Mi amigo Clítoris (1)

Mi preocupación por el placer femenino y su falta de uso, han motivado que me decida a escribir esta guía de la masturbación.

Mi preocupación por el placer femenino y su falta de uso, han motivado que me decida a escribir esta guía de la masturbación. ¿Nunca os habéis preguntado por qué en los consultorios sexológicos suelen hacer cursillos destinados a que las mujeres conozcan mejor su cuerpo y se adentren sin miedo en el autoplacer? ¿Os imagináis el mismo ejemplo en masculino, que un hombre entre en la consulta del urólogo y le diga: "doctor, no sé hacerme una paja, ilústreme"? Resultaría tan increíble y absurdo que sólo daría opción a pensar en una proposición indecente.

Sin embargo, volviendo al asunto femenino, estos cursillos gozan de gran aceptación, a pesar de su elevado precio. ¿A qué se debe este gran desconocimiento de la mujer hacia su cuerpo y sus posibilidades eróticas? Primero aclarar que no he estudiado sexología ni he leído libros sobre el tema. Mis argumentos se fundamentan en las conversaciones con amigas, mi propia experiencia y el sentido común.

Ideologías enfermizas. Nuestra mayor bendición, la inteligencia, es también nuestro mayor defecto. Siglos y siglos de cultura, de estudio y fe para alejarnos de nuestra naturaleza más básica: la sexual. Parece que todo lo bueno ha de ser espiritual y mental, mientras que lo físico es tachado irremediablemente de perjudicial. Nunca he entendido por qué hemos de vivir como fantasmas incorpóreos si resulta que estamos hechos también de carne. No tiene sentido, estamos negando lo que somos. La mujer, debido a que su fisiología soporta mejor la continencia sexual, se ha adaptado excesivamente bien a la ablación cultural y luce con orgullo su virtuosismo. Palabras y adjetivos como "guarra", "puta", son todavía utilizados por las mismas mujeres para referirse a sus congéneres sexualmente activas.

Herencia genética. Hace tan poco que las mujeres éramos esclavas en una sociedad patriarcal que sospecho que, a pesar de que nuestro mundo predique la igualdad de género, las nuevas generaciones de féminas todavía arrastran cierta sumisión. Nos falta amor propio, respeto por nuestro cuerpo, sentirnos dueñas de nuestras vidas, y eso provoca que creamos que nuestra sexualidad pertenece a nuestra pareja, que es nuestra obligación dársela en bandeja y renunciar al placer en solitario.

Omisión en la adolescencia. La naturaleza dicta, y cualquier tratado sobre sexualidad por muy antiguo que sea lo corrobora, que el adolescente siente un gran impulso a explorarse. No es raro que en la infancia se experimente placer con el roce de ropas y objetos pero es en la adolescencia cuando hay una intención clara de provocar ese placer

y llevarlo al clímax. Los chicos no parecen tener problemas con esa etapa de su vida, salvo el habitual de no manchar las sábanas o ponerlas a lavar antes de que su madre las vea. Las chicas, en cambio, pueden mostrarse contrarías a toquetearse, bien por pudor, culpabilidad o exaltación de la virginidad. Si una jovencita sobrevalora la virginidad, es posible que quiera llegar a la primera vez inmaculada e inocente como una niña.

¿Qué pasa cuando esa primera vez para la que se estaba reservando llega en la vida adulta? La mujer se ha saltado una etapa indispensable y no puede volver atrás, al menos no de forma espontánea. Su cuerpo le resulta extraño y se hace indispensable una presentación formal.

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Nadie nace sabiendo, el conocimiento es algo que se adquiere en diferentes pasos. Una mujer que desconozca su cuerpo, posiblemente le cueste dar el primer paso por pensar que debe empezar por el final: alcanzar el orgasmo. Noooo. Craso error. De esa manera sólo conseguirá sentirse más frustrada ante su torpeza y desistirá a los pocos intentos.

Lo primero son las presentaciones : "Hola, me llamo Fulanita" – "Yo soy Clítoris" – "Encantada de conocerle, hace tiempo que había oído hablar de usted" – "Igualmente. ¿Quiere pasar a tomar una taza de te?". Y cuando haya más confianza ya podremos tutearnos.

Es difícil presentarse a alguien sin verle la cara. Recomiendo, para evitar el problema de lumbares, utilizar un espejito. Enfocar bien el asunto, a ser posible con luz, lo del sexo a oscuras es para niveles superiores. Es frecuente que un clítoris que nunca haya sido estimulado, viva escondido bajo su caparazón y no sepamos localizarlo. Que no cunda el pánico. Todas las mujeres lo tenemos situado exactamente en el mismo lugar: coronando los labios menores.

Si se muestra tímido y no quiere salir, no hay que abordarle con brusquedad, mejor humedecer un dedo con saliva y llamar a la puerta. "Toc, toc". Pequeños toquecitos, acabará por responder. Si todavía no se atreve, podemos estirar un poco la piel que lo cubre y veréis que asoma la cabecita. Es una monada ^^ Cuidado con frotarle con excesiva fuerza cuando está así desprotegido, es muy sensible y puede resultar doloroso, mejor seguimos con los toquecitos húmedos. Si nos sentimos cómodas, podemos pasar a otros movimientos un poco más intensos: circulares, de arriba abajo, presionándolo entre dos dedos, etc. Pero siempre bien humedecido para que la fricción no resulte desagradable.

Podría ser que estando en estas presentaciones, surja de pronto el orgasmo y os llevéis un susto, un alegre susto. Tranquilas. Tomaos vuestro tiempo para analizar la experiencia, dejad que el pequeñín se recupere y podréis seguir buscando nuevas sensaciones. Lo normal es que el orgasmo no aparezca si no colaboráis con una fantasía, pero eso se aprende en lecciones posteriores, lo importante en estos primeros pasos es que os vayáis familiarizando con el jardín que tenéis entre las piernas. Ya habrá tiempo para orgasmos.

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Superada la primera presentación, cuando ya seamos capaces de vendarnos los ojos y tocar con la punta del dedo el clítoris sin equivocarnos, podemos pasar a la siguiente fase: entablar una profunda amistad .

Una velada con música suave, cena para dos (el Clítoris y tu), velas y detallitos románticos, puede estar bien de vez en cuando, pero las verdaderas amistades se hacen con el día a día, tan solo necesitáis un poco de intimidad. Cualquier momento es bueno para entablar conversación: en la cama mientras leéis un libro, en la cocina mientras se acaba de hacer el arroz, tal vez sentada en la tumbona de la terraza con una manta encima mientras contempláis el ancho cielo, en el lavabo mientras dejáis fluir el agüita amarilla... No me pongáis esa cara de susto, seguro que lo habéis pensado... Pues dejad de pensad y actuad.

Por supuesto, a medida que avancéis en vuestras prácticas, os daréis cuenta que el chirri es algo más que un clítoris. O, como se comienza a leer en los tratados de sexología, que el clítoris es un órgano (merece el tratamiento de órgano) del que sólo vemos la puntita y que sus terminaciones nerviosas se extienden por todo lo ancho de nuestro amado sexo. Tanto rollo en el capítulo anterior para encontrar al susodicho para que ahora os aconseje la expansión. Pues nada, a expandirse. Acariciaos la vulva con la palma de la mano, jugad con los labios (por ejemplo, cerrando los mayores como si fuera una ostra con los menores en su interior), con la yema del índice repasar el contorno del ano suavemente, deslizaos por el perineo (la zona entre el ano y la vagina)... Si la excitación comienza a ser apremiante, pasad a las caricias húmedas del interior de los labios menores, el territorio de la vagina. No os preocupéis por mojarla con saliva ni ningún otro lubricante, si estáis debidamente excitadas, se humedece por si sola con un flujo claro y transparente muy agradable al tacto y al paladar. Podéis acariciaros toda la zona, incluido el pequeñísimo agujero de la uretra, es muy placentero, pero no seáis brutas si no queréis sufrir las consecuencias de un roce excesivamente violento.

De pronto os entra la tentación... Y si... Pues claro que sí. Es vuestro agujero y es vuestro dedo, todo queda en familia, jejeje. Acariciaros por dentro. No se trata de meter el dedo y chaca-chaca, no, no sois actrices porno que tengáis que demostrar ante las cámaras cuan dúctil es vuestra vagina, simplemente notad la presión que ejerce ese dedo canalla, sentid el calor de la carne, reconoced el placer y aumentarlo allí donde se presente con más intensidad. Si luego queréis meter más dedos o jugar con algún objeto, tipo el mango de un cepillo, sois libres, tan sólo escuchad lo que os dice el cuerpo, si dice basta, es basta.

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Y ya que hemos empezado a hablar de mangos de cepillos, es de suponer que habéis alcanzado un grado de confianza importante en vuestra relación (amorosa) con el amigo Clítoris y la fauna y flora de vuestra región intercontinental. Ha llegado la hora de improvisar.

No voy a escribir un listado interminable con los muchos juegos que podéis inventar, precisamente porque entonces ya no serían "inventados", sino dictados. Pero me atreveré a ofreceros algunas sugerencias para despertar vuestra imaginación dormida.

Wake up , Bellas Durmientes.

Fruta. ¿Sabéis por qué en las largas veladas romanas había tantos fruteros al alcance de los comensales? Dudo que entonces se tuviera plena conciencia de las vitaminas A, B y C. Una cereza sacada de la nevera, de piel lisa y suave, que entra.. flop... y sale... ¿Lo pilláis? ¿Qué tal acariciarse con una fresa mordida por la mitad? Lo del plátano es un clásico pero cuidado porque sin piel se rompe con facilidad y con piel es demasiado duro y lleno de aristas. Frutas ácidas mejor no, irritan. Las uvas son muy sensuales pero que no estén demasiado maduras para que no se espachurren por dentro. De ser así, no pasa nada, empujad hacia afuera, que yo os aseguro que todo lo que entra sale.

Jaleas y cremas. Mermelada, miel, leche condensada, crema de cacao, nata, yogur, natillas, flan... ¿Qué os apetece desayunar hoy? ^^ Después del juego, no olvidéis la higiene.

Objetos cotidianos. Bolígrafos, mangos de cepillo, cepillos de dientes eléctricos, envases, el mouse... Tan sólo vigilad que estén limpios, que no haya riesgo de rotura y que no tengan bordes que puedan provocar heridas. No los utilicéis enchufados a la corriente. Jugad con sentido común, por favor.

Agua. Incolora y sin sabor pero no insípida. No hay elemento más gratificante que el agua caliente lanzada a presión. ¿Nunca lo habéis probado? Pues ya estáis tardando. Esta noche, ducharos a conciencia, jejeje.

Y jabón. Un jabón íntimo, que no irrite, es ideal para un masaje a conciencia, con exploración interna incluida. No hay mejor lubricante.

Tejidos y plumas. Podéis experimentar acariciándoos con diferentes texturas: seda, raso, tejido grueso... El secreto está en que el roce sea superficial, tampoco se trata de hacer la colada con flujo vaginal. En el sexo, no todo ha de ser agresivo, intensos frotamientos y mete-saca y saca-mete. Las caricias sutiles son a veces la mejor experiencia o un buen preámbulo para una larga noche de acción.

Guantes de látex. No en la manera en que se utilizan en la consulta del ginecólogo, sino para acariciaros todo el cuerpo. Vuestra propia mano enfundada de suave látex, da la sensación de pertenecer a otra persona. Probad con un ligero masaje en los senos, el vientre y el interior de los muslos. A qué mola, jejeje.

Tangas. Esto lo aprendí de mi breve incursión en el BDSM. Girad el tanga de manera que la parte fina quede delante, la presión de la tira sobre el clítoris hará el resto.

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Cómo podéis comprobar, el placer no se esconde en las vitrinas de un sexshop ni cuesta dinero. Vive en nuestra mente, algo atontado en algunas ocasiones, pero ahí está. No obstante, para aquellas que hayan alcanzado un nivel avanzado de autoexploración y quieran disfrutar también de la amplia gama de productos que ofrece la industria erótica, he creado un pequeño listado con los juguetes más básicos y sus características .