Mi amigo y yo buscando piso

Un amigo y yo buscabamos un piso, y lo encontramos, pero llevaba una chica de regalo.

MI AMIGO Y YO BUSCANDO PISO

No había hecho más que llegar a Pamplona, lejos de mi Granada natal, para trabajar en una empresa de seguridad, con presencia en todo el territorio. Desde la misma nos habían gestionado el tema de turnos, de rotaciones, etc. excepto una cuestión: la del piso.

Habían destinado a mi amigo Santiago, compañero mío de fiestas, y demás de Granada, quien había roto recientemente con su novia, y le pareció buena idea cambiar de aires, y venirse para Pamplona conmigo, al menos un par de años.

Llegamos a Pamplona un domingo por la mediodía, aproximadamente a las 12:00 del mediodía, y el ambiente se veía un poco difícil para hacer ocio, pero no nos detuvimos mucho en corroborar esa situación. Nos dirigimos al Hotel Iruña Palace "Tres Reyes", el cual nos pagaba la empresa durante una semana, hasta encontrar un piso, que obviamente también nos pagaban, pero que nosotros teníamos que gestionar.

Así pues, el primer día nos dimos una vuelta por la ciudad, para conocer un poco las calles, y lugares mas relevantes, que seguro nos venia bien para nuestro trabajo. Vimos que en el tema de bares, estaba bien mal el asunto. Respecto a las tías, había de todas clases, pero pudimos observar un buen ejemplar de ellas en la avenida Carlos III. Yo personalmente me fije en una chica, de unos 22 años, pelo moreno, de 1,68 m., al menos, y ojos verdes. Llevaba puesto unas medias con diseño en rombos, muy sensuales, pero lo que sobre todo me llamo la atención fue un culo perfectamente definido, y unas tetas que a pesar de ser un poco gorditas, las tenia bastante bien colocadas. No se porque razón, me recordaba a Mónica Bellucci en la segunda parte de Matrix.

Cuando pase a su lado, la mire descaradamente, y ella me devolvió una picara sonrisa, para inmediatamente volver su cara hacia sus amigas.

¡ Joder Alfonso, no seas tan descarado ¡ -, me dijo Santiago mientras me daba una disonante colleja.

¡ Vete a la mierda, Santiago ¡, dije un poco furioso por el gesto.

Santiago sonrió ampliamente, y luego lanzo una carcajada, de esas que te hacen reír aunque no tengas ganas, consiguiendo que finalmente me riera yo también.

Mientras tanto, volví a echar un vistazo para la zona desandada, con mirada obsesiva para volver a ver a aquel bombón que prácticamente se había burlado en mi propia cara, pero que yo sabía le había gustado.

Justo cuando pasamos por la calle Tafalla, con la avenida de Galicia, preguntamos a unos cocacolos que había en un parque, si sabían donde había alguna inmobiliaria, y estos nos remitieron a unos escasos 200 m, cerca de una rotonda.

Una vez la hubimos situado y miramos unas cuantas ofertas, nos marchamos a tomar algo por ahí. Después de dar unas cinco vueltas a Pamplona, dispusimos a irnos para San Sebastian, que nos habían comentado que estaba mejor para la marcha.

Así pues nos marchamos para allá, y estuvimos el resto de la tarde en San Sebastian. Pudimos observar que allí había también buen ganado, pero nada digno de mención. Nos volvimos al Hotel con unas cuantas copas de más, y a dormir hasta el día siguiente.

El lunes por la mañana, aunque no muy temprano, por razones obvias, nos levantamos bastantes resacosos. Cuando yo desperté Santi ya se había duchado, y el muy cabrón se la zurreaba con la revista Men del mes pasado que se había traído desde Granada.

Joder…. Santi… no podías hacerlo en el baño, que me vas a rebotar el estomago ya tan temprano.

¡ Vamos, Alfonso, que no dirás que no estoy tan bueno como la morenita de ayer!,- dijo en tono burlón, al mismo tiempo que se reía al ver mi cara de malaostia, típica siempre que me vacilaban.

Sin decir ni una palabra, me fui a ducharme, amenazándole que para cuando saliera del baño estuviera preparado para salir, el muy cabrón podía estar machacándosela una hora sin parar. Es mas, cuando habíamos ido alguna vez a algún pub, y Santi se ligaba a alguna, como yo no pillase tajada podía estar esperándolo cerca de dos horas para poder irnos. La verdad es que el tío las dejaba a todas bien contentas, por lo que me habían soplado alguna chica con la que había estado.

Como ya había sospechado, aun no se había terminado de vestir. Le lancé un par de maldiciones, para que se apresurara, y baje al hall del hotel para echar un vistazo a las instalaciones y las tías que había por allí. A los 10 minutos, Santi bajo corriendo, pues me sabia bastante cabreado.

¡ Joder, tío, lo siento, no sabia que era tan tarde….! -,gimió una disculpa.

La verdad es que Santi, siempre que se disculpaba daba la sensación de que iba a llorar. Que tío mas raro desde luego.

Así pues salimos del hotel, sólo teniendo que bajar la Av. Galicia, y ya estábamos junto a la inmobiliaria. Nos quedamos mirando la cristalera, para ver las ofertas que habían, pero desde luego nada interesantes. Mientras ojeábamos las mismas, me percaté de que en la oficina había algo que me llamaba la atención. Miré entre las hojas, y pude ver, al fondo de la oficina, una chica que me resultó familiar, justo cuando me golpeó Santi en el hombro, llegado a hacerme daño:

Joder Alfonso, no es esa la tía que vimos ayer en la calle! -, con una risa burlona.

Ciertamente que era ella, observé. En ese momento mi pulso se aceleró, mi boca comenzó a resecarse, debido a mi ansiedad, y por supuesto que mi polla empezó a cobrar vida propia.

¡ Joder, pero que buena esta la cabrona ¡ -, dije sin pensar, provocándole una risa de lo mas escandalosa a Santi.

¡ Tioooo ¡, no te rías, que se va a dar cuenta -, repliqué.

Como si ella ya no se hubiera dado cuenta, con la cara de gilipollas que se te ha quedado -, concluyo mi amigo mientras me hacia un gesto para que pasara delante.

Antes de pasar, y aprovechando el espacio que separaba el escaparate, de la puerta, tuve con carácter urgente que acomodármela, pues seguro que la tenia ya al menos a 20 cms, de su máxima expresión, que podía llegar a los 23 cms. La verdad era difícil en esos casos ocultarla. Tímidamente, entré en la oficina, y vi que habían dos chicas a parte de la buenorra, aunque menos atractivas, es mas, poco atractivas. El tío, vamos, casi ni me fije, pero me dio la sensación de que era algo mayor también. Me dirigí a una de ellas, para preguntarle.

Hola, buenos días, ¿Podría informarme de los alquileres de pisos que tienen ustedes? -, pregunte sacando mi mas educada forma de dirigirme a un desconocido..

Desde luego, caballero, pero me va a disculpar, pues ese asunto lo lleva mi compañera Anabel -, dijo señalando a la despampanante chica.

Muchas gracias -, concluí, disponiéndome a irme hacia esta.

Santi solo me seguía, sin pronunciar palabra, y con su soberana y estupida risa de siempre.

Disculpe -, fue lo único que dije.

¿Si?, decidme chicos -, dijo con voz calmada y tranquila Anabel sorprendiéndome al habernos hablado de "tu", sin conocernos, y no obstante produciéndome una sensación bastante agradable.

Buscábamos un piso para dos personas aquí, en Pamplona -, expuse un poco mas tranquilo.

¡Fenomenal!, vamos a echar un vistazo de qué tenemos por aquí -, respondió devolviéndome un calurosa sonrisa, que no hacia mas que consiguiera empalmarme un poco mas, hasta el punto de hacerme ruborizar, y sentir angustia en el paquete.

Era la primera vez que una tía conseguía intimidarme de esas maneras, ¿Qué estaba sucediéndome?. Acaso estaba tan desesperado por echar un polvo que me hacia comportarme de esas maneras, luego yo tenia claro que no era el tipo de chica con la que me casaría. Además, observe que Santi a esas alturas ya también la miraba con deseo, casi más bien lujuria.

Bueno, antes de nada, presentarme, soy Anabel, responsable de pisos y visitas, y ¿vosotros sois…?.

Yo soy Alfonso, y el es Santi, un amigo y compañero de trabajo -, dije a modo aclarativo.

Fenomenal, pues tomar asiento y os empiezo a contar lo que tenemos -, concluyó.

Empezó a mostrarnos carpetas con pisos distintos, bastante bonitos en un principio, pero nosotros queríamos verlos "in situ". Así mismo se lo dijimos a Anabel, que dijo que en ese momento no podía salir, pero me pidió nuestros datos, y prometió por la tarde quedar con nosotros para enseñárnoslos. La verdad yo no había pensado en esa posibilidad, pero la verdad me gusto mucho la idea.

Le pasemos nuestros teléfonos, y nos despedimos muy educadamente. No habíamos hecho mas que salir de la inmobiliaria, y tuve que respirar profundamente para contener los nervios que había pasado. Me había sentido un poco mal por la forma que me quedé mirándola el día anterior, pero a la vez, y una vez visto su comportamiento estaba bastante más excitado y ansioso.

Nos fuimos a comer algo, y a mi me apetecía tomar un café. Por su parte a Santi, no le apetecía, pero si irse a echar una siesta. Así pues me fui a dar una vuelta por Pamplona, poco después de ese café.

A las tres de la tarde, aproximadamente, recibí una llamada a mi móvil.

Si, ¿dígame?, pregunte dubitativo por el numero que me era desconocido.

Hola, ¿Alfonso? -, preguntó una chica.

Si, soy yo, dígame -, pregunté.

Hola, te llamo de la inmobiliaria, para ver si puedes quedar en una dirección para ver un piso, interrogó la chica.

¿Eres Anabel? -, pregunte algo despistado.

No, no, soy Sonia… Anabel está esperando en ese piso, si os es posible pasaros a verlo -, dijo ella.

Pues, esto…. Veras… resulta que Santi no está conmigo, y el también tiene que verlo, y no se, pensamos que nos llamarías mas tarde….

Y así estuve dudando un buen rato, hasta que se me paso por la cabeza la idea de que podía llamar a Santi, y que se acercara.

Y dígame, ¿dónde está el piso?, pregunte interesado.

Pues está en una calle junto a Avenida Carlos III, pero Anabel te esperaría en la misma avenida, explico Sonia.

Pues ni media palabra mas, me voy para allá, y ahora aviso a mi amigo -, resolví finalmente.

Fenomenal Alfonso, Anabel te esta esperando pues, ¿es necesario que la llame?, preguntó.

No, en absoluto, creo que esto a tres minutos del lugar -, respondí quizás con demasiada seguridad.

Pues entonces nada mas, que tengas buenas tardes -, se despidió.

Devolví el saludo, y me dirigí hacia la dirección que me había dicho Sonia. Cuando llevaba solo dos minutos estaba ya en Av. Carlos III. Empecé a bajar la calle, al mismo tiempo que aceleraba el paso, y se me agitaba el corazón. Se notaba que tenía ganas de encontrarme con Anabel, aunque tenia claro de que no tenía posibilidades con ese bombón. He de reconocer, que desde mi punto de vista, mi único atributo fuera de lo normal era mi tremenda tranca, la cual había ocasionado muchas alegrías y alguna vez quejas en antiguas novias, por lo cual no tenía muchas esperanzas en atraerle.

Anduve unos doscientos metros más, y ya había llegado a donde estaba Anabel. Vestía una falda corta con una camiseta de tirantes, y unas largas y finas medias, de un tono claro. Pude observar que tenía unas largas piernas, que salían de un culo redondo, firme y bien moldeado. De buenas ganas lo acariciaba durante toda la tarde.

¿Que tal estas Alfonso?, dijo con voz un tanto calida y firme.

Esto… bien, muy bien, fenomenal -, empecé a tartamudear, sorprendido de que supiera mi nombre.

¿Y tu amigo?, ¿vemos el piso? -, pregunto de un modo que me pareció reconocer cierto nerviosismo en la forma de decirlo.

Por supuesto -, aclaré haciendo un gesto de que la seguía, pero sin responder a sus anteriores preguntas.

Le pregunte por la dirección, para enviárselo a Santi de donde estaba el piso. Andamos un par de calles hacia el sur, hasta que paramos en el portal de un edificio en principio un poco antiguo a simple vista. Anabel sacó un llavero con unas pocas llaves, y cuando fue a colocarlas en la cerradura, la puerta se abrió sin más. Se notaba que el mecanismo estaba estropeado y no funcionaba, y por lo tanto evitar el acceso era inevitable. Eso creaba una sensación de intranquilidad, a vista de posibles robos, u situaciones parecidas no obstante no dije nada… y que podía decir, si a los pocos minutos Anabel estaba subiendo las escaleras, al menos dos escalones por delante de mi, y dejándome ver por primera vez parte de sus braguitas. Joder me dije a mi mismo, cuando vi que eran negras, con encajes de rosas, también negras. Aquella vista era de infarto, pues el piso estaba en el segundo, y si hubiera habido un tercer piso me hubiere muerto. Que ganas me dio de cogerla por las caderas, y hundir mi cara en su aparentemente extraordinario coño.

Gili de mí, que no me di cuenta al llegar al piso que tenía mi cara clavado en su culo, y cuando alcé la vista para verrla, tenía sus ojos clavados en los míos. Ostia puta, ya me ha pillado y ahora se cabrea, fue lo primero que pensé. Al contrario a mis pensamientos, tenía una extraña risa, y yo diría, sucia mirada. Para mi fue la primera seña de que le podía gustar, y que podíamos llegar a algo, dando como resultado que empalmara en diez segundos.

Anabel no hizo ningún comentario más, continúo como si nada, y se acerco a la puerta del piso. Volvió a sacar el llavero esta vez de su bolsillo, no sin antes pasar la mano cerca de su entrepierna, y procedió a abrir la puerta. Cuando esta se abrió, vi un piso que no entonaba en absoluto con el resto del edificio algo viejo, pues parecía que lo habían hecho hacia unos meses. Estaba completamente amueblado, con cuadros, muebles modernos, suelo en parqué, y alfombras pensadas como para los mismísimos castillos.

Un poco con cara de estupido y fascinado por las comodidades del piso, no pensé en otra cosa que cual habitación seria la mas oportuna para follarla. Mi imaginación volaba, y se imaginaba a mi Belluchi particular, cabalgando sobre mí. Anabel señalaba para un lado y otro, y yo el único uno y otro lado que miraba era el movimiento de sus glúteos al andar. Me sentía morir si no la cataba, pero no podía propasarme, pues era impredecible su reacción, a pesar de las expectativas que me había creado al llegar a la planta del piso.

Finalmente, y sin casi darme cuenta, estaba dentro de uno de los dormitorios, con una amplia cama de 1,50 m. y habitación de al menos cien.

¿Oye, Alfonso, te has fijado que armarios empotrados tan majestuosos tienen las habitaciones? -, pregunto intentando convencerme para quedarme el piso.

Esto… si, si, la verdad es que si, bastante grandes, pero ¿y las mantas para el invierno, también las deja el inquilino? -, pregunte un poco saliendo de mi enfermizo estado de calentamiento.

Pues… si, quiero recordar que estaban en la parte superior del armario, déjame ver -, concluyo Anabel.

Abrió una de las puertas del armario, y extrajo una pequeña escalera, para a continuación subirse en las misma. Empezó a tirar de mantas y lanzarlas a la cama, pero algunas caían en el suelo. Me acerque a cogerlas, y simultáneamente me coloqué junto a ella. Guau, ahora podía verle el culo, las bragas, y un rasurado coño que me recordaba y apetecia como una torta maritoñi. Uhmmm, que rico me dije a mi mismo.

Por mucho que ella se estiraba en la escalera, no llegaba a las mantas de invierno, por lo que me dijo que me subiera yo y las alcanzara. Ella bajo, y yo subí, pero aun así, con mi 1,83 m., no terminaba de llegar al fondo de ese inmenso armario. Me incline, me puse de puntillas, y me estiré tanto como pude, desencadenando un pequeño incidente, y es que mis pantalones se rajaron por mitad.

Nooo, Dios…, miré hacia atrás, y vi como Anabel miraba hacia la raja, o mas bien a mi enorme paquete colgando, que de no ser por mis Calvin Klein, estarían al más absoluto descubierto. A continuación, y no se como, me puse tan nervioso, que perdí el equilibrio y caí al suelo.

Cuando fui a levantarme, Anabel se fue hacia mi hombro, para ayudarme a levantar, pero como imposible de evitar mi torpeza, me volvió a caer, arrastrando a Anabel sobre mí. Se produjo un silencio de unos segundos, y nos quedamos mirándonos el uno al otro. La mano derecha de Anabel estaba sobre mi estomago, y muy lentamente la deslizo hacia mi paquete, al mismo tiempo que yo acercaba mi cara a la suya. En cuestión de dos segundos estábamos morreándonos, y su mano acariciando mi paquete. Por mi parte, le había levantado la camiseta, y solo los tirantes rodeaban su cuello. Ansiosamente mi mano buscaba el enganche de su sujetador, a la vez que mi lengua penetraba tan profundamente como podía en su boca. Por su parte, había comenzado a desabrochar los botones de mi camisa, y cuando lo había hecho en tres de ellos, arranco los demás de un tirón. No podía comprender como no la había roto, y solo había conseguido despegarlos y lanzarlos de la misma. Por mi parte, que había sido un poco más hábil que ella, el sujetador estaba suelto, por lo cual la hice quedar sentada sobre mí, para poder sacárselo por los brazos, e inmediatamente después me incorporé y me lancé a por sus pechos. Los pezones estaban duros como el acero, y la primera sensación que tuve al parparlos, eran de acariciar algo duro y firme. Jamás había tocado y saboreado unos pezones tan perfectos. Alternaba de uno a otro, a la vez que subía lamiendo por su cuello, hasta encontrarme con su boca. Su respiración se agitaba tanto, que pensaba que se iba a asfixiar. A los pocos minutos, colocó su mano nuevamente en mi ahora desnudo pecho, para devolverme el favor. Acarició el vello de mi pecho y mientras lamia y mordía uno de mis pezones, con el otro lo pellizcaba, proporcionándome una mezcla de dolor y placer de lo mas excitante..

Me tumbé y separé las piernas y la dejé hacer. Cuando solo había pasado tres minutos, comenzó a bajar lamiendo todo mi tórax y abdomen, pasando la lengua por mi cintura, tan sensual y superficialmente que me produjo incluso cosquillas, y me provoco la risa.

Anabel se dio cuenta y se disculpo, yo no dije nada y solo sonreí, y volvió a tumbarme y cerrar los ojos. Sentí un torrente de sensaciones cuando sus dedos se colocaron bajo mi cinturón y mi pantalón, corriendo toda la cintura, hasta llegar al centro de la misma, y presiono con fuerza para poder introducir su mano.

Muy habilidosamente la introdujo entre mi pantalón y mi calzoncillo, acariciando nuevamente mi paquete, pero esta vez, solo separaba mi polla y su mano el calzoncillo. Permanecí con mis ojos cerrados, y me deje hacer. Mi polla, como con vida propia empezó a crecer hasta llegar a su plenitud, de aproximadamente los 23 cms. Pasaron algunos segundos, cuando sacó la mano de mi pantalón, y procedió a desabrocharme el cinturón y el botón de los pantalones. Noté entrar el frescor del ambiente, en mi extremadamente caliente paquete. Anabel se levantó, y comenzó a tirar de los pantalones. Me levanté un poco para facilitarle la tarea. Cuando los mismos chocaron con mis zapatos, de un simple tirón los saco, seguidamente de mis calcetines. A esas alturas, yo ya solo tenía mis calzoncillos. Pensé que seria lo siguiente en salir, pero para mi sorpresa, lo siguiente que sucedió es que volvió a tumbarse sobre mí, y empezó a pasar su lengua por mis ingles y posteriormente sobre la parte del calzoncillo donde se dibujaba mi extraordinaria polla. Era la primera vez que alguien me hacia algo así, y sentí que mi polla podía reventar de dura y caliente que estaba, pues ya empezaba a anhelar sentirla dentro de su dulce boca. En ese momento abrí los ojos, y vi como empezaba a tirar de los mismos para bajarlos. Nuevamente me levanté para facilitarle el trabajo. Cuando los saco por mis piernas, pensé que ya llegaba la mamada, pero me volví a equivocar, porque lo que hizo fue empezar a masturbarme con frenesí. A pesar de que ya había salido algo de líquido preseminal por la punta, no fue suficiente para lubricarla bien, por lo que colocando simplemente sus labios sobre mi capullo, dejo caer un pequeño chorrito de saliva, suficiente para que empezara a correr mejor mi prepucio, y empezara a gozar más de la paja que me estaba proporcionando. Estaba gozando tanto, que no se cuanto tiempo había pasado, cuando colocó los pechos a la altura de mi polla, la coloco en posición de mástil, y la abrazó con sus pechos.

¡No lo podía creer!, me iban a hacer mi primera cubana. ¿Dios, de donde ha salido esta tía tan prodigiosa? -, pensé por un instante. En cuestión de segundos, mi cuerpo empezó a levantarse del suelo para conseguir que mi polla se restregara entre sus pechos, y hubo momentos que tuve que aminorar el bombeo o me corría en su cara. Mi curiosidad por saber a donde era capaz de llegar esa chica me tenía intrigado. Jamás había echado un polvo de esas características, y eso que solo habíamos llegado a los preliminares. Abrí los ojos, y aun así no podía comprender como se había tumbado para poder colocar sus pechos sobre mi polla, pero poco importaba.

Anabel, creo que es hora de devolverte el favor, ¿no crees? -, dije un poco con cara de serio y tono de agradecimiento.

Ella sin mediar palabra, se levantó dejando caer su falda, la cual había desabrochado yo hacia unos minutos. En cuanto cayó al suelo me encontré a una chica con unas braguitas negras de encaje que ya había visto antes, pero que ahora parecían más sensuales y apetitosas. Sin mediar palabra alguna, me levanté poco a poco, hasta conseguir tener mi boca bajo ella. Al igual que lo había hechoAnabel, acerque mi boca a su vulva y sobre sus braguitas pasé mi lengua, notando que ya las tenia algo mojadas. Se notaba que ella también estaba bastante excitada. Mientras tanto con mis manos, comencé a acariciar su muslos y su culo, aun cubiertos por las medias negras. Introduje mis manos en las medias, y poco a poco fui desenrollándolas hacia sus pies. Cuando llegaron al fondo se saco los zapatos, y levanto uno de los pies, para que la sacase, y poco después la otra. En ningún momento deje de pasarle mis labios por la braga, dándole pequeños mordiscos en los labios de su coño, los cuales le producían algún que otro fuerte gemido de placer.

Una vez las medias las habían quitado, me fui directamente con mis manos a sus glúteos y empecé a bajar un poco sus bragas, para a continuación, cuando había bajado un poco, comenzar a sobar su redondito y suave culo. En ese instante, y ante tanta excitación, cogí la braguita entre mis dientes, solo en un puntito, y empecé a deslizarlas hacia abajo. En el transcurso de la operación, se me escaparon de entre los dientes, produciéndome una incomoda dentera al soltarse, por ello y rápidamente con mis manos las terminé por coger y arrancárselas violentamente, sacándolas y lanzándolas lejos.

En ese momento, y por primera vez, estábamos los dos desnudos por completo. Volví a tumbarme y mirándola fijamente a los ojos le hice una seña, a la vez que me relamí de forma sensual. No se como, pero capto exactamente mi intención, y se colocó a horcajadas sobre mi cabeza, dejándome su rasurado coño ante mis narices. Olfateé unos segundos, y sentí el frescor típico de haberlo lavado recientemente, lo que me incitó a comérselo con más ganas. Antes de darme cuenta, ya estaba chupando, lamiendo, y pasando la punta de mi lengua por los labios interiores y exteriores de su vulva. Los gemidos de Anabel eran cada vez más agudos, y mi ansia por comer también. Con mis manos me dediqué a acariciar su culo y parte baja de la espalda. Pasaron tan solo cinco minutos, cuando Anabel se colocó en posición 69. Antes de poder decir nada, ya había empezado a dar besitos a la punta de mi nabo, haciéndola nuevamente llegar a su máxima plenitud. Colocó sus brazos bajo mis muslos, y los introdujo entre mis piernas, empezando a acariciarme los huevos desde esa posición. Mientras tanto, y no conforme con eso, empezó a lamer desde la base de los mismos, hasta la punta de mi polla con la lengua, para unos segundos mas tarde abrir la boca tanto como pudo, y tragarse hasta un poco mas de la mitad de mi falo. Una vez la había abarcado bien, note el calor que la envolvía, y una extrema suavidad sobre ella. Sus lisos y suaves labios comenzaron a subir hacia la punta, consiguiendo que casi me corriera de gusto. Joder que mamada me estaba haciendo, y que 69 ambos disfrutábamos. Si aquello era un sueño, no quería despertar nunca. Pasó algo mas de tiempo y lo que había empezado como una sensual y suave mamada, se había convertido en algo de vital necesidad para ella, pues comenzó a bajar cada vez más rapidez hacia la base de la polla, y a acelerar el ritmo y la presión sobre ella. Estaba claro, aquello era una mamada de primera. Yo por mi parte no perdía el tiempo, y me esmeraba en llegar con mi lengua lo mas profundo posible, a fin de devolverle tan fenomenal favor. Llevábamos por lo menos otros cinco minutos en esa posición, y la tía no se cansaba de chupar. Yo por mi parte ya casi no podía respirar, y para colmo estaba apunto de descargar en su boca.

Anabel, tía, ¡dame un respiro! -, dije para evitar el correrme y poder tomar algo de aire.

¿Ya te cansaste chaval? -, dijo con un tono un tanto burlón.

No, no, en absoluto, esto es la gloria, pero no quiero que acabe tan pronto -, respondí aceleradamente.

De su boca salió una amplia sonrisa, y se levantó para dirigirse a su bolso. De no haber sido por esa sonrisa, hubiere pensado que se había mosqueado y se marchaba, pero al contrario, pues abrió el bolso y sacó un pequeño bote de lubricante, además de un puñado de preservativos.

¿Anabel, cariño, para que quieres el lubricante, o te parece que tienes poco hidratado el agujerito? -, pregunte un poco extrañado.

No Alfonsito, donde quiero su aparato no esta muy húmedo que digamos -, respondió sonriente.

Ostias, no podía ser, ¿aquella tía estaba insinuando que quería tener sexo anal?, imposible -, pensé. Con tantas tías que había estado, y ninguna había nunca querido proporcionarme esa fantasía mía, y ahora Anabel ¿me lo estaba pidiendo ella?. Joder, Dios, que felicidad. No cabía en mi cuerpo de satisfacción. Aquel día, y después de haberme acostado por lo menos con 25 ó 30 tías distintas, en un mismo polvo iba a probar lo que era una cubana y la penetración anal.

Así pues volvió a colocarse en la posición que había estado antes, me colocó su culo frente a mi cara, y colocó el condón sobre mi glande. Pensé que quería que lo desenrollara yo, pues pasaron unos segundos entre que lo colocó, y vino lo siguiente; cuando moví mis manos hacia mi nabo, note que hacia ademán como volver a majármela, pero en realidad lo que estaba empezando era a colocar el condón con los labios. De ese modo consiguió producirme placer, además de obtener mejor lubricación. Le costó un poquito traspasar mi gordo glande, pero en un minuto lo tenía totalmente colocado. Así pues, separó un poco mas las piernas, dejándome al descubierto su rosadito y estrechito culo. Supuse que quería que lo lamiese y preparase para mi herramienta, pero ¿seria capaz de soportar mi enorme tranca en tan estrecho hueco?. Seguro que si, pensé, viene muy bien preparada, seguro que no es la primera vez que lo ha hecho, como ya corroboraría. Empecé a pasarle la lengua por la zona exterior, luego metí mis dedos en mi boca, los ensalivé bien, y empecé a lubricar la zona exterior, para posteriormente empezar a introducir uno de ellos. Por parte de Anabel, no decía nada al respecto, estaba cogiendo la crema lubricante, y empezando a embadurnarmela. La sensación de la crema fresca, con la suave paja que me procuraba conseguían mantenerla totalmente erecta. Yo continuaba introduciendo cada vez más dedos, hasta conseguir introducir tres de ellos.

Anabel se dio cuenta de que el culo ya estaba listo para mí, se levantó, se dio la vuelta, volvió a colocarse a horcajadas sobre mi, y guío con su mano mi polla a la entrada de su culo. Empezó a dejarse caer e inmediatamente entró mi glande, sentí una fuerte presión que era distinta a cuando las follas por el coño pues era un lugar mas estrecho, mas calido, mas excitante en resumen. Poco a poco, con lentitud pero sin pausa, a los pocos segundos mi polla estaba hundida en su culo. ¡Que sensación!, era maravillosa. Ee sentí como un novato en asuntos del sexo, yo que creía haberlo descubierto todo, y me daba cuenta de las cosas que aun no había probado. Se quedó quieta para que su culo se terminara de adaptar a mi tranca al menos durante un minuto, para luego empezar a subir y bajar. Aproveché para volver a sobarle el culo, y ayudarla en su tarea. Sus manos estaban colocadas en mi pecho, y me acariciaba toda la zona, produciéndome un delicioso hormigueo. Poco después se agachó y me besó lujuriosamente. ¡Que leona, Dios!. Pero mi sorpresa no acabaría allí, pues cuando llevábamos unos minutos en esa posición, giré mi cara hacia la puerta de la habitación, y descubrí a mi amigo Santi, con los ojos muy abiertos, cara de sorprendido, y ya un poco babeante. Seguro que habíamos dejado la puerta del piso abierta, y la del portal como estaba estropeada, no había tenido problema en entrar. Seguramente con los gemidos no lo habíamos oído llamarnos.

Anabel, al percatarse de que miraba durante mucho tiempo hacia la puerta, giró su cara y se encontró con la mirada de Santi. Al contrario de mis pensamientos, que pensé se iba a avergonzar, lo único que hizo fue un gesto a este para que se uniera a la fiesta. Santi se quedo mirándome y volviendo a hacer uso de los gesto me pregunto que hacer. Yo nunca había compartido a ninguna de las tías con las que había estado con nadie, pero vamos, era un muy buen amigo, y pensé que tampoco pasaría nada y así pues, encogí mis hombros a modo de "tu mismo", y volvió a concentrarme en Anabel. Mis manos estaban masajeando sus muslos, pero Anabel las cogió y las llevó hacia sus pechos. Empecé a acariciarlas suavemente, para posteriormente incorporarme y comenzar a lamerlas nuevamente. Haciendo gala de mi fuerza, me incorpore totalmente, sin sacarla de su culo. Me lancé hacia la pared, dejándola atrapada entre ambos, y empecé a acelerar el ritmo de mi bombeo. Ella cruzó sus piernas sobre mis glúteos, sus brazos sobre mis hombros, y empezó a mordisquearme el lóbulo de una de las orejas..

Por su parte, Santi ya estaba en calzoncillo, y su paquete reflejaba su calentura por la situación. Se acercó a donde estábamos nosotros, y pegó su pecho a la espalda de Anabel. Está solamente hizo un mayor esfuerzo, y se levantó un poco mas en la siguiente embestida, y consiguió que mi polla se saliese. Se colocó de pie, y cogiéndonos de la mano nos dirigió a la cama. Colocó su cuerpo de modo inverso al normal que usamos para dormir, y levantó sus piernas, a fin de que volviera a metérsela. Me subí en la cama, coloqué sus piernas sobre mis hombros, y la metí en su culo nuevamente de una sola embestida. Anabel lanzó un pequeño quejido, y vi que me había pasado. Me disculpe, pero ella me perdono con una sonrisa.

Anabel dejo caer su cabeza por el borde de la cama, y mientras la follaba por el culo, le dijo a Santi que se acercara. Le colocó de modo que su cabeza quedo bajo sus piernas, tiró del calzoncillo lanzando la erecta polla de Santi hacia su estomago, y se fue a por sus testículos. ¡Ostia, que fuerte vas chica! -, dijo Santi, pero con cara de pura satisfacción.

Mientras la follaba por el culo, ella chupaba los huevos de mi amigo, para poco después abrir la boca tanto como pudo, y tragarse los casi 21 cms de polla de Santi, eso si, la cual era de mas grosor que la mía. No entendía como no se atragantaba con aquello, se lo tragaba hasta la propia base de la misma, ¡que pedazo de mamona!.

Santi, ¿tu por donde vas a querer follarme, por el culo o por el coño? -, pregunto Anabel dejando a éste tan sorprendido como a mi me había dejado hacia unos pocos minutos.

Bueno, pues a mi me gustaría probar lo que es meterla en tu culito -, dijo algo cohibido.

Así pues, y al escucharlo, fui a retirarme para dejarle lugar, y Anabel me dijo que cogiese otro preservativo para mí, y le pasase uno a Santi. Obedecí su orden, y le pase a él el condón, y el bote de crema. Anabel me dijo que me tumbase bocarriba, para volver a ponerse a horcajadas sobre mi, y hundir mi polla nuevamente, pero esta vez en su jugoso coño. Rápidamente empezó a cabalgar sobre mi, y luego dejo caer nuevamente su cuerpo sobre el mío, dejando su culo totalmente al descubierto. Santi pregunto si tenia que dilatarlo y lubricarlo, pues nunca lo había hecho, y Anabel le dijo que ya lo había hecho yo. Así pues, solamente se colocó el preservativo, y colocándose a un lado de la cama, la dejo a disposición de ella para que la embadurnarse de crema.

Cuando terminó de ello, se volvió a tumbar sobre mí, llevó sus manos a su culo, y lo separo a modo de invitación. Santi se subió en la cama, se colocó en modo perrito, y note como sus gemelos se pegaban a mis muslos, acerco poco a poco el cuerpo a Anabel, y en dos embestidas la tenia totalmente metida. Yo me había detenido para facilitarle a mi amigo la maniobra, pero Anabel se notaba satisfecha pues estaba ya rellena por sus dos agujeros. Cuando se había acostumbrado, ella nos pidió que empezáramos a movernos, y así lo hicimos. Santi daba fuertes embestidas contra ella, al límite de que en algunos casos nuestros huevos se tocaban, y yo casi sin tener que moverme, las mismas embestidas de él contra ella, hacían que mi polla entrase y saliese de ella.

Eso era una experiencia nueva para mí, y al contrario de lo que yo pensaba sobre que dos tíos se rozaran por esas partes, me pareció una cosa totalmente irrelevante. Muchas veces lo había pensado cuando veía las porno, y no lo comprendía, ahora si lo entendía, todo por gozar con una tía así. Santi y Anabel gemían de puro placer, y yo estaba experimentando lo mismo sin hacer el más mínimo esfuerzo. No obstante nuestros cuerpos estaban sudorosos por el calor, y la excitación. Cambiamos de posición, y en ese momento volvimos a cambiar de condones, y ahora fue Santi el que se tumbo bocarriba, y siguió follándola por el culo, pero ella le dio la espalda a él, quedándose con su coño a mi disposición. Nuevamente me tumbe sobre ella, y volví a follarla por su húmedo coño, consiguiendo en tan solo 2 minutos mas que me corriera salvajemente.

Caí exhausto junto a ellos, pero Santi seguía dando fuertes embestidas sobre Anabel. Solo habían pasado otros 2 minutos más, y Santi dando un fuerte alarido comenzó a correrse también. Sus respiraciones estaban muy aceleradas por el fuerte ritmo final que habían llevado. Anabel cayó entre Santi y yo, intentando recuperarse. Luego nos dimos una ducha ella y yo, y poco después Santi.

Ni que decir que nos quedamos con el piso que nos había proporcionado, al menos para mí, el mejor polvo de mi vida, el cual luego se repetiría unas cuantas veces. Ahora, de vez en cuando Santi y yo buscamos a chicas como esa para repetirlo, pero no es nada fácil de conseguir, pero estamos muy bien compenetrados. Anabel le salió un trabajo mejor en Almeria, donde vive su familia, y se marchó, aunque de vez en cuando volvemos a quedar con ella. Por mi parte, nunca olvidaré ese glorioso polvo

Quiero dedicar este relato a mis amigos A.R y S.T. Si quereis contactar conmigo para mostrarme vuestros comentarios o agregarme a Messenger, la dirección es mrpamx@hotmail.es. Un saludo a todos.