Mi amigo

Mientras yo estaba abajo chupando verga, mi primo le quitó la camisa a Juan, dejando al descubierto el mejor tórax que había visto en mi vida. Subí mi mano hacia su abdomen y comencé a acariciarlo, fascinado del tacto que tenía. Era como si acariciara una roca cubierta de piel. Luis y Juan se besaron mientras yo colocaba mi otra mano en el trasero de mi primo, metiéndole un dedo por el ano.

Aquel día estaba muy nervioso. Iba hacia la casa de mi primo Luis. Sería la primera vez que nos veríamos después de aquella vez en que habíamos hecho Nada Especial (Nombre de un relato anterior). Lo mejor, era que en esta ocasión tendríamos la casa para nosotros solos todo el día. Había sido un lío convencer a mis padres para que me dejaran pasar el día con mi primo, pero finalmente lo había conseguido.

Llegué a su casa al mediodía, aunque nos habíamos quedado de ver a la una. En cuanto mi primo abrió la puerta se sorprendió.

-¡Gerardo! ¡Llegaste temprano!

-Bueno, sí -le contesté-. Es que no podía esperar.

Mi primo me hizo pasar al interior. Se respiraba un ambiente muy tranquilo en la casa. Nadie que llegara en ese momento sospecharía que iba a pasar.

Aquel día Luis estaba vestido con unas bermudas holgadas y una playera un poco más ajustada. Yo por mi parte iba de jeans y playera un poco ajustados, con lo cual se notaba claramente el bulto que llevaba en la entrepierna.

Mi primo me miró atentamente y reparó en mi entrepierna.

-Pero si ya vienes más que listo -comentó.

-Me gusta estar preparado -le respondí.

Se acercó a mí, y tomándome del trasero me jaló hacia él. Puso sus labios contra los míos e inmediatamente metió su lengua en mi boca. Al mismo tiempo que sentía su lengua en contra mis dientes y mi paladar, pude sentir la dureza de su pene; el cual había quedado contra el mío.

Mientras nos seguíamos besando, mi primo comenzó a mover sus caderas, de tal manera que nuestros penes se estaban frotando. A pesar de que teníamos toda la ropa puesta era muy excitante estar así.

Después de un rato mi primo se dio media vuelta y comenzó a frotar su trasero contra mi pene.

-¿Te gusta? -me preguntó.

-Me encanta -le respondí.

Lo rodeé con mis brazos y empecé a frotar su pene con mis manos. No sentía con claridad su forma, pero me fascinaba.

-No recordaba que estuvieras tan bueno primito -expresé sin dejar de frotar su pene, mientras mi boca besaba su cuello.

-Ni yo que lo hicieras tan bien -me dijo mientras ladeaba su cabeza para permitirme mayor libertad al besar su cuello.

-Pues ya hay que vernos más seguido -le dije.

-Sí, estoy de acuerdo. Pero por ahora vamos a disfrutar -me dijo mientras se separaba de mí.

Me tomó del brazo y me llevó hasta su cuarto. Cuando llegamos a la puerta me dejó ahí y él se fue a acostar a la cama. Abrió las piernas, y usando sus manos estiró las bermudas a la altura de su cadera para resaltar su bulto.

-¿Te gusto así primito? -inquirió él.

-Más que eso -le contesté.

Me acerqué a la cama y una vez ahí comencé a tocarle las pantorrillas, las cuales estaban totalmente cubiertas de vello. Fui subiendo lentamente hacia sus piernas, metiendo sus manos bajo sus bermudas. Una vez en las piernas comencé a masajearlas. Puse mi boca a la altura de su pene y sentí un palo durísimo que pugnaba por salir.

-Ya lo tienes bien duro -comenté.

-Es que está ansioso por tocarte la garganta -me respondió él.

Yo sonreí y subí más las manos. Cuando mis dedos dieron contra su calzón yo comencé a frotarlo, y momentos después a meter mis manos por debajo de éste. Me pareció inusualmente pequeño, y me preguntó que clase de calzoncillos usaría mi primo. Sentí sus huevos peludísimos y su tronco, aquel tronco grande y grueso que también yo ansiaba tener en mis labios.

-A ver, espérate -dijo de pronto mi primo.

Saqué mis manos de debajo de sus bermudas, él se puso de pie y se las quitó. De inmediato dejaron a la vista la clase de calzoncillos que llevaba puestos mi primo: una fabulosa tanga roja.

-¿Te gusta? -me preguntó-. La compré especialmente para esta ocasión.

-¡Es fantástica! -le dije.

Estiré mi mano y rocé su pene sobre la tanga. Su glande asomaba por arriba, por lo que éste lo pude acariciar directamente.

-¿Por qué no la vez por detrás? -me preguntó mientras se daba la vuelta.

Observé atentamente sus nalgas. Estaban desnudas a excepción de un hilo de color rojo que se perdía entre las dos. Las tomé entre sus manos y comencé a darles un masaje.

-¡Oh, sí! -exclamó mi primo.

Yo estaba muy entretenido ahí. Separé sus dos nalgas con mis manos y entonces removí aquel hilo que estorbaba mi camino. Observé la entrada al interior de mi primo, y al rozarla con un dedo ésta se contrajo involuntariamente. Acerqué mi boca a aquel agujero, y como si fuera la boca del ser amado le di un beso. En aquel beso mi lengua participó activamente, entrando lo más al fondo posible de aquel agujerito que me volvía loco.

-¡Oh, es genial! -gimió mi primo con evidente placer.

Yo movía mi lengua disfrutando perversamente del sabor de su ano, y mientras tanto con mis dos manos sobaba sus nalgas.

Después de un rato saqué mi lengua y mi primo me puso de pie. Me quitó la playera lo más rápido que pudo y me empezó a besar el pecho mientras acariciaba mi pene con su mano.

-Lo tienes muy bien primito -me dijo con una sonrisa coqueta.

-Bueno, pues ya ves… y ahora puede ser todo tuyo -le respondí.

Se separó de mí y me desnudé completamente. Mi primo me recostó en la cama y acercó su boca a mi pene. Empezó a comerse mi verga lentamente, sin ninguna prisa, disfrutando de cada centímetro de mi herramienta.

-Eres un puto -le dije mientras empujaba mi polla hacia el fondo de su garganta.

Él, lejos de separarse, dejó que mi pene entrara totalmente en su boca.

-¿Verdad que sabe muy rico? -le pregunté mientras le acariciaba la cabeza.

Mi primo no pudo responder porque no quiso despegarse de mi verga, pero bastaba ver como mamaba mi pito para saber que disfrutaba igual o más que yo.

Estábamos gozando a lo grande cuando sonó el timbre de la casa. Mi primo dejó de mamármelo, y la verdad a mí aquello me molestó.

-Deja que sigan tocando -le dije, ansioso por volver a la acción. Lo tomé por la cabeza y dirigí su boca hacia mi pene.

-Voy a ver quién es -me dijo zafándose de mi mano, ignorando completamente mi petición.

Se levantó, tomó una toalla y salió del cuarto. Yo me quedé acostado sobre la cama, algo enojado pero ansiando que mi primo regresara para volver a lo que estábamos.

Oí que abrían la puerta y una breve conversación. Cuando oí que cerraban la puerta me emocioné y froté mi pene.

Mi primo llegó a la puerta del cuarto.

-Te tengo una sorpresa -me anunció.

Aquello me confundió. ¿Qué clase de sorpresa podría haber preparado mi primo? Casi inmediatamente obtuve la respuesta. En la puerta apareció un chico de la edad de mi primo, que sin embargo poco tenía que ver con él, ya que el chico en cuestión era más musculoso y guapo.

Me senté en la cama y el chavo y yo nos quedamos viendo fijamente a los ojos. El dio unos pasos hacia delante, se desabrochó el pantalón y comenzó a masturbarse.

Mi primo se sentó detrás de mí y empezó a acariciar mi espalda.

-¿Te gusta Juan? -le preguntó al chavo.

-Está más bueno de lo que me imaginé -respondió Juan.

Yo me sonrojé un poco con aquel comentario. Observé atentamente aquel pene que Juan tenía entre las manos. Era un pene curvo y largo, mediría unos veinte centímetros. Mientras más veía aquella cosa más agua se me hacía la boca. No lo pensé más y me dirigí hacia él. Él quitó su mano para dejarme campo libre, yo me arrodillé y me lo metí inmediatamente a la boca.

-¡Vaya! Pero si eres un arrastrado -me dijo Juan.

Yo no pude hablar para defenderme, tenía la boca llena de aquel pedazo de carne.

-No te preocupes -continuó Juan mientras acariciaba mi cabeza-, así me gustan los hombres.

Yo apenas escuché lo que me decía. Estaba más entretenido chupando aquella verga de exquisito sabor.

Mi primo se levantó de la cama y se quitó la tanga, aventándola por ahí. Se acercó y puso su pene cerca de mi boca.

-A ver, cómete los dos -me ordenó Juan.

Yo lo obedecí inmediatamente, o al menos lo intenté. Abriendo exageradamente la boca intenté tragarme aquellas dos pollas que amenazaban con romperme las comisuras de la boca. Nunca había hecho algo así, pero no me arrepiento de haberlo hecho.

Mientras yo estaba abajo chupando verga, mi primo le quitó la camisa a Juan, dejando al descubierto el mejor tórax que había visto en mi vida. Subí mi mano hacia su abdomen y comencé a acariciarlo, fascinado del tacto que tenía. Era como si acariciara una roca cubierta de piel.

Luis y Juan se besaron mientras yo colocaba mi otra mano en el trasero de mi primo, metiéndole un dedo por el ano.

Un momento después, Juan sacó su pene de mi boca y me jaló hacia arriba, lo cual me obligó separarme también del pene de mi primo.

-Ahorita vas a sentir lo que es bueno -me dijo Juan mientras metía uno

de sus dedos por mi culito, el cual pude sentir que era bastante grueso. Es que el chico tenía unas manos enormes.

-Solo te aviso que mi primo no le gusta coger a pelo -comentó Luis.

-No tiene de que preocuparse, que por eso su macho viene preparado -expresó Juan. Y sin dejar de penetrarme con el dedo, sacó un condón que guardaba en una bolsita de la camisa.

Juan se sentó en la cama, se colocó el condón y me jaló para que me sentara sobre él. Me jaló fuertemente de la cintura, metiéndome todo su pene de golpe. Dolió bastante, por lo que no pude evitar gritar.

Al amigo de mi primo no le importó aquel grito en lo más mínimo, y me empezó a levantar y bajar lo más rápido que podía. Su mete y saca era doloroso, pero al mismo tiempo tan placentero; que no sabía si ponerme a llorar o a gemir de placer.

Mientras tanto, Luis se puso a masturbarse mientras nos veía. Aprisionaba su pene con su mano y lo meneaba, se acariciaba el glande, el falo y los testículos con las dos manos. En un momento más se puso a acariciarse el pito con una mano y la otra se la pasó por su pecho, frotándose las tetillas, como lo hubiera hecho cualquier puta de película porno con sus senos.

Juan seguía follándome salvajemente. Pegó su cuerpo al mío y pude sentir claramente aquel conjunto de músculos perfectamente definidos contra mi espalda.

-¿Verdad que te gusta? -me preguntó Juan con su boca contra mi oído.

Me encanta -le contesté yo.

Juan solo se rió ligeramente y me lo empezó a meter con más fuerza que antes. Cada embestida que me daba me hacía sentir que su verga me llegaba hasta la garganta, y con cada metida me hacía gozar más que la anterior.

Luis, por su parte, nos dio la espalda a Juan y a mí y se empezó a acariciar el trasero. Era muy excitante ver como sus manos recorrían su trasero y lo estrujaban. Llegó un momento en el que tomó sus dos nalgas, las separó y comenzó a penetrarse con un dedo.

-¿Les gusta? -inquirió mi primo.

Yo iba a contestar que sí, pero justo en ese momento Juan me enterró su verga con su inconmensurable fuerza y me quitó toda posibilidad de habla. Pero él si respondió.

-Un poco -contestó mientras me mordía el lóbulo de la oreja-, pero me agrada más el de tu primito.

-Bueno, entonces tendré que hacer otra cosa -anunció Luis.

Se subió a la cama, colocando sus pies al lado de las piernas de Juan, me tomó de la cabeza y comenzó a follarme la boca. Yo ni tardo ni perezoso engullí totalmente su pene y empecé a mover la lengua a su alrededor.

Mi primo ya estaba muy excitado, y no pasó ni un minuto de haber empezado con el sexo oral cuando él lleno mi boca de semen, el cual tragué gustosamente. Chupé y chupé su verga hasta dejarla totalmente seca.

Luis sacó su pene de mi boca, y se tumbó sobre la cama mientras contemplaba como continuábamos Juan y yo. Pero Juan tampoco aguantó mucho tiempo más, y terminó eyaculando con el pene dentro de mí. Casi podía sentir como se inflaba el condón en mi interior debido a la cantidad de esperma que produjo.

-Eres de los mejores chicos que he conocido -me dijo mientras tomaba mi pene para masturbarme.

Yo sonreí ante el comentario, y no necesitó muchas meneadas para que los chorros de leche surgieran de mi pene. Juan siguió meneándomelo hasta que no salió ni una gota más.

El chico se recostó sobre la cama, se quitó el condón y con voz autoritaria me ordenó:

-Límpiamelo.

Yo lo obedecí con gusto. Su semen tenía un sabor ligeramente dulce, lo cual me fascinó y me hizo saborear hasta la última gota que había embarrada en su poderosa herramienta, la cual aunque iba perdiendo rigidez aún me parecía perfecta.

Juan me dejó un rato jugar, pero después se vistió y se retiró del lugar. Sin embargo, antes de irse me besó en la boca.

-¿Te gustó? -me preguntó mi primo una vez que Juan se hubo marchado.

-Me encantó -le respondí.

Mi primo y yo nos besábamos, sintiendo nuestros cuerpos en total contacto. No sabía cuando sería la siguiente ves que nos veríamos, pero ya la esperaba con ansia.