Mi amiga Rosa

Como Rosa en su merceria me hizo la mujer más feliz del mundo, mi mundo

Cuanto que no escribo, aunque sigo leyendo de vez en cuando y echo en falta algunas historias más reales y sentimentales.

Hoy les voy a contar una vivencia mía real y que por un acontecimiento igual truncó mi cambio total de hombre a mujer.

Yo vivo en el sur de España y en mis dos relatos anteriores mezclaba realidad con ficción, y en un resumen rápido decirles que vivía en un chalet, con la influencia femenina de madre y hermana.

Recuerdo que a la edad de 19-20 años empecé a trabajar en mi pueblo, en torno a 30000 habitantes, y los días se me hacían largos, más aun sin internet ni Smartphone, así que me dedicaba a mí obsesión que no era otra que soñar con ser mujer, viendo pasar a las vecinas, copiando poses sin que nadie me viese, etc. Llevaba de vez en cuando braguitas puestas, medias en invierno, etc., pero con mi sueldo quise tener mi propia ropita… de modo que ante mi miedo atroz a ser descubierta, llamé a las mercerías del pueblo diciendo claramente que era un chico que quería comprar lencería. En una me dio muchísima confianza, y allí me planté un día al cerrar mi oficina.

Yo: hola muy buenas.

Dep: Hola, en que puedo ayudarte.

Yo: Estaba mirando, (y se lo dije), soy quien ha llamado antes, el chico…

Dep: Claro que si amor, tranquila que te veo nerviosa.

Cuando me habló en femenino me encantó, me hizo sentir en una nube. Decir que Rosa, la dependienta tendría unos 48 años, un poquito gruesa pero femenina.

Dep: Mira, pasa aquí dentro, y espera que en 15 minutos cierro y así te atiendo sin que nadie pueda entrar y estamos las dos más a gusto.

Dicho y hecho, pasaron esos minutos, cerro y vino a atenderme. Yo le expliqué de mi gusto por la ropa femenina, mi ilusión de poder transformarme en una mujer, etc., ella atendió con mucha educación, y creo que le di información de más, pero eran muchos años callada.

Dep: bueno, y como te llamo?

Yo: Lidia, Rosa me gustaría que me llamases Lidia.

Dep: Bueno Lidia, pues dime que buscas.

Yo: Lo que más me urge es una faja y también un body baja, que formen mi figurita. Y luego me encantaría probarme un body blanco, me encantan los bodys.

Rosa: Claro, espera que te traigo algo. Mira Lidia, esta faja es bastante fuerte, ideal para marcar tu figura y disimular tu miembro, y encima te puedes poner el body baja. Solo una cosita, para probarte la ropa no te quites tu ropa interior, por higiene, ¿ok?

Yo: Claro.

Empecé a desnudarme, y Rosa vio que llevaba unos calzoncillos (justo ese día no lleve braguitas), a lo que entro en el almacén y cogió unas que me regaló, eran rosas con un lacito.

Rosa: Ponte esto cariño, estarás mejor.

Yo: Gracias Rosa, ahora te las pago.

Rosa: No te preocupes…

Empecé a ponerme mi braguita, me posicioné mis testículos y pene para disimularlos, subí la faja y me puse el body. Entonces entró Rosa

Rosa: Lidia estás muy femenina, no se nota nada tu pene, y además tiene forma de vagina… solo un par de cositas, mira Lidia tiene que bajar la parte del busto, y subir un poquito más la faja, así mejor.

Yo me miré y era cierto, ella aprovechó y me trajo varios bodys para probarme, estaba en una nube, y hablábamos, me trajo incluso uno que me dijo “este para cuando estés con tu novio”, me ruborizó por qué nunca había estado con un chico.

Yo: bueno Rosa, me debería de ir, me voy a llevar la faja y el body faja.

Rosa: Son 8000 ptas, Lidia.

Yo: Ahhh se me olvidaba, las braguitas por favor cóbratelas también.

Rosa: No amiga, esas son de regalo, y el próximo día, tendré una sorpresa.

Marché en una nube, había dado el paso de abrirme a alguien, era mi amiga, mi confidente, estaba en una nube….

Llegué a casa, escondí todo bien, y desde ese día mis transformaciones eran mucho más reales.

Pasado unos 10 días, llamé a Rosa

Rosa: Buenas tardes.

Yo: Hola Rosa, soy Lidia.

Rosa: Hola cariño, cómo estás?

Yo: Muy bien, disfrutando de mis compras, no sabes lo que me han ayudado.

Rosa: Cuanto me alegro, sabes, justo ayer llegó una cosa que pedí para ti, por qué no vienes luego.

Yo: Me encantaría, si no te molesto?

Rosa: Molestar??? Por favor, somos amigas.

Yo: Pues nos vemos luego, cerraré un poco antes para estar contigo.

Pasadas las horas pertinentes me dirigí a su mercería, ella me vio llegar y salió haciendo una señal de que esperase, tenía clientes.

Rosa: Pasa cariño, no quise que entrases por qué no quiero que pueda verte alguien conocido aquí.

Yo: gracias

Rosa: a ver, siéntate y mira….. Es un sujetador con relleno de silicona, para que tus pechos se vean lo más real posible…

Yo: Rosa, es…. Me encanta, me lo pones por favor?????

Rosa: Claro mi niña..

Nos dirigimos al probador, y me desnudé menos eso sí, las braguitas que traía puestas, eran unas braguitas de playtex blancas con encaje que le cogí a mi madre… y claro quería que Rosa me viese con ellas puestas.

Rosa: Muy buena elección de braguita, y veo que te has depilado entera, muy bien Lidia. Vamos a ver cómo te queda el sujetador…

Me lo puse, y nuevamente Rosa intervino.

Rosa: Lidia, te subo un poquito el pecho, más real, espera un segundito…. Ponte este vestido a ver.

Yo: Gracias,

Me lo puse y eran muy reales en forma, movimiento, etc…. Me invitó a comer, así que llamé a casa y me quedé, así vestida, pasando los mejores momentos de mi vida.

Esta pauta la seguíamos de vez en cuando, en mi casa se preguntaban si tenía novia, y yo decía que iba con un cliente con el que había hecho amistad, un señor mayor, que por otra parte era verdad.

Así pasó si no recuerdo mal un verano, hasta que un día (reitero que es todo real), Rosa me dijo:

Rosa: Lidia, he hablado mucho de ti a unas amigas, son de confianza.

Yo: Rosa por favor…

Rosa: Cariño, eres una mujer y no tienes que avergonzarte por ello, así que quiero que sepas que este sábado van a venir aquí a la tienda a tomar café y me gustaría que tu fueses una más.

Yo: No estoy preparada, me moriría de miedo.

Rosa: Mira Lidia, eres muy femenina, y sí eres un chico, ellas lo saben, y saben de tu deseo de ser mujer, eres más valiente que todas nosotras, y yo soy un apoyo para ti, y mis amigas quieren serlo.

No sé como pero me dejé “engañar”, esos días tenía un miedo increíble, y llegado el sábado, cogí mi fajita, mi body, sujetador y algo de ropa de casa y fui a la mercería…. Deambulé durante 20 minutos pensando en si entrar o no, hasta que tocaron a mi espalda y era Rosa.

Rosa: Vamos que tenemos mucho que hacer.

Ni que decir tiene que ya no había marcha atrás.

Pasamos y encima de la mesa había una falda ceñido roja, y una blusa blanca con florecitas, me pidió que me pusiese ese regalo que me había hecho entre todas las mujeres que iban a venir, me encantó….. Me tranquilizó.

Al acabar, Rosa me hizo cerrar los ojos y amoldó una peluca que me había comprado (yo tenía pelo largo, pero fue una sorpresa), nos maquillamos suavemente como me había enseñado en verano, y me puse unas bailarinas de zapatillas. Estaba muy guapa, por mi altura se veía que era un chico, pero igual en un país nórdico pasaría como mujer sin problemas.

Fueron llegando las mujeres, y me fui presentando una a una, ahí estábamos todas hablando, ellas curioseando sobre mí, mi pasado y como quería que fuese mi futuro, yo les hablaba de que debía de pedir cita en la unidad de disforia de género, que sabía cómo hacerlo, pero que me daba miedo el entorno, dado que mis padres yo sabía que no me apoyarían.

Ellas me hacían levantarme, moldear, me animaban, etc., así pasaron varias horas.

Esta merienda la repetimos varias veces, y yo me consideraba una más, hasta que un día, una de ellas en su casa decidió invitar a una amiga suya que quería unir al grupo. Yo no le di importancia, ya estaba segura, etc.

El problema surgió, que como quedamos en otra casa, yo debía vestirme en casa de Rosa y salir por el garaje en su coche y llegar vestida a casa de Ana.

Al llegar, vi a Carmen, la madre de mi mejor amigo, una bruja cotilla que es una arpía… miedo no sentí, fue terror, esa mujer me hubiese destrozado la vida ( o no, empujado a ser la mujer que siempre he querido ser).

Yo: Para Rosa, no puedo entrar….

Rosa: Que pasa Lidia, tranquila, vamos a parar en la puerta y Ana te abrirá, no hay nadie, y si te ven, estás guapísima, de veras.

Yo: No es eso, no puedo de veras.

Rosa: Espera, vamos a para aquí. Dime que pasa.

Yo: Rosa, la amiga de Ana es Carmen, la conozco bien, y no puedo mostrarme ante ella, no puedo.

Rosa: La conoces?

Yo: Si, demasiado.

Rosa: Te entiendo, no es muy de fiar, la conozco. Vamos a hacer una cosa, déjame aquí, y coge el coche y vete a mi casa, si quieres me esperas o te cambias y te vas, como prefieras. Puedes probarte mi ropa, y buen, además si buscas en los cajones encontraras sorpresas.

Yo le agradecí su comprensión, y me marche. La esperé pero sin probarme su ropa, me quedé con la mía, un vestido gris con un body negro de cuello y manga larga.

Llegó a las dos horas, y me dijo que a todas les dio mucha pena que no fuese, que Carmen estuvo muy intrigada, y que preguntaba si era por su culpa, y que Rosa no le gustó ese tono y que por eso se excusó y se vino.

Mi intención era la de ir a ver a Rosa al menos una o dos veces a la semana, pero el problema es que desde esa visita, Carmen merodeaba y eran más asiduas sus visitas a la mercería, obviamente quería saber quién era yo, y eso provocó poco a poco mi miedo y distanciamiento de Rosa.

Pasado un tiempo en el que yo hablaba con Rosa por teléfono, y la visitaba en su casa, su padre enfermó y ella marchó a cuidarlo a Salamanca, y la verdad que perdimos mucho el contacto.

Solo deciros que el mayor error de mi vida fue no dar el paso a mi transformación a mujer, vivo por vivir, pero cada segundo pienso y siento en ello, cada mujer que veo la veo como mi envidia, mi añoranza, lo que yo quise ser. Ahora ya es tarde, y no vale la pena sufrir por el que dirán, debí haber cogido y marchado fuera y regresar si acaso siendo yo, Lidia, mujer. Alta y bella, pequeña grande y fea, pero mujer.

A Rosa le debo el mejor verano de mi vida. Y a mí, mi cobardía mi infelicidad.