Mi amigo me hizo sentir lo que mi marido jamás
Tras mi divorcio a muy temprana edad y la formación moral y religiosa que recibí en casa de mis padres estuve más de 17 años sin contacto sexual, hasta que un amigo "me devolvió a la vida". Tras tanto tiempo solo masturbándome el clítoris, mi vagina estaba tan cerrada que parecía realmente virgen.
Mi amigo me hizo sentir lo que mi marido jamás logró
Hola, mi nombre real es Nohemí Andrade Morán, tapatía de nacimiento y actualmente vivo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México. Tengo 19 años de divorciada, y la experiencia que les quiero relatar la viví en junio del año 2019. Mido 1.68, mis senos son grandes y muy bien proporcionados para mi estatura, de cintura esbelta y cadera promedio con nalgas envidiables (eso dicen mis amigas). No soy modelo de revista, pero considero que soy muy bonita de mi rostro, además que sé maquillarme muy bien.
Por la formación moral y religiosa que recibí de mis padres, con la creencia de que es mejor casarse que caer en pecado, me casé cuando a penas había cumplido los 18 años (la mayoría de edad en México). El hombre con quien me casé no era del todo atractivo, pero no era feo físicamente, fue más un matrimonio por religión que por amor.
Él, digamos que se sacó la lotería conmigo, puesto que para ese entonces verdaderamente era una diosa, mi cuerpo era perfecto y mi rostro demasiado bello, me casé siendo virgen.
En este relato no quiero hablarles de cómo mi esposo me desvirgó; quiero narrarles lo que me ocurrió a penas en junio del año 2019, tras estar 19 años divorciada y, por mis convicciones religiosas, de como fui educada, me mantuve sin siquiera el mínimo contacto sexual, es más: ni siquiera un beso. El único contacto más atrevido había sido de un amigo que vino a Guadalajara y nos saludamos con un beso en la mejilla, no más que eso. No niego que sí sentía muchos deseos, pero me daba miedo caer en pecado (por mi formación religiosa).
Conociendo mis necesidades fisiológicas y por convicciones religiosas, nunca he dado ninguna insinuación de algo más allá de un saludo a quienes se acercan a mí, quizá con intenciones de una relación sentimental; ya que en la religión que practico desde la infancia, se enseña que si alguien se separa o divorcia, debe quedarse sin pareja hasta que quien haya sido pareja fallezca, por aquello de: "hasta que la muerte los separe".
Ya se imaginarán: a mi edad y tener 19 años sin satisfacción sexual donde lo único que me consolaba era mi propia mano jugueteando mi clítoris hasta el auto orgasmo, pero siempre deseosa de que alguien me hiciera vibrar como alguna vez lo sentí con quien fuera mi marido.
Como mi casa es compartida, por ser herencia de mis padres a mis hermanas y a mí, yo por ser la única que no tengo pareja, me quedé en la habitación de hasta arriba (tercer piso), pero es una casa humilde que necesita muchos arreglos. Por la escasa economía de mis padres, no pudieron darme estudios, por lo que solo logré cursar tercer grado de primaria, motivo por el que por mis escasa formación académica no he tenido buen trabajo, así que los arreglos a mi habitación los fui haciendo de manera muy lenta. Los años pasaron y el avance fue casi nulo.
Tras esta breve introducción a mi fascinante relato de lujuria y placer, les comento que todo comenzó el catorce de febrero del año 2019, mientras fui a tomar un helado con mi hermana Ruth (que por cierto es mi cuata). Estábamos en la mesa de la jardinera de esa cafetería, cuando su esposo llegó y junto con él un amigo al que muy amablemente me presentó, también pertenece a la iglesia a la que acudimos como familia.
Tras la charla y las risas de rigor conforme la plática, resultó que es albañil (obrero de la construcción sin título universitario) y, como le platiqué de las reparaciones a mi habitación y de lo difícil que era para mí invertir en ello: muy amablemente se ofreció a apoyarme con materiales y su manufactura, asegurando que lo único que deseaba era mi amistad y que sí me cobraría, pero que le pagara sin prisas y cuando pudiera. Lo vi como algo muy natural, ya que en nuestra iglesia estamos enseñados a apoyarnos mutuamente, además que era amigo de confianza de mi hermana y mi cuñado.
Ese día, no llamó mucho mi atención, ya que vestía ropa de mezclilla y camisa de fuera, es decir: estaba vestido de manera informal; eso sí: muy amable y atento conmigo. Sus atenciones y amabilidad y mis deseos de sexo, hicieron que mi vagina se mojara. Por la plática supe que es casado y tiene hijos, por lo que mi cerebro le ordenó a mi útero que se calmara.
Al otro día, ya estaba en mi habitación tomando las medidas para las reparaciones que había que hacer. Como no podría pagarle de manera rápida, tal como lo acordamos: trabajaba solo, es decir: no tenía ayudantes, aquí en México, al ayudante se le llama "chalán" o "media cuchara". Él trabajaba solo, y venía a mi casa solo tres veces por semana en las tardes, por lo que el avance era lento pero notorio. Mis atenciones hacia él, eran ofrecerle agua fresca y algo de comer. Al final del día, nos quedábamos en la habitación, charlando de todo un poco y riendo mucho. Sus atenciones hacia mí me fueron conquistando de tal manera que, no sé si fue enamoramiento o simplemente el deseo de sexo, puesto que sentía la humedad de muy vagina con el solo hecho de estar charlando. No sé si el olía mis feromonas... lo cierto es que, así pasaron las semanas y los meses hasta que mi habitación quedó completamente terminada a mediados de junio de ese mismo año (2019). Esa tarde, él levantó y sacó todas sus herramientas, mientras yo me puse a hacer limpieza. Me pidió que dejara sucio, así como estaba, comprometiéndose a volver al siguiente día para ayudarme con la sacudida y lavado del piso. Así lo hice.
Debo mencionar que en todo ese tiempo de convivencia, mis ropas siempre fueron de manera honesta y sin ninguna insinuación de mi parte (falda larga y blusa con manda y sin escote). Debo señalar que siempre sentía sus miradas, pero cuando volteaba, él estaba haciendo algo, por lo que sospecho que me miraba con lujuria y cuando yo miraba: se volteaba para otro lado en su labor de la construcción (sabiendo disimular muy bien sus deseos). Confieso que muchas veces, él estuvo en mi imaginación mientras me masturbaba. Mi sangre ardía de deseo, pero tenía mucho miedo de caer en pecado (por mi religión) y como soy cantante en la iglesia a la que pertenezco, debía guardar las formas morales.
Una vez que quedó mi recámara totalmente lista y hasta con las cortinas puestas: ambos sonreímos de satisfacción. Nos dimos cuenta que estábamos muy sudados. Ese fue su momento, ya que: me asusté o mejor dicho, me llenó de asombro cuando sin decir nada (aún riendo de alegría), se sacó la camisa y quedó completamente desnudo de la cintura para arriba.
Wow. Hacía muchos años que no veía un hombre en esas condiciones, solo se quedó con el pantalón de mezclilla.
Aclaro que: por el pudor de mi formación religiosa, ni siquiera a alguno de mis hermanos o algún familiar había visto así, sin camisa. Llamó mucho mi atención y aunque lo intenté: no pude dejar de mirar su cuerpo musculoso y bien marcado: sus cuadros del abdomen, su pecho partido y sus brazos tan fuertes y bien marcada su musculatura. Me sentí muy nerviosa. El sudor en su cuerpo lo hacía ver como si estuviera bañado en aceite de los que se usan en el espa.
Yo intenté mirar para otro lado, pero no pude, además quise decir algo, como para reclamarle de por qué se había desvestido sin pedirme permiso, pero no pude. Verdaderamente deseaba mirarlo y moría de deseos por tocarlo.
Él sabía que estábamos solos en mi casa y más que todo: por su cercanía con mi cuñado (esposo de mi hermana Ruth) sabía de mis diecisiete años sin tener contacto de ni siquiera un beso con nadie.
Marcelo, se aproximó hacia mí de manera atrevida y con mirada lujuriosa diciendo.
-¿Que pasa preciosa? ¿Hace cuento que no ves un hombre sin ropa?
-Con la voz entre cortada por los nervios de pensar en lo que podría suceder (y su cedió, es lo que les quiero narrar) solo dije: el último hombre que vi sin ropa, fue mi marido hace más de 19 años.
No sé como sucedió o en qué momento pasó, pero cuando me di cuenta, me tenía tomada de la mano y me dijo:
-Si vamos a pecar, que sea bien. Si estás nerviosa porque solo me ves sin camisa: ¿Cómo te pondrás cuando veas mi pene, que por cierto: muere de ganas por entrar en ti, por todos lados por donde te pueda penetrar?
Sin soltarme la mano y sin decir más, con la otra mano, me tomó de la nuca y me jaló hacia sí, me dio un beso en la boca al cual correspondí con mucho deseo y demasiada pasión. Fingí que lo rechazaba, para no pasar por una mujer fácil, pero a la vez le correspondí con muchísimo deseo.
No sé cuanto duró ese beso, pero tras más de 19 años sin hacerlo, no sé si de mi parte estuvo bien, lo cierto es que mi vagina estaba muy mojada, tanto que se sentía mucho la humedad de mi calzón.
Se apartó un poco de mí, dio dos pasos hacia atrás y con mucha habilidad se despojó (rápidamente) de toda la demás ropa y zapatos. Al bajar su pantalón: de una, se llevó también la trusa o quizá no traía, no lo sé; lo cierto es que cuando se levantó tras haber bajado su ropa y sacarla por los pies, su pene que estaba en una erección digamos a tres cuartos de fuerza, era enorme, o al menos a mí me pareció enorme.
Después de todo lo que pasó que les platicaré a detalle, con su cinta métrica de albañil le medí el pene en su máxima erección y es de 25 centímetros de largo y diez centímetros de circunferencia, su glande es más grueso aún. Digamos que para tener un encuentro sexual tras tantos años son ningún contacto: era el pene perfecto para mí.
Sin decir una sola palabra, como un rayo, me arrodillé ante él y comencé a besar y chupar su pene con mucha desesperación. Recordaba como hacerlo aunque sin práctica, solo trataba de imitar a alguna actriz porno de alguno de los tantos videos que veía en mi soledad.
Mi lengua jugaba con su glande mientras mis manos acariciaban sus testículos y piernas. No quería meter todo ese enorme pene a mi boca porque me provocaba sensación de vómito, esto por la falta de práctica, él solo se recostó de la pared y me dejó que yo disfrutara de ese pene tan perfecto como si fuera el último helado en el desierto.
No sé cuanto tiempo haya pasado así, lo cierto es que disfruté tanto ese maravilloso pene en mi boca hasta que sentí que mis cachetes y lengua estaban cansados por tanto succionar y por todo el movimiento. Tenía la boca muy cansada, pero deseaba beber esa leche calientita que ya comenzaba a gotear.
Sentí las palpitaciones de su pene dentro de mi boca; por lo que supe que ya venía. Derramó sus secreciones dentro de mi boca. No recordaba lo espeso del semen,me provocó sensación de ahogamiento y vómito, pero me tragué lo más que puede.
Cuando sentí que su pene se puso un poco flácido, lo saqué de mi boca y le di un besito en el ojito.
Me dijo:
-Para estar tantos años sin hacerlo, te has portado como toda una experta.
Me sentí muy avergonzada, algo en mí, me acusaba como pecadora. No quería levantarme, no me atrevía a alzar la mirada.
Dándose cuenta de mi situación emocional, con delicadeza y como todo un caballero: se agachó y me ayudó a levantarme. Mis piernas estaban entumidas por haber estado tanto rato arrodillada.
Sentía mucha vergüenza, no podía levantar la cara, pero al mismo tiempo no quería que eso terminara solo así. Me armé de valor y tomé una decisión (de la cual no me arrepiento). Sonreí con picardía e incliné mi cabeza hacia un lado para ofrecerle mi hermoso cuello (tan bellos por lo terso de mi delicada y muy bien cuidada piel). Sin más palabras, comenzó a besarme con delicadeza. Su lengua jugaba en todo mi cuello y mis oídos.
Hacia tanto tiempo que no sentía una sensación así que, me estremecí fuertemente con algunos gemidos, que más parecían gritos. Así estuve varios minutos hasta que tuve un orgasmo.
Como vio que mis piernas no dejaban de temblar, sin detenerse ni un segundo: me dio la media vuelta y comenzó a besar mi nuca, mientras lo hacía, metió sus manos bajo mi blusa y masajeó mis hermosos y firmes senos por encima del sostén. De una sola, me levantó la blusa y me la sacó por encima de los brazos.
Con mucha habilidad, sin dejar de besarme la nuca y parte de la espalda, desabotonó mi sostén (brasier) y, ahora sí, estando mis senos completamente a su entera disposición, me dio media vuelta nuevamente para esta vez quedar de frente. Como es más alto que yo, no podía comerse mis hermosos y perfectos senos, entonces, rápidamente quitó la cortina de la puerta del baño y la extendió en el piso, me hizo recostar sobre mi espalda y mientras me acomodaba, me sacó la falda junto con el calzón. Me dio mucho miedo, sentí mucha vergüenza, además: estaba muy nerviosa. Me sentía como si a esa edad fuera a ser mi primera vez.
Intentó meterse entre mis piernas, pero las mantuve cerradas con mucha fuerza. Sin forzar nada, se recostó a mi lado para comenzar lo que no pudo hacer estando de pie: comenzó a besar, chupar, lamer, mamar y morder mis hermosos senos. Cada lengüetada en mis pezones generaba una corriente eléctrica que iniciaba en el pezón y finalizaba en el clítoris. Mientras le daba placer a mis senos, con una de sus manos me acariciaba el vientre y jugaba con un dedo en mi ombligo, de a veces bajaba la mano a mi entre pierna que aún estaba muy apretada porque tenía las piernas como entrelazadas, una sobre la otra con mucha fuerza. Por las chupadas y tanto placer que le dio a mis senos, sentí que mi cuerpo se puso flojito y a la vez tenso. Mi respiración estaba muy agitada, me sentía como con mucha desesperación. Me retorcía como cuerpo de serpiente cuando le cortan la cabeza. Comencé a tener un nuevo orgasmo. Pude sentir las secreciones que salían de mi vagina. Disfruté muchísimo ese momento.
Ni dije nada, pero pensé: ¿Diecisiete años perdiéndome de esto..? Sí que estoy loca.
Él, con sus manos y boca, recorrió casi todo mi cuerpo a su antojo.
Se colocó frente a mí, y con suavidad me abrió las piernas, en realidad yo las abrí conforme a la indicación de sus manos.
Levanté mis rodillas de tal manera que mis talones se juntaron con nalgas y separé las rodillas lo más que pude. Mi vagina que estaba tan super mojada, quedó totalmente expuesta y a su entera disposición. Antes de darle el primer sorbo a mis jugos del placer, exclamó: estos labios son los que tanto he soñado. Tú vagina es perfecta, Nohemí.
Cuando hizo el primer contacto de su lengua con mi vulva, tuve una contracción tan fuerte que, mis piernas se estiraron y mi cuerpo se puso rígido. Fue algo enteramente involuntario. Por ese movimiento tan brusco, lo empujé muy fuerte, tanto que cayó de espaldas en el piso.
Me sentí avergonzada. No supe que decir. Le mostré mi cara de vergüenza y me senté con la intención de incorporarme, pero cuando él se levantó: miré como su pene erecto parecía una lanza que apuntaba hacia mí. Me quedé sentada en forma de "m", es decir, quedé sentada con las piernas recogidas y recostada sobre mis brazos hacia atrás. Como se dio cuenta, por la expresión de mi rostro, que me sentía avergonzada, se inclinó para darme un beso en los labios, y dijo: no te preocupes, mami: tus actitudes me hacen sentir como que fuera tu primera vez y eso me excita mucho más, porque siento que te voy a estrenar, como que te fuera a desvirgar.
Me hizo sentir segura. Sus palabras me hicieron sentir como si me deseara por amor, no solo por placer.
Con una sonrisa, retomé la posición inicial para entregarle mi vagina a su entero antojo.
Esta vez, no se fue sobre el clítoris, sino que tocó mi ano con la punta de la lengua y al instante la deslizó hacia arriba como si estuviera saboreando un helado. Mi gemido, más pareció un alarido de león. Instintiva e involuntariamente mis piernas se cerraron, pero como su cabeza estaba entre estas, no pude evitar que con la lengua me diera el placer que hacía tantos años estaba anhelando. Mientras apretaba su cabeza con la parte interna de mis piernas, él no podía moverse, pero su lengua experta "escribió" en letras chinas todo el abecedario en mi clítoris.
No sé si yo gemía o gritaba, lo cierto es que mis manos azotaban muy fuerte contra el piso y apretujaba la tela de la cortina sobre la que estaba recostada. Mis alaridos salían con toda la fuerza de mis entrañas y trataba de ahogarlos en la garganta para no llamar la atención de los vecinos (ya que como mi casa está en un una privada, las casas están muy cerca una de otra y estando en el tercer piso, sé que el sonido se va más lejos, además que todos saben que no tengo marido y no quería que se dieran cuenta de mi pecado).
Necesitaba algo para morder, me ponía las manos en la boca para ahogar mis gritos de placer. Alcancé a jalar su camisa que estaba tirada en el suelo, como pude le doblé un pedazo y me lo metí en la boca para morder, mientras mi nuevo hombre escribía todas las letras del abecedario con su lengua en mi clítoris. En ese momento tuve un tercer y muy placentero orgasmo, como esta vez tuve un "squirting", lo bebió como si fuera el único chorro de agua en el desierto. Mi cuerpo quedó completamente flojito, por lo que estuve a su entera disposición.
A pesar de que se bebió mi "squirting", ya con mis piernas flojitas y abiertas, sin dejarme descansar ni un segundo: siguió comiendo mi clítoris y tallando su lengua desde mi mojado ano hacia arriba. Yo ya no reaccionaba, solo me dejaba que hiciera de mí lo que deseara.
Estando así, completamente entregada a que hiciera don mi cuerpo todo lo que deseara, colocó mis pies sobre sus hombros, uno a cada lado de su cabeza. Sospeché lo que haría, quise cerrar los ojos, pero a la vez deseaba mirar la cara del hombre que me estaba devolviendo a la vida. Miré todo el placer en sus ojos al momento que su pene, de una sola entró completamente hasta que sus testículos tocaron mis hermosas nalgas. Mi gemido fue un grito mezclado entre el dolor y el placer. Estoy segura que fue un grito demasiado fuerte que me habrán escuchado en toda la manzana (ya que me había sacado la camisa de la boca). En ese momento, ya no me importó si me escuchan gritar o no: solo quería placer.
No bombeó, solo entró y se quedó así dentro de mí, sintiendo como las contracciones de mi interior le deban placer a su hermoso y enorme pene. Nos estábamos mirando fijamente, disfrutaba contemplar la cara de mi nuevo hombre y él gozaba mirando la cara de la mujer que asegura haber deseado desde que supo que me divorcié.
Sin decir una sola palabra, sacó su pene de dentro de mí y se quedó contemplando la hermosura de mi vagina abierta y cómo rápidamente se cerraba, pensé que me haría más sexo oral, pero no: de una y con muy buena puntería, desde afuera insertó su pene de un solo golpe hasta lo más profundo. En verdad sentí como si me hubiera llegado hasta la garganta. De mi vagina salió un aire que emitió un muy fuerte, similar a una flatulencia. Me dio vergüenza, porque pensé que él creería que yo había soltado una muy ruidosa pluma, pero a la vez pensé que había sido él.
Se quedó así de nuevo, inmóvil dentro de mí. Sonrió y con picardía dijo: no te preocupes, mami: cuando la vagina emite esos sonidos, significa que en verdad está feliz. Si tú gritas de placer, tu vagina también grita por lo mismo.
Sonreí con picardía y comenzó el mete y saca de ese hermoso y enorme pene. Lo hacía de manera muy lenta, tanto que podía sentir cada milímetro de su pene saliendo y entrando en mí. Él estaba disfrutando cada milímetro de mi interior, así lo hizo muchas veces y de pronto aceleró el ritmo como si tuviera electricidad en la cintura. Sentía que se me saldrían los ojos por tanto placer. En verdad gritaba, no gemía: gritaba en forma de alaridos y a veces con sonidos agudos. Aunque meneaba la cabeza de manera descontrolada, pude ver su cara con una sonrisa de satisfacción. Por la expresión de su rostro, me sentí humillada y utilizada; pero lo estaba disfrutando...
Cuando estaba a punto de otro orgasmo: de nuevo bajó la velocidad, y mi orgasmo se detuvo. Fue un orgasmo demasiado lento y duradero en el que pude sentir como mis entrañas iban preparando el lanzamiento de un nuevo "squirting" que salió como manguera de bombero.
En este nuevo orgasmo, quedé rendida.
Se recostó sobre mi pecho y con voz suave (que me hizo sentir amada) me dijo:
-Quiero terminar dentro de ti, mi amor.
-Tengo miedo embarazarme, no estoy operada y como sabrás no utilizo anticonceptivos.
-Déjame abrirte la colita, entonces. Déjame terminar allí.
Me dio miedo, la verdad. Mi ex esposo nunca me tocó el ano. Pero como había visto videos de sexo y en ellos se ve muy natural. Tomé una decisión.
Me quedé callada, lo empujé de encima de mí, él se levantó.
Estando recostada, di media vuelta para quedar acostada sobre mi abdomen, levanté mis caderas, arqueé mi cintura hacia abajo y mantuve el pecho pegado al piso. Estoy segura que él entendió lo que eso significaba.
Cerré los ojos y me entregué de nuevo.
Sentí sus manos acariciando mis hermosas nalgas mientras me decía: eres perfecta Nohemí, tus nalgas, tu culo tan limpiecito: verdaderamente eres perfecta. Oh, Nohemí Andrade Morán, eres perfecta. Guardó silencio para utilizar su lengua... De no haber sido por tener la camisa en mi boca, no sé qué tan fuerte habría sido mi grito de placer cuando sentí la humedad de su lengua en mi ano. En el primer contacto, sentí una descarga de electricidad que entró por mi ano y se fue directamente al clítoris. Grité muy fuerte con el trapo en la boca.
No sé qué tan hermosa sea esa imagen que él me describió después, de lo que sí estoy segura es de que mi ano palpitaba al menos dos veces por segundo.
Saboreó, chupo, besó, succionó y mordió mi ano todo lo que quiso. Lo hizo mucho rato. Yo solo gritaba, manoteaba y me reía muchísimo. Las costillas son muy fuertes e indescriptibles. Estoy segura que dejó de hacerlo solo hasta que se cansó.
Cuando sentí que se acomodó de manera erguida, supe lo que seguía.
Me acomodé más la camisa en la boca y tomé las cortinas con mis manos para apretarlas.
Colocó su hermoso y grueso glande en la entrada de mi ano muy bien lubricado por tanta saliva. Fue empujando lentamente. Yo estaba muy tensa y nerviosa, pero verdaderamente feliz.
Como no podía entrar, se retiró para lamerlo y así humedecerlo e intentar de nuevo. Así lo hizo muchas veces hasta que el glande logró forzar mi apretado esfínter.
Me dolió muchísimo. Apreté los dientes, las manos y los dedos de los pies.
Ni siquiera había entrado, solo el glande estaba forzando mi esfínter. Se retiró de nuevo, sentí su lengua y escuché como si hubiera escupido. Se colocó en posición y empujó un poco más, esta vez sí que entró un muy buen trozo de ese hermoso y grueso pene. No sé qué tanto haya entrado, lo cierto es que sentí que era muy grande, apreté mi colita con todas mis fuerzas, a la vez que mordía fuertemente la camisa y retorcía las cortinas con mis manos.
Se salió de nuevo, escupió más en mi ano y se volvió a colocar, empujó con más fuerza y entró un poco más. Así lo hizo como cinco veces hasta que sentí sus testículos tocando mi vagina; ahí supe que había entrado todo. Aplicó la misma técnica que con mi vagina. Se quedó inmóvil sintiendo las contracciones de mi cuerpo dándole placer a su hermoso pene.
Cuando calculó que la saliva se secaba, se salió de mí, lanzó más saliva y entró, esta vez bombeó dos veces y se quedó inmóvil. Cuando sintió que mi colita se secaba, se volvió a salir y escupió de nuevo para volver a entrar y esta vez bombeó varias veces, no sé cuantas pero más de cinco. Así estuvo utilizando esta estrategia que me daba demasiado placer, cada vez que entraba y bombeaba, yo solo gritaba ahogando ese alarido de placer entre los dientes mordiendo la camisa.
Así me tuvo, empinada y ensartada mientras bombeaba hasta que tuve un nuevo orgasmo.
Con este otro orgasmo, sentí que mis piernas no iban a soportar más y creo que se dio cuenta que ya me iba a rendir, por lo que se apuró al juego del mete y saca para terminar de una vez. Yo ya temblaba de cansancio y placer. Sentía que no podía sostenerme más en esa posición y me dejé caer de golpe. Supene salió como si algo lo hubiera disparado bruscamente hacia afuera.
Me quedé tirada bocabajo ya sin moverme, yo ya había tenido lo que tanto había estado deseando. La verdad no me importó si él había terminado o no, yo estaba feliz.
Sentí que con fuerza me tomó de la cadera par darme la media vuelta para quedar recostada sobre mi espalda. No hice ningún esfuerzo ni por cooperar ni por poner resistencia, sencillamente me dejé manejar.
Me colocó boca arriba, puso mis pies sobre sus hombros, como cuando entró en mi vagina, pero esta vez fue para entrar en mi colita. Yo ya no tenía fuerzas de nada, sencillamente lo dejé hacer en mí lo que quisiera.
Mojó su pene con mis jugos vaginales, se colocó en posición y una vez listo para entrar: dio una embestida que casi me saca los ojos. Como ya no tenía el trapo en la boca: me salió un gemido que más que gemido fue un grito de entre placer y dolor, algo así como Ooommmgggg... Pero demasiado fuerte.
Estoy segura que todo el vecindario estaba imaginando y disfrutando el show sexual por el escándalo que yo estaba haciendo, pero ya no me importaba.
Quiero hacer esta acotación: a partir de esa tarde, ya mis vecinos no me respetan y de manera despectiva me dicen: "la mimí".
Retomando: en ese momento, mi cuerpo reaccionó por inercia natural, es decir, mi ano se apretó mucho, ahí fue donde utilicé todas mis fuerzas finales. Él, disfrutó y me hizo gozar muchísimo en el juego del mete y saca en mi primer anal. De vez en cuando se salía completamente para mojar su pene con mis jugos vaginales. Así me tuvo hasta que con un suspiro-gemido: se derramó dentro de mí. No sé qué tanto semen haya salido de su pene, pero sentí como si hubieran sido litros de leche caliente que inundaron no solo mi esfínter, sino todo mi intestino.
En realidad pensé que me saldría semen por la boca. Mi esposo, nuca me tocó el ano, por lo que este primer anal me dejó en éxtasis.
Una vez que se vació completamente, dejó de bombear y se quedó dentro de mí hasta que su pene se volvió flácido y salió por sí solo.
Con mucha delicadeza, bajó mis piernas de sus hombros, se recostó a mi lado para abrazarme. Me dio un hermoso beso en los labios. Es todo lo que recuerdo.
No sé si me dormí o si me desmayé; lo cierto es que: cuando reaccioné, estaba tirada en el suelo, sobre la cortina, cubierta con una toalla. Me sentí muy humillada. Me quedé llorando de vergüenza. No sabía que horas eran, solo sé que lloré mucho y cuando intenté levantarme: no pude, mi ano me dolía y ardía mucho, sentía como si tuviera arena en mi interior o algo así como si hubiera ido al baño estando estreñida y hubiera comido alimentos muy condimentados.
Me levanté con mucho esfuerzo, mis piernas estaban muy débiles y temblorosas; sentía como mi vagina palpitaba conforme a los latidos de mi corazón. Como puede, tomé una ducha en mi baño nuevo, pero mi ropa no estaba aun en esa recámara, así que me envolví en la toalla y bajé a la habitación donde dormía en esos días y estaba mi ropa. Me vestí como de costumbre: mi falda larga y una blusa con mangas. Fui a la mesa porque moría de hambre. Estaban mis hermanas, quienes me miraron con ojos de coraje.
Mi hermana Ruth (que es mi cuata) me cuestionó fuertemente diciendo:
-¿Qué has hecho Nohemí? ¡Caíste en pecado! Son más de las once de la mañana y en toda la colonia solo se habla de ti, de lo que hiciste anoche. ¡No te vayas a atrever a cantar así en la iglesia! Tanto cuidarte para venir a caer tan bajo. Al menos se hubieran ido a un hotel o a algún lugar donde nadie los conozca, ¿Pero aquí en la colonia de la iglesia? ¡Te pasas, Nohemí!
No dije nada, solo agaché la mirada, me serví los alimentos y comí en total silencio. Todos en la mesa me hicieron sentir como si fueran fantasmas, todo en absoluto silencio. Cada bocado, me pasaba con dolor en la garganta y sentía que masticaba muy lento aunque quería hacerlo de prisa.
Las miradas y murmuraciones contra mí, son muy crueles desde entonces.
Después de ese encuentro con Marcelo, mi nuevo hombre, vinieron muchos encuentros más, pero ya no en mi habitación.
Después de tantas escapadas a diferentes hoteles, creo que su esposa comenzó a sospechar algo y en ocasiones escucho que me dicen: "la quita maridos" o peor aún: "la ramera de la colonia".
Como Marcelo, me dejó plantada varias veces y, obvio: con las ganas de al menos un orgasmo, y considerando mi mala reputación en la iglesia: tomé una decisión:
Pensé: Yo, con este cuerpazo que tengo, siendo mujer sola y sin compromiso, ¿voy a estar sufriendo de escasez financiera y rogándole a un hombre para que me coja? ¡Ya no más!
A finales de octubre, de ese mismo 2019, decidida a vender mi cuerpo al mejor postor, me fui a una plaza muy famosa de la ciudad, no fui con la ropa habitual que ocupo para la iglesia, sino que me vestí con algo que hace lucir mis hermosos atributos.
Un hombre, cuarentón, intentó seducirme: yo cooperé. Fue mi primer encuentro sexual a cambio de dinero. No fue una experiencia de placer, pero sí me dio una buena ganancia económica. Desde entonces, voy a la plaza, tres veces por semana y de ahí, con algún conquistador de cualquier edad, nos cruzamos al hotel de enfrente.
He tenido entre mis piernas a jóvenes y adultos de diferentes edades. Por la belleza de mi cuerpo, cobro muy bien y les doy servicio completo.
De estos encuentros, les platicaré en otros relatos.
Es este mi primer relato.
Gracias por leerme.