naturalmente, sabían a tierra. Después de eso continué viéndolo desde el piso, permanecimos así unos segundos hasta que, sin pensarlo, me hizo levantar jalándome del pelo, me vio a los ojos fijamente. Notaba en su mirada una especie de deseo, fuerza, ansias de controlarme. Yo, únicamente me encontraba sonriendo pícaramente, sin apartarle la vista. Me apretaba fuerte de los hombros, como queriendo evitar que me fuera y por primera ocasión de esa noche me besó: sus besos eran demasiado bruscos, me jalaba los labios, los mordía, metió la lengua y me succionaba la mía. Babeábamos los dos. Yo por mi parte correspondía a sus besos, acercando mi cuerpo lo más que pudiera hacia él, colocando mi mano en su entrepierna, apretando fuerte mientras nos abrazábamos. Sus brazos rodeaban mis manos, atrapándome en la prisión de su deseo, no pensaba ni quería dejarme escapar de ella. Me monté sobre él, poniendo mis manos en su cuello, el me sostenía de las nalgas y como si fuera una pequeña niña colgada de su cuerpo, comenzó a caminar con dirección al sofá donde me recostó para después ponerse sobre mí.

-No sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento- me dijo entre respiraciones agitadas y entre cortadas.

Con sus fuertes manos arrancó los tirantes del vestido, rompiéndolos al instante y de un jalón me lo bajó hasta debajo de mis senos los cuales salieron botados hacia afuera, poniéndose mis pezones duros al instante por el frío que sintieron. Los vio encantado, saboreándose, empezando a masajearlos, pellizcándolos, chupándolos, pasando su lengua una y otra vez sobre la aureola oscura de cada uno de ellos. Se sentía delicioso, me puso tan caliente que moría de ganas de que me levantara la parte de abajo del vestido y me clavara hasta el fondo su deliciosa verga que ya sentía sobre mí, pero el juego no sería de esta manera así que no lo dejaba meter mano a pesar de que estaba entre mis piernas haciendo movimientos pélvicos contra mi vagina, demostrándome que quería follarme pero no le permitía nada más.

La luna brillaba intensamente afuera, por un momento pensé en salir y follarlo al aire libre. Mi mente divagaba diversos pensamientos, estaba disfrutando el hecho de que me besara, que

nuestras lenguas se unieran, que me provocara dolor cada que jalaba mis pezones con ansias de arrancarlos, estaba fascinada cuando de repente se detuvo.

-Veo que no quieres dejarte tocar verdad puta- me dijo quitándose de encima de mí.

Se dio la vuelta, caminando rumbo a la mesa donde ya hacía una botella de vino. No sabía qué pretendía hacer conmigo por lo que decidí adelantarme a su reacción. Me levanté, caminé rápido hacia él y con mucha fuerza lo jalé del cuello de la camisa. Estaba mareado así que se calló de espaldas al piso. Mientras intentaba recuperarse y sin darle tiempo, me monté sobre el poniendo mi vagina sobre su abdomen y tirando de la corbata lo acerqué a mi rostro, suficiente para sentir nuestras respiraciones.

-Este juego es a mi manera, siempre lo ha sido y lo sabes bien amor- le dije mientras lo empezaba a apretar más, quizás al punto de sentir una posible asfixia. Vamos a hacerlo como yo desee y tú tendrás que obedecer.

Empecé a morderle los labios, el cuello, las orejas, mordidas fuertes mezcladas con chupadas suaves que lo hacían erizar. Abrí un poco su camisa, arrancándole algunos botones, recorrí mi cuerpo unos centímetros para poder posicionarme justamente sobre su pene. Quería que su parte hiciera contacto exactamente con la mía por lo que le desabroché el pantalón para ver su dura erección y se lo bajé hasta las rodillas, dejándolo con su ropa interior puesta y en la cual se veía una pequeña mancha de humedad. Me coloqué sobre su verga, yo también usaba ropa interior así que ajusté lo más que pude mi trusa para que mi clítoris se apretara y me empecé a mover como si estuviera cabalgándolo. Que delicia sentir nuestras partes calientes rozándose con ropa, pajeándonos con la fricción, estimulando nuestro deseo aún más. Me movía mientras le chupaba y jalaba los pezones, sus hombros, su pecho completo, metiéndole mis dedos a la boca los cuales mordía y chupaba con ansias. La estábamos pasando muy bien, sin embargo, yo era su ama y debía obedecerme.

Cuando sentí su polla lo suficientemente dura y mojada, me levanté y lo jalé de la corbata.

-Vamos, sígueme- le dije.

Intentó ponerse de pie pero lo empujé con mi rodilla.

-Los perros no caminan así, caminan en cuatro, así que arrodíllate.

Con una mirada de lujuria y sumisión difícil de explicar, se puso en cuatro y empezó a gatear rumbo a la habitación.

-Los perros siempre caminan detrás de sus amas, ¿ok?

-Sí, ya voy- dijo un poco molesto, pues quería follarme ya mismo.

-¡Sí que!- le grité

-Si ama- dijo siguiéndome el paso.

-Por cierto- dije- los perros no tienen derecho a hablar, a menos que yo te lo pida así que si lo haces, te destrozaré la boca a golpes y no queremos que esos labios tan ricos sufran, ¿verdad?

-Si ama- me respondió indicando con la cabeza que había entendido mis órdenes.

Entramos a la habitación....