Mi amo me domina en un probador

Casada aburrida busca los placeres de la dominación en un amo que la pondrá a prueba.

Espero muy quieta en el probador.

Mi amo ha sido muy claro con su orden de hoy.

«Quiero que vistas solo un abrigo largo, zapatos de tacón y el plug de cola de zorra en el culo, además de tu collar de sumisión»

«Sí, amo»

«Irás al centro comercial, entrarás en la sección masculina, pedirás una corbata y entrarás en el probador, el último de la izquierda. Cuando quede libre entrarás, te despojarás de la ropa, atarás la corbata alrededor de tus ojos y me esperarás de pie. De espaldas a la cortina, con las manos a la espalda y las piernas separadas. Lo primero que quiero ver es tu culo de zorra»

«Sí, amo»

«Sal ya de casa»

«Voy amo»

Me arreglé como mi amo deseaba, ungiendo el plug anal en un poco de lubricante para que entrara con fluidez.

Me calcé los tacones y cubrí mi cuerpo desnudo con la gabardina.

Ya estaba maquillada, me coloqué el collar y salí de la habitación dándome de bruces con mi marido.

—¿Sales?

—Sí, tengo que ir a hacer unas compras al centro comercial —respondí agitada. Pensaba que estaba en su despacho y que no nos cruzaríamos.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, me tiene que llegar un paquete y si no hay nadie encasa después es un lío, además Marc ha quedado con un amigo para jugar a ese videojuego nuevo, ya sabes que no me hace gracia dejar a dos chicos de dieciséis solos en casa.

—Está bien. —Me besó en los labios y susurró en mi oído—. Hoy estás para follarte. —Tragué con dificultad, no tenía ni idea. Me separé un poco de él.

—Quizás más tarde, si no estoy cansada —él resopló.

—Últimamente siempre lo estás —«Puede que si me dieras lo que necesito no lo estuviera», pensé para mis adentros.

—Te veo luego.

Salí de casa muy excitada, mi amo sabía cuánto me gustaba ir desnuda bajo un abrigo y si encima llevaba un juguete todavía más.

Tengo cuarenta años, casada, un buen trabajo, dos hijos adolescentes y una aburrida vida sexual que compenso con las órdenes de mi amo.

Eso sí que le da la pimienta que necesita mi vida. Nos conocimos por casualidad, en un congreso al que asistía, si hay algo que recuerdo con claridad fue cómo reaccionaba mi cuerpo ante su mirada. Jamás me había pasado con nadie.

Charlamos en la barra y tras unas copas me invitó a su habitación. Juro que quise negarme, nunca le había sido infiel a mi marido, pero él tenía algo que yo estaba anhelando hacía demasiado.

Y me ofrecía una relación segura y con el único compromiso de cumplir sus órdenes, que tanto me excitaban.

Cogí el coche y conduje hasta el parking del centro comercial. El plug me molestaba conduciendo, ese punto me ponía tanto que ya estaba mojada.

Subí hasta la sección de caballeros, busqué una bonita corbata y pregunté dónde estaban los probadores.

El dependiente me miró extrañado, pero no dijo nada y me indicó el camino.

Una vez allí busqué el probador que mi amo me había indicado. Por suerte estaba vacío, tenía tantas ganas de acatar su orden que el cuerpo me temblaba.

Entré dentro, cerré la cortina y me fijé en el reflejo de mi cuerpo desnudo al desprenderme de la gabardina.

Tenía unos pechos grandes, acompañados de aureolas canelas y botones pequeños. Ya no era el cuerpo de una cría de veinte, pero no podía quejarme, mi amo decía que estaba buena y a mí me gustaba creerlo.

Me di un último repaso y mordí mi labio inferior presa de la excitación. Mis labios inferiores sobresalían brillantes, le imaginaba entre mis muslos mordiéndolos y tirando de ellos. Eso provocó que mis pezones se contrajeran.

Até la corbata sobre mis ojos, puse las manos en la espalda y esperé muy quieta.

La expectación no hacía más que incrementar mi lujuria. Él lo sabía. No sabía cuánto tiempo pasé allí de pie, expectante, ansiosa, solo sé que era el que mi amo creía conveniente para que la experiencia fuera de lo más placentera.

Escuchaba voces que iban y venían, no es que fuera hora punta, pero en una gran ciudad es difícil que no haya clientes a cualquier hora del día.

La cortina se descorrió abruptamente y yo me quedé muy quieta, sin saber si era mi amo, o no, quien la había abierto.

Supuse que sí, porque no había oído ninguna disculpa, o que la cortina volviera a cerrarse, lo que me puso más nerviosa todavía. Cualquiera podría verme desde fuera y eso convertía la situación en morbosa y excitante.

Respiré profundamente y capté su sutil aroma amaderado, sonreí al saber que era él quién me estaba admirando, podía sentir sus ojos como si fuera una obra de arte, calentando cada punto donde incidía con mi piel.

—Hola, zorra —susurró con voz profunda acariciando la cola.

—Hola, amo.

—Me alegra que hayas acatado mis órdenes, estás preciosa. —La yema del dedo recorrió mi columna hasta alcanzar el collar y colarlo por debajo.

—Gracias, amo.

Las suelas de sus zapatos repiquetearon se había situado frente a mí.

—Amo, la cortina sigue abierta —le recordé.

—Lo sé, zorra, eso solo lo hace más divertido. —Tragué con dificultad y noté sus dedos retorciéndome los pezones.

—Ahhhh —gemí.

—Te gusta, ¿verdad? Sentir lo zorra que eres y que yo te lo demuestre.

—Sí, amo. —Tiró de los pezones hacia él y yo tuve que clavar los tacones para no ser arrastrada por él.

—¡Joder, me encantan tus tetas! —exclamó llevándose una a la boca para succionar con fuerza.

—Gracias, amo.

—¿Qué ha dicho el cornudo cuando te ha visto salir de casa?

—Que quería follarme.

—¿Y tú qué le has contestado?

—Que ya veríamos. —Su risa ronca llegó a mi oído.

—Eso es zorra, porque él solo va a follarte si yo te doy permiso —agarró mis labios inferiores y tiró de ellos provocando oro jadeo.

—Sí, amo, solo si usted quiere. —Dejó ir los labios y dio una fuerte palmada en mi clítoris. Sonaba a mojado.

—Estás chorreando zorra.

—Sí, amo, es por usted.

Las rítmicas palmadas comenzaron a sucederse, a cada golpe mi deseo fluía con mayor potencia. Mi coño se calentaba, lo notaba tenso, inflamado y deseoso. Las palmadas ganaban intensidad, igual que mis gemidos, los cuales dudaba que no se oyeran.

—¿Sabes que te están mirando? —preguntó mi amo en mi oreja. La sugerencia hizo que me encharcara todavía más—. Te gusta saber que se la estás poniendo dura a nuestros invitados ¿verdad?

—Sí, amo.

—Muy bien, diles en voz alta de quién eres y a quién perteneces.

—Soy su zorra, amo, su puta, me debo a usted y a nadie más.

Sus dedos me penetraron con fuerza, diría que me metió dos, el índice y el corazón.

—Eso es zorra, cuéntales cuánto te gusta.

—Me encanta ser su zorra, amo, que haga conmigo lo que quiera, solo así soy feliz.

—Mi afirmación hizo que ganara un tercer dedo.

—¿Y qué ocurriría si le digo a estos amables caballeros que entren y disfruten de tu cuerpo. —La idea me hizo gemir.

—Que le haría sentirse orgulloso de lo zorra que soy, amo.

—Buena respuesta.

Tiró de la corbata desprendiéndome de ella con la mano que le quedaba libre. Abrí los ojos y allí estaba él, mi marido sonriente. Le miré asustada y sin comprender. Observé a mi amo y después a él. Que seguía allí de pie, viendo como aquel hombre me masturbaba ante sus ojos.

—Cuando me dijiste que serías capaz de convertir a mi mujer en una zorra obediente no te creí, pero ahora amigo mío, debo reconocer que has superado mis expectativas.

—¿C-cómo? —pregunté, sin comprender. Mi amo me garró de la barbilla fijando su mirada a la mía.

—Tu marido contrató mi servicios, dijo que eras una estrecha, una mojigata y que apenas lo dejabas follar. Yo le prometí que iba aflorar a tu puta interior o le devolvería el dinero y fíjate cómo te tengo.

Sacó los dedos empapados y me los metió en mi boca abierta.

—Límpialos, zorra.

No pude negarme, su control sobre mí era demasiado potente.

Vi los ojos de mi marido asintiendo.

Cerró la cortina y se desabrochó los pantalones. Tiró con fuerza de mi cola sacándome el plug anal. Grité porque dolió.

—Y tú no querías que te diera por culo, pues te vas a enterar.

Mi marido tenía un miembro muy grande y ancho.

Me empaló de una sola estocada y yo tuve que agarrarme al cuello de mi amo.

—Eso es puta, déjalo entrar, esa es mi orden, vas a ser la puta de tu marido y vas a aprender cuál es tu sitio en casa. Vas a obedecer todo lo que diga porque a partir de hoy él va a ser tu amo.

—SÍ, amo —gruñí notando como mi marido me taladraba. Los dedos de mi amo se pusieron a retorcerme los pezones, haciéndome chillar.

—Eso es zorra, grita, tu marido te quiere oír.

Las embestidas fueron acompañadas por golpes, los de mi marido-amo en el trasero y los de mi ex amo en las tetas y el coño.

No podía dejar de jadear, sabía que no podía correrme hasta recibir la orden.

—Fóllala conmigo, Adrián. —Aquella petición vino de mi marido. Hasta ahora no había sabido el nombre de mi amo.

—Será un honor.

Adrián se bajó los pantalones y los calzoncillos subió mis piernas a sus caderas y se coló en mi interior acompasando su bombeo al de mi marido.

No podía dejar de gritar, la experiencia estaba siendo increíble, sentir dos pollas reventándome por dentro, friccionando entre ellas mientras mi voluntad era cedida por completo. Los huevos de ambos entrechocaban y solo de imaginarlo me mojaba. No quería que la experiencia acabara nunca.

Mi marido fue el primero en correrse, llenándome el culo de leche. Después Adrián y cuando ya me tuvieron bien rellena mi marido dio la orden.

Puedes correrte.

Lo hice, grité alzada por los dos, aullando como la zorra que era, dejándome ir por completo, llenando el suelo de mis fluidos y los de ellos.

Cuando terminé me bajaron.

—Muy bien zorra, ahora déjalo todo limpio y aseado, con la lengua, como te he educado, para que tu marido vea lo obediente que eres.

Me arrodillé y pasé la lengua por la superficie del suelo hasta que no quedó nada.

Solo entonces me dejaron incorporarme. Mi ex amo volvió a colocarme el plug, y a ayudarme con la gabardina.

—Espero que seáis muy felices a partir de hoy, y si ves que se le olvida la disciplina aprendida, siempre poder traerla al centro a que la reeduque.

—Muchas gracias Adrián. —Mi marido le estrechó la mano—. Y ahora cariño, vamos a poner rumbo hacia tu nueva vida.