Mi amo

Mi experiencia como sumisa.

MI AMO

Cuando la gente me pregunta a qué me dedico y les respondo muy simplemente que soy puta, quedan como horrorizados. Parecería que esa "profesión", es solo para malas personas, mujeres que se las ven de lejos, que sí es lindo ratonearse con ellas, pero yo jamás pagué por sexo dicen la mayoría.

Me causa gracia, pues casi todos mis clientes son personas de clase alta, que usan traje y corbata, viven en lujosas casas, autos últimos modelos y viajan por el mundo con tarjeta dinners diamante.

Como les conté en algún otro relato, no hago esto por obligación, simplemente por que me gusta, muchas de las lectoras de aquí o novias, amantes, esposas de los que leen esta clase de relatos, hacen lo mismo que yo, pero con la diferencia que a veces, ni siquiera gracias reciben de recompensa.

Entre todos los clientes que tengo, hay uno que especial. lo llamaré Mi Amo.

La primera vez que nos vimos noté su dominancia, me pidió que me arrodillase, besara sus pies y siempre le respondiera "sí mi amo".

Lo tomé como un juego, alguna exquisitez del sujeto, nada importante, pero a medida que el tiempo fue transcurriendo, ese juego se fue convirtiendo en algo más, yo diría en nuestra forma de relacionarnos; y lo más extraño es que me excitaba muchísimo.

Una de sus primeras órdenes fue que usara una gargantilla de oro (que él me obsequio), la cual tiene una argolla de donde cuelga una cadena de aproximadamente un metro.

La cadena solo la uso cuando estoy con él, y es para que el tire de ella y me lleve como si fuese una perra en cuatro patas.

También me pidió que pusiera una argolla en mi clítoris, de oro también, y cuando lo veo cuelga de ella una cadena de la cual el tira y mi clítoris se estira hasta el punto que mis lágrimas resbalan por mis mejillas, pero trato de disimularlos, pues el dolor solo debe darme placer.

De igual manera uso dos argollas en mis pezones (solo para él), de las cuales también caen cadenas y pesas que él coloca a su antojo, para ver como la gravedad estira mis pechos hasta que él diga basta.

Quizás muchos se pregunten dónde está el placer, solo parecería que hay sufrimiento, dolor. Están equivocados, el placer está en entregarse al otro, confiar ciegamente en él y poner a prueba nuestras limitaciones, si es que las hay.

De todo lo que he experimentado con mi amo, lo que más me ha dolido fue el día que me ato en que me crucifico, como Jesús, sobre una cruz de madera que compro y la coloco sobre una pared. En vez de clavos, uso pañuelos de seda. Yo tenía los ojos vendados y estaba totalmente inmovilizada.

Colgó de las cadenas de mis pezones unas pequeñas pesas de 10 gramos cada una y el colgante de mi clítoris ata una cadena de unos 2 metros, que estiro al máximo para que éste sobresaliera de mi vagina y él pudiese verlo erecto como un pequeño pene.

Luego fue dejando que velas se fueran derritiendo sobre mis pezones y mi vagina, entrando la cera en ella hasta quemarme las entrañas.

Sentí que la piel se me abría e iba a quedar en carne viva; una vez que las velas se consumieron, sano mi piel con hielo seco. Esa mezcla de calor y frío provocó en mí tal excitación que llegué a un orgasmo sin necesidad de que me penetrara ni con sus dedos, o consoladores o su propia verga.

El hecho de correrme sin su autorización me costó diez latigazos en mis nalgas y cinco en cada uno de mis pechos.

Cada vez que el cuero toca mi piel, siento como mi vagina segrega sus jugos que chorrean por mis piernas. El bebe de ellas y luego cura las heridas con su lengua.

Después de este juego erótico sado-maso que lleva aproximadamente una hora, me hace suya.

Me coloco como buena perra en cuatro, levanto bien alto mi culo, abro mis nalgas con mis dos manos y espero ser penetrada. El objeto que usará siempre es una sorpresa.

Puede ser su puño, un consolador, una verdura, velas encendidas, el mango de la fusta o su propia verga que mide aproximadamente 20 x 8 cms.

Ese es el clímax total. Sentir como me folla sin piedad, como mi ano se dilata al máximo para darle cabida a lo que mi Amo desea.

Aún me quedan muchas cosas por probar, pero con él, comprobé que el dolor es solo placer.

Paula Poison