Mi amor secreto...

Honestamente no recuerdo muy bien como me metí en ese lío, solo se que aún hay días en los que me siento totalmente perdida. Lo único innegable es que estoy perdidamente enamorada del hombre de mi vida porque desde que lo conocí no ha pasado un solo día que deje de pensar en él

Mi historia comienza cuando apenas había cumplido los 18 años. Soy una chica muy normal. Soy de piel blanca, soy delgada, no tengo un cuerpazo pero soy de caderas anchas y buen trasero, tengo cabello oscuro y lacio, mis ojos son café y además tengo un curioso lugar justo sobre mis labios. Siempre he sido de carácter alegre y extrovertida lo que me hace algo popular entre mis conocidos pero sin hacerme egocéntrica o presumida. Afortunadamente tengo amigas que me han ayudado a mantenerme dentro de los parámetros normales de los jóvenes de mi edad. Mi mejor amiga es Raquel hemos sido amigas desde que comenzamos la escuela secundaria y hasta el día de hoy seguimos siendo inseparables. Ella es la única que ha sabido siempre mi gran secreto. Bueno a lo que iba en mi relato. Todo comenzó un domingo hace cerca de 8 años.

-Mamá, ¿podría ir con Raquel al centro comercial? Necesito pantalones nuevos y me gustaría comprarlos ahí.

-Pero hija, ¿qué no puedes esperar a que tu padre o yo te llevemos? No me gusta nada que vayan ustedes solas hasta el centro… Hay muchos hombres buscando aprovecharse de las muchachitas inocentes como tú.

- ¡Ay mamá! Pero si yo solo quiero comprarme algo de ropa, no es como si fuera a buscar ningún novio… Además, no voy sola, ya sabes que a Raquel tampoco le gusta mucho eso de ligar y menos cuando anda acompañada por mí. Ándale, no seas mala y déjame ir. Total, si no encuentro nada la próxima semana me llevas a una de las boutiques a las que te gusta ir y me compro algo que sea de tu completo agrado.

Ese comentario fue lo que terminó por convencer a mi madre ya que a ella no le gustaba nada de la ropa tan desaliñada que, según ella, me pongo y unos minutos después ya estábamos en camino Raquel y yo.

Llegar al centro no es muy fácil porque teníamos que tomar dos diferentes camiones pero como el trayecto lo hacía con mi mejor amiga pues no me parecía tan largo porque íbamos poniéndonos al corriente con lo último que nos había pasado a cada una y todo el rato se pasaba rapidísimo. Fue justamente al bajar del camión que me fijé en él. Era un muchacho alto, moreno, algo fornido, y de cabello negro. Ese día vestía unos jeans azul y una camisa oscura que se ajustaba a su espalda ancha y a sus marcados bíceps. Me le quedé viendo fijamente por bastante tiempo, luego él se giró y al verme me sonrió y siguió su camino. Yo sentí que me moría primero por la vergüenza de que él se haya dado cuenta que lo veía como si fuera a comérmelo y luego por la emoción que me dio haberlo visto sonreír.

-¡Oye! ¡Pao! Te estoy hablando caray… Bueno, ¿y a ti que te pasa?

Raquel había estado tratando de llamar mi atención pero yo seguía embelesada viendo a ese muchacho.

- Nada mujer, ¿qué no viste al bombón que estaba entrando al centro comercial? Tiene todo lo que me recetó el doctorJa,ja,ja

-No, no lo vi pero lo puedo ver si entramos de una vez al centro y lo buscamos… ¿O qué no me vas a decir que no te da curiosidad conocerlo bien?

- Está bien, vamos. Pero nada de estarlo persiguiendo, vamos a entrar a buscar mis jeans y es todo, si de casualidad nos topamos con él pues eso ya será cosa del destino pero ya sabes que a mi no me gusta andar de arrastrada con ningún chico.

Entramos a las tiendas y por un rato me olvidé del chico ese y me concentré en buscar esos benditos jeans. Como ya mencioné antes, tengo caderas anchas y soy de trasero ancho así que encontrar jeans que me queden es un problema y ese día parecía que no iba a encontrar nada. Yo entré al probador con cuatro pares de jeans y ninguno me convenció, luego Raquel me trajo dos más para probarme. Después de medirme el segundo par salgo con Raquel.

- Oye Raquel, me gustaron mucho los pantalones pero no te parece que me quedan un poco ajustados, mira nada más como me marcan el trasero.

Decía yo mientras veía mi imagen en el espejo y los ajustaba para darme una buena idea de como se veían.

- Yo creo que eso es lo que hacen que esos jeans sean los más indicados, ¿no crees? O por lo menos a mí así me lo parecen.

Al escuchar ese comentario en voz de un hombre me voltee completamente furiosa para encarar al atrevido ese. Cual es mi sorpresa cuando me doy cuenta que el comentario lo ha hecho el muchacho al quien yo había visto al llegar al centro. No supe que decir y quedé simplemente enmudecida. Él se acercó a mí y comenzó a hablar.

- Disculpa el atrevimiento pero no sabía como empezar una conversación contigo, además, eso que dije lo dije muy en serio. Los jeans te quedan como guante. Están  perfectos para usarlos cuando salgas conmigo… Hola, me llamo Raúl, ¿y tú?

-Paola, mi nombre es Paola

Me sentía en las nubes, ni en mis más alocadas fantasías me imaginé que un chico como Raúl se acercaría a mi y buscaría entablar alguna conversación conmigo y menos que fuera tan directo al pedirme que saliera con él incluso antes de presentarnos.

-¿Entonces que? ¿Vamos a tomarnos un refresco, un café o lo que tú quieras?

-Sí, vamos. Solo tengo que ir a cambiarme de jeans y avisar a mi amiga que nos vamos.

-¡No! No te cambies tus jeans, a mi me gusta mucho como se ven en ti… En lo que concierne a tu amiga, creo que ella ya encontró con quien entretenerse.

Mientras Raúl y yo conversábamos Raquel comenzó una muy animada charla con un chico muy atractivo, así que ya no tenía que preocuparme por mi amiga.

-Okay, entonces solo los pago y nos vamos.

Entré en el vestidor por mi ropa y pagué los jeans que tanto le habían gustado a Raúl. Luego nos fuimos a una nevería y estuvimos platicando muy a gusto toda la tarde. Ahí me enteré que él era hijo único, que sus padres tenían una relación abierta porque no vivían juntos pero sí se “relacionaban” cuando se veían. Él me contó que la relación con su mamá era muy buena pero no era así con su papá a quien no veía muy frecuentemente. El resto de su familia solo consistía en sus abuelos maternos porque los paternos ya habían muerto y el resto de la familia no contaba ya que por alguna razón que su madre nunca había querido explicarle no habían tenido relación alguna. Por mi parte, le conté que también era hija única y que mis padres eran muy sobre protectores conmigo, sobre todo mi papá que me tenía todo el tiempo vigilada. Le conté que no tenía familia extendida porque los abuelos maternos murieron cuando mi madre aun no se casaba y los abuelos paternos habían muerto hacía unos cuantos años y como él, yo tampoco tenía ninguna relación con el resto de la familia ya que mi madre al casarse con mi padre había ido en contra de los deseos de su familia y ahí se había roto la relación.

-De verdad, no se que me pasó. De pronto sentí una necesidad enorme de voltear mi mirada hacia ese camión y cual fue mi sorpresa, ver a esa hermosura de mujer que no me quitaba los ojos de encima.

-¡Qué vergüenza! Me viste ahí acosándote con la mirada

-No, nada de vergüenza, todo lo contrario. Sentí que mi ego se hinchaba, y no solo mi ego

No supe que contestar a su comentario. Me gustó que me dijera que le había excitado pero tampoco se lo iba a decir, no quería que pensara que yo era de cascos ligeros (mujer fácil). Sin embargo sentí un rico cosquilleo en mi vientre y como era una sensación nueva para mí, me asusté un poco y solo atiné a contestar que me tenía que ir porque se me hacía tarde.

- Oye, pero quedamos de vernos algún otro día, ¿no?

- A mí me gustaría pero no sé si mis padres estarán de acuerdo en dejarme salir con un chico a quien ellos no conocen.

- Anda, di que sí, al fin no les tenemos que avisar. ¿O qué, tú les cuentas todo lo que haces a tus padres?

-Por supuesto que no, pero no sé, no te conozco y para vernos otro día tendríamos que intercambiar información y no sé, eso me pone algo nerviosa. Sé que crees que estoy exagerando pero no puedo evitarlo. Siempre he sido muy precavida.

-No, si hasta eso que te entiendo, y precisamente porque te entiendo había pensado sólo darte mi información yo a ti y cuando tu quisieras me hablarías y así quedamos de vernos en algún lugar de tu elección, ¿qué te parece?

-Me gusta esa idea

Después de eso me dio su número de teléfono, correo electrónico y su cuenta de Facebook para que contactara con él cuando me sintiera lista. No sé porque pero cuando nos despedimos sentí una gran tristeza, como si estuviera perdiendo a alguien muy importante para mí, lo cual es una tontería ya que llevábamos menos de 24 horas de conocernos. Pero en fin, no quise pensar mucho en lo que eso significaba.

- Espero entonces tu llamada, por favor, no te olvides de mí.

-No, como crees, yo te llamaré en cuanto pueda. Gracias, me pasé un rato muy agradable contigo.

-Yo también.

Dicho eso, se quedó viéndome a los ojos por varios minutos, como debatiéndose entre si quería hacer algo o no y finalmente se decidió. Se inclinó hacia mí y rozó mis labios con sus labios. Mi corazón palpitaba a mil por hora, sentí un calor que se extendió desde mis labios hasta la punta de mis pies. Sentí que mis senos y mis partes íntimas despertaban de un profundo sueño. Luego, entreabrí la boca y fue cuando, metiendo su lengua entre mis labios, tocó mi lengua y sentí como si un rayo me atravesara el cuerpo. Fue una sensación tan única y al mismo tiempo tan familiar que me dejó desorientada por unos minutos. Cuando nos separamos, él también parecía necesitar tiempo para recuperarse y, disimuladamente, pude ver el bulto que se había formado en su entrepierna. Su teléfono sonó en ese momento y él se alejó para poder contestar. Luego, cuando me volteo a verlo él ya había desaparecido. Me pareció muy raro que no se hubiera despedido de mí pero no le presté demasiada atención hasta que vi que sus amigos también se levantaban y comenzaban a correr hacia la salida. Los seguí con la mirada y pude ver a Raúl saliendo del centro comercial a toda prisa. Eso sí que me inquietó porque sentí que algo iba mal pero no podía hacer nada para quitarme ese mal presentimiento...