Mi amiga maría me cura

Una consulta médica , acompañado de una amiga, pone fin a mi fimosis.

Relato: Mi amiga María

Esta historia ocurrió un verano

María, era la hija de una compañera de mi padre, y ese día, su madre nos pidió

que cuidásemos de ella porque tenia que ir a ver a un familiar y tardaría dos días en volver a casa, así que mi madre se ofreció para cuidar de ella. María era una chica simpática y algo traviesa. Tenía un año menos que yo

La trajeron el viernes por la mañana, cuando mis padres trabajaban:

-Hola Alberto – dijo su madre - ¿No están ninguno de tus padres?

-No – respondí – están en el trabajo, volverán a medio día. No os esperaban tan pronto.

-He tenido que adelantarme un poco, pero bueno, supongo que no pasará nada: ya tenéis edad de quedaros solos.

Diciendo esto dejó una mochila con sus cosas y se despidió de ella. Al principio la situación fue tensa, pero poco a poco fuimos hablando y jugando. A la media hora recibí una llamada de mi madre “Alberto, he hablado con la madre de María. Ya sé que está contigo por un imprevisto, trátala bien y recuerda que tienes cita en el médico para esta mañana, llévala contigo, no la dejes sola”.

Se lo comente a ella y accedió a acompañarme.

En el centro médico nos tuvieron esperando unos veinte minutos, la sala estaba llena. Por fin me llamaron:

-¿Eres Alberto? Mira, sé que no es lo habitual, pero dejarías entrar contigo a tu amiga, la sala de espera está llena y conviene dejar sitios libres.

A mí no me hizo mucha gracia, pero accedí para no parecer mal educado. Pasamos  con la enfermera a la sala y allí estaba la doctora esperándome:

-¿Qué tal, Alberto? Veo que has crecido mucho desde la última revisión – dijo muy amable - ¿Todo bien?

-Sí, perfectamente.

-Bueno, pues descálzate y quítate la ropa, vamos a medirte, pesarte y ver como tienes las constantes.

Me desvestí hasta quedarme en ropa interior. Me midieron, pesaron, tomaron el pulso y palparon. Cuando ya me estaba incorporando de la camilla para coger la ropa la doctora me interrumpió:

-Espera, no te levantes-yo me sobresalté- túmbate otra vez.

No sé que querría. María estaba distraída mirando los libros y aparatos de la consulta. La enfermera me miraba con mi ropa de la mano y una sonrisa en la boca.

-Hace mucho que no te hacemos una revisión de tus partes de chico – mientras me decía esto agarraba el elástico de mis calzoncillos y lo bajaba – voy a mirarte la colita y los huevecillos por si hay algún problema.

Yo me quedé extrañado y no reaccioné. María se dio la vuelta y se quedó mirando mis genitales fijamente. La enfermera se dio cuenta de que María no dejaba de mirar e intentó normalizar la situación diciéndole “a los chicos hay que mirarles allí abajo por si tienen problemas en la colita”.

La doctora me tocó las ingles, y me dio una especie de masaje en cada testículo.

-Ahora te voy a bajar un poco la piel de la colita, cuando te moleste dilo y paro.

Cogió mi pene con dos dedos y empezó a bajar la piel hasta que dije “Ay”.

-¿Para qué me hacen esto? - pregunté

-Para comprobar si tienes fimosis – aclaro ella-: no te baja la piel del todo. Cuando te bañes tienes que retirar la piel como te lo he hecho yo, aunque sea un poco molesto, cada día un poco más o te tendremos que operar. Los testículos están bien, pero ya sabes que son muy delicados y si te dan un golpe tienes que venir a que te los miremos. Y cuidado con las chicas y las patadas que a estas edades…

Me vestí. Cogí en informe y nos fuimos a casa. Por el camino María no abrió la boca, yo no me atrevía ni a mirarla a los ojos. Una vez en casa le propuse jugar al ordenado y accedió. Pasado un rato le dio a pause y preguntó:

-¿Para que te hicieron eso ahí abajo?

Me quedé mudo unos segundos y contesté intentando aparentar tranquilidad:

-No lo sé… supongo que es por si me he dado algún golpe en las partes, que a los chicos nos duele mucho y es peligroso.

-Ah, sí… mi madre me habló de eso… me dijo que si algún chico no me dejaba en paz le diese una patada entre las piernas.

-¿Y le has dado a alguno?-le pregunté interesado

-Sí, a tres.

-¿A tres? ¿Qué te habían hecho?

-El primero me estaba sujetando así que le di con la rodilla y se cayó al suelo sin poder moverse. Otro me agarró del pelo así que le agarre de donde pude… y retorcí. Y al último por una apuesta con otra amiga. Pero nunca antes había visto esa parte de un chico.

Me quedé en silencio, impactado por su relato.

-¿Me lo podías enseñar otra vez?

-¿Qué te enseñe mi… mis..? ¡No!

-Venga, ¿Qué más te da? ¡Si ya te lo he visto! Solo quiero verlo un poco mejor…

Seguí negándome pero insistió tanto que al final accedí.

-Vale, pero si tú también me enseñas algo…

Ella asintió, dejando claro lo que iba a enseñar.

Me desabroche los pantalones y me los bajé hasta las rodillas. Al ver cómo me seguía mirando fijamente, con la misma sonrisa que en el despacho de la doctora, me bajé los calzoncillos, lo justo para que se viesen los testículos.

-¡Pero bájalos del todo, que lo más importante ya lo estoy viendo! – dijo mientras me agarraba el elástico y lo bajaba hasta las rodillas.

Se quedó mirando un rato con curiosidad y sin decir una palabra que quitó bajo las bragas, se las quitó y desabrochó su falda. De repente, como a quien se le ocurre una idea espontánea sugirió:

-¿Me dejas hacerte lo que te hizo la doctora?

No sabía que decirle… por un lado la doctora me dijo que lo hiciera todos los días o me operarían. Por otro, es una zona muy delicada y nadie me lo había tocado antes.

-Te dejo que me lo hagas, pero con una condición: quítate también la camiseta.

-Tengo una idea mejor: ¿y si nos desnudamos los dos, del todo,

y nos dejamos tocar de todo?

-De acuerdo

Nos desnudamos, y ella me agarró el pene con dos dedos y comenzó a bajar la piel poco a poco. Yo aproveché para tocar un poco sus pechos, Al pronto empecé a notar que el pene me crecía.

-¿Qué te pasa en la colita?-me preguntó ella

  • No lo sé, es la primera vez que me pasa

  • Yo he leído en una revista, que cuando a un hombre le crece, es porque tiene que hacer el amor.

-¿Y cómo se hace eso?

-Es que tu metes tu cosita, en la raja de una chica, y al

final te da un gusto muy grande y gritas-me contestó ella-si quieres puedes hacerlo

conmigo.

-Yo accedí.

Nos tumbamos en el sofá, y nos besamos, mi primer beso, y ella se subió encima. A los cinco minutos ella paró de besarme, me miró, y bajo su mano hasta que me lo agarro y se lo puso a la entrada de la vagina.

-Ahora tienes que empujar

Yo empujé aunque me costaba mucho. La vagina, virgen, estaba muy cerrada. Y mis problemas para bajar la piel del pene no ayudaron… tras un rato metiendo y sacando, poco a poco, al final conseguimos que entrase (con un poco de dolor para los dos). A los minutos la chica gritó “¡Para!”

-He oído que si se hace esto, la chica se queda embarazada. Nuestros padres nos matarían.

-Tienes razón ¿Y qué hacemos?

Ella se quedó pensativa y, de repente, se levantó. Yo me quedé inmóvil mirando su vagina y ella aprovechó para dejarse caer de rodillas contra mis testículos. Yo solté todo el aire de golpe y me llevé las manos entre las piernas.

-¿Por qué has hecho eso? – dije con un hilo desgarrado de voz.

-Porque he oído que si os dan muy fuerte ahí ya no podéis tener hijos – dijo ella, dejando escapar una sonrisa.

Al cabo de un rato ya me dolía menos, ella me dijo:

-Los chicos sois todos unos quejicas.

Bajó su cabeza a la altura de mis genitales y apartó mis manos, que seguían ahí a causa del golpe. Cuando logró quitarlas empezó a chupar muy despacio: primero sacando la lengua y dando pequeños y juguetones lametazos y luego metiéndola en la boca. Al sacarla la primera vez exclamó:

-¡Pero si ya se te baja mucho más la piel!

Tenía razón, estaba más abajo que nunca y en plena erección había dejado descubrir la mayor parte del pene. Siguió chupando y bajándome la piel con los dedos. Luego introdujo el pene de nuevo entre sus piernas y empezó a moverse. A los cinco minutos mi pene dio una contracción muy fuerte: acababa de tener mi primer orgasmo. Nos quedamos uno encima del otro un rato y nos vestimos en silencio. Mientras me vestía ella observó:

-Tienes toda la piel hacia atrás, como te dijo la médico … ¿A que ha merecido la pena en rodillazo los huevos?

Yo sonreí. Tenía razón. La doctora nunca más volvió a decirme nada de mi problema