Mi Amigo Álvaro 01
Álvaro, un compañero gay del colegio, me iniciará en los placeres del sexo entre hombres y, por fin, me estrenaré como un bisexual completo (primera vez gay y dominación solapada).
Mi Amigo Álvaro
Buenos días, soy Garganta de Cuero y quiero darles la bienvenida a otra serie mía, además de darles las gracias por toda la atención que me han dado. Voy a comenzar aclarándoles que esta es la misma serie que publiqué anteriormente y con el mismo título. Lo que pasa es que la retiré porque quería cambiar la historia de Ricardo, el protagonista, pero luego decidí no hacerlo. Así que aquí se las traigo de nuevo en su versión original íntegra.
Como siempre los invito a enviarme sus opiniones y comentarios a mi correo electrónico, con gusto los leeré. Besos y abrazos para todos
Garganta de Cuero.
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I
Estaba tomándome un café en una pastelería (no me gusta mucho el alcohol), era uno de esos días en que te apetece estar solo, recordar viejas historias y perderte dentro de los laberintos de tu mente. No estaba pasando por los mejores momentos de mi vida, a mitad de mi primer año universitario me embargaba la nostalgia por el colegio y por mis viejas amistades. Ya saben como es, uno pasa toda su niñez y adolescencia odiando y tratando de dejar la escuela, y toda su adultez recordándola con cariño.
Sentía nostalgia en especial por mis amigos, por aquellos que siguieron su camino lejos… como el Ko, mi mejor amigo, mi hermano, el tipo que cambió mi forma de ver el sexo con sus juegos pervertidos. Saben a qué me refiero, están al tanto de mi vida sexual (si es que leyeron mis relatos anteriores), saben de mi amigo el Ko y del juego de voyerismo/exhibicionismo que mantuvimos en el colegio. Conocen a mi madre, esa insaciable y sumisa mujer que me inició incestuosamente en el sexo y saben también que descubrí a su lado que si un hombre logra dejar de lado esos nefastos prejuicios machistas, tan propios de nuestras sociedades latinas, puede experimentar un placer con el que jamás soñó: sexo anal. Pues bien, ¿cuál creen ustedes que será el siguiente paso que daré en el desarrollo de mi vida sexual?
El Ko ya no estaba en el país, su padre lo mandó a una universidad en Corea (Ko es mitad coreano) para que su familia lo tuviera bien vigilado. Era de esperarse, Ko se la pasaba inflingiendo todo tipo de reglas, así que creo que esa medida era algo que no debió tomarnos por sorpresa. Y tampoco debía sorprenderme sentirme así, eso de adaptarme rápido a los cambios no es lo mío.
Y allí estaba yo, rumiando recuerdos cuando entraron 2 hombres, reconocí a uno de ellos de inmediato, era Álvaro, uno de mis compañeros de promoción. Quise levantarme y saludarlo pero me detuve al ver sus ojos hinchados y llorosos. Pero lo que de verdad me dejó clavado en mi silla fue el tremendo beso que el otro tipo le dio en los labios. ¡El Álvaro era gay, Dios mío! Bueno, tampoco era algo que yo no supiera, me enteré en el colegio, por pura casualidad, pero tampoco era de conocimiento público.
Me senté ipso facto y traté de encogerme y desaparecer mientras el hombre que lo acompañaba se despedía de él y salía. Pero la buena suerte no estaba de mi lado ese día (o más bien si), Álvaro me estaba viendo y, por su gesto de horror, adiviné que se había dado cuenta que los había visto (se puso hasta pálido). Dudó un momento, de pié en la puerta, pero luego se dio la vuelta y se dirigió a paso resuelto hacia donde yo estaba… ¡mierda!
– ¡Ricardo!… hola… ¿cómo estás viejo? – tomó asiento a mi lado, rojo como un tomate.
– Bien… bien… allí… pasándola… – si acaso Álvaro aun tenía alguna esperanza de que yo no lo hubiese visto recibir ese beso, mi actitud nerviosa y bobalicona derrumbó toda esperanza.
– Vos… nos viste… – no era una pregunta, era la constatación de un hecho. Yo solo pude balbucear algo y encogerme de hombros. Álvaro comenzó a tratar de explicarse nerviosamente, balbuceaba y varias veces se le rompió la voz y hasta lo vi temblar. También noté que los ojos se le llenaban de lágrimas, sentí mucha pena por él, así que lo interrumpí.
– Álvaro, mirá, yo respeto la vida de los demás y no me gusta meterme en ella ni juzgar, así que lo vos hagás en tu privacidad no es asunto mío… no necesitás explicarme nada.
– Gracias vos… – me sonrió visiblemente aliviado – pero porfa… no le contés a nadie…
– Yo no vi nada… – le dije y volvió a sonreír.
– Gracias… es que no quiero tener que lidiar con las habladurías de la gente.
– Si, si, te comprendo… aunque te recomendaría que no se besen tan apasionadamente en lugares públicos como este. – ahora nos reímos los 2.
– Es que Giovanni es un mula… – dijo y, sin que yo se lo pidiera, me comenzó a contar su historia.
Resulta que Álvaro sabía desde su pubertad que no le gustaban las mujeres, no entró en detalles, pero me dejó entrever que su primer experiencia fue con un compañero mayor que de seguro yo conocía. El tal Giovanni era su relación de ese momento, era un italiano bastante mayor que él que, por lo que discerní de la conversación, estaba casado (él era “la otra”). Percibí en su tono un vejo de amargura e insatisfacción, él aun estaba dentro del armario y vivía con el miedo de que su familia y amigos se fuesen a enterar. Lo frustraba mucho no poder vivir su vida como quien realmente era y tener que aparentar siempre frente a los demás. Por ello encontraba un desahogo en poderse abrir conmigo.
– ¿Sabés una cosa Ricky? Siempre te percibí como alguien diferente al resto de nuestra promo. No te relacionabas mucho con los demás, no participabas en la bulla y el relajo ni tomabas parte en la molestadera de algunos imbéciles. Te veía como alguien callado e introvertido que no permitía que los demás se acercaran demasiado, ni que se metieran contigo…
– Bueno, en eso me ayudaba el Ko…
– Si, ¿quién en su sano juicio iba a meterse con Carlos Ko? – reímos – Me sentía identificado contigo por un lado, porque no parecías sentirte parte del grupo, como yo. Pero por el otro me intimidabas, te veías tan reservado que pensé que nunca podrías aceptar a alguien como yo…
– Tenés razón en que no me sentía parte del grupo… nuestra promo estaba llena de gente muy… superficial y a mi no me criaron así. Pero te equivocás en el otro punto, ya vez que siempre tuve la mente más abierta que el resto… además yo no soy homofóbico. – no fue mi intención, de verdad, pero hice demasiado énfasis en ese último comentario y se oyó como una provocación.
– Mmmm, ¿quisiera saber qué tan poco homofóbico sos realmente? – ¡eso sí era una provocación! No sé porqué, pero la idea de que Álvaro me estuviese echando los perros me gustó… Le respondí despacio y pensando en cada palabra, al final decidí tirarme al agua…
– A las pruebas me remito, – dije – ¿tenés ganas de comprobarlo personalmente? – una enorme sonrisa de victoria se extendió por en el rostro de mi amigo, de oreja a oreja. Luego le echó una mirada muy significativa a mi taza vacía y yo comprendí lo que quería, pedí la cuenta de inmediato.
Cuando salimos del café íbamos en silencio y en un ambiente tenso, pero no pesado, sino más bien ansioso y expectante. Álvaro me lanzaba miradas llenas de una mezcla de incredulidad y calor, estaba claro que yo lo calentaba. Por mi parte también iba incrédulo, no me creía todavía lo que estaba a punto de hacer. Y sin embargo no me detuve, mi pene ya estaba parado y listo para lo que se avecinara, pensaba que luego de todas las cosas que había experimentado este era el siguiente paso. En realidad no me daba miedo, tuve suficiente tiempo para probar mi hombría y masculinidad y me di cuenta que era una cosa de actitud, no de cuántas mujeres te podás coger.
– Si te parece podemos ir a un departamento que conozco… – dijo Álvaro, y luego de una incómoda pausa continuó – es donde Giovanni y yo nos vemos… – vio mis reservas en los ojos y se apresuró a seguir – vamos a estar solos y cómodos, fue su esposa la que lo llamó en el café y ya sé que no vuelvo a saber de él hasta dentro de un par de días… – no pudo evitar decir aquello con amargura.
Fuimos en silencio la mayor parte del trayecto, yo no atinaba a decir nada y él se limitaba a verme con ojos llenos de deseo. Allí conocí una nueva faceta de él, la del joven seductor y sensual, actuaba casi como una dama excitada, mordiéndose los labios y jugando con su cabello y el mío con los dedos, con ademanes afectados y muy femeninos. Me di cuenta que ese era el verdadero Álvaro.
Conduje hasta una zona pudiente de la ciudad, en donde se localizaban la mayoría de edificios de departamentos que hay en la capital, el suyo era uno de esos, definitivamente el tal Giovanni tenía pisto. Cuando entramos al elevador Álvaro se puso meloso, empezó a acariciarme el cuello y los hombros, pegando su cuerpo hambriento al míos. Su mirada, dulce y excitada, examinaba mi rostro, imaginé que buscaba algún indicio de molestia de mi parte. Pero no fue así, extrañamente no me repelió, aunque tampoco puedo decir que me sentí muy a gusto, recordemos que aquello era nuevo para mi así que me sentí extraño en primera instancia, pero también cómodo.
Él entró primero al departamento, un recinto de 3 piezas que incluía sala con una cocina/comedor y 2 habitaciones, más un baño. Álvaro se detuvo frente a la puerta de la habitación principal, volteó a verme con ojos encendidos y, un poco titubeante, me preguntó:
– Bueno Ricky… ¿pasamos adentro? – mi torpe asentimiento (moviendo la cabeza de arriba abajo) dio por iniciado el encuentro.
Álvaro me regaló una sonrisa radiante y se quitó la camisa allí mismo, entró mientras se desabrochaba el cinturón y dejaba en el camino sus mocasines. Entré detrás de él y lo encontré bajándose el pantalón, me sorprendí al ver que llevaba una tanga masculina, negra y con la tirita bien metida entre las nalgas, redondas pero pequeñitas. No había cambiado casi nada, seguía siendo bajito y delgado como un fideo, de piel morena clara y complexión delicada. Su cabello negro rizado si había cambiado, ya no lo tenía corto como nos lo exigían en el colegio, ahora lo traía en un estilo “cuidadosa y esmeradamente despeinado”. Largo y cortado como en capas, caía sobre su rostro y nuca como un techo de paja más hecho. Además es su rostro de rasgos finos podían verse unas cejas cuidadosamente depiladas.
Estuvo desnudo antes que yo pudiera decir algo, por lo visto temía que me echara para atrás. Tenía la verga ya bien parada (llevaba los genitales totalmente depilados) Me tendió la mano y me condujo hacia la cama, allí me invito a que me acostara. Y luego, con los ojos brillantes de deseo, me dijo:
– Voy a volverte loco de gozo Ricky – me dijo en un susurro con su voz atiplada, que sonó más dulce y aterciopelada que nunca – y vos a mi…
– ¿Y cómo voy a hacer eso? Acordate que esta es mi primera vez con un hombre… – le respondí. Él me miró con unos ojos al rojo vivo del deseo y una sonrisa visiblemente excitada.
– Rompiéndome el culo como un verdadero macho… y no pensés en mi como un hombre, que hoy soy una hembrita hambrienta y dispuesta a satisfacerte, Ricky… – entonces, de un movimiento rápido me bajó el bóxer y dejó mi pene afuera, mi largo y grueso pene enrojecido, venoso y bien parado, listo para la guerra – ¡Dios mío Ricardo, mirá este gran leño! – exclamó sorprendido, recuerden que calzó un animalón de 23 cm y bastante grueso.
– No te me vas a rajar ahorita… – le dije con una sonrisa.
– No, ni loco… ¡vos no salín de aquí hasta que no me hayás dejado bien cogido con esta cosota!
No me dio tiempo de decir nada más, me lo metió rápidamente a la boca dispuesto a mostrarme toda su habilidad como mamavergas. Inició con mi glande, redondo y ancho, lamiéndolo y succionándolo suave y lentamente pero sin detenerme, mientras masajeaba vigorosamente el resto de mi falo. Subía la vista para verme a la cara, complacido de mis muecas de placer que lo estimulaban a hacerlo mejor. Pronto la mitad de mi falo desaparecía dentro de sus fauces, de las que escurrían abundante saliva que lo dejaban todo brilloso, mi amiguito había desarrollado una esmerada técnica.
En una de esas se reacomodó sobre la cama, se arrodilló en un ángulo de 45º con mi cuerpo y me sorprendió pasándome un tubito con lubricante, una cálida y calenturienta miradita fue todo lo que necesité para entender. Tomé un buen poco y comencé a masajearle el ano, presionando poco a poco, el primero dedo entró como Juan por su casa, el segundo costó un poco más, con el tercero tuve que esforzarme y tener paciencia. Él me incitaba a más:
– ¡¡¡OOOOOHHHH, SIIIIIHHHH!!! ¡¡¡Meteme más dedos Ricky, dejame bien abierto!!!
Álvaro era verdaderamente una perra caliente e insaciable, tenía los ojos en blanco y respiraba con agitación, se tragaba mi pene hasta que se le cortaba la respiración y se lo sacaba hasta que ya no aguantaba más. Igualmente movía las caderas, buscando que mis dedos ingresaran más adentro de su ser. Noté como su respiración se iba acelerando, como su pecho se hinchaba cada vez más, sabía que estaba a punto de alcanza al clímax, por lo que me le saqué los dedos y lo detuve.
– ¡Ricardo, DEJAME, VOY A TERMINAR! – protestó.
– No te voy a dejar acabar así… no tan rápido… – le dije, y rápidamente él cambió su cara de fastidio por una sonrisa porfiada y un gesto desafiante.
Álvaro se me acercó y comenzó a besarme el cuello, a lamérmelo y chupármelo despacio, bajando un poco cada vez. Se prendió de mis tetillas sacándome varios gemidos de placer (eso me encanta). Noté que mi respiración ya estaba muy agitada, yo también ya estaba a punto, entonces, antes que llegara a su objetivo y se lo metiera en la boca, lo detuve por segunda vez.
La mirada de Álvaro fue igualmente desafiante, pero ahora había un vejo de picardía que me puso loco. Me separé de él y me puse de pié, procedí a desnudarme pues aun estaba medio vestido. Quedé desnudo frente a el, me di cuenta que le gustó lo que vio, pues sin ánimos de presumir, me mantenía muy bien y siempre fui un buen bocado. Me parece que en este punto sería conveniente que me describiera para aquellos que no me conocen. En aquello días era un joven delgado y atlético de 1.70 más o menos, con los músculos marcados por el ejercicio. Mi piel era morena, mis ojos cafés claros, mi cabello negro rizado, corto. Eso si, estaba armado con una verga de 23 cm y bastante gruesa.
– ¿Me querés coger ya Ricardo? – me preguntó con una suave, dulce y sensual voz.
– ¡Desde que te vi! – le respondí.
– ¿Querés que te guíe?
– No… sos el primer hombre con el que voy a coger, pero no el primer culo que taladro. – le dije.
– Bueno… entonces vení, ya estoy listo… – se acostó boca arriba y yo lo jalé para que quedara con las caderas justo en la orilla de la cama y las piernas abiertas en alto. Me coloqué un condón, le apliqué un poco de lubricante y me puse en medio de sus muslos, con mi pene parado y palpitante, apuntando a ese culo delicioso listo para ser ejecutado –¡¡¡AAAHHHH AAAGGGHHHH!!! – gimió cuento presioné contra su entrada y comencé a entrar.
No empujaba mucho ni presionaba con mucha fuerza, su ano estaba tan abierto ya que apenas opuso resistencia a que mi largo pene se deslizara dentro de él. Logré encajársela entera sin mayor dolor y hasta haciéndolo gozar. Y yo, ¡qué sensación! Reconozco que a nivel fisiológico, penetrar un ano masculino no es muy distinto de hacerlo con uno femenino. Pero el saber que era un hombre el que estaba gimiendo como loco… eso si me puso a 1000.
– ¡¡¡¡AAAAHHHH, RICARRRDOOOOHHHH, OOOOOHHHHH RIIIICKYYYYYHHHHH!!!! – Álvaro respiraba agitadamente y me veía con los ojos encendidos de fuego, sonriéndome como una puta en celo y pidiéndome más – ¡¡¡¡AAAAGGGHHHH… dame duro Ricardo, haceme tu putaAAAAGGGHHHHH!!!!
Le levanté las piernas, me las puse sobre los hombros y me le eché encima, él me abrazó y rodeó por el cuello, nos fundimos en un beso tímido al principio, pero rápidamente se convirtió en un intenso intercambio de pasión, en donde nuestras lenguas parecían danzar solas. Fue mi primer beso con un hombre. Perdimos el escaso control que aun nos quedaba y nos entregamos enteramente a la lujuria. Empecé a barrenarle las entrañas dura y violentamente, casi salvaje, resoplando como toro embistiendo.
– ¡¡¡AAAAAAGGGGGHHHHH!!! ¡¡¡OOOOOOOOHHHHH!!! ¡¡¡ME ESTAS PARRTIENDOO, ME ESTAAAASSS PAAAARRRRTIEEEENNDDOOOOOGGGHHHH!!! – berreaba mientras mi ariete se abría paso casi por la fuerza entre sus apretadas carnes. Le gustaba ser dominado y tomado con fuerza, gemía y gritaba, deleitándose con la embriagante mezcla de dolor y placer.
– ¡¡AAAHH!! ¡¡UUUMMMFFF!! ¡¡¡OOOHHH!!! – por mi parte solo era capaz de bufar mientras continuaba apaleándolo sin parar.
Me cogí a mi amigo de esa manera como por 10 minutos, sin descanso ni sosiego, hasta que él me quitó de encima empujándome con las piernas. Se puso en 4 en el centro de la cama y me esperó, moviendo el culo como una perrita le mueve la cola a su dueño. Desde mi posición vi su ano enrojecido y formando un boquete un poco grotesco, pero tremendamente morboso. Rápidamente me coloqué detrás de él con una rodilla clavada en el colchón, coloqué mi glande en la entrada y presioné, mi pene se deslizó suavemente hasta el fondo de su ser.
Fue el mismo Álvaro quien comenzó a clavarse a sí mismo, moviéndose vehementemente hacia atrás para que mi talega se le encajara más profundo. Yo lo tomé de las caderas y lo ayudé con el movimiento acompasándome con él, las embestidas se oían como aplausos y estremecían su delicado cuerpo desde la cabeza hasta los pies. De pronto lo tomé del pelo con una mano y eso lo excitó más aun.
– ¡¡¡¡OOOOOOOHHHHH, SSSIIIIIIIHHHHHHH, DOMINAME RICKY, HACE TU PUTA!!!! – sus deseos eran órdenes, lo tomé del pelo con más fuerza y empecé a darle de nalgadas, eso pareció enloquecerlo – ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHHH, MMMMMMGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡SSSIIIIHHHHH!!!! ¡¡¡VOY A ACABAR RICKY!!!… ¡¡¡¡¡AAAAAAOOOOOOOUUUUUGGGGGHHHHHHH!!!!! – en medio de gritos y fuertes sacudidas, Álvaro derramó sobre el edredón, como chorro a presión, una gran cantidad de semen, sin tocarse ni nada, quedé muy impresionado.
Yo tampoco pude continuar por más tiempo, el placer y el morbo que sentía acabaron por rebalsar mis fuerzas. Me salí de Álvaro y rodé a un lado de la cama, por mi rostro congestionado y mi respiración irregular supo que estaba a punto. Rápidamente se volteó hacia mi cuerpo, me arrancó el condón y atrapó mi pene con los labios, succionando estaba cuando acabé.
– ¡¡¡¡UUUUUGGGGGGGHHHH… AAAAAAAHHHHHHH!!!! – mi cuerpo se tensó y estremeció mientras un largo y furioso rugido escapaba de mi garganta – ¡¡¡¡AAALVAAAAROOOOHHHH!!!! ¡¡¡¡OOOOOHHHH, POOOORRRRRDIOOOOSSSSGGGHHHH!!!! – fue uno de los orgasmos más memorables de mi vida, el primero que tuve al lado de otro hombre.
Álvaro cayó agotado sobre mi cuerpo, los 2 cubiertos de sudor, yo habría querido que aquello durase más, pero dado que fue mi primera vez con un hombre, juzgué que había sido más que un éxito. Él, poco a poco, se fue arrastramos hacia arriba hasta acurrucarse a mi lado como una cariñosa y muy bien servida amante. Me besó con ternura y me lamió el sudor de la mejilla.
– Mañana me va a doler mucho el culo… – me dijo y los 2 empezamos a reír como idiotas.
Continuará…
Garganta de Cuero
Envíenme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, besos ya abrazos.