Mi amigo y nuestros hijos (3: la seducción)

Tras conseguir una prueba de la relación entre mi amigo Andrés y mi hijo, inicio la segunda parte de mi plan para vengarme. ¿Seré capaz de seducir a su hijo Dani?

Voy a seguir relatando los acontecimientos que comenzaron este verano y que, como decía en el capítulo anterior, han cambiado radicalmente mi vida durante estos meses. Recomiendo pues a los lectores leer la primera parte para conocer los hechos y a sus protagonistas.

Al día siguiente empecé a currarme la segunda parte de mi plan. Durante días traté de pegarme más a Dani, el hijo de mi amigo Andrés. Se trataba por una parte de estrechar lazos con él y por otra de tantear si podía llegar a algo, y no parecía que la cosa fuese imposible. Ya dije en el capítulo anterior que siempre he tenido una facilidad pasmosa para que hombres y mujeres se rindan a mis encantos, pero esta vez la empresa era bastante difícil, pues entre Dani y yo había una enorme diferencia de edad y además la única señal que tenía de que al chico le pudiesen ir los hombres es que, aunque le habíamos conocido algún rollo con alguna, nunca le habíamos visto demasiado interés en ninguna chica en concreto. Aún así, como digo, parecía recibir muy bien mi acercamiento y cuando estábamos las dos familias juntas aprovechaba para estar todo el rato con él y charlar mucho. Empecé a buscar una excusa para compartir algún momento él y yo juntos sin el resto de nuestras familias y enseguida supe por dónde intentarlo.

Dani y yo compartíamos una afición que no tenían ni su padre Andrés ni mi hijo Guille, y por supuesto nadie más de las familias: los cómics. Dani coleccionaba cómics más modernos, de superhéroes y esas cosas, mientras que yo tiraba más por cómics clásicos de mi infancia, pero era algo, y lo aproveché.

  • Dani, mañana voy a acercarme a la ciudad con el coche a comprar cómics - le dije un día en la playa -. Han sacado una nueva edición de un cómic que compraba yo de chaval y quiero tenerla, ¿te vienes y compras tú también algo?

  • Pues sí, que las novedades de este mes ya hace una semana que debieron salir - contestó.

  • Pues nada, mañana dejamos a estos muermos en la playa y nos vamos tú y yo mano a mano a ver cómics.

Al día siguiente tras la siesta pasé a por él y los dos nos fuimos. Aproveché que la ciudad más grande donde había una tienda de cómics estaba a media horita para charlar con él en el coche y que nos hiciésemos más íntimos. Tenía una estrategia en mente: empezar hablando sobre Guille y luego ya averiguar sobre él.

  • Este año veo a Guille un poco raro, como descentrado, ¿tú no? - le pregunté.

  • Puede, no sé. Sí que está algo raro, pero vamos…

  • Su madre y yo nos hemos planteado si estará con alguna chica del pueblo o algo - mentí, pues jamás había hablado de eso con mi mujer, pero a partir de ese momento empecé a inventarme cosas para poder llegar a donde yo quería -. Pero por otro lado tampoco lo vemos muy interesado en ninguna. Hasta nos hemos planteado si no le gustarán los chicos.

Dani empezó a reírse por mi comentario.

  • ¿Por qué te ríes? - continué riéndome yo también -. A vosotros dos os hemos visto tontear con alguna chica, pero no habéis tenido demasiado interés en ninguna, y eso que las hay bastante guapas en vuestro grupito.

  • ¿También pensáis que yo soy gay? - me preguntó él sin dejar de reírse.

  • Eh, que yo no he dicho que lo seáis o que no. Además, que si lo fuerais, ¿pues qué más da?

  • Vaaaya - contestó -, qué liberales. No sé yo si a mi padre le haría demasiada gracia.

Tu padre se folla a mi hijo, a tu amigo Guille, así que imagínate - pensé yo, aunque por supuesto me aguanté las ganas de decirlo. Decidí no forzar más la conversación por el momento, aunque me quedé con dos detalles. Su risa al insinuar que quizás le gustaran los tíos había sido algo nerviosa, y por otro lado tampoco había negado nada.

Llegamos a la tienda y entramos juntos. Él empezó a mirar sus cosas y yo las mías, aunque acabé pronto y decidí interesarme por sus gustos en cómics.

  • La verdad es que podría reengancharme a colecciones nuevas, pero hace tantos años que solo compro clásicos que estoy perdido.

  • Hombre, yo puedo ponerte un poco al día - se ofreció -. Vamos a ver qué puede gustarte.

Me estuvo enseñando colecciones y explicando cómo iban. Me dejé guiar y terminé comprando un número de una colección Marvel, y él me prometió que me dejaría los anteriores para ponerme un poco en el rollo. Yo le dije que a él no le vendría mal leer algunas grandes historias de cómics clásicos y me dijo que le encantaría que le dejase alguno que me gustase especialmente. Cada vez nos entendíamos mejor. Después salimos de la tienda, pero antes de volver al coche y poner rumbo al pueblo le propuse ir a tomar algo a una cervecería y aceptó de buena gana. Era una buena oportunidad para charlar otra vez con él y seguir intimando. Nos sentamos en la terraza y pedí dos cervezas. Él no estaba muy seguro de que no le pusiesen problemas, porque le faltaban aún unos meses para cumplir la mayoría de edad, pero yendo conmigo no le dijeron nada. Y realmente mi idea era que la cerveza le soltase un poco la lengua, ya que suponía que no estaría muy acostumbrado. Cuando ya habíamos bebido un poco retomé la conversación del coche.

  • Bueno, lo que te decía antes, que te has puesto a reírte y con la tontería no me has contestado.

  • ¿Qué si Guille es gay? - preguntó -. Hombre, no sé qué decirte.

  • Es que algunas cosas me hacen sospechar. A ver, yo entiendo que no quieras decirme algunas cosas - me hice un poco el enrollado -, pero vamos, que yo no me voy a escandalizar de lo que me puedas contar y  tú sabes que conmigo puedes tener confianza.

  • Hombre, ya, pero no sé.

  • Yo eso es una cosa que la veo súper normal. Vamos, que si yo te contara…

  • ¿El qué? - preguntó riéndose -. Cuenta, cuenta.

  • Nada hombre, nada - dije haciéndome el interesante -. Además, si yo voy a contar cosas mías privadas y tú no me vas a decir nada…

  • ¡Vaya tela, jajaja! Va, cuéntame qué es eso tuyo y yo te doy alguna pista de lo que quieres saber.

En ese momento valoré si tirarme un poco a la piscina contándole cosas muy comprometidas a ese chaval o si era mejor llevar la conversación por otro sitio e intentarlo de otra forma. Decidí arriesgar a medias, contando parte de la verdad y confiando en que supiera mantener un secreto.

  • A ver, te lo voy a contar porque tengo muy buen rollo contigo y porque sé que no vas a decirle ni una palabra a nadie. Ni a Guille ni a nadie de tu familia, a nadie.

  • De verdad que no, tranquilo. ¿Qué es?

  • Bueno, pues yo antes de conocer a Ana tuve… digamos que alguna que otra experiencia con algún chico.

Dani me miró asombrado y empezó a reírse sin levantar la voz.

  • ¿Va en serio? - me preguntó -. Pero osea, ¿tú eres bi o algo?

  • Pues no sé, quizás. El caso es que luego conocí a Ana, me casé y ya está - mentí -, pero ya te imaginarás que si Guille o tú sois gays o bisexuales a mí no me va a parecer mal ni mucho menos. Es más, preferiría que no lo pasaseis mal ocultándomelo y que pudierais vivir vuestra vida con naturalidad.

  • Hombre, ya… Qué fuerte, no me lo esperaba en absoluto - reconoció aún sorprendido. Se notaba que la cerveza le hacía estar más suelto.

  • ¿Pero te parece mal o te incomoda que te lo haya contado?

  • No, qué va. Además, yo no se lo voy a decir a nadie, tranquilo.

  • Pues ahora dime tú - le dije.

  • Vale, a ver, ¿qué quieres saber exactamente? Dime y yo te respondo sí o no.

Ahora tocaba elegir bien las preguntas, tampoco era plan de ir a por todas, pues podía cargarme ese clima de confianza y de liberalismo que había creado con él.

  • ¿Guille está con alguna chica o detrás de ella?

  • Que yo sepa no - contestó.

  • ¿Le gustan los chicos?

  • La verdad es que no lo sé seguro.

  • Pero si no lo sabes seguro es porque algo hay, ¿no? ¿Ha tenido alguna cosilla con alguno aunque sea por probar o por tonteo?

  • Emmm… sí - contestó -, pero no le digas tú tampoco que te he contado nada, por favor.

  • Claro que no, tranquilo. Si es que cuando yo me huelo algo es porque algo hay - añadí y los dos nos empezamos a reír.

Sin embargo, todo lo que había hablado hasta ese momento era para tantear el terreno, pues yo ya sabía de sobra lo que le gustaba a mi hijo Guille - entre otras cosas que la polla de mi amigo Andrés de 40 años le perforara el culo -, así que ahora tocaba ir a lo que realmente me interesaba saber. Pedí otra cerveza para cada uno y dejé que la tensión bajase mientras los dos dábamos los primeros sorbos.

  • Bueno, y dejando a Guille aparte… A ti tampoco te hemos visto demasiado interesado en ninguna chica, como te dije antes.

Dani volvió a tener esa risa algo nerviosa ahora que el tema iba más con él, y la segunda cerveza iba bajando sus defensas.

  • Va, en serio - le insistí -, que a mí me puedes contar lo que sea, que no le voy a decir nada a tu padre ni nada. ¿A ti te van las chicas o los chicos?

  • Venga, va, te voy a contar, pero me da muchísima vergüenza - dijo animándose.

  • Pues no tienes por qué, en serio - le dije.

  • Pues nada, yo en realidad he probado también las dos cosas - reconoció.

  • ¿Ves? Como yo - le dije para que viese que estaba con alguien igual que él.

  • Y no sé - continuó - me gustan las dos cosas, aunque quizás con chicos algo más.

  • Bueno, ya irás viendo también. Supongo que igual que en mi caso al final dependerá de si la persona de la que te enamoras es chico o chica. Supongo que puede pasarte cualquiera de las dos cosas.

  • Sí, supongo. Pero una cosa. Guille y yo no hemos probado juntos ni nada de eso - añadió como si eso pudiera molestarme -. Él probó con un chaval y yo con otro.

  • Vale, vale, y aunque así fuese tampoco sería tan raro - le contesté riéndome del apuro que parecía haber pasado.

Pensé en seguir preguntándole más cosas, en la posibilidad de que me contase con quién había estado él, ya que yo conocía más o menos a la mayoría de chicos del pueblo, y así podría saber un poco qué chicos le gustaban, pero pensé que a esas edades se prueba un poco con cualquiera sin que sea necesariamente tu tipo, y además ya había forzado bastante la máquina y no quería incomodarlo más. Ya tenía lo que quería, la confirmación de que los chicos le gustaban, y por tanto la confirmación de que había posibilidades para mí de tenerle. Apenas podía creérmelo, tenía una suerte inmensa. Ahora era el momento de hacer que se sintiese lo más a gusto posible estando conmigo, que se relajase.

  • Bueno, cuando quieras pago y nos volvemos ya al pueblo - le dije.

  • Bueno, aunque tú acabas de beberte dos cervezas, a lo mejor deberías esperar un poco para conducir - contestó él dándome toda una lección -. Si quieres esperamos un rato aquí, que yo estoy a gusto en la terracita y tampoco es tarde aún.

  • Pues tienes más razón que un santo, pero yo para estar aquí prefiero casi que demos una vuelta por la playa, ¿te apetece?

  • Perfecto.

Cogimos el coche y bajamos unas cuantas calles hasta llegar a la playa de la ciudad. Aparcamos al lado del paseo marítimo, y empezamos a caminar por la playa. A esas horas, alrededor de las siete de la tarde, hacía una temperatura mucho más agradable, con el calor del día aflojando ya. Caminamos un buen rato charlando de otras cosas hasta que llegamos a un trocito de playa en que había poca gente y nos sentamos en la arena. Realmente me encontraba muy a gusto con él. Casi había olvidado el asunto de Andrés y mi hijo y todo lo relativo a mi plan de venganza y solo disfrutaba de estar con ese chaval tan agradable e inteligente. Y guapísimo y con un cuerpazo, todo hay que decirlo. Nos quedamos un rato en silencio, simplemente contemplando el mar y relajándonos con el monótono susurro de las olas hasta que Dani rompió el silencio.

  • ¿Sabes qué, Santi? En realidad me siento mejor después de haberte contado eso. Me ha venido bien compartirlo con alguien.

  • Ya me imagino - le contesté tras darle un golpecito de complicidad en el brazo -. Si algo sé por mi experiencia es que no es nada bueno esconderte de todos, siempre viene bien tener a alguien de confianza con quien desahogarte y compartir las cosas. Yo no tuve a nadie y es una carga, por eso te he animado. Pero claro, lo mío también eran otros tiempos.

  • Ya. Pues muchas gracias - me dijo con una sonrisa sincera que me volvió loco.

Yo le devolví la sonrisa y le pasé un brazo por encima de los hombros. Al notar el contacto con su piel y sentir su calor corporal me entraron unas ganas enormes de abrazarle allí mismo, pero no me atreví a tanto aún.

  • De nada, Dani. Tú sabes que te tengo mucho cariño de siempre, casi como a un hijo, y quiero que estés feliz y a gusto.

Él seguía sonriendo y lejos de sentirse incómodo con mi brazo sobre sus hombros, noté cómo inclinaba su cuerpo un poco hacia mí. Yo todavía le notaba un pelín afectado por las cervezas, pero solo un poco, lo justo para dejarse llevar y hablar sin tapujos, pero sin que ello le llevase a decir o hacer nada que no pensase, seguía siendo cien por cien él mismo. Miré hacia abajo disimuladamente y me pareció ver el bulto de su entrepierna algo hinchado. ¿Podía estar empezando a tener una erección por el contacto de mi brazo? Quizás. Cada vez tenía más claro que podía llegar a algo con él, aunque solo fuese algún pequeño acercamiento, que me encantaría que sucediese, pero aquella playa con gente no era el lugar, ni mucho menos.

Estuvimos un rato más allí y luego nos levantamos y pusimos rumbo al coche. Cuando llegamos se me ocurrió que podía forzar una situación en la que estuviésemos en un ambiente más íntimo, en realidad completamente solos. Metí las bolsas de cómics en el maletero y dejé también allí a propósito mi teléfono móvil. Luego nos pusimos en marcha de vuelta al pueblo.

Acabábamos de salir de la ciudad y de coger la carretera cuando le dije que al final habíamos estado allí más tiempo del que pensábamos y que quizás deberíamos llamar para decir que ya volvíamos, no fuese que nuestras familias se preocupasen. Él llamó a su padre, Andrés, y le dijo que después de los cómics nos habíamos sentado en una heladería (por no contarle lo de las cervezas) y que se nos había hecho tarde, pero que ya volvíamos. Luego le dije que si podía pasarme mi teléfono y marcar el número de mi mujer para decirle yo lo mismo.

  • No lo encuentro, ¿dónde está? - preguntó.

  • Mierda.

  • ¿Qué pasa?

  • Creo que me lo he dejado en el maletero.

  • Pues la llamo con el mío - se ofreció él -. Total, paga mi padre.

  • No, hombre - contesté -, con mi teléfono las llamadas a mi mujer me salen gratis. Voy a parar un momento y lo cojo. Un poco más adelante se puede.

Puse el intermitente y paré en una zona que era una especie de área de descanso con muchos árboles. Salí del coche y llamé a mi mujer para decirle que ya volvíamos y luego volví a entrar sin darme demasiada prisa. Fingí estar algo cansado frotándome los ojos y haciéndome el remolón con lo de poner el coche de nuevo en marcha.

  • Bueno, al final hemos pasado una tarde guay tú y yo, ¿no? - le pregunté -. Yo he estado muy a gusto contigo.

  • Yo también, la verdad, me ha gustado. A ver si repetimos otro día - me contestó con una carita que era para comérselo.

  • Claro que sí - le dije mientras le daba una palmadita en la pierna. -. Dame un abrazo, anda.

Dani me abrazó dentro del coche y yo le apreté contra mí y le acaricié la espalda con mi mano. Aquel era el momento decisivo, el ahora o nunca. Si tenía que intentar algo con él había de ser en ese momento en el que todavía se estaba a tiempo de frenar y dejar aquel abrazo como algo fraternal. Era algo muy arriesgado. Si lo intentaba y resultaba que él no quería en absoluto nada conmigo crearía una situación muy incómoda entre nosotros y nuestras familias que tendríamos que aguantar durante bastante tiempo. Estaba muy atento a cualquier señal de su cuerpo que me indicase si debía lanzarme o no cuando noté que él pegaba mucho su cara a la mía, como buscándola. Me separé y le miré a los ojos. Él me devolvía la mirada ahora sin sonreír, con unos ojos apremiantes en los que se confundían claramente el deseo y la confusión. Esa fue la señal que necesitaba.

Acerqué un poco mi rostro al suyo y fue él el que se lanzó recorriendo el resto del camino hasta que nuestros labios se rozaron. Fue un beso tremendamente tímido al principio, un leve cosquilleo de sus labios contra los míos que poco a poco fue cogiendo fuerza hasta que terminamos fundidos en un beso intenso. Dani movía sus labios con algo de torpeza, pero con un deseo que no era capaz de controlar. Buscaba los míos en cuanto me separaba un poco y pronto noté su lengua rozando mi labio superior. Yo le seguí y nuestras lenguas se juntaron también al mismo tiempo que nos abrazábamos y nuestros cuerpos se pagaban más y más.

Seguimos besándonos un buen rato, sin poder separarnos ni un solo momento mientras nos acariciábamos cada vez con más fuerza. Sus manos recorrían mi torso y las mías acariciaban sus preciosas piernas subiendo cada vez más. No tardé en rozar con mis dedos el enorme bulto que había ahora en su entrepierna. Al hacerlo dudé de si debía seguir por ese camino, pero Dani abría cada vez más sus piernas dándome permiso para explorar esa zona con libertad. Sus manos también descendían cada vez más por mi torso, jugando con sus dedos en mi ombligo y rozando el vello que marcaba el camino de ahí a mi entrepierna. Y mientras tanto no podíamos dejar de besarnos con auténtica pasión.

Acaricié durante un rato su polla por encima del pantalón corto que llevaba. Era un bulto bastante grande para su edad, y casi no podía aguantar las ganas de sentirlo sin tela de por medio. Tanteé la goma elástica del pantalón para ver si podía empezar a introducir mi mano y parecía bastante flexible, por lo que empecé a introducir mis dedos poco a poco, ganando centímetros sin prisa, pero sin pausa. Quería que se derritiese, que lo desease con todas sus fuerzas, y para eso hay que saber jugar un poco tus cartas y no abalanzarte. A medida que iba acercándome a su polla dejé de comerle la boca y empecé a besarle el cuello. Él me facilitaba la tarea levantando bien su cara mientras su respiración era cada vez más escandalosa, hasta el punto de que empezaban a escapársele pequeños gemidos. Al fin alcancé su miembro y directamente lo cogí entero con mi mano. Dani lanzó un profundo suspiro al sentir el contacto de mis dedos. Su polla estaba dura como una piedra, palpitante de excitación y casi quemaba de tanto calor. Debía de medir unos 16 o 17 centímetros.

Seguí besándole mientras se la meneaba muy despacio, con cuidado, haciendo que sintiese bien cada movimiento. Él, por su parte, no parecía decidirse a bajar su mano hasta mi miembro, así que con la mano que me quedaba libre y sin dejar de besarle ni un momento cogí su mano y la guié hasta mi polla. Sentir sus dedos envolviendo todo mi tronco fue una sensación sublime, os lo garantizo. Aquel chaval estaba excitándome hasta un punto pocas veces explorado en mi vida. Empezó a mover su mano a una velocidad similar a la que lo hacía yo y estuvimos así un rato, besándonos, tocándonos, disfrutando de todo aquello sin decir ni una sola palabra.

Me separé un poco de él, lo justo para mirarle a los ojos muy de cerca con mi frente pegada a su frente sudorosa. Vi en sus ojos que estaba tan excitado como yo y que aquello ya no podía pararse. Ni yo quería que parase, por supuesto. Él paró el movimiento de su mano y miró hacia abajo, hacia mi polla. Luego volvió a mirarme y sin decir nada separó su cabeza de la mía y empezó a bajar hacia mi miembro. Abrió sus preciosos labios e introdujo más de la mitad de mi polla en su boca. Luego apretó los labios y noté su lengua chupando mi capullo. Yo me eché hacia atrás en el asiento del coche y le dejé hacer. Solté su polla y me dediqué a acariciarle la espalda, el cuello y el pelo mientras él empezaba a subir y bajar su cabeza haciéndome una mamada. Mentiría si dijese que era de las mejores mamadas que me habían hecho, pero su falta de experiencia quedaba suplida por el increíble morbo, la excitación y lo mucho que llevaba deseando aquello desde hace horas. Dani trataba de moverse rápido. No era capaz de meterse toda mi polla, pero lo compensaba masajeando con una mano la base de mi miembro mientras con la otra me acariciaba los huevos. Yo le guiaba con la mano en su cabeza, le marcaba un poco el ritmo y le animaba a tragar más, pero sin forzarle. Estuvimos un rato así hasta que noté que me quedaba poco.

  • Dani… voy a correrme.

Esperaba que el chaval se apartase y siguiese pajeándome o algo así, pero para mi sorpresa al oír mis palabras siguió allí, moviéndose aún más deprisa, por lo que enseguida empecé a correrme lanzando chorros y chorros de leche dentro de su boca. Se me fue la cabeza, no sé cuánto tiempo estuve descargando, y cuando me di cuenta ya había pasado todo y Dani se sacaba mi miembro de la boca. Abrió un poco la puerta del coche y se agachó para escupir mi corrida en la tierra. Después cerró la puerta de nuevo y me miró, con su polla muy tiesa aún por fuera del pantalón y la frente chorreando de sudor. Le cogí y lo acerqué de nuevo a mí para besarle nuevamente mientras mi mano volvía a pajearle. Su boca sabía a semen y a polla y él me devolvía el beso con ansia. Su pasión aún no había sido ni mucho menos apagada y yo estaba dispuesto a hacerlo devolviéndole lo que él me acababa de hacer, así que me separé de sus labios, le separé bien las piernas y me metí su rabo entero en la boca.

Chupé su polla aplicando toda mi experiencia, y juraría que nunca le habían hecho nada parecido a juzgar por los gemidos (casi gritos) que daba en algunos momentos. Me la tragaba hasta el fondo y la sacaba casi entera, jugaba con mi lengua en su capullo, me ayudaba con la mano, le sobaba los huevos… todo un recital de cómo se mama una polla, algo en lo que yo tenía sobrada experiencia. Él hundía sus dedos en mi pelo y me agarraba la cabeza, me sobaba la espalda con fuerza y no paraba de gemir. No paraba de echar en mi lengua abundante líquido preseminal, y ante lo que le estaba haciendo tampoco tardó demasiado en terminar.

  • Me corro… ¡me corro!

Me agarró fuerte del pelo y me bajó la cabeza metiéndome su polla entera en la boca, y a continuación empezó a derramar en mi boca el abundante semen propio de su juventud. Conforme iba disparando chorros yo iba tragando, y cuando terminó me ocupé de dejarle la polla bien limpia. Luego me incorporé para mirarle de nuevo, y entonces su mirada parecía de repente muy tímida, algo asustada, probablemente por vergüenza y miedo ante lo que acababa de pasar entre nosotros. Ahora que ya había terminado todo a mí también me pareció despertar de una especie de sueño y me sentí muy extraño. Es cierto que llevaba días buscando aquello, pero aún así no dejaba de ser algo muy fuerte y me dejó confundido.

  • Bueno, deberíamos ir haciendo camino ya, ¿no? - dije mientras ponía de nuevo el motor en marcha.

  • Sí, vamos - contestó de forma escueta mientras se colocaba bien la ropa.

Salimos de nuevo a carretera y durante el resto del camino ninguno de los dos habló. Yo iba pendiente de la conducción y pensando en todo lo sucedido, y Dani fue mirando por su ventanilla y dando alguna que otra cabezadita por el cansancio. De repente el ambiente se había vuelto tremendamente frío entre él y yo y se podía notar una especie de calma tensa, algo muy extraño.

Finalmente llegamos al pueblo y le dejé en casa. Nos despedimos con un frío “hasta luego” y se bajó del coche. Mientras entraba en su casa pude recrearme de nuevo contemplando su cuerpo y me pareció un ser de una belleza tremenda, especial. Seguí conduciendo hacia mi casa y al llegar saludé a mis hijos y a mi mujer. Les conté cómo había ido la tarde (omitiendo gran parte de lo sucedido, claro está) y me metí en la ducha para relajarme antes de la cena. Con el agua fría recorriendo mi cuerpo pude pensar con más claridad en todo lo sucedido y empecé a darme cuenta de muchas cosas.

Comprendí que en cierto momento de la tarde todo mi plan de venganza había quedado totalmente olvidado y que si había seducido a Dani y había terminado teniendo sexo oral con él no había sido por vengarme de Andrés, sino porque deseaba a Dani de verdad, porque me encontraba muy a gusto con él y porque me atraía mucho físicamente. Comprendí también que Dani me importaba de verdad, y en ese momento me sentí terriblemente mal conmigo mismo por haberme acercado a él con la idea inicial de utilizarle. ¿Cómo podía haber jugado de esa manera con un chaval tan increíble? ¿No sabía acaso lo mucho que podía confundirle y hacerle sufrir el tener una experiencia así a su edad? Me sentí como una mierda pensando que a esa hora él podía estar en su casa sintiéndose mal y deseaba con todas mis fuerzas poder estar con él, abrazándolo de nuevo, besándole y diciéndole que todo estaba bien.

¿Pero realmente estaba todo bien? Esa noche apenas pude dormir, y durante todas esas horas mi pensamiento lo ocupaba aquel muchacho de la edad de mi hijo al que estaba deseando volver a ver al día siguiente. De esa forma comprendí, por último, que con mis actos había empezado algo que ya no tenía vuelta atrás.

CONTINUARÁ...

Nota: Quiero pedir disculpas por la longitud del relato. Normalmente no me gusta extenderme mucho, y quizá se me fue un poco de las manos, pero creí que para que la seducción quedase creíble necesitaba mi espacio. Gracias por leerme y un saludo.