Mi amigo, el boliviano

Un hombre maduro conoce a través de Internet a un muchacho boliviano. El chico asegura que es mayor de edad, aunque no lleva encima la documentación. Mantienen un encuentro sexual pero, cuando el mayor insiste en que le muestre su documento para asegurarse que es mayor, el joven se enoja y comienza ainsultarlo.

Me considero todavía un hombre joven a mis 56 años y, desde que enviudé, (hace solo 5), he procurado vivir la sexualidad al máximo. Siempre con las debidas precauciones, pero procurando darle el máximo placer a mi cuerpo serrano.

Yo desconocía por completo las enormes posibilidades de contactos que existían en Internet, pero uno de mis hijos me insistió mucho en que nos conectásemos a la Red. Él, además, me convenció argumentando que Internet era un instrumento muy valioso para sus estudios y que si yo me animaba, acabaría por gustarme. Finalmente accedí y contraté una línea de banda ancha.

Al principio, -debo confesarlo-, me hacía unos líos tremendos, pues no comprendía porqué me echaban de algunos foros sin ningún motivo aparente. Luego descubrí que era por que yo siempre escribía con mayúsculas y eso, según supe mucho después, es como gritar y está muy mal visto en la red.

Los foros en los que me solía conectar siempre eran de lo más inocente. Desconocía que había páginas de sexo explícito y mucho menos, de contactos gays. Pero poco a poco fui adentrándome en la red y sintiéndome atrapado por ella.

Mi primer contacto serio fue con un muchacho mexicano que, -supuestamente-, se había ilusionado conmigo. Al parecer le gustaba mucho cómo le escribía, pues pensaba que yo era profesor o periodista. Entablamos una gran amistad, pero nos faltaba conocernos, ya que -por entonces- yo no tenía web-cam. Pero tan pronto como pude me hice instalar una y, a partir de aquel momento, podíamos vernos siempre que nos conectábamos.

Esas fueron mis primeras experiencias en un terreno totalmente nuevo para mi. Ignoraba que muchos hombres, de todas las edades, aprovechaban la red para masturbarse por cam. Y poco a poco me fui dejando llevar, en una modalidad que me resultaba cada vez mas atractiva. Así conocí a muchos jóvenes latinoamericanos, pues, por la hora a la que yo solía conectarme, eran los que mas frecuentaban las páginas de contactos. Yo aún no había superado la pérdida de mi esposa y padecía insomnio, por lo que solía conectarme a altas horas de la madrugada. Así fue como fui adentrándome en esta actividad que cada vez me atraía más.

En cierta ocasión encontré una página en la que "colgué" un anuncio que obtuvo muy buenos resultados. Yo deseaba conocer a muchachos de entre 18 y 30 años, y enseguida me contestaron jóvenes de todo el mundo. Pero quién llamó poderosamente mi atención fue un muchacho boliviano que se encontraba en mi misma ciudad. Aquello era magnífico, pues no se trataba de tener sexo virtual sino real, aquí mismo, al lado de mi propia casa.

Por aquellos días, el último de mis hijos había decidido mudarse a vivir con su novia y yo me había quedado solo en mi casa. Eso era algo que no me agradaba del todo, pero al mismo tiempo, me otorgaba una independencia y una libertad que antes no tenía. Así que, rápidamente me puse en contacto con aquel muchacho boliviano y quedamos en vernos en un céntrico parque. Ya nos habíamos visto antes por cam, pero a veces cambiamos mucho cuando nos vemos en persona y no podía evitar el sentir ciertos temores de rechazo por su parte, o que el muchacho no fuera de mi agrado. Pero me hacía una gran ilusión este primer encuentro y, en el lugar exacto, estuve esperando que apareciese David, (así se llamaba el chico), para conocernos.

A los pocos minutos de llegar yo, vi. que se acercaban dos muchachos que se despidieron unos metros antes de donde yo estaba. Uno era David, no había la menor duda, pero éste no parecía tener más de 15 ó 16 años, aunque él me había asegurado que era mayor de edad. Yo no soy ningún pederasta, ni me gusta el sexo con niños, pero este muchacho me gustaba excesivamente y, cuando se me acercó, me saludó muy sonriente dándose a conocer. Lo primero que hice fue preguntarle qué edad tenia. El me dijo que acababa de cumplir los 18 años, pero su cara era de un muchacho dos o tres años más joven. Le pedí que me mostrase su documento de identidad, pero él me aseguró que se lo había dejado olvidado en casa. Yo no sabía que hacer; lo deseaba con todas mis fuerzas, pero no me atrevía a acostarme con un menor por miedo a las consecuencias legales que esto podría acarrear.

David me insistía en que era mayor de edad y que no tuviese ningún reparo, al tiempo que me suplicaba venir a casa para acostarse conmigo. ¡¡Dios mío!!, una delicia de muchacho y yo lo estaba rechazando. Él me insistió, me rogó, me suplicó… y yo estaba luchando contra mis propios instintos. Finalmente accedí, con la condición de que, en cualquier otro momento, en cualquier otro encuentro, si esto sucedía, debía mostrarme su documento de identidad.

Nos dirigimos a mi casa y le propuse ducharnos. Él me dijo que prefería ducharse sólo, pues le daba mucha vergüenza hacerlo conmigo. Yo respeté en todo momento sus deseos y, cuando él se hubo duchado, lo hice yo mientras que David me esperaba en la cama.

Cuando acabé de ducharme, entré en la habitación y él me pidió que apagase la luz. Era un chico extremadamente tímido y no quería mostrarse desnudo delante de mi. Así que hice lo que él me pidió; apagué la luz y me metí en la cama con él. Se notaba que estaba muy nervioso y traté de tranquilizarlo, pero él me dijo que era la primera vez. ¡¡Santo Dios!!. Un bombón de muchacho y encima virgen. Y estaba allí, para mi solito… ¡¡Qué dicha más grande!!.

Pero su nerviosismo no le impedía mantenerse erecto y buscar mis genitales con gran interés. Él quería a toda costa que yo le penetrase, pero traté de calmarlo y comenzamos con juegos preliminares con el fin de que él se relajase para facilitar unas relaciones plenas.

El agarraba mi polla y se la comía con ansia. No era un experto, pero me daba mucho placer sentir aquella boca joven, succionando mi verga con avidez. Mi estado de excitación era enorme y en algunos momentos tuve que rogarle que parase para no eyacular en su boca.

Su enorme capullo estaba completamente lubricado y él lo restregaba contra el mío, en unos movimientos realmente placenteros y excitantes. Pero no permitía que encendiera la luz para poder ver la joya que tenía entre mis manos. El insistía en que lo penetrase y, bajo las sábanas, (pues era invierno y hacía frio), colocó mi polla sobre su culito virginal, para que yo entrase en su interior. Hoy, algunos años después, no puedo evitar que mi verga se ponga muy dura, mientras recuerdo aquellos momentos.

Inevitablemente, le hacía mucho daño, pues como digo, David era virgen. Opté por buscar un lubricante en mi botiquín y encontré una crema que nos fue de gran utilidad como solución alternativa. Unté mi polla y su culo, introduciendo un dedo, luego dos, poco después tres dedos y, cuando consideré que el muchacho estaba bien lubricado, me coloqué sobre la cama, pidiéndole que el se colocase encima de mi, al tiempo que con mi polla buscaba su ano. A pesar de la lubricación, él gemía de dolor, pero insistía en que la metiese más y más. Al fin, cuando estaba toda dentro, comenzó a cabalgar sobre mi, en un galopar sin precedentes, mientras gemía de dolor y de placer. En esa sensación y mientras yo le masturbaba, al tiempo que él cabalgaba sobre mi, nos corrimos casi a un tiempo. El, sobre mi pecho, inundándome de su semen caliente y joven. Y yo, dentro de sus entrañas, lo que hizo aún más placentero aquel orgasmo, al sentir mi leche caliente en su interior.

Después nos abrazamos y reposamos durante un rato. El me pidió algo de comer, pues decía que tenía hambre. Traté de ofrecerle dinero, pues pensaba que tenía necesidades, pero el lo rechazó. Evidentemente, él no se estaba vendiendo, ni yo quería pagar a un puto. Pero habiéndolo conocido, me conmovió bastante y quise compensarlo de alguna manera. Pero él sólo aceptó, (así me lo pidió), una recarga de 10 euros en su teléfono móvil, cosa que yo, desde Internet le conseguí, ya que su saldo se había agotado.

Cuando nos despedimos, le hice saber que si había una próxima vez, no sería posible sin antes asegurarme de su edad, pues, en modo alguno, quería verme involucrado en un caso de corrupción de menores. David me aseguró que así lo haría y, a los pocos días, se puso nuevamente en contacto conmigo para un nuevo encuentro.

Quedamos en el mismo lugar que la vez anterior y, puntualmente, David se presentó a la cita, esta vez solo. Le pedí que me mostrase su documento de identidad, pero una vez más me dijo que lo había olvidado. Nuevamente me sentí frustrado, impotente, desolado… Yo quería sentirlo de nuevo entre mis brazos, pero no quería arriesgarme a cometer algo ilícito. Me encontraba entre dos aguas. Por un lado lo deseaba con todas mis fuerzas, pero, por otro lado, no quería tener problemas con la justicia. Finalmente pudo más la razón que el corazón y, comprendiendo que era menor de lo que él mismo confesaba, decidí cortar con aquel muchacho. Él se molestó muchísimo, pues, -según me dijo-, se había ilusionado bastante conmigo y casi se había enamorado. Luego comenzó a insultarme gritándome cobarde, cabrón y maricón, pero yo me alejé inmediatamente de aquel lugar, lamentando todo lo ocurrido.

Durante algunos días estuve muy intranquilo temiendo que él se presentase en mi casa y me montase un número comprometedor. Pero no fue así y hoy doy gracias a Dios de que este episodio quedase en el olvido… ¿En el olvido?. ¡No!; No puede quedar en el olvido, porque yo no le he olvidado. Sigo pensando en el y hoy, algunos años después, me gustaría encontrarlo y poder realizar con él muchas de las cosas que no pude hacer por aquellos miedos y temores.