Mi amigo masajea los pies de mi novia

Tras varios comentarios de un amigo acerca de los pies de mi novia, esta decide comprobar su gusto por sus pies ante mi perpleja mirada y sin poder reaccionar.

MI AMIGO MASAJEA LOS PIES DE MI NOVIA

Un amigo que vive en otra ciudad distinta a la mía se quedaba el fin de semana a dormir en casa, cosa que solía hacer cada vez que venía a nuestra ciudad, ya que en ella tenemos amigos en común. Yo por entonces vivía ya en mi casa, pero aun no con Sonia, mi novia, que solía quedarse a dormir solamente los fines de semana. Como otros fines de semana, salimos el viernes a cenar con amigos y luego a tomarnos unas copas, como suele ser habitual. Sonia, mi novia, es una chica morena, de pelo largo, delgada y muy guapa, realmente una chica que llama la atención por donde va. A esto se le une que suele ir vestida de forma muy elegante casi siempre. Como era final de verano, ella estaba realmente morena, tiene un color de piel muy oscuro pero brillante en el periodo de verano. Suele usar siempre bonitos zapatos de tacón o sandalias en verano, lo que resalta enormemente la belleza de sus lindos pies. En época de verano, sus pies suelen tornarse muy morenos, quedando solo ese pequeño filo blanco en el contorno justo por encima de la planta de sus pies, que siempre lleva con uñas bien pintadas. Cuando calza zapato de tacón, el arco de sus pies se pronuncia, con pequeñas arrugas morenas e igualmente brillantes, reflejando la suavidad de sus pies. Aquella noche ella iba vestida con un pantalón corto tipo short con dobladillo, que estilizaba mucho su trasero. Por encima llevaba un top de color blanco escotado, con flores blancas, y unos zapatos de tacón blancos con la puntera recortada, que permitían asomar sus dos últimos dedos de los pies, pintados de color plateado. Yo mismo no paraba de mirar esos zapatos en toda la noche, ella sabe que me encantan. Mi amigo Fran, igualmente, le hizo un comentario acerca de lo lindos que eran esos zapatos, a lo que Sonia sonrió, y el comentó que el color de uñas era muy bonito igualmente. Yo escuché eso con curiosidad, y observé como Fran se fijaba en lo pies y zapatos de Sonia. No sabía como reaccionar, así que callé como si de un comentario natural se tratara.

Ya a altas horas de la madrugada, regresamos los tres a casa a dormir. Una vez en casa, debido a que ya habíamos tomado varias copas, fuimos todos a dormir. Una vez en la habitación, Sonia se tumbó directamente en la cama, y como es habitual, aproveché para descalzarla, masajerale suavemente sus doloridos pies, suaves, calentitos, y que desprendían ese aroma increíble que solo sus pies tienen. Como acto reflejo, y con mi corazón a 100, besé y lamí sus pies como otras veces, cosa que a ella le encanta. Antes de lamerlos, yo aprovecho siempre para olisquearlos durante un buen rato, sobre todo en esos momentos en los que sus pies han salido de sus zapatos tras todo el día.

Estando lamiendo sus pies, y con cierto grado etílico en lo alto, Sonia me recordó lo que Fran había comentado de sus pies. Ella me preguntó si yo pensaba que a Fran le gustaban sus pies, como a mí. Yo respondí que era muy probable, ya que al igual que ella oí los comentarios que Fran hizo, y vi como el miraba sus pies. Como ninguno de los dos conocemos a otra persona que sea fetichista de los pies, pensamos entre los dos que al día siguiente ibamos a poner a prueba a Fran a ver si era fetichista o no. Sonia me decía que podría ser divertido hacerlo, y a mi en ese momento se me disparó la mente y me puse muy excitado al pensar que Fran tocaba los pies de Sonia. Con algo de vergüenza se lo dije, a lo que ella respondió:

Pues, mira, como mañana me levantaré con los pies muy dolidos, le pediré a Fran que me los masajee después de comer en el sofá de casa mientras descansamos.

Fue muy extraño, ya que eso que me dijo me puso a 100. Mientras me decía todo eso, yo lamía sus pies aun con más ganas, y acabamos haciendo el amor de forma muy salvaje, debido también al grado de alcohol que llevábamos.

Nos despertamos al día siguiente tarde, al igual que Fran. Como Sonia no tenía ropa de recambio, se tuvo que vestir igual que la noche anterior, con los mismos zapatos pues. Mientras yo preparaba la comida, Fran y Sonia esperaban tumbados en los sofás del salón. Yo pensaba que Sonia olvidaría lo sucedido la noche anterior, pero mi sorpresa fue que al llegar de la cocina al salón, Sonia había puesto sus pies en lo alto de una mesa baja frente a los sofás, a plena vista de Fran. Ella se había desprendido de uno de sus zapatos, así que mantenía sus hermosos pies sobre la mesa. Estaban ambos charlando, vi como Fran miraba sus pies, y ella le estaba comentando cuanto le dolían debido a los zapatos del día anterior. Fran le dijo entonces que si le molestaba que le miraran los pies, a lo cual ella dijo que no, que no le molestaba, que lo que le molestaba era el dolor, que necesitaba un masaje. Yo estaba de nuevo con el corazón a 100, y me dijo:

Oscar, me das un masaje después de comer?

No, le respondí, estoy muy cansado

Pues me lo das tu, Fran?

Si, -dijo, como quieras, pero a ver si Oscar se molesta.

No, respondí yo con cara blanca sin poder articular más palabra.

Y fue así, que comimos con toda naturalidad sin volver a hablar de ello, sin creer yo aun lo que había dicho antes Sonia.

Tras la comida, yo me tumbé en el sofá de dos plazas, y Fran y Sonia al lado en el de tres. Vi como Sonia dudaba un poco en que hacer, y pasado unos minutos dijo a Fran: - Chicos, y mi masaje qué? Oscar, tu no?? Yo quedé quieto y sin responder, y fue entonces cuando ella puso sus pies de nuevo calzados en lo alto de las piernas de Fran. Este quitó sus zapatos, y me miró. Yo dije: Adelante, a ver quien le quita un capricho a Sonia. Fran tomó sus zapatos, y los olió. Dijo que olían muy bien, yo no podía creer lo que pasaba. Sonia rió un poco, y puso por un momento la punta de su pie derecho bajo la nariz de Fran, que algo sonrojado lo olió, y rápidamente empezó a masajear la punta de sus dedos. Yo intenté quitar la mirada, y él empezó a frotar sus dos pies con fuerza pero con suavidad. Sonia le decía que tenía un poco de cosquillas, y Fran reía levemente. Él empezó entonces a pasar sus dedos entre los suyos, y no paraba de mirar lo que hacía. Mientras, yo hacía como el que miraba la tele, al igual que Sonia y Fran, pero no paraba de mirar. Fran decía que eran unos lindos y suaves pies, muy gustosos de masajear. Sonia le preguntó entonces que si le gustaban a él sus pies. Él, muy sonrojado, no sabía que decir. Sonia dijo entonces que a mi me gustaban mucho, y que incluso se los chupaba a veces.

No podía creer que Sonia dijera eso, me puse rojo y empecé a reir, al igual que Fran. Ella le dijo entonces que se los chupara, que a ella le gustaba. Yo le dije a Fran entonces que era una broma de Sonia, y que no tenía que hacerlo. Pero ella acercó sus dos pies a la cara de Fran, el cual empezó a lamerle los dedos. Ella empezó a reir, y yo un poco. Viendo que yo no decía nada, el empezó a lamer sus pies con muchas ganas, y pasaba su lengua por todos los dedos. Así estuvieron como tres minutos, hasta que Sonia le dijo que ya bien, que continuara con masaje. Tras varios minutos, Fran paró a petición de Sonia. Creo que entonces el estaba casi sudando de los nervios, al igual que yo. Sonia le dio las gracias a Fran, y le dijo que con toda esta tontería ya no le dolían sus pies. Cambiamos de tema como si tal cosa, pero yo tenía aun una gran excitación imposible de contener. Fran marchó al cuarto de baño pasado un rato, imagino que para descargar su gran excitación. Pasada una media hora, se fue de casa, ya que le había telefoneado una amiga nuestra para ir a tomar café. Cuando Fran se hubo marchado, miré a Sonia, y le dije que estaba loca, y que se había pasado. – Pero, te has puesto a cien, a que sí?? No nos dio tiempo a ir a la habitación e hicimos el amor de forma brutal durante el resto de la tarde, no puedo recordar cuantas veces lo hicimos. Puedo decir que fue la vez que más excitado he estado en mi vida. No hemos vuelto a repetir la experiencia, pero siempre la recordamos, y aun nos excita mucho aquella situación vivida, en la que pudimos comprobar que Fran era realmente fetichista de los pies, al igual que yo. Imagino que él tampoco lo olvidará, aunque nunca hemos vuelto a hablar con el de aquel día.