Mi amiga Vanessa

No quería ser infiel a mi marido ausente, al menos no con un hombre.

Mi amiga Vanessa

Mi nombre es Gabriela, tengo 36 años, soy boliviana, casada hace 12 años y con 2 hijos en edad escolar; tengo una linda familia y la relación con mi esposo, Jorge, es muy buena en todos los aspectos, incluido el sexual.

La situación económica es complicada en mi país, así que cuando el año pasado a Jorge le ofrecieron un jugoso contrato de consultoría por 15 meses en España, decidimos que debía tomarlo a pesar de lo dolorosa que resultaría la separación temporal, pues nosotros no podíamos acompañarlo debido a mi trabajo y a la escuela de los niños. Los primeros meses fueron muy difíciles, pero nos comunicábamos casi a diario por el chat o hablábamos por teléfono, lo que hizo más llevadera la situación. A mi preocupaba un poco que me pusiera los cuernos, pues ya se sabe que un hombre sólo sucumbe fácilmente a las tentaciones, pero no me quedaba más que resignarme y confiar en él. Lo que no me imaginaba ni remotamente era que fuese yo la tentada.

Todo empezó mas o menos a los 6 meses de su ausencia, cuando me calenté extrañamente mirando una película en el cable (Las Edades de Lulú); no me había masturbado desde mis épocas universitarias pero esa noche no pude evitar acariciarme delicadamente bajo las sábanas hasta llegar a un breve pero intenso orgasmo, que por cierto me hizo sentir culpable. La verdad es que la película me impresionó, tanto que decidí consultar la guía del cable para saber cuando la volvían a pasar; un par de semanas después volvía a masturbarme mirándola. Comencé a rentar videos o mirar el cable casi todas las noches, sola en mi cama, me calentaba con más facilidad y me masturbaba eventualmente. Decidí también utilizar el internet para algo más que trabajar y hablar con mi marido, mirando algunas páginas para adultos.

Un par de meses más tarde mis manos ya no eran suficientes, a pesar de haber llegado a introducirme tres dedos en la vagina y la punta de otro en mi virginal ano (pues siempre me resistí al sexo anal), sentía que necesitaba más. Mi primer dildo improvisado fue un pequeño tubo de desodorante con la punta redondeada, de ahí pasé a las zanahorias y los pepinos, aproveché un breve viaje de trabajo a otra ciudad para entrar en un sex shop y comprar mi primer vibrador. Llegué a mandar a mis hijos a dormir con sus abuelos uno que otro sábado para tener auténticas fiestas solitarias en mi cama, con la TV encendida, un buen pepino en mi vagina, pasando la punta del vibrador por la entrada de mi ano y retorciendo furiosamente mis pezones. Mis orgasmos ya no eran silenciosos, pero tampoco podía gritarlos a placer para que los vecinos no se enterasen.

Entonces sucedió lo que me parecía imposible: me cansé de procurarme yo sola el placer y comencé a desear algo más, o mas bien a alguien más. Al principio la sola idea me horrorizó, pues no tenía la menor intención de engañar a mi esposo, de verdad que no, pero el deseo me quemaba. Tuve ardientes conversaciones telefónicas con Jorge que se sorprendía con las cosas que le decía, intentamos tener sexo virtual usando web cam pero las diferencias horarias y la lenta conexión a internet en casa lo hacían muy complicado. Al noveno mes sentía que me iba a volver loca y peor al pensar que todavía faltaban seis meses para su vuelta.

Una noche, buscando en el cable encontré una película cuyo nombre no recuerdo pero que trataba de una pareja de lesbianas, fue la primera vez que me excité mirando a dos mujeres besándose y acariciándose mutuamente, pues antes siempre me había parecido hasta cierto punto repulsivo. Días más tarde, mientras hojeaba la página de avisos clasificados de un periódico local, encontré un sector de contactos personales que no conocía y comencé a leer los diferentes avisos, la mayoría de los cuales eran de hombres buscando mujeres o de prostitutas ofreciendo sus servicios bajo diferentes formas, pero encontré uno de una mujer buscando otra mujer "para amistad y algo más", me acordé de la película y sentí una gran excitación, era realmente extraño lo que me sucedía.

Ese fin de semana tuve que asistir a una fiesta de la oficina, así que mandé a los niños a la casa de los abuelos y fui con la intención de cumplir, volver temprano a casa y disfrutar de mis placeres privados; sin embargo la reunión fue mucho más amena de lo que esperaba, tomé más vino de lo normal y me sentí ligeramente mareada y muy alegre, tanto que acepté bailar salsa con un compañero de trabajo que no demoró mucho en pegarse a mi más de la cuenta y en hacerme sentir un considerable bulto en sus pantalones. Me molestó su actitud pero no pude reprimir un escalofrío que nació en mi espalda y terminó entre mis piernas, por lo que decidí cortar por lo sano y volver rápidamente a casa, pues como dije no estaba en mis planes el meterle los cuernos a Jorge.

Mientras conducía el coche rumbo a casa, no podía dejar de pensar en lo que hubiera pasado si le seguía el juego a mi compañero de trabajo, en los avisos de contactos personales, en las películas que había visto… sentía que mi vagina se mojaba abundantemente, mi ano se abría y cerraba como con vida propia, mis pezones estaban durísimos, estaba desesperada por llegar a casa y masturbarme salvajemente. Entonces me di cuenta que estaba pasando por una calle donde se paran muchas prostitutas por las noches, algunas me hacían señas para que me detenga a pesar de ser mujer, otras me miraban con cierto recelo y hasta desprecio, me excité aún más al mirarlas, con ropa muy sexy, esperando que alguien las recoja para tener sexo a cambio de dinero, sin importarles quien sea, ni siquiera si es hombre o mujer… y entonces me vino una idea totalmente descabellada a la mente… "y si…???" no… era una locura.

Pero mi excitación era más que una locura en ese momento y por supuesto más que mi razón,

el engañar a mi marido con otro hombre estaba fuera de discusión, pero... tener una aventura con una mujer…??? técnicamente podría no ser considerado un engaño… dudé unos instantes, pensé en mis alternativas: otra solitaria masturbación deseando algo más o… "hazlo !!" me dije… apreté el acelerador y di la vuelta al manzano, pasé de nuevo por esa calle, temblaba no se si por nervios o excitación, comencé a mirar a todas las chicas hasta que una se adelantó y me hizo señas para que me detenga, era alta, de cabello largo y muy negro. Se acercó a mi ventanilla la cual bajé y me preguntó si quería divertirme, le dije tímidamente que me gustaría hablar a solas con ella, entonces se subió a mi lado y me hizo una seña para que arrancara, no podía creer lo que estaba haciendo.

Un par de calles más adelante me pidió que doblara a la derecha y me detuviera, era una calle vacía y poco iluminada. "Bueno…?" Me preguntó. Yo estuve a punto de decirle que había cometido un error y que por favor se bajara del auto, pero estaba muy nerviosa y no pude articular palabra durante unos segundos, por lo que ella me miró fijamente y con voz muy amable me pidió que me tranquilizara y preguntó si era mi primera ves; yo solo afirmé con la cabeza. Me dijo que su nombre es Vanessa, que le encantaría iniciarme y que me costaría X cantidad más el pago del motel. Yo la miré a los ojos, respiré hondo y solo pude decir: "OK… dónde vamos?"

Me guió a un motel cerca de ahí, ni bien salimos del auto me di cuenta que era realmente alta, yo le llegaba apenas a la altura del mentón y me considero de estatura promedio. Entramos a la habitación, muy amablemente me pidió que le pagara primero, luego me dijo que me quitara el abrigo, que me sentara en la cama y la dejara hacer, me prometió que lo disfrutaría mucho. Una vez sentada ella se puso detrás y comenzó a masajearme los hombros, sabía lo que hacía, sus manos eran grandes y algo suaves, mientras tanto me decía que era muy linda y que le encantaba tener a una mujer como cliente, poco a poco comencé a distenderme a pesar de lo nerviosa que estaba.

Cuando me bajó el cierre del vestido y desabrochó mi sujetador pensé en salir rápidamente de allí e irme a casa, pero no podía hablar ni moverme, mi mente ordenaba detenerme pero mi cuerpo no le obedecía. Comenzó a acariciarme los pechos mientras me besaba cuello, hombros y espalda, antes de darme cuenta estaba sin sujetador y tenía el vestido en la cintura. Luego se sentó a mi lado y se quitó la camiseta que llevaba, mostrándome unos bonitos pechos medianos y muy bien formados, al notar mi admiración me dijo: "el cirujano hizo muy buen trabajo, no?" y antes de que yo diga nada tomo una de mis manos y la puso en sus senos, eran muy firmes y parecían naturales.

Unas horas antes no me lo hubiera siquiera imaginado, ahí estaba yo, en un motel con otra mujer, semidesnudas y acariciándonos mutuamente los pechos. Me hizo recostar de espaldas en la cama, se puso frente a mi, me quitó los zapatos, el vestido, y las pantimedias, comenzó a besar y lamer mis piernas desde los tobillos hasta los muslos, luego pasó a mi estómago, cerca de mis senos y a mi cuello, volviendo a bajar. A esas alturas yo respiraba agitadamente y mis manos aferraban la cama con todas mis fuerzas. Solo después de un buen rato se aferró a mis pechos chupando y mordiendo mis pezones, lo que me hizo literalmente comenzar a jadear.

Entonces me quitó la tanga y comenzó a hacerme el sexo oral más fantástico que me habían hecho nunca (y mi marido es muy bueno en eso), pero esta mujer me transportó a otra dimensión, su lengua se movía rápidamente por mis labios vaginales, clítoris y alrededores, mientras movía algunos dedos dentro mío, yo gemía cada vez más fuerte hasta que de pronto sentí una especie de descarga eléctrica que se originaba en mi entrepierna y se diseminaba por mi cuerpo, tan intensa que todo se oscureció y escuché apenas mi propia voz gritando como poseída, no se si fue un orgasmo muy largo o varios orgasmos seguidos, pero al cabo de varios minutos mi cuerpo seguía temblando sin yo poder controlarlo.

Quedé inerte por algún tiempo, mientras ella me miraba y me acariciaba suavemente el cabello, hasta que comenzó a besarme los hombros, cuello y cara llegando a la comisura de los labios. Poco a poco sentí que me excitaba de nuevo, la empujé de espaldas a la cama, si antes había tenido mis reservas ese orgasmo hizo que me sienta capaz de todo, la besé apasionadamente en la boca, jugueteando con su lengua, lamí y mordí su cuello y sus pechos perfectos, comencé a bajar por su estómago, pero entonces me detuvo, diciendo que prefería desnudarse ella misma. Me sorprendió pero accedí, ella se sentó en la cama dándome la espalda, se quitó los apretados jeans y la tanga, me miró con una expresión extraña y me dijo: "espero que te guste", parándose de frente y mostrándome su pene erecto.

Prácticamente salté de la cama horrorizada, no entendía de qué se trataba. Ella me pidió que me tranquilizara y pasó a explicarme rápidamente que era un "transexual en proceso, nacido en cuerpo de hombre pero con mente y corazón de mujer", que tomaba hormonas hace muchos años, que ya se había colocado los implantes de senos y estaba ahorrando para la operación de cambio de sexo. Yo no sabía qué decir, claro que había escuchado sobre estas personas pero nunca me había imaginado conocer una, y menos aún tener sexo con ella, él o lo que fuera, me sentía estúpida, engañada, furiosa.

Mi siguiente reacción fue tomar mi ropa con la intención de irme, pero ella (o él) me detuvo, me pidió que no la juzgara precipitadamente, me recordó que no me había mentido y que incluso al principio pensó que yo sabía que era un transexual, me preguntó si acaso no había disfrutado con sus caricias, si no me gustaban sus pechos y su boca que acababa de besar. Se acercó a mi y comenzó a acariciar una de mis manos, pidiéndome disculpas por el malentendido y que me quede para seguir disfrutando de todo el placer que todavía podía darme. Yo solo la escuchaba, mientras pensaba en mi determinación de no engañar a mi esposo (al menos con un hombre) y acababa de tener un terrible orgasmo en la boca y manos de un hombre con tetas o de una mujer con pene… entonces sucedió, de solo pensar en su pene me mojé súbitamente, "una mujer con pene" me repetía tratando de convencerme.

Vanessa se dio cuenta de mi estado, comenzó a besar mi mano y luego a chupar suavemente mis dedos, yo estaba entregada, la miré a los ojos y le dije: "hazme lo que quieras". No perdió el tiempo, me tendió en la cama y volvió a lamerme el sexo por un rato, cuando me tenía jadeando de nuevo se puso encima mío y me penetró suavemente, moviéndose rítmicamente y volviéndome loca, me escuché rogándole que me diera más fuerte, que me partiera. Súbitamente aumentó el ritmo y la fuerza de sus embestidas, yo gritaba exageradamente como si fuera una actriz porno, pero lo mío era real, delicioso y salvaje. No tardé mucho en llegar a otra serie de fulminantes orgasmos que me dejaron fuera de combate por varios minutos, ella seguía dentro mío pero apenas se movía.

Sacó su miembro de mi vagina, se arrodilló en la cama a ambos lados de mis hombros y apoyó sus nalgas en mis pechos, se quitó el preservativo (no se en qué momento se lo puso pero me causó una gran tranquilidad que lo hubiera hecho) y comenzó a masturbarse lentamente. Me pidió que se lo chupara, dudé unos segundos pero la visión de un pene distinto al de mi esposo a pocos centímetros de mi cara era demasiado, abrí la boca, ayudada por una de sus manos levanté la cabeza y comencé a pasarle la lengua, mientras ella con la otra mano seguía masturbándose. El sabor era extraño, totalmente diferente al de mi marido, además que era algo más pequeña y creo que más suave, al poco rato ya estaba chupándole la cabeza golosamente, haciendo toda clase de ruidos con mi boca.

Después de unos minutos ella comenzó a gemir, dejo de masturbarse para tomarme con las dos manos de la cabeza y comenzó a mover sus caderas adelante y atrás, metiendo su miembro en mi boca cada vez más rápido hasta que de pronto se quedó inmóvil, sentí su pene hincharse y con un gemido ahogado me acabó en la garganta, su semen fue a dar directamente a mis amígdalas provocándome arcadas, pues no tuve otra opción que tragarlo. Suavemente se retiró y se recostó a mi lado, yo simplemente cerré los ojos tratando de no pensar en todo lo que acababa de hacer.

Después de un rato ella me besó en los labios, me dijo que había disfrutado mucho de nuestro encuentro y esperaba que yo también. Nos lavamos, nos vestimos, pagué la cuenta del motel y salimos en mi automóvil, la dejé cerca de donde la había recogido, me dijo que si deseaba repetir la experiencia no dudara en pasar por ahí cualquier fin de semana por la noche, yo solo le sonreí. Camino a casa tenía una extraña mezcla de sentimientos: culpa, vergüenza, satisfacción, dudas, excitación y no se qué más. Nunca más pasé por esa calle ni pensé en repetir la experiencia con nadie más, aunque los recuerdos de esa noche acompañaron muchas de mis siguientes masturbaciones. Al momento de escribir este relato faltan dos semanas para que regrese mi esposo, lo que me tiene loca de alegría, por supuesto que no le contaré nada sobre lo ocurrido con "mi amiga Vanessa".