Mi amo me hace follar con camioneros

Continuación de follada en el supermercado.

Continuación de follada en el supermercado.

Cuando pasé por caja la dependienta me miró con los ojos desorbitados.

—Vengo a por mi botella de vino —dije acongojada.

—No puede estar desnuda aquí. —Había gente en la cola, una señora mayor se santiguó y un hombre me miró con lascivia.

—Solo quiero mi botella, la han dejado pagada para mí.

La chica sacó el objeto.

—Lárgate borracha y no vuelvas más o te denunciaré.

La tomé y salí cabizbaja, mi coche estaba a una calle así que tuve que aguantar miradas insultos y proposiciones hasta que, con las manos temblando, pude llegar al coche. El móvil seguía en función video llamada. Lo puse sobre el soporte para que me observara bien.

—Lo has hecho muy bien puta. Mírate, me encanta que lleves el rímel corrido por las lágrimas.

Me miré en el espejo, mi aspecto era lamentable.

—Amo… yo… Lo he pasado muy mal.

—No te creo, tienes alma de puta sumisa, solo te hace falta conectar con ella. Abre la botella y bebe un poco, te calmará…

—No tengo abridor y voy a conducir —protesté.

—Saca el plástico y hunde el corcho, llénate la boca, muéstramela y traga.

Lo hice, con los dedos temblando, me costó un poco.

—Eso es… —Unas gotas de vino cayeron al mostrarle la boca por mis tetas—. Preciosa, otra vez, pero deja caer un poco más sobre tu cuerpo. —Lo hice y me felicitó—. Ahora conduce, abre la ventana, quiero que te vean bien y no dejes de masturbarte. No tienes permiso para correrte. Cuando lleves media hora, busca una gasolinera donde haya camiones, sal del coche y ofrécete.

—Amo… —lloriqueé.

—¿Qué?

—No me pida eso, por favor.

—¿Quieres comer, poder pagar tu casa, que tu hijo pueda ir al colegio y que no suba tus imágenes a la red? —Ahogué un sollozo—. Pues ya sabes y quiero verlo todo, asegúrate de ello.

Encendí el motor y me puse a conducir. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Algún que otro claxon sonó, mi amo me obligó a mirar a aquellos que me pitaban y me decían cosas obscenas.

Nunca me había sentido tan denigrada, ni con el coño tan mojado, seguro que tendría que llevar mi coche a lavar. Mis pezones estaban como guijarros y los fluidos empapaban mis dedos de uñas largas.

—¡Si quieres te follo, puta! —Exclamó un motorista que metió la mano por la ventana y me tocó una teta.

—Da las gracias —dijo mi amo por el móvil.

—Gracias por el ofrecimiento —murmuré masturbándome con la mano de aquel desconocido pellizcando mi pezón.

El semáforo cambió de color y él arrancó dándome un fuerte tirón que me hizo jadear.

—Estás demasiado cachonda, busca la gasolinera ya.

Salí de la ciudad  y a los dos kilómetros vislumbré un cartel, conocía aquella estación de servicio, era una de las grandes con zona reservada para los camiones.

Estaba muy nerviosa cuando coloqué mi coche al lado de uno.

Había unos cuantos transportistas reunidos entorno a una mesa de piedra. Mi amo hizo que le mostrara lo que mis ojos veían.

—Ves hacia ese grupo y diles que pueden follarte con la condición de que yo pueda miraros.

Los miré de reojo, eran tres hombres que debían rondar los cuarenta y largos o los cincuenta. Los tres bastante gruesos y pinta de llevar días viajando. No se les veía muy limpios.

—¿No puedo ir a una cabina de un camión y llamar?

—No, puta, tú solo puedes obedecer, sal y suplícales.

Lo hice me encaminé hacia ellos, uno me vio y alertó a los otros dos, quienes me repasaban de cabeza a pies.

—Hola —les saludé temblorosa—. Mi amo quiere que me ofrezca a vosotros, soy su puta y quiero que me folléis —dije mostrando el móvil y desplazando mi mirada al suelo.

—¿Estás de broma? —preguntó uno.

—No, no lo está —respondió mi amo—. Es mi contribución personal a que los hombres de la carretera puedan disfrutar, eso sí, si os queréis follar a mi zorra tengo que poder mirar.

Uno de ellos se levantó. Llevaba camisa de cuadros, le estaba un poco justa y la barriga se la alzaba.

—Por mi no hay problema, no pienso rechazar una buena mamada dijo desabrochándose el pantalón.

Una mata de vello oscuro y un pene no demasiado grande en estado de relax se desplegaron ante mis ojos.

—Ven putita, ponte de rodillas.

Dejé mi móvil apoyado en la mesa contra una botella de cerveza y me la metí en la boca.

El aroma a sudor y poca higiene golpeó mis fosas nasales.

—Vamos chupa. —Estaba blanda, me daba asco y me dolían las rodillas. El suelo tenía pequeñas piedras afiladas que me estaba clavando.

Chupé, hasta notar que cogía consistencia.

—Los huevos también, zorra. Quiero un lavado profundo —rio. Llegué hasta ellos y me asqueé, el aroma era mucho peor y la textura blanda llena de pelos me daba ganas de vomitar.

—Tu polla le da arcadas Manuel.

—Pues si vomita se lo tragará. Chupa guarra. —Seguí intentando pensar en cosas bonitas, olvidando lo que estaba haciendo y lo mal que me sentía por ello. Volví a la polla deseando terminar. Él me cogió la cabeza y la hundió en su pubis, la sensación era horrible.

Con las caderas sacudiéndose buscaba rozar mi garganta. La baba caía por mis comisurar y me costaba respirar.

—Vamos Manuel, dale leche a esa puta. —Lo alentó uno. Su vaivén se hizo más intenso. Mis ojos volvían a lagrimear y una densa corrida escapó para ahogarme en lefa agria.

—Traga puta, traga. —Lo hice, como si fuera pequeña y me estuvieran dando una desagradable medicina.

Al acabar se la limpié.

Nuestro turno dijeron los otros dos. Uno estaba sentado sobre la mesa haciéndose una paja. Su polla era más grande que la que me acababa de comer, la barriga también.

—Ven aquí y siéntate en el trono zorra. —Me monté en él y gruñó—. ¡Está mojada! —celebró—. Comerte el nabo la ha puesto burra.

—Y qué esperabas mi polla es una delicatesen para una puta como esta. —El que tenía debajo me pidió que lo montara y le ofreciera las tetas.

Son oponerme lo hice, avergonzada porque mi coño respondiera y sintiera placer al notar el roce del clítoris contra su barriga.

Con el que todavía no había tenido contacto me metió los dedos en la boca y me hizo chuparlos. Tenía las uñas negras, no quería ni pensar.

Me dolía que el hombre al que follaba me mordiera los pezones con saña y a la vez mi coño se contraía. Succionaba ávida de placer.

Sacó los dedos y los encajó en mi culo, primero uno y después el otro para dilatarme un poco.

Mis caderas seguían subiendo y bajando en aquel animal. Grité cuando succionó tan fuerte que creí que me iba a arrancar un pezón.

El otro eligió ese momento para quitar los dedos y cambiarlos por su polla, era la más grande de las tres. Aullé al sentirme colmada por los dos.

Me estaba gustando, demasiado, dolía y me complacía a partes iguales.

El tipo de antes, el de la mamada, subió a la mesa, ya había remontado, me cogió de la cabeza y volvió a dejarla entre mis labios.

Los follé y me follaron, me excité y se excitaron. Me insultaron y la lujuria se apoderó de mi cuerpo cuando de reojo vi la cara complacida de mi amo que me observaba.

Las pollas me taladraban, mi clítoris se inflamaba y ahora sí que hubiera suplicado. No podía más. Los gritos masculinos se fueron encadenando, la leche fue regándome por dentro, hasta que la garganta volvió a impregnarse de cálida leche masculina.

—Sumisa, córrete.

Oí la orden y estallé, grité, aullé y bajé la boca para comérsela al tipo que tenía delante y que no le importo que la leche de su amigo permaneciera en mi lengua.

El que había follado mi culo se puso a comérmelo y yo tuve más de un orgasmo con aquellos tres hombres de la carretera.

Me despedí de ellos con una sonrisa satisfecha y dándole las ganas a mi amo.

—Vuelve al coche, estoy muy orgulloso de ti, puta.

—Yo también amo.

—Así, me gusta, tú y yo, vamos a disfrutar mucho juntos.

—Sí. Amo, gracias por descubrir a mi puta interior.

—De nada zorra, ahora sube al coche, puedes volver a tu casa.

—¿Y el dinero?

—¿Qué dinero? —abrí los ojos desmesuradamente.

—El que me prometió.

—Ahora ya sabes cómo ganártelo, te he ofrecido mucho más que unos euros, te he abierto los ojos y dado una oportunidad laboral.

Espero que os haya gustado y vuestros comentarios.

Miau.