Mi amigo y su novia me la comieron de acampada
Desde que me tire a la madre de mi amigo Juan hace cinco años han pasado muchas cosas (ya las iré contando) pero quiero contaros lo último que me ha sucedido. Tengo un amigo que se desvive por mí, es leal y siempre está para lo que le pida, él se llama Pedro y tiene una novia preciosa.
Desde que me tire a la madre de mi amigo Juan hace cinco años han pasado muchas cosas (ya las iré contando) pero quiero contaros lo último que me ha sucedido.
Tengo un amigo que se desvive por mí, es leal y siempre está para lo que le pida, él se llama Pedro y tiene una novia preciosa que se llama Lorena, que es más buena conmigo incluso que él. Los dos tendrán unos veinticinco años, igual que yo. A veces salgo de tapas con ellos dos si no he quedado con mi grupo de amigos, o con mi amiga de turno (yo no tengo novia). Tomando cervezas los tres hablamos de todo, y nos abrazamos como un conjunto, ellos se quieren, pero cuando me miran sé que me quieren como a un amigo especial. Lorena me dice que mi mirada la penetra, que tengo unos ojos muy bonitos, y yo le digo que no diga tonterías, que Pedro es más guay que yo.
Ellos hacen acampada con su tienda de campaña en mitad de cualquier bosque y allí echan un par de días, comiendo y bebiendo después de la caminata, yo por mi parte solo hago bici, pero tengo muchas amistades que se pirran por el monte, como mi amiga Marta la senderista, que está deseando que me una a su grupo. Pedro y Lorena me han comido la cabeza para ir con ellos de acampada, y esta es la historia del pasado fin de semana, que era el Black Friday.
Salimos los tres temprano de la ciudad en el coche de Pedro, Lorena y el delante y yo sentado detrás, viendo la melena rubia de ella ondulando hacia mi cara. Ella es preciosa, "una de esas rubias que hacen volver la mirada", pero yo no quería imaginar nada con ella por respeto a mi amigo. Al llegar al lugar de acampada había varios coches, dejamos el nuestro aparcado junto a los otros y mochila al hombro seguimos un sendero escarpado. Después de una hora andando paramos para descansar unos minutos, estábamos ardiendo bajo nuestra ropa por el esfuerzo aunque hacía frío; Lorena se bajó el chándal y las bragas y se puso a orinar, ¡a dos metros escasos de nosotros!, de espaldas, mostrándonos su blanco y firme culo desnudo y el chorro de orines sonando como una fuente, bajo su coño. Mire a Pedro y él sonrió y me guiño a la vez que me dijo:
—Ella es así de salvaje en la naturaleza, no te de corte mirarla, ¿a qué tiene un buen culo, verdad Antonio?
— ¡Un culo perfecto Pedro!, lo pasaras bomba subido encima —dije mientras notaba como se me ponía el pene duro dentro del chándal.
Después orinamos Pedro y yo en el mismo lugar que ella, pero ella pidió ver salir los chorros frente a ella, Pedro me animó a complacerla, como un juego, y aunque me sentía fatigoso no me negué. Los dos nos bajamos los chándal hasta las rodillas, mientras ella miraba nuestras pollas con ojos de deseo sentada enfrente, en el suelo; "mi pene estaba casi empalmado después de ver su culo", y en ese momento yo ya tenía un pedazo de polla grande y gorda, en cambio Pedro la tenía en retroceso, y en la comparación resultaba la mía como la de un gigante. Pedro volvió la cabeza hacia mí mientras orinamos, "y no puso cara de coraje al ver mi morcillón", al contrario, sonrió; mientras Lorena se lamió los labios mirando mi polla, terminé de mear y me subí el chándal, después ella me dijo:
—Antonio, "que pedazo de verga tienes cabrón", ¡que rica se ve!
Miré a Pedro y le dije que perdonara el empalme, él me dijo que no pasaba nada, que eso es algo natural con veinticinco tacos. Seguimos el sendero mientras el cielo se nubló y refrescó un poco, noviembre se había vuelto frío, después de caminar una hora montamos la tienda; y mientras Pedro la fijaba al suelo Lorena y yo fuimos a buscar madera para hacer una hoguera, y al alejarnos Lorena se sinceró conmigo así:
—Antonio, quiero contarte un secreto, pero no le digas a Pedro que te lo he dicho. Él se siente confuso, porque aunque me quiere mucho y nunca ha estado con un hombre, me ha confesado que a veces en sueños se ve a sí mismo chupándote a ti el pene, y se lo come la vergüenza, solo de habérmelo contado. Yo creo que es bisexual pero no lo ha asumido aun, ¡a mí no me importa que lo sea!, mientras me quiera, pero creo que debería probarlo para saber que siente de verdad, ¿Qué te parece Antonio?
—Me parece bien que pruebe lo que quiera, pero a mi ningún tío me va a comer el nabo, por muy amigo que sea —dije algo sorprendido, y ella me contestó:
—Yo respeto tu decisión Antonio, pero te diré mi propio deseo; hoy lo he tenido claro después de ver tu pedazo de pene mientras hacías pis. El deseo es que desde que nos juntamos contigo, sueño con que me eches un polvo, pero no quiero herir a mi novio con una aventura, aunque solo deseo probarte, no dejarlo a él, porque estoy enamorada —me soltó de sopetón, cuando nunca me había insinuado nada, y le respondí:
—Yo tampoco quiero herir a Pedro, ¡venga!, vamos con él, que ya tenemos leña bastante para hacer la hoguera Lorena —dije marcando distancias.
Hicimos una lumbre cerca de la entrada de la tienda, y aunque estaba nublado y hacía frío no llovía, y prendió rápido. Lorena sacó de su mochila un puñado de latas de cerveza, "de las fuertes", y nos las tomamos escuchando la lata de música de Pedro arropados con una manta los tres, después de tres cervezas Lorena volvió a poner el culo en pompa para mear frente a la tienda, sus cachetes relucían a la luz del fuego, y mientras escuchábamos su chorro caer me dijo Pedro:
—Me gustaría compartirla contigo pero no me atrevo a proponérselo a ella por si se mosquea y me deja, ¿qué te parece a ti?, ¿te molesta que te lo diga? —me dijo mientras apuraba su cerveza, y yo le aclare:
—No me molesta Pedro, al contrario, me siento muy excitado, pero confuso a la vez, ¿no te molesta que ella folle con otros? —pregunte.
— ¡Con otros nunca!, solo contigo, deseo que sientas su calor, este querer compartir contigo es algo que nunca antes he sentido Antonio, pero no es posible, podría perderla porque piense que soy un salido —me dijo en voz baja mientras ella meaba.
Después Pedro sacó una botella de ron de su mochila y tres vasitos de chupito y nos pusimos a beber; "tres rondas de Ron nos tomamos", más las tres cervezas de antes y con el calor de la lumbre hablamos y reímos con ganas, de pronto, ¡Lorena se desnudó completamente!, "era preciosa", su pubis rubio en forma de montecito estrecho me puso a cien, y mi pene se puso duro como peñón. Ella se metió en el saco de dormir doble de ellos dos y cerró la cremallera sonriendo desde la abertura, yo me acerqué, y atrevido por la bebida y por las confidencias de los dos, besé en la boca a Lorena, ella miró a Pedro y él le guiño un ojo y le dijo:
—Lorena no me molesta que te beses a Antonio, o que hagas lo que quieras, con él no tengo celos, "tú sabes cómo lo aprecio", ¡verdad!, tú decides.
Lorena abrió la cremallera del saco y me dijo que me tendiera junto a ella, me desprendí del chándal y al momento mi pene de veinte centímetros dio un salto en el aire, luciendo gordo y brillante por el empalme total. Las miradas de los dos se dirigieron a mi miembro, y me sentí dichoso y excitado por mi exhibicionismo frente a la pareja. Me metí en el saco cerrando la cremallera, mientras Pedro avivaba el fuego canturreando y bebiendo Ron. Lorena me meneo la polla dentro del saco con su mano derecha, ¡con brío!, "las venas de mi miembro querían reventar dentro de su mano", después bajó la cabeza poniéndola entre mis muslos y comenzó a mamármela con violencia, "me dolía el glande por su ímpetu". Mi cabeza asomó fuera del saco para respirar mejor, encontrándome con la mirada de Pedro, que desde la hoguera observaba absorto el subir y bajar de la tela del saco de dormir, "como el latir de un corazón de trapo", que encerraba mi polla agitada en la boca de su novia en el interior.
Lorena sacó la cabeza, desabrochó el saco y se puso de pie sobre mi cara, mirando de frente a Pedro que estaba junto a mis pies, yo seguía tumbado con mi pene mirando al techo de la tienda "como mástil brillante", "grande y duro" (sentía el calorcito de la lumbre en mis huevos). Ella se sentó sobre mi cara y restregó su vagina contra mi boca, yo absorbía y tragaba su sabor de mujer. Su culo en mi cara me impedía ver mi pene, pero sentí claramente como una lengua lo lamía con devoción, y apretaba con sus labios mi glande, dando con la punta de su lengua en mi frenillo dentro de su boca, ¡que gustazo!, por la postura de Lorena en vertical no podía ser ella, solo podía ser algún perro asilvestrado y lascivo; ¡o mi amigo!, eché la cabeza a un lado y vi a Pedro llorando de felicidad con mi gorda polla en su boca; "joder como me gusto verlo comérmela", aunque no deseaba tocarlo a él ni penetrarlo, ¡¡solo deseaba que me la siguiera chupando!!
Lorena quitó su armónica carnal de mi boca dejando pelos rubios en mi paladar; luego bajó y apartando a Pedro se sentó sobre mi polla empalándose el coño con mi nabo, dando saltos sobre mí, ¡metiéndosela y sacándosela!, como la atleta que es, los fluidos de su coño me empapaban los huevos y el vello del pubis, "estaba caliente como una perra".
Su desmonto de mí y metió su cabeza debajo de mi escroto chupando mis testículos, mientras Pedro se tragó de nuevo todo mi miembro engordando su garganta (hago un alto para decir que ese fue mi mejor momento del viernes negro, mi amigo y su novia chupando mis partes nobles) creí correrme, pero antes él se la sacó de la boca y se la trago ella, mientras el agarraba mis huevos de un puñado con una mano, ¡apretándolos! mientras me miraba a los ojos fijamente, ¡no aguanté más!, me corrí en la boca de Lorena, con ganas, después le saqué mi polla aún dura y brillante de su boca, y de sus labios brotó un chorro de semen espeso y blanco que fue a depositarse sobre la mano de su novio que aún apretaba mis huevos.
Hace pocos días que ocurrió esto y estoy confuso, y sé que fui capaz de dejar que otro tío me la chupara por el alcohol y por la excitación del momento; ¡pero no me arrepiento de haberles dado gusto a los dos!, aunque no tengo ningunas ganas de penetrarlo, pero quizás lo deje limpiarme el sable de vez en cuando, como mi amigo fiel.
—Fin—
© Antonio 2016