Mi amo, mi mujer y yo
Cuando pensaba que no iba a ocurrir nunca, mi sueño se hizo realidad ..... Mi amo poseyó a mi mujer delante de mi, mientras yo era humillado
Mi amo, mi mujer y yo
Mi relación con el amo Daniel se remontaba bastantes años atrás. Fue una relación que empezó y acabó en internet; en principio la idea era que él saciara mis ansias de ser dominado y me encauzara mi vida sexual y la de mi pareja que no sabía nada, pero fracasamos. Lo puse en el conocimiento de ella, hicimos un intento de comunicación vía Messenger con el amo, pero ella simplemente se rajó. Nosotros seguimos nuestra relación intermitente algún tiempo, pero poco a poco se fue enfriando hasta que, prácticamente, se desvaneció.
Tiempo después el año en que ambos cumplimos cincuenta, un día salió la conversación de las fantasías sexuales no cumplidas. El cómo salió el tema daría para otro relato, por lo que lo voy a obviar. Ella decía que le hubiera gustado acostarse con dos o más hombres a la vez, pero no en plan salvaje, sino que le acariciaran varias manos, le besaran varias bocas y al final le penetraran varias vergas. La mía era verle teniendo sexo con otro u otros hombres, que me dominaran y que establecieran las reglas de mi intervención en el coito.
A pesar de tener cincuenta años seguía siendo atractiva: delgada, con unos grandes pechos que se mantenían bastante erguidos y con un pandero muy apetecible. Lo mejor era su estilo, de vez en cuando todavía se giraban en la calle para mirarla.
Dando vueltas a la conversación yo le dije que todavía guardaba la dirección de mi Amo Daniel y que seguro que él se prestaba a hacer realidad nuestras fantasías. Ella decía que un hombre más joven que nosotros –mi amo es bastante más joven- no se iba a acostar con ella, una “vieja”, yo le decía que seguro que sí. Y con este nuevo juego volvimos a contactar con Daniel: le envié una foto de mi amor y le lancé la teórica pregunta de que si todavía le gustaría follársela. Mi amo, que siempre fue muy cumplido, no tardó en contestar y en decir que por supuesto se la tiraría y que como siempre habíamos pensado, le excitaría mucho más teniéndome a mí como copartícipe a sus órdenes.
La respuesta excitó a mi mujer como hacía mucho tiempo que no le había excitado nada y nos sirvió para meter una velocidad a nuestra cada vez más escasa vida sexual. Yo dándole vueltas al tema un día de locura le propuse que podíamos ir un fin de semana a la ciudad del amo, quedar con él y conocerle, y una vez allí decidiría ella lo que quisiera hacer. Ella accedió, yo creo que sobre todo porque le gustaba la ciudad del amo y por jugar un poco, creo que no quería llegar a más. Así que, sin muchas esperanzas de que pasara algo serio, pero ilusionado también por el juego, le comuniqué el plan al amo, que aceptó, tras aportar algunas “sugerencias” de obligado cumplimiento por mi parte.
El plan consistía en quedar con Daniel para tomar unos vinos, si ella accedía cenar con él y seguir hasta donde llegáramos, pero siempre con la condición de que cuando ella me lo dijera disolveríamos la reunión. Cuando llegó el día, una vez desplazados e instalados en el hotel, llamé a Daniel y quedé con él a las 20 horas en un bar que me indicó. Ella estaba muy nerviosa, diciendo unas veces que canceláramos la cita y otras que “a lo mejor se lo follaba”. La cosa es que un rato antes me la llevé a la calle y empezamos los dos solos con el alterne, con la esperanza de que se “tranquilizara”.
A las 20 y con un par de vinos en el cuerpo nos dirigimos al bar donde habíamos quedado con mi amo, entramos y enseguida le vi y me dirigí hacia él. Nos saludamos e hice las presentaciones, se dieron dos besos en la mejilla y empezamos la conversación. Ella estaba muy nerviosa, se reía tontamente y hablaba sin parar, cosa que hace cuando no puede dominar los nervios. Daniel tiene mucha labia y experiencia con parejas, así que le seguía el rollo, hablábamos de todo un poco, de vinos, de gastronomía, de viajes. Seguíamos de vinos y se acercaba la hora de la cena; En un momento dado ella se fue al servicio y yo le pregunté al Amo que como lo veía. Él sonrió y me dijo que mi perra estaba salida y que igual teníamos suerte. Cuando volvió propuse ir a cenar, ya para entonces había empezado el tonteo entre ellos dos, a veces se rozaban las manos y se hacían confidencias al oído. En la cena, todo fue bien, salimos del restaurante y Daniel propuso ir a un pub que estaba lejos, por lo que había que ir en coche. Nos dirigimos a mi vehículo y ellos, riendo, se sentaron en el asiento de atrás, diciéndome que yo haría de taxista.
Yo iba siguiendo las indicaciones del Amo, cuando en un semáforo vi por el retrovisor como se besaban. Me dio un calambre en las entrañas: una cosa son fantasías e historietas, y otra cosa es la realidad, ser cornudo me pareció una sensación agridulce. El amo se dio cuenta de que les había visto y por primera vez delante de ella se dirigió a mí como su sumiso:
. ¿Tienes envidia, perro?
Ya en el pub, que por algo estaba expresamente elegido por Daniel, entraron de la mano y yo detrás. Se dirigieron a una zona discreta donde se sentaron en una butaca y el Amo me ordenó que trajera las bebidas. Cuando volví ellos se besaban apasionadamente y el Amo sobaba los pechos de mi mujer por encima de su camisa. Ella me indicó que me sentara junto a ellos y me besó en la boca. Mientras el amo le besaba y le sobaba de frente, yo me conformaba con meterle mano desde atrás y besarle en el cuello. Ella estaba muy excitada y nosotros también. Yo creí morir cuando vi que su mano estaba dentro de la bragueta de mi amo, y esto solo era el principio de la noche.
No sé cuánto tiempo pasó, pero en un momento dado alguien propuso ir al hotel donde nos alojábamos. Otra vez yo delante y ellos detrás. Otra vez siguiendo las indicaciones del Amo, se me hizo largo, creo que el Amo dio algún rodeo de más. Ellos estaban a lo suyo y, en un momento dado, vi por el retrovisor como la cabeza de mi amor subía y bajaba rítmicamente sobre la entrepierna de mi maestro. Él, como no, se dio cuenta y ya, sin miedo a ofenderla, me dijo:
- Tu zorra me la está comiendo, gilipollas. Lo hace bastante bien, pero mañana lo hará mucho mejor. Va a practicar mucho –se reía.
Cuando llegamos al hotel, siguieron los juegos mientras yo me tenía que mantener en un segundo plano. Era mi fantasía, me la estaban regalando y me tenía que sentir afortunado de poder vivirla. El amo le besaba y metía su mano entre las piernas de la que, hasta ese día, era completamente mía. Ella no decía nada, gemía y buscaba su polla. Entramos en la habitación y cayeron en la cama, y, con mucha práctica, el Amo pronto la desvistió.
Por un momento me sentí como olvidado y pensé que lo mejor sería marchar de allí. Aunque era mi fantasía por mucho tiempo, en ese justo momento me sentía fuera de lugar. Afortunadamente, el Amo se acordó de mí (siempre quedaré en la duda de si ella se acordaría o no) y me llamó a su lado diciéndome que no me quería lejos.
Me acerqué y esperé a que el Amo me diese nuevas indicaciones. Hasta ese momento, pude observar como el cuerpo de mi mujer era ya una posesión suya y ella se dejaba invadir por donde mi Amo quisiera.
Mi Amo me cogió una mano e hizo que fuese acariciando los pechos de mi mujer. Me dijo que lo hiciese como a ella le gustaba, que él quería ir aprendiendo para una próxima ocasión. Y eso hice yo, mientras la mano de mi Amo se perdía dentro de su sexo.
Ella estaba desnuda y nosotros vestidos: era increíble que tras muchos años de fantasear su momento había llegado…… y el mío también; el amo me ordenó al oído:
. Cómele el coño hasta que yo te diga, perro
Me arrodillé al pie de la cama, le dimos la vuelta, tumbándola boca arriba y me hice con su coño, el cual empecé a chupar con ansia. Estuve mucho rato sin ver nada, ya que ella apretaba sus muslos contra mis orejas, apoyando sus piernas en mi espalda. Intuía que el amo se había desnudado y que ella se movía sin parar mientras gemía. Cuando cansado de la labor que se me había encomendado conseguí liberarme y alzar la vista, contemplé como engullía la verga de Daniel. Recibí una reprimenda por descuidarme de mis labores y tuve que volver a mi sitio para seguir preparando el coño de mi mujer para que mi Amo entrase en él.
En un momento dado mi Amo me dijo que me desnudase. Yo lo hice. Ella seguía chupando y mi amo me ordenó:
- Ponme un condón, que me la voy a follar.
Ya no sentía ningún retorcijón de celos en el estómago, creo que la excitación lo impedía. Me gustaba ver como mi Amo no sólo poseía mi mente sino el cuerpo de mi mujer y, no dudaba de que pronto, su mente. Encontré una goma y cuando el amo sacó su polla de la boca de mi mujer, se la tomé con delicadeza y le coloqué el condón ante la mirada atónita de ella. Mi amo se tumbó boca arriba en nuestra cama y ella se sentó encima de él ensartándose prácticamente de un golpe todo fu falo. Empezaron a moverse, al principio sin armonía, pero luego consiguieron sincronizar sus movimientos. Sudaban y mientras ella gemía sin parar, el amo gruñía de satisfacción. Yo mientras tanto un rato me la meneaba, otro me acercaba a sobar a mi amor o bien le besaba con apasionados besos de tornillo.
Cada cierto tiempo, el Amo salía del coño de mi mujer y me obligaba a que se lo comiese mientras me hacía pajearlo. Me di cuenta que, tras una primera vez en que me sorprendió y hasta me cortó algo, en las siguientes ocasiones estaba esperando ansioso a que llegase ese momento. Servirlo a los dos y contribuir a ese momento me excitaba.
Cuando ella ya se había corrido dos o tres veces, el amo le susurró algo al oído, ella sonrió y se sacó de su coño el falo. Él me dijo que ahora me tocaba a mí. Me ordenó sentarme en una silla que había junto a la cama y me anunció:
- Ahora vas a gozar del espectáculo de cómo me follo a la puta de tu mujer hasta que me corra de gusto. Pon las manos en los brazos de la silla y no te muevas, como te toques la polla te voy a castigar muy duramente.
Ella, entonces, se colocó al estilo perro enfrente mío y el amo se colocó detrás, introduciéndole la polla y empezando a mover sus caderas. Mi mujer me miraba y sonreía de manera enigmática. Sus gemidos no se hicieron esperar, por lo que el amo renovó sus envestidas. Se dirigía a mí con frases como:
- Mira como me follo a esta zorra, observa como gime y aprende. Seguro que nunca se la habían metido así, etc….
Ella volvió a tener un par de orgasmos y al de un rato el amo, no aguantando más, le imitó entre gruñidos de satisfacción. Yo me encontraba con una erección semejante a la de la ingestión de un bote de viagra, pero el amo no me había ordenado mover las manos, todavía. Mi mujer se apiadó de mí y le dijo:
- Mírale pobrecito, va a reventar. Venga, déjame aliviarle.
Él le contestó:
- Eres muy blanda o muy puta, teníamos que dejarle sufrir toda la noche. Pero haz lo que quieras.
Se levantó, se dirigió hacia mí como una diosa moviendo sus caderas, mientras sus grandes pechos se balanceaban y sentándose encima de mí, puso sus manos sobre las mías, que continuaban en los brazo de la silla y se introdujo mi pene en su vagina, que, como imaginará el lector, chorreaba tras la jodienda de mi amo.
No fue muy largo, con unos pocos movimientos de cadera, pronto me corrí dentro de ella, mientras a su espalda veía la sonrisa satisfecha del amo Daniel.