Mi amigo y nuestros hijos (4: Dani y yo)

Tras seducir a Dani para vengarme de su padre todos mis planes se tambalean. ¿Quién ha seducido a quién? ¿Querrá Dani llegar a algo más conmigo? Una noche en la playa para salir de dudas.

Voy a seguir relatando los acontecimientos que comenzaron este verano y que, como decía en el capítulo anterior, han cambiado radicalmente mi vida durante estos meses. Recomiendo pues a los lectores leer la primera parte para conocer los hechos y a sus protagonistas.

Al día siguiente me levanté temprano. Cada mañana pasábamos por casa de Andrés y todos juntos bajábamos a la playa, y esa mañana yo tenía prisa por hacerlo, pues estaba deseando volver a ver a Dani. Me costó que mi mujer y mis hijos se pusieran en marcha, pero conseguí que saliésemos bastante temprano. Cuando llegamos a casa de Andrés todavía no estaban preparados y nos tocó esperar un poco en el jardín de su casa. Intenté ver a Dani, para comprobar cómo estaba, y para ello entré en la casa con la excusa de querer ir al baño y beber algo de agua. Al pasar por la puerta de su habitación le vi terminando de guardar sus cosas en la mochila. Con su bañador largo y una camiseta vieja le vi más guapo de lo que jamás me había parecido, hasta el punto de quedarme embobado en la puerta de su habitación sin decir nada. Cuando se giró y se dio cuenta de que yo estaba allí nos saludamos escuetamente y yo seguí mi camino hacia el baño. Como me temía, algo había cambiado enormemente entre él y yo.

Llegamos a la playa y nuestros hijos Guille y Dani se alejaron un poco con otros chavales del pueblo mientras yo me veía obligado a charlar amistosamente con Andrés, con el cual me sentía tremendamente extraño. Un día antes le odiaba y estaba deseando vengarme de él, pero aquel día era diferente. Él se follaba a mi hijo, sí, pero el día anterior yo también había tenido sexo oral con el suyo, y no solo por venganza, sino porque de verdad deseaba a Dani. ¿Estaba empezando quizás a comprenderle un poco? ¿Me sentía un poco más identificado con él ahora que había comprobado cómo es sentir algo tan fuerte que no puedes controlarlo aunque sepas que es peligroso y que se te está escapando de las manos?

  • Andrés - le dije mientras compartíamos una cerveza cerca de la orilla y nuestras mujeres se daban un baño -, ¿tú eres totalmente sincero conmigo?

La pregunta había salido de mis labios sin casi darme cuenta, y nada más pronunciarla me pregunté por qué había dicho algo así. Yo ya sabía que no lo era, ¿qué pretendía conseguir?

  • No - respondió con total normalidad tras pensárselo unos segundos -. Claro que no. Y supongo que tú tampoco eres totalmente sincero conmigo.

Su respuesta me dejó sorprendido, pues no era lo que esperaba, aunque su sinceridad aumentó mi interés en la conversación. ¿Sabría él acaso algo de lo que yo había averiguado o de lo ocurrido el día anterior entre Dani y yo?

  • Pero eso no quiere decir que no confíe en ti o que no seas mi amigo - continuó -. Yo creo que la gente suele confundir esas dos ideas.

Pensé durante un momento en lo que había dicho.

  • Pero supongo que todos tenemos nuestros secretos, ¿no? - le dije.

  • Sí, y no todos pueden compartirse con todo el mundo - dijo Andrés -. Yo confío en ti, Santi. ¿Cuánto hace que somos amigos? Toda la vida, como aquel que dice. Y hemos estado el uno con el otro en momentos muy duros. Pero no conoces todos los detalles de mi vida, y sé que yo tampoco de la tuya. Y está bien así, ¿no crees? Yo no necesito más.

Realmente estaba empezando a comprender a Andrés un poco mejor, pero en mi interior seguía habiendo una lucha tremenda en lo que a él se refería. Entendía y hasta cierto punto compartía lo que acababa de decir. Querer a alguien y confiar en él no significa necesariamente abrirle hasta la última puerta de tu intimidad, porque hay cosas que simplemente no puedes compartir con ciertas personas. Ahora yo lo sabía bien. Pero por otro lado es difícil comprender y seguir apreciando a un amigo de tu edad que se está acostando con tu hijo adolescente. ¿Pero no era yo igual que él ahora?

Guille y Dani volvieron y pasaron el resto de la mañana con nosotros. Dani seguía estando distante conmigo. Yo le miraba constantemente y notaba que él evitaba estar cerca de mi o hablarme. Pero sin embargo a veces, cuando yo estaba pendiente de otra cosa y después volvía a fijarme en él, le sorprendía mirándome, por muy rápido que desviase su mirada y tratase de disimular. No podíamos seguir así, así que decidí coger el toro por los cuernos antes de que se notase que ocultábamos algo. Me senté al lado de él con total naturalidad para que nadie le diese la mayor importancia.

  • Dani , ¿cómo estás?

  • Yo bien - contestó evitando mirarme directamente.

  • Escucha, tenemos que hablar sobre lo de ayer. Voy a meterme en el agua. Los demás acaban de bañarse hace un momento, así que si vienes casi seguro que podemos hablar a solas.

Me levanté y me fui al agua sin darle tiempo a ponerme excusas. Metí la cabeza bajo el agua mientras le esperaba y nadé un poco. Llegué a pensar que me ignoraría, pero al final se decidió a venir. Él también nadó un poco y se mojó la cabeza, y después se acercó poco a poco mi y empezamos a hablar donde nadie de nuestras familias podía saber qué nos decíamos. Yo ya había pensado qué postura tomar para que aquello se moviese en una u otra dirección.

  • Bueno, ¿qué querías? - me preguntó.

  • Mira, Dani, hoy estás muy distante conmigo, y eso al final se va a notar. Supongo que estás rallado por lo que pasó ayer, y es normal. Mira, siento lo que pasó, hice algo que no tenía que haber hecho. No sé cómo se me fue la cosa de las manos, pero lo hecho, hecho está. Ahora te pido que me perdones si te he confundido y que tratemos de olvidarlo. Fue un error y no volverá a pasar, te lo prometo. Y por supuesto no le digas nada a nadie.

Dani escuchó todo aquello sin tratar de contestarme en ningún momento. Yo tenía clara mi estrategia. Si él pensaba que todo había sido un error entonces lo que le acababa de decir era la mejor opción, nos olvidaríamos de todo y trataríamos de que todo volviese a la normalidad. Si por el contrario él estaba confundido porque lo del día anterior le había gustado y se sentía atraído por mí entonces supuse que haría algo para que yo lo notase. Al fin y al cabo no hay nada como decirle a un adolescente que no puede tener algo para que lo desee con más fuerza.

  • Bueno - contestó al fin -, tampoco fue solo culpa tuya.

  • Sí, porque yo soy el adulto, y lo que hice fue una gilipollez. Se supone que sobretodo yo debería ser lo suficientemente responsable para saber que eso no podía pasar. Por eso te pido perdón y te digo que estés tranquilo, que no va a repetirse, ¿vale?

  • Bueno… vale.

Por su respuesta supe que en el fondo deseaba que sí se repitiese. Quizá se sintiese confundido, incómodo conmigo, sin saber cómo comportarse y avergonzado, pero ahora sabía que en el fondo me deseaba, quizá tanto como yo a él. Pero era mejor así. Si me equivocaba todo volvería a la normalidad y al menos él dejaría de estar confuso, y si no… entonces ya se vería. Ahora lo que más me importaba era que él estuviese bien.

Volvimos con los demás y pasamos el resto del día con normalidad. Dani todavía no se comportaba con total naturalidad conmigo, pero al menos la conversación había suavizado algo el ambiente. Por la tarde Andrés se marchó con la bici a dar una vuelta y Guille se apuntó. Supongo que esa tarde follarían en cualquier rincón hasta caer reventados, pero yo me quedé en casa con el resto, aprovechando para volver a hablar con Dani de vez en cuando de cosas más triviales, como los cómics. Cada vez me daba más cuenta de que ese chico me gustaba a rabiar.

A media tarde nos fuimos cada uno a nuestra casa y pude ducharme y relajarme, pero durante la cena me llegó un mensaje al teléfono y mi corazón volvió a latir con fuerza. Era Dani.

  • No puedo dejar de pensar en lo que pasó ayer. ¿Podemos vernos esta noche y hablamos? - decía su mensaje.

  • Ok, a las 10 en la cala - le contesté yo sabiendo que él entendía perfectamente de qué lugar se trataba, una pequeña calita al lado de la playa a la que solíamos ir de difícil acceso y lo suficientemente íntima como para poder hablar tranquilamente.

Me pareció algo arriesgado por su parte todo aquello, pero al mismo tiempo emocionante y algo romántico. Me moría de ganas de que llegase la hora de verle de nuevo en aquel ambiente.

A las 10 estaba yo allí puntual, tras haberle dicho a mi mujer que esa noche iba a tomar unas cervecitas con un grupo de conocidos del pueblo de mi edad, algo que hacía de vez en cuando. Al poco llegó él, bajando por las piedras hasta la arena con un pantalón pirata blanco y una camisa de cuadros azul. ¿Me lo parecía o se había puesto guapo para venir?

  • ¿Qué le has dicho a tus padres?

  • Que había quedado con una amiga para tomar un helado - me contestó sonriendo un poco. Me alegró enormemente volver a verle sonreír.

  • Muy bien. Dime, ¿qué te pasa? Cuéntame.

  • Lo que te dije en el mensaje, que no puedo dejar de darle vueltas a lo que pasó ayer.

  • Ya te he dicho que siento que se me fuese de las manos, que no va a volver a pasar y que intentemos olvidarlo para que no haya mal ambiente entre nosotros.

  • ¿Pero tú te arrepientes? - me preguntó para mi sorpresa -. O sea, ¿cuando dices que fue un error quieres decir que no te gustó lo que pasó?

  • No, no se trata de eso - le respondí sonriéndole y mirándole a los ojos -. Se trata de que da igual que me gustase o no, pero no estuvo bien por mi parte dejar que pasase.

  • Pero dime, ¿te gustó o no? - volvió a preguntar.

Valoré durante unos eternos segundos qué responder, y al final no pude más que decirle la verdad.

  • Sí, Dani. Me gustó. Me gustó mucho. Y no solo lo que pasó en el coche, me gustó cómo estuvimos durante todo el rato, la tarde que pasamos ayer juntos.

Hubo un largo silencio. Soplaba un viento fresco que, junto con los nervios que ambos sentíamos, nos hacía tiritar un poco, pero al mismo tiempo ayudaba a pensar con claridad.

  • ¿Y te gusta estar aquí ahora conmigo?

  • Sí.

Dani puso su mano por detrás de mi cuello y acercó sus labios a los míos. Nos besamos de nuevo en la intimidad de aquella cala, con el suave susurro del mar de fondo y la claridad de la luna como única fuente de luz. Nos besamos intensamente, descargando con nuestros labios toda la tensión que se había acumulado entre nosotros durante aquel día y la noche anterior, y tras un rato separamos nuestros labios y volvimos a mirarnos muy de cerca.

  • Llevo todo el día pensando en esto - me confesó -. Cuando me dijiste esta mañana que todo había sido un error me mató pensar que te arrepentías de lo que había pasado entre nosotros.

  • No es eso, Dani. Pero estaba muy preocupado por ti - le dije mientras acariciaba su pelo -. Pensé que quizá tú sí te arrepentías y no quería confundirte y que me odiases. Pensé que quizá lo mejor era olvidarse para que no complicar las cosas entre nosotros y nuestras familias.

  • Yo estaba arisco contigo porque me daba vergüenza que pensases que ayer me había atrevido demasiado. La verdad es que lo de ayer pasó sin que pudiese controlarlo.

  • Te entiendo, no te preocupes.

Volvimos a fundirnos en un beso, esta vez dejando que nuestros cuerpos fuesen cayendo hasta tumbarnos en la arena, muy juntos. El cosquilleo de la arena fría bajo nuestros cuerpos resultaba agradable. Con nuestras manos recorríamos de nuevo nuestros cuerpos, explorando zonas que el día anterior en la incomodidad del coche no habíamos podido disfrutar. Dani se recreaba especialmente en el vello de mi pecho, con su brazo ya totalmente bajo mi camiseta, y yo en su ombligo. Estuvimos así durante mucho rato, disfrutando de nuestros besos y nuestros cuerpos, perdiendo la noción del tiempo.

  • Santi, me gustas mucho - me susurró al oído mientras rozaba mi entrepierna dura ya como una piedra por encima del pantalón.

  • Tú a mi también - Dani.

Empecé a desabrocharle lentamente los botones de su camisa mientras seguía besándole. Él hizo lo mismo con el botón de mi pantalón, introduciendo su mano por dentro. Volví a sentir de nuevo el calor de su mano agarrando mi polla y me estremecí. Me la sacó y empezó a pajearme mientras iba acercando su cabeza.

  • ¿Te gustó cómo te lo hice ayer? - dijo refiriéndose a la mamada del coche.

  • Fue genial - le contesté sonriéndole, pues aunque se notaba que quizás le faltaba algo de práctica, realmente me había hecho disfrutar mucho.

  • La tuya fue increíble, nunca me habían hecho nada igual. La chupas que no veas.

Tras ese halago se metió mi polla en la boca y empezó a chupármela lentamente, recreándose en cada centímetro y haciendo que mi espalda se arquease de la impresión. Sin duda Dani iba a ser muy bueno haciendo aquello con un poco más de práctica. Me la estuvo chupando un buen rato mientras yo le acariciaba el torso. Apenas tenía vello, y su suave piel tenía un tacto celestial. Metí mi mano por debajo de su pantalón y empecé a acariciarle el culo. Poco a poco fui buscando su agujero y empecé a masajearle la zona. Después saqué la mano y puse algo de saliva en mi dedo para después volver a aquel apretado agujero y empezar a hacer algo de presión. Él respondía relajando aquella zona cada vez más mientras seguía chupándomela, y pronto la puntita de mi dedo empezó a abrirse paso al interior de Dani.

  • ¿Quieres metérmela? - me susurró tras sacar mi miembro de su boca.

Yo le hice moverse y le puse de rodillas de espaldas a mí. Bajé su pantalón y le dije que se agachase. Pude contemplar su precioso culo abierto para mí y enseguida hundí mi boca en él para pasar mi lengua por aquel agujerito mientras él se estremecía de gusto. Estuve un rato jugando con mi lengua, tratando de metérsela bien adentro mientras sus gemidos se fundían con el romper de las olas. También fui metiéndole dedos y observando cómo cada vez estaba más y más abierto para mí.

  • Métemela - me pidió casi suplicante.

  • ¿Te lo han hecho alguna vez?

  • No, pero da igual, quiero que me lo hagas tú.

Escupí sobre mi mano y unté con la saliva toda mi polla. No tenía preservativos, pero en aquel momento tampoco pensé demasiado en ello. Yo me hacia pruebas regularmente, y sabía que Dani había tenido muy pocas experiencias, así que puse la punta a la entrada de su culito y me dispuse a hacer mío a aquel chaval.

  • Voy a hacerlo muy despacio. Aunque te he estado abriendo un buen rato te dolerá un poco, ¿vale? Cuando quieras que pare me lo dices, pero tendrás que aguantar un poco.

  • Vale - respondió sumiso.

  • Tú relájate todo lo que puedas y haz algo de fuerza hacia afuera.

Empecé a empujar tratando de romper la resistencia de su culo virgen y al poco la punta de mi polla empezó a abrirse paso. Dani dio un respingo acompañado de un suspiro, pero aguantó razonablemente bien, y yo frené mi movimiento dejando la puntita dentro pata que fuese acostumbrándose poco a poco.

  • Relájate, que yo espero. Voy a ir muy poco a poco.

Le acariciaba la espalda y las piernas para que fuese relajándose y luego poco a poco fui metiéndome más adentro. Volví a parar y repetí la operación. Cuando llevaba unos centímetros le pregunté si estaba bien.

  • Me escuece bastante, pero puedo aguantarlo.

  • Es normal. Voy a seguir hasta el final poco a poco, ¿vale? Sigue relajándote y haz un poco de fuerza hacia fuera.

Empujé metiendo un poco más mi miembro en su interior y al momento me di cuenta de que era él el que tiraba su cuerpo hacia atrás introduciendo el trozo que faltaba hasta que noté perfectamente el contacto de mis huevos contra los suyos. Aún le dolía, pero se notaba que deseaba tenerme completamente dentro. Yo esperé, recreándome en lo maravilloso que era notar su interior caliente. Dani se incorporó un poco y giró su cara para besarme mientras su culo se acostumbraba a tenerme dentro.

  • Ya está toda. ¿Te duele?

  • Un poco, pero estoy deseando que empieces.

  • Cuando empiece a moverme te escocerá, pero poco a poco se te irá pasando.

  • Venga, dame.

Empecé a moverme lentamente, notando la sensación de entrar y salir de él en cada milímetro de mi miembro, que estaba duro a más no poder. Él gemía escandalosamente, pero allí, entre aquellas rocas al lado del mar y bastante lejos de todo nadie podría habernos escuchado aunque hubiese gritado. Mis movimientos iban ganando velocidad y fuerza a medida que el chaval se iba acostumbrando mientras con mis manos recorría constantemente su espalda, su cuello, su culo, sus piernas. Sentí que quería estar allí unido a él toda aquella noche y todas las que estuviesen por venir. Busqué con mi mano su entrepierna y acaricié sus huevos mientras seguía penetrándole con fuerza. Después agarré su polla y sentí en mis dedos el tibio tacto mojado del abundante líquido pre-seminal que goteaba. Llevé mis dedos hasta mi boca y saboreé aquel néctar delicioso mientras Dani empezaba a pajearse.

  • Sigue así - me dijo -. Joder, me encanta.

  • A mí también, me encanta estar dentro de ti.

  • Quiero que te corras dentro, quiero que seas el primero en correrte dentro de mí.

Aquello me excitó más si cabe y aumenté el ritmo de mis movimientos. Estaba alcanzando una velocidad y una profundidad en mis embestidas totalmente impensables si tenemos en cuenta que el culo de Dani era virgen tan solo unos minutos antes. Lo cogí por los hombros de forma que en cada embestida lo atraía fuertemente contra mí para conseguir una profundidad total. Se podía oír perfectamente el rítmico ruido que su culo hacía al chocar con mi cuerpo acompañado de sus gemidos, más cercanos ya a los gritos. Me esforcé al máximo acelerando cuando noté que estaba a punto de terminar.

  • Me corro, Dani, me corro.

  • Córrete dentro de mí.

Frené mis movimientos mientras empezaba a llenarle por dentro con todo el líquido que tenía acumulado. No había vuelto a correrme desde el día interior, y estuve un buen rato descargando chorros de leche en su culo, hasta que mis huevos quedaron totalmente vacíos. Me abracé fuertemente a su espalda con mi polla aún dentro de él y agarré la suya.

  • ¿Te has corrido mientras te follaba? - le pregunté al notar mi mano mojada con su semen.

  • Solo un poco antes de que tú terminases. Ha sido casi a la vez.

  • Voy a sacártela, ¿vale?

Se la saqué con cuidado y nos besamos durante un rato bien largo. Luego saqué unos clínex que llevaba en mi bolsillo y los utilizamos para limpiarnos bien los dos. Al terminar Dani se me abrazó sonriendo.

  • Me ha encantado - dijo.

  • ¿Te ha dolido?

  • Un poco, ahora me escuece, pero ha valido la pena - dijo antes de comenzar a besarme de nuevo.

Nos quedamos en aquella cala un buen rato más, abrazados, besándonos, hablando mientras nuestros cuerpos volvían poco a poco a quedarse fríos con el viento de la noche. A mí Dani me gustaba cada vez más, había empezado sin duda a sentir algo muy fuerte por él. Ninguno de los dos queríamos irnos de allí.

  • ¿Y ahora qué? - me preguntó.

  • Pues no sé. ¿Qué es lo que tú quieres?

  • Me gustas mucho, Santi. No quiero que esta vez sea la última.

  • Yo tampoco, pero sabes lo complicado que es esto, ¿verdad? - le pregunté yo.

  • Ya, vale, ¿pero entonces no vamos a vernos más así en este plan?

  • Yo no he dicho eso. Solo digo que es complicado.

  • Si vamos con cuidado no hay problema, ¿no? Podemos planear las cosas bien. Quiero hacerlo contigo muchas más veces.

  • Yo también - le contesté -. Es arriesgado y en cierto modo está mal, pero no puedo evitarlo, me importas mucho, Dani.

  • Y tú a mí.

Allí nos quedamos una hora más, los dos solos, abrazados para no sentir el frío de la noche mientras todo lo que había tras las rocas detrás de nosotros dejaba de importar por un rato. Nuestras familias, la historia de Andrés con Guille, nuestras vidas una vez terminase el verano… nada importaba mientras durase aquella primera noche en que Dani y yo hicimos el amor.