Mi amigo el calzonazos II
Continúan mis encuentros con Pablo, el calzonazos que por fin ha sacado carácter
Habían pasado dos días desde mi encuentro con Pablo, y aún no nos habíamos vuelto a ver. Aunque había disfrutado, no podía evitar sentirme humillado por como me había usado, más aún cuando mi intención inicial había sido ponerle la polla gorda y no dejarle descargar luego. Habíamos acordado repetir y yo tenía claras mis intenciones: follármelo. Siempre me había puesto cachondísimo su culazo de gimnasio, y en más de una ocasión había caído una paja a su salud, por lo que no iba a dejar escapar la oportunidad de penetrarlo ahora que estaba tan cerca. Estaba seguro de que si en nuestro próximo encuentro adoptaba una pose más masculina y dominante Pablo se plegaría a mis órdenes, al fin y al cabo las mujeres siempre le habían mangoneado y lo del otro día no había sido más que un arrebato fruto del calentón acumulado que llevaba encima.
Era viernes por la tarde, y me llegó un mensaje suyo. "Clara se pira en un par de horas a pasar el fin de semana fuera con unas amigas. Cuando se haya ido voy a tu casa". "Ok", contesté yo, habíamos acordado no ser explícitos por escrito por si su novia le registraba el móvil. A partir de ahí empecé a planear como actuaria luego.
Pablo llegó a las pocas horas. Lo recibí con unas mallas que uso para hacer deporte o para este tipo de ocasiones, que me marcan bien el paquetón, y sin camiseta. -Pasa conmigo- le dije, y le llevé hacia la habitación poniéndole la mano en el culo, era una forma de ir avisándole de lo que se le venía encima. Él se sorprendió pero tampoco pareció desagradarle, y me dejó sobarle en el camino de la entrada a la habitación. Según entramos me lancé a besarle con agresividad y fuerza y empecé a desnudarlo. Antes de que Pablo pudiera hacer su primer movimiento, le metí las manos por debajo del calzoncillo y continué sobándole el culo, masajeando sus cachetes, y empecé con mis dedos a tocarle el ano, sin metérselos. Ahí entendió lo que me proponía
Apartó su boca del morreo que nos estábamos dando y dijo: - ¿Qué pretendes hacer conmigo?-. -Lo sabes muy bien, te voy a follar como la zorrita que eres-. De primeras pareció que iba a negarse, pero luego su expresión cambió y se le dibujó una sonrisa. -Bueno, si te portas bien...- me dijo. Vaya cabrón, no me lo iba a poner fácil, se veía que yo no era el único con ganas de de desquitarse por nuestra última quedada.
Pablo se quitó el calzoncillo, quedando ya en pelotas. Nos tumbamos en la cama, yo aún llevaba las mallas y me las empecé a bajar, pero Pablo me detuvo y me las volvió a subir. -No necesitas quitártelas aún- dijo con la misma sonrisa de cabroncete que antes, que todo sea dicho me puso muy cachondo. Aprendía rápido. -Ahora me vas a comer la polla- me ordenó. Para mí eso no era ningún problema, me lancé gustoso a su rabazo y comencé a chuparlo a conciencia, metiéndomelo hasta la campanilla mientras con la mano le sobaba los huevos. Él estaba tumbado bocarriba, con los ojos cerrados y las manos detrás de la cabeza. -Oooohhh, esta es la mejor mamada de mi vida, que bien la chupas pedazo de guarra-. Sabía que le encantaría, las mujeres no saben chuparla como nosotros y menos la estrecha de su novia. Al rato me apartó la cabeza de su tranca y se puso a cuatro patas, mostrándome ese pedazo de culo que la naturaleza y el deporte le habían dado.
Yo me acerqué a él deseoso de ensartarlo en mi polla, pero me detuvo con sus palabras. -No te emociones, machote, no te estoy ofreciendo mi culo, sólo quiero que me la chupes desde atrás. Y cuidadito con meterla donde no debes o o cobras-. Vaya mamón, me había creado falsas esperanzas con toda la intención. Las cosas no estaban saliendo como yo esperaba, Pablo era un verdadero experto en esto, tantos años siendo un huevón con mujeres calientapollas le habían servido para algo después de todo. Me tragué el orgullo y me dispuse a chupar, la verdad es que la visión de su polla, culo y huevos que tenía desde esa perspectiva era espectacular y me puso aún más caliente. Al poco rato, me sujetó por la cabeza y empezó a ser él el que me embestía, me estaba follando la boca con todas las de la ley. Fue acelerando el ritmo de sus embestidas, yo a ratos sentíaque me ahogaba con su pollón, hasta que sin previo aviso se corrió y su leche me inundó la boca. Me tenía agarrado por la cabeza, por lo que no me quedó más remedio que tragarme su corrida. El muy capullo me la había jugado pero bien, ya se había corrido y yo aún ni me había quitado las mallas.
-Así me gusta, buena chica- me dijo, y me dio una palmadita en la cara.-Bueno, voy al sofá a ver la tele un rato- añadió. -¿Qué?¿No irás a dejarme así?- dije yo cabreado. -Tranquilo, campeón luego seguimos pero ahora quiero descansar un rato-. Fuimos los dos hacia el salón, Pablo ni se molesto en ponerse los gayumbos. Me senté en el sofá, yo pensaba que Pablo se pondría a mi lado pero en su lugar se sentó sobre mi polla empalmada, solo la fina tela de las mallas separaba mi rabo y su culo. Aquello era demasiado. Puso un partido de fútbol, a mí no me gusta nada y en cualquier caso no me habría podido concentrar en nada de lo que echaran. De vez en cuando Pablo restregba el culo contra mi paquete y yo le sobaba lo que me dejaba, pero no hacíamos nada más. Estuvimos así un buen rato, yo me iba volver loco.
-Vamos a la cama- dijo al fin. Me llevó de las manos a mi propio cuarto y se metió en la cama. Yo le seguí detrás y me lancé a besarlo. Después de un breve morreo dijo: -Bueno, hoy estoy muy cansado y ya he tenido suficiente, hasta mañana-. Dicho esto, apagó la luz, se vistió el calzoncillo y se puso de espaldas a mí, ubicando a conciencia su culo contra mi paquete. Que hijo de puta. Me había usado como había querido, pero esto no iba a quedar así. Yo no tenía la fuerza de Pablo y no podía obligarlo a follar como había hecho él conmigo la vez anterior, así que decidí esperar a que se durmiera y follarlo a traición. Con el calentón que llevaba, era absolutamente incapaz de dormir, él en cambio estaba relajado y satisfecho y enseguida empezó a roncar. Aproveche el momento, con cuidado le bajé los calzones y me eché hacia atrás para coger impulso.
Sin embargo, antes de habérsela metido se dio la vuelta, y con la agilidad y fuerza de un atleta me agarró el brazo y me inmovilizó, colocándome boca abajo y él encima mío. -¿Creías que me follarías a traición, eh puta barata? Me parece que aún no te has enterado de quien manda aquí. Eres mi puta y harás lo que te ordene-. -Si sacaras con tu novia la mitad de carácter que conmigo, hace tiempo que hubiese dejado de mangonearte como a un perrito, calzonazos-. Dije eso sin pensar, conducido por la rabia y la humillación.
-Tú lo has querido- contestó. Al igual que la otra vez, me metió la polla entera de una estocada.- ¿Quién-manda-aquí?- gritó, acompañando cada palabra de una fuerte embestida. Yo no podía hacer otra cosa que gritar. Repitió la pregunta y las sendas embestidas. -¡¡¡Tú, tú Pablo!!!- dije yo, sin otra salida que rendirme y someterme. -Así me gusta. A partir de ahora, nos veremos para follar cuando yo diga, donde yo diga y tú harás exactamente lo que te diga. ¿Queda claro?-. Decía esto con su polla dentro de mí, yo le dije que sí a todo para contentarlo. -Pues bien, ya que hemos empezado no voy a quedarme a medias- dijo. Empezó otra vez a follarme, rápidamente y con violencia. También me agarraba del pelo, me pellizcaba los pezones y me daba azotes en el culo. Contaba con que sería rápido, pero esta vez parecía querer recrearse, y estuvo quince minutos dándome por el culo con fuerza. Se le notaba la forma física y el aguante de un deportista. Finalmente, se corrió dentro de mí, inundando mi culo con su semen.
-Bien zorrita, ahora vamos a dormir. Espero que por hoy no hagas más tonterías-. Dicho esto, comenzó a dormir poniéndome la mano sobre el culo, y yo me quedé a su lado humillado, adolorido y cachondísimo.
Continuará...