Mi amor, mi niña de la que comparto su cuerpo.

Descubrí una infidelidad de mi mujer y fui arrancándole su excitante secreto hasta compartirla en un excitante trío con su amante.

Desde que la conocí todo es ella para mí.

Es una mujer que está tan rica, es tan bonita, que me vuelve loco. Cuando estamos los dos arrodillados en la cama frente a frente y siento sus brazos envolviendo mi cuello, sus pechos contra el mío; cuando busco su entrepierna con mi miembro prominente o cuando pongo mis manos en sus caderas. Es sentir su aliento y desear su lengua ¡oh su lengua! y su nariz…. y sus tetas.

Tan maravilloso es sentir su mano acariciar mi sexo o se deja ensartár infinitas veces mientras gime y entrecierra los ojos anunciando su orgasmo.

Tan plácido mirarla mientras duerme y cuando dice ¡no!….. porque lo dice muchas veces.

Tan breves y acordes son sus curvas, tan suave su cadera y la curvita baja de sus nalgas allí donde acaban encontrando ya sus muslos.

Es tan rico su clítoris y su sexo rosado amante de mamada y tanta su agradecida entrega cuando mi lengua lo excita y penetra entre los pliegues de su depilado coñito.

Tan rico, tan plácido y tan profundo que no puedo negar que hasta me complace que otros la admiren sin yo perderla. Ese secreto placer de que la miren admirativamente, que su vestido sea breve y ligero y que la deseen con los ojos me enerva y me excita sin remedio.

Cuando entonces, a los pocos años de casados, habíamos tenido una pequeña discusión un poco antes del verano yo decidí quedarme unas días más en Sevilla pretextando un trabajo mientras ella adelantó su vacaciones al apartamento que tenemos en Novo Sancti Petri.

El reencuentro, quince días después, con mi maravillosa muñequita de veinticuatro años, me deparó dulcísimos y fragosos encuentros que ella propiciaba con frecuencia inusitada. Las prolongadas sesiones de sexo, nuestras manos entrelazadas paseando, la tensión sexual en la playa y en la piscina teniendo tendido al lado el deseado cuerpecito brevemente cubierto tomando el sol, son inolvidables. El amor, la admiración y el deseo se han repetido muchos años y no me abandonan pero hasta algún tiempo después no supe lo que aquellos diez días de separación habían significado. ¿Ella buscaba autoperdón o era sincera? ¿Yo estoy loco o la amo más que a mi vida?

Cada persona guarda pequeños secretos en un profundo arcón mental por pudor, por miedo o por piedad pero a veces puedes tirar, morbosamente complacido, de un hilo que se escapa y del que te sorprenden los nudos que van apareciendo. Tanto el hombre como la mujer guardamos en el fondo algo que nos autocomprometemos a no revelar nunca.

Y todo empezó tirando de un hilo.... casi sin darme cuenta... frases sueltas en momentos de pasión… pequeñas confidencias sin aparente conexión…. respuestas reflejas a turbias preguntas… mis encendidas promesas de evitar los celos………..

En aquellos quince días ella tuvo un encuentro con un hombre. Le creo cuando ahora me asegura que no pudo evitarlo. El enfado por la discusión que habíamos tenido, un pequeño conato de venganza y sentirse sola aquellos días le hizo aceptar una invitación nocturna veraniega. Quiso sentirse deseada y, lo sé, esmeró su atractivo con un vestido muy ligero y sólo tanguita debajo.

Un antiguo amigo o novio o lo que fuere, prendado de ella y empujados los dos por el instinto, jugó hábilmente sus cartas y enjugó su deseo……

-Sólo nos besamos esa noche- fué su primera confesión cuando le hice creer que conocía su salida nocturna antes de mi llegada.

-Estuvimos besándonos…..-   me dijo, y yo sé cómo a ella le gusta el beso demorado, largo, de lenguas envueltas y mordidos labios, el beso que arrastra en una sed continua, el beso que se entrega y hace olvidar el pudor y la vergüenza… ese beso subyugante que no quiere acabar nunca...

Y en mí, en la especie humana caso más frecuente de lo que se cree, arreciaba el morbo y la excitación más que el celo y aumentaba cada vez más el interés en las respuestas que me concedía gota a gota viendo mi sed, mi aceptación……… mi amor por ella.

-¿Te acarició? ¿Mojaste tus braguitas?- preguntaba yo encendido pero cariñoso y su respuesta: –No soy de piedra- confirmaba la tan excitante sospecha -Fuimos a la playa aquella noche, cerca de la discoteca y otras parejas se besaban- me dijo, y continuó: –toqué un poquito su sexo por encima de la ropa y él pretendió tocarme-

Y otra noche cualquiera, nosotros en la cama y desnudos ambos, le dije: -¿Te acarició con un dedito, amor mío? ¿Se la sacaste? ¿Besaste su polla y chupaste al menos su puntita como a mí me haces?- preguntaba inquieto y muy excitado. Se montó sobre mí, sonriente, y no hubo respuesta verbal sino calor en su sexo y besos en mi boca.

-No te digo más porque te enfadas y luego me reprochas- pero no pudo evitarlo y dijo: -tiene un sexo grande de los que llenan-

Confirmé, pues, que se follaron y eso me enerva y me excita tanto e incluso, a solas recordándolo, muchas veces me masturbo imaginando aquel juvenil encuentro de sexo en la playa, de ella con él, a mis espaldas.

Mi insistencia era casi continua y algunos días ella se enfadaba: -¡ Siempre estás con lo mismo ! ¡ Siempre preguntas las mismas cosas ! ¡No quiero hablar de aquello! ¡Me incomodas!– me dijo otro día y lo dejamos pero ambos sabíamos que volvería sobre ello porque creo que mi casi enfermizo afán de saber complementa plenamente su libertad completa.

-Sólo serás libre si me cuentas- insistí en otro momento –y cuando todo lo sepa yo, más te amaré, te amaré completa sin secretos y serás libre-.

Y una y otra y otra vez yo proseguía dulcemente: -¡Díme! ¡Cuéntame! ¡Confía en mí! ¡Deja tu reserva!– mientras follábamos exigiendo cerca de su oreja y  endureciéndose más mi sexo y ella, muy excitada, buscaba más y más la genital entrega. -¡Folla! ¡Fóllame y calla! ¡Fóllame como él folla y calla!– balbuceó al fin.

-¿Cuándo lo hacéis? ¿Cómo os véis? ¿en Sancti Petri o en Sevilla? ¿Por dónde te penetra? –repetía observando que ella también se excitaba cada vez más y gritaba y hacía girar su sexo en mi sexo y pellizcando mis pezones mientras cerraba los ojos y se tensaba y se encabritaba antes de caer desmadejada sobre mi pecho quedándose aún penetrada con leves contracciones de vagina encharcada y excelsa.

Por fin conseguí abrir el arcón de su secreto y todo me lo contó. Fué durante una romántica cena en el restaurante que a ella más le gusta, un buen pescado, unas copas de escogido vino en agradable sitio. Su riada de palabras al principio con los ojos bajos, luego desafiante, mi sincera promesa de no represalias, su confesión completa y demorada. Incluso allí, discreto el lugar pero con gente en el entorno, no pude evitar que mi sexo se endureciera y mi imaginación adornara, mágica y poderosa sus palabras y sus gestos. Cogidos de la manos tuvo que advertir mi temblor y mi deseo.

Y su excitante relato:

-Fuimos a la discoteca un par de noches; la primera vez fue muy inocente pero otro día, más alegres y desenvueltos, estuvimos besándonos mucho en la discoteca y en el coche; después me propuso sentarnos en la playa. Nos notábamos excitados y yo sabía que aquello ya no podía pararlo. Pensé en tí pero estaba enfadada contigo por no estar allí y no tendrías nunca por qué haberlo sabido. Aquel día no quise ir a ningún sitio ni a una cama pero en la playa hicimos el amor y nos entregamos. Después nos acostamos varias veces y cuando tú viniste quise compensarte como para que no notaras nada……..- y en voz más baja y sin mirarme, continúa -lo hicimos también cuando, estando tú ya allí, aprovechábamos cuando yo te decía que iba al mercadillo o a merendar con alguna amiga mientras te echabas la siesta o te ibas a pescar o con la bici.-

-¿Habéis seguido viéndoos? –pregunté y su respuesta fué: -Sí, aún hoy, nos vemos y follamos porque no puedo pasar sin él... y no voy a hacerlo-.

Si todo me gusta en ella tal cómo es no puedo desear cambiarla. Si cambio en ella sus costumbres y su querencia de sexo sé que cambiaré su existencia y cambiaré la mía porque ya no será ella….. y todo…. todo es ella. Es difícil de explicar cómo se consiente pero lo hago gozoso y eso no me contraría demasiado. Lo que si me desazona algo es que su relación me excite tanto y que ahora lo que desee es compartirla y contemplarla. Quiero ver cómo follan y se entregan. Quiero estar allí para adorarla pero me dá mucho miedo hasta decírselo.

-¿En qué piensas?– me dice mi niña y continúa como anticipándose a mi deseo: -¿Te gustaría venir con nosotros? él y yo hemos hablado de eso- confiesa y yo asiento y mi sexo se enardece más si cabe y tiemblo.

Y estamos aquí los tres, polla con polla, uno en su culo y otro en su coño, dejándola expresarse por primera vez sin reservas, acariciándola ambos machos por sus costados y sus tetas y su culo, besando su cuello y oyendo sus lamentos de amor, sus quejas de entrega, sus dulces gemidos. Yo me derramo antes sin poder resistirlo y, acodado en la cama los contemplo mientras ella sobre él cabalga ensartándose una y otra vez; hay un instante casi en su orgasmo que ella me mira y requiere que me aproxime a su culo y se lo bese penetrando mi lengua en su rosada estrella; y más….. me hace bajar hasta el invadido coño y me obliga a que chupe vagina penetrada y penetrante polla hasta que ésta eyacula dentro y sale embadurnada. Y chupo todo, testículos y anos y mamo porque sé que es lo que ella quiere y me complace todo de ella…. porque para mí todo es ella.