Mi amiga María
Mi amiga María me obsesionaba desde hacía tiempo, poco a poco nuestra relación pasó a mayores y acabamos...
Mi amiga María:
Qué puedo contaros de María, es amiga mía desde los 14 años, ahora sumamos 24, los dos tenemos la misma edad. Es la novia de un colega de la niñez y la hermana de uno de mis mejores amigos. Durante un tiempo era inseparable de mi actual novia, Mónica, pero hace tiempo que se distanciaron. María no es ninguna top model, mide alrededor de 1,60 y está un poco rellenita, tiene unos enormes pechos y un trasero considerable, aunque no excesivo, posee un carácter que a veces puede resultar un tanto difícil. Pero tiene una cualidad que hace pequeños todos sus defectos, su atractivo sexual. Su comportamiento inocente te hace dudar si en realidad explota ese atractivo para su provecho o simplemente no se da cuenta de las sensaciones que desata en los hombres que la rodean.
Mi relación con María cambio radicalmente desde hace 3 veranos. Estando de vacaciones en un pueblo de la costa donde solemos ir todos los años, una noche, animado por el alcohol, la convencí para que me besara alegando que tras tantos años de amistad nos lo merecíamos, pues las ganas se habían ido acumulando y teníamos que liberarlas. No me lo acababa de creer, la había besado dentro de la misma discoteca en la que estaban su novio y nuestros amigos, fue una temeridad que nos podía haber costado cara. No se la contamos a nadie, dejamos pasar el verano y no se repitió nada parecido.
Yo por aquel entonces no tenia novia y pasaba mucho tiempo chateando por el ordenador con amigas y extrañas, una de las personas con la que más hablaba era María. Las conversaciones eran muy interesantes y con bastante frecuencia subidas de tono. Le confesé que despertaba en mi una especie de obsesión, pues era habitual que protagonizara mis sueños más calientes y en especial el único sueño húmedo que he tenido en mi vida. En el sueño, nos encontrábamos en la playa que normalmente visitamos todos los veranos con nuestros amigos, pero en esta ocasión estabamos María y yo solos, no hubiera tenido nada de especial si no fuera porque en el sueño a ella se le ocurría quedarse en topless delante de mí, yo inmediatamente me abalanzaba sobre ella, pero no para acariciar y lamer esos dos pechos que son su mayor tesoro, no. Guiado por un ataque de pudor y vergüenza se los tapaba con la toalla para que no los viera nadie, el bochorno que pasaba en el sueño, solo era comparable con la excitación que me vino más adelante. Ella, como es lógico, me increpaba para que dejara de hacer el ridículo, alegando que ya era bastante mayor para tomar el sol como quisiera y que si a mi no me gustaba que no la mirara. ¡Qué no la mirara! Que fácil es decirlo, esas dos maravillas de la naturaleza atraían mis ojos como un imán atrae al hierro, ocultando la mirada tras unas gafas de sol pude contemplar en el sueño sus pechos, que tras la sorpresa inicial, descubrí que había liberado solo para provocarme. El derrame de leche en sueños vino más tarde, cuando lograba persuadirme para extenderle la crema protectora por todo el cuerpo. A ella le hizo mucha gracia mi sueño y se le notaba que se sentía muy orgullosa de provocar en mi tanta excitación.
Cierto día conversando por el ordenador logré convencer a María para que viniera a visitarme a mi casa con la excusa de que hacía mucho tiempo que no nos veíamos, yo ese día me encontraba solo y en cuanto pisó el humbral de mi domicilio comencé a calentar la situación como si nos encontráramos hablando por el messenger. Todo el mundo sabe que en la red, con un ordenador de por medio, se pierde la vergüenza y las personas se vuelven más desinhibidas. Pero ese día nos encontrábamos cara a cara diciéndonos los mismos comentarios sexuales que solíamos confesarnos en la red. No tardamos en sacar el tema del beso en la discoteca y de recordarnos lo locos que fuimos esa noche, también tocamos el tema de mis sueños con ella, eso la hizo llenarse de orgullo y comenzó a ser ella la que me provocaba con sus palabras, comentamos medio en broma medio en serio la idea de hacernos amantes, pero enseguida la apartó de su mente por los problemas morales que la acarrearía. La temperatura fue en aumento en la habitación y ella no paraba de beber agua para combatirla, pero no era suficiente y su sofoco seguía creciendo, entonces le propuse que se quitara el jersey, a lo cual ella procedió inmediatamente. Debajo llevaba una camiseta de manga corta ajustada, que marcaba perfectamente sus dos enormes tetas, esto provoco en mi una tremenda excitación. Ahí nos encontrábamos María y yo sentados en mi cama, a escasos cincuenta centímetros y con una tensión sexual en el ambiente que percibíamos los dos.
La situación hizo que el calor que la recorría aumentara aun más si cabe y así me lo hizo saber, yo rápido de reflejos le propuse quitarse la camiseta, la única prenda que le quedaba sobre su torso a excepción del sujetador, y a la vez que le decía esto le sujeté la parte baja de la misma con mis manos, ella como era de esperar coloco las suyas sobre la camiseta, impidiéndome que se la quitará. Yo nunca pense en quitársela, sino más bien en ver su reacción. Y de repente pasó lo inesperado, María me preguntó que si estaba seguro, a lo qué yo respondí que si y entonces ella apartó sus manos dejándome el camino libre. ¡No podía creerlo! Estaba a punto de dejar al descubierto esos dos pechos que me quitaban el sueño, no lo dudé ni un instante, levanté la camiseta hasta la altura de su cara, dejando al aire su sostén el cual no tarde ni un instante en desabrochar, en ese momento sucedieron varios acontecimientos al mismo tiempo; mi corazón se acelero de golpe hasta yo solo notar la sangre corriendo por todo mi ser, mi erección creció aun más si cabe y por ultimo el sujetador ascendió hasta dejar de interponerse entre mis ojos y sus pechos, quedando al descubierto las más maravillosas tetas que había visto en mi vida y a mi entera disposición, tras observarlas inmóvil unos segundos que me resultaron eternos me abalance sobre ellas para acariciarlas y chuparlas con todo el ansia que tenia acumulada, entonces sentí el impulso de agradecerle el regalo con un apasionado beso, lo cual hice de inmediato, apartándole antes la camiseta de la cara.
Las sensaciones que viví en ese momento son indescriptibles, un deseo que tenia desde hacía casi 10 años se estaba materializando, mi mayor fantasía sexual de los últimos años. Estuvimos tumbados sobre mi cama muchos minutos que disfrute intensamente, yo, como me dictaba la naturaleza, intenté ir a más, pero María no accedió, tampoco insistí mucho ya que había conseguido más de lo que me podía imaginar cuando apareció delante de mi puerta y aún seguía disfrutando de sus tetas como un bebe disfruta del pecho materno.
Esa experiencia me mantuvo en estado de shock por varios días y aun es suficiente sólo recordarlo para que mi miembro se llene de sangre hasta el punto de sentir dolor. No fue nuestro único encuentro, durante los meses siguientes tuve el placer de saborear sus senos en repetidas ocasiones. Uno de estos encuentros sucedió un viernes en la zona de copas por donde solemos salir. Con la excusa de irnos a comer un perrito caliente, nos escapamos de la mirada de nuestros amigos y fuimos a parar a los baños públicos de un centro comercial cercano. Nos encerramos en un urinario del servicio de los chicos y allí nos enrollamos, los dos estabamos muy calientes, enseguida empece a tocarle por todo el cuerpo, para ir a parar a sus tetas, dónde sino. No hacia mucho que le había contado mi ultimo sueño que protagonizaba ella, en el cual me obsequiaba con una soberbia mamada sin dejar de mirarme a los ojos con esa mirada de pícara que me vuelve loco y una sonrisa inocentona como si no estuviera haciendo nada malo. Ese día yo llevaba unos pantalones anchos, que acostumbro a ponerme sin calzoncillos, y así se lo hice saber. Quería que repitiese lo del sueño pero esta vez estando bien despierto. Se lo pedí utilizando todo mi poder de persuasión y por un momento creí que se hacia realidad el sueño, cuando ella desabrochó mis pantalones, introdujo su mano y agarro mi polla, que ya se encontraba en todo su esplendor. La acaricio con mucho cariño, arriba y abajo, arriba y abajo... de nuevo la insistí para que continuara con el masaje, pero esta vez con la boca, ella sin quitar la sonrisa de la cara, rechazo la idea, y detuvo su trabajo manual a medias, dejándome con un tremendo calentón que no logré sacarme hasta llegar a casa con la técnica del cinco contra uno.
Así pasaron los meses y los años, nuestros encuentros se fueron espaciando cada vez más porque su conciencia le decía que estaba mal eso que hacía, incluso llegué a estar convencido de que no se repetirían más. Hasta un día que inesperadamente y para sorpresa de todos mis amigos, yo incluido, María corto con su novio después de muchos años. Lo primero que pasó por mi mente fue llamarla para interesarme por su estado emocional, a pesar de todo lo ocurrido entre nosotros nunca a dejado de ser una amiga muy especial, y lo segundo que pensé fue la oportunidad que se abría ante mí para lograr alcanzar el objetivo de acostarme con ella y cumplir la que es sin duda mi mayor fantasía sexual. El primer día que tuve la oportunidad de encontrarme con ella fue un viernes, estuvimos hablando por el messenger, la insinué la posibilidad de vernos y hacer algo más que charlar, María como siempre no dijo ni que si ni que no, pero se ofreció para venir a recogerme a casa. En ese momento el angelito bueno que llamamos conciencia se me apareció en el hombro y me dijo que no estaba bien lo que intentaba hacer y yo le hice caso, ¡increíble!. Ahora que ella había despedido a su angelito y lo había mandado al paro, entraba en escena el mío, que tanto tiempo había estado aletargado.
Los siguientes intentos por pasar un rato a solas con ella, fueron infructuosos, María me dejó claro que se habían acabado nuestros encuentros y cada vez que yo tocaba el tema, ella me increpaba diciéndome que siempre acabábamos hablando de lo mismo. Intenté olvidar el asunto y me propuse no poner en peligro nuestra amistad, así que deje de insistir, pero nunca llegué a comprender que había cambiado en ella para que no quisiera seguir con nuestras aventuras y más ahora que no tenía novio. Incluso llegué a preguntárselo un día por medio del ordenador, pero no supo o no quiso explicármelo.
Yo por aquel entonces trabajaba fuera de mi ciudad, pero la mayoría de los fines de semana volvía a mi casa y muchos sábados cuando salía con mis amigos veía a María. Varias veces la invite a venir a verme a la ciudad donde trabajaba, pero ella rechazó siempre el ofrecimiento por que temía que yo intentase algo y no quería verse en ese mal trago. Un día en el que como tantos hablaba con ella por medio de Internet, le recordé que aún no había tenido la oportunidad de enseñarle la ciudad en la que trabajaba y que dentro de poco mi trabajo me llevaría a otra ciudad. Está vez, para variar ella se interesó por la oferta y me preguntó que donde dormiríamos si fuera ella, le contesté que le buscaría un hostal y que yo dormiría en la habitación que me proporcionaban en mi trabajo, para sorpresa mía, María aceptó y enseguida nos pusimos a planear el fin de semana.
Llegado el viernes de su visita la fui a buscar a la estación del tren, enseguida la vi bajándose del vagón, llevaba unos pantalones vaqueros y un jersey de lana no muy gordo por que hacia un tiempo bastante agradable a pesar de ser ya más de las diez de la noche. Me saludó con dos besos en las mejillas, nada especial que augurara lo que me esperaba al día siguiente. Fuimos paseando hasta el hotel que le había reservado, que no estaba muy lejos de la estación y era bastante céntrico, tras pedir las llaves en recepción subimos a su habitación. Estaba limpia y era muy acogedora, a María le gustó, sobretodo la cama de matrimonio enorme en la que no tardó ni un segundo en lanzarse. A mi no me faltaron ganas de tirarme tras ella, pero resistí el impulso y me dispuse a pasar un fin de semana con una amiga y nada más que una amiga, me prometí a mí mismo que no intentaría nada con ella para que no se sintiese engañada. Quedamos que la recogería una hora después, el tiempo justo para arreglarnos y salir a cenar. Transcurrida la hora llegué a la puerta del hotel y le hice una llamada perdida al móvil para que bajara. Apareció enseguida, llevaba puestos unos pantalones de vestir ceñidos a las piernas que marcaban perfectamente el tanga que llevaba pegado a su entrepierna, en la parte superior, una chaqueta de verano y debajo una camiseta de tirantes que no pude apreciar hasta que no llegamos al bar típico de tapas donde fuimos a cenar. La camiseta le quedaba super ajustada, como casi todas, y dejaba ver la forma de sus perfectos pechos. Durante la noche bromeé sobre lo provocativa que iba y le insinué que no podía dejar de mirarla. No se alargó mucho la velada, ya que ella había trabajado ese día y se encontraba cansada, tras cenar y tomar una copa la acompañé hasta su hotel y me despedí rápidamente. Acordamos vernos a la mañana siguiente e ir a ver la ciudad. En cuanto llegué a mi habitación tuve que bajar la tensión acumulada por tantos minutos junto a ella, me masturbé tumbado en la cama recordando su camiseta y sus pequeñas insinuaciones inocentes.
A la mañana siguiente la recogí con mi coche y pasamos la mañana haciendo turismo por los pueblos de los alrededores, por la tarde recorrimos el centro histórico de la ciudad. Fue un día muy estimulante, me divertí mucho y me sentí muy agusto en su compañía, creo que ella sintió lo mismo, por que la volví a ver desinhibida como era ella antes y desaparecieron todas las tensiones que se habían creado entre nosotros desde que decidió que se terminaran nuestras aventuras. A las ocho de la tarde la dejé en su hotel, se iba a dar una ducha y a arreglarse para salir, antes de alejarme en el coche baje la ventanilla y le grité: ponte guapa- a lo que ella solo respondió con una de sus sonrisas picaras de esas que nunca sabes que esconden.
Esa noche me vestí un tanto elegante, con la sana intención de agradar a María y de que me encontrara atractivo. Cuando pasé a buscarla le hice la llamada perdida de rigor para que supiera que ya la esperaba, no tardó en bajar. Al aparecer en la puerta del hotel no pude evitar poner cara de sorpresa, llevaba puesto un conjunto de minifalda y camiseta que le sentaba de escándalo, estaba super atractiva. La falda apenas le tapaba el trasero de corta que era, la camiseta dejaba a la vista el ombligo y su genial escote, se podía ver perfectamente la curva de sus preciosos senos: -Uauuh, estas tremenda, veo que me has hecho caso ¿te gusta?, no sé si voy demasiado provocativa, me da un poco de vergüenza Que no te la dé estas preciosa... me agradeció el cumplido y comenzamos a andar camino del restaurante. Me sentía afortunado por su compañía ya que al pasar todas las miradas se volvían para observarla, María se dio cuenta, pero no dijo nada, siempre la ha gustado que la miren. El restaurante nos tenia reservada una mesa alejada del mogollón, se podía decir que era el rincón más romántico del local. Durante la cena no pude dejar de mirarla, pero intentaba disimular para que no se sintiera incómoda. A mitad de la velada llegó una vendedora con rosas, yo no soy muy partidario de ese tipo de regalos, pero me sentí un poco obligado a comprarle una.
Fue el euro y medio mejor invertido de mi vida, a María le hizo mucha ilusión y se levantó a darme un beso muy cariñoso en la mejilla, yo, aprovechando la situación, la pregunté qué si no me merecía uno mejor, a lo que respondió con una de sus picaras sonrisas y plantándome un húmedo beso en los labios. La cena transcurrió sin nada más que destacar, cuando acabamos la lleve a un bar de copas al que suelo ir con mis compañeros de trabajo. Allí, entre charlas y risas, nos tomamos unas cuantas copas y chupitos que unidos al vino de la cena nos hicieron ponernos bastante contentos, incluso me atreví a confesarla que el beso de la cena me había gustado mucho, esto se lo dije mientras la agarraba por las caderas, María sin pensárselo me dio otro beso más largo que el anterior y esta vez dejando intervenir a nuestras lenguas, que se adentraron a explorar la boca del otro. Llegados a este punto se me empezó a hinchar el bulto del pantalón, le pegue el paquete a su vientre para que pudiera sentirlo y a su vez poder yo sentir sus dos enormes pechos contra mi torso, María no hizo ningún movimiento, solo siguió besándome sin apartarse y sin dejar de sonreír. Estuvimos cerca de una hora bailando sin parar, cada vez de forma más sensual, yo quería sentir cada rincón de su cuerpo pegado a mí y cada canción nos hacía unirnos más, hasta parecer una sola persona. Salsa, rumba, canciones lentas... bailamos pegados todos los tipos de música que nos pusieron, en mi vida no había bailado nunca de una forma tan sensual, mis manos se paseaban por su vientre, sus costados, su culo y hasta por los laterales de sus pechos y ella no hacía más que sonreír y pegarse a mí en cada paso de baile.
Acabamos agotados. Eran las cuatro de la madrugada cuando decidimos irnos a dormir, yo deseaba que la noche no acabara ahí, pero no quería hacerme ilusiones ni intentar nada por miedo a que me rechazará, pero lo que no pude fue resistir el impulso de volverla a besar a mitad de camino al hotel, en medio de una calle peatonal totalmente desierta, envalentonado por el beso empece a acariciarle las tetas con las dos manos por encima de la camiseta a la vez que aumentaba la pasión del morreo. Al llegar a la puerta del hotel me encontraba tan nervioso que no quise decir nada y esperé a que ella diera el siguiente paso, estuvimos cerca de 30 segundos mirándonos sin decir nada, agarrados de una mano, hasta que María rompió el silencio: -¿Quieres quedarte a dormir?... no dije ni una palabra, solo comencé a subir los escalones de la entrada del hotel, arrastrándola a seguirme. Llegamos a la puerta de la habitación, ella la abrió y entramos dentro. Tenia los nervios agarrados al estómago y me estaba empezando a temblar la ceja, un tic que me sale cuando estoy realmente nervioso. María se sentó en la cama y yo la imité poniéndome a su lado. No sabía que hacer pero si sabía que tenia que intentar algo o nunca conocería sus intenciones, me arrodillé frente a ella y la quité los zapatos, me puse de pie y la recosté sobre la cama a la vez que me tumbaba sobre ella, agarré sus manos con las mías entrelazando los dedos y las lleve por encima de su cabeza estirando los brazos, a la vez que comenzaba a darle un apasionado beso en los labios abriendo mucho la boca y humedeciéndonos toda la zona. Bajé la mano derecha hasta el escote y empecé a acariciar el contorno de sus pechos con el dedo índice, seguí bajando hasta el final de la camiseta y metí mi mano por el interior, agarré el sujetador y lo bajé, dejando libre su pezón, hice lo mismo con la otra mano y le quité la camiseta, tenia las tetas dentro del sujetador pero con los pezones por fuera, acerqué la boca a su pezón para que notara mi aliento tibio y lo acaricié con los labios y la lengua mientras desabrochaba el sujetador con las manos y se lo quitaba, los pezones cada vez se ponían más duros, noté como le excitaban estas caricias y las repetí en el otro pezón, María echó la cabeza hacia atrás y dejo escapar un pequeño suspiro.
Acabé lamiéndole enteras sus dos enormes tetas, me encantaban desde el primer día que las vi y no podía dejar de comérmelas cada vez con más ansia, los pezones estaban duros como piedras, cada vez que le mordía suavemente uno de ellos, María jadeaba de placer. Baje la boca por su vientre, parando un rato en su ombligo y seguí mi camino hasta donde acababa su falda. Tenía las piernas colgando del borde de la cama, yo me puse de rodillas y comencé a acariciarle los muslos y a darle besitos en las rodillas, fui subiendo con las manos hasta la minifalda e introduje la mano pegada al interior de sus muslos, mientras con la otra seguía acariciando sus pechos, dando pequeños pellizcos en los pezones. Cuando notó mi mano sobre su tanga se exaltó un poco, pero no hizo nada, con mi boca repetí el mismo camino que había hecho mi mano, ella separó más sus piernas dejándome actuar libremente, puse mi boca sobre su coño cubierto con el tanga y dejé que notara mi respiración, sus jadeos se hacían más fuertes y continuos. Comencé a mover mi boca por su abultado tanga y le llené la zona de besos, sentía la humedad de su sexo atraves de la tela, era evidente que le gustaba lo que le hacia y se encontraba totalmente excitada.
Quien me iba a decir a mí cuando empezó el fin de semana que acabaría entre las piernas de María.
Ya no había vuelta atrás, le quité lentamente el tanga y deje al descubierto su sexo totalmente húmedo y abierto a mis caricias, recorrí sus labios con los míos y subí hasta su clítoris, al cual di una pequeña caricia con la punta de la lengua que la hizo estremecer, repetí las caricias con la lengua empezando muy despacio y subiendo el ritmo, mientras le introduje un dedo en el interior del coño. No me costó nada meterlo por que estaba empapada de sus fluidos. A la vez que le lamía su sexo metía y sacaba el dedo, María jadeaba de gusto, cada vez más fuerte: -Aaaah, aaah, no pares por favor, sigue... no llevaba ni dos minutos cuando tubo su primer orgasmo. Ella intentaba reprimir los gritos, pero no podía apagarlos del todo, en mitad de las convulsiones se corrió a causa de mis caricias.
Cuando recuperó el aliento me pidió que me tumbara a su lado y me abrazó, pero antes me saqué la camiseta que me estorbaba por el calor. Pude sentir sus pezones taladrándome el pecho pero ella no aflojó el abrazo. Después de unos minutos así, me dijo: -Túmbate, ahora me toca a mí... yo obedecí sin dudarlo, ella se quitó la falda, quedando totalmente desnuda por primera vez delante de mí. Se sentó sobre mis piernas y comenzó a recorrer mi cuerpo con su boca empezando en mi cuello y bajando lentamente por mi pecho y mi tripa, hasta llegar al bulto de mi pantalón, que en ese momento estaba tan crecido que luchaba por salir. María me mordió el falo por encima de la tela, mientras con las manos desabrochaba los botones. Estaba muerto de ganas de sentir la humedad de su boca sobre mi polla, pero ella retrasaba el momento ralentizando todos sus movimientos, comenzaba a inpacientarme, e intenté ayudarla a bajarme el pantalón, pero ella no me dejó, me desnudó tan despacio que casi me vuelvo loco. Cuando al fin dejó libre mi pene, este salto de alegría, presentándose delante de su cara, ella le recibió con una de sus sonrisas de picara, de esas que me vuelven loco, igual que en aquel sueño tan lejano, el cual se iba a hacer realidad. Acercó los labios al glande y lo recorrió sin abrir la boca, luego con la lengua me dio pequeñas lamidas por toda la polla.
Me estaba poniendo a mil, tenía tanta tensión acumulada que me dolían los huevos, y ella como si lo supiera, comenzó a masajeármelos suavemente con una mano. Al fin comenzó a introducirse la punta de mi hinchado rabo en la boca, empapándolo con su tibia saliva, y bajando cada vez más, hasta introducírsela entera. Hasta ese momento yo permanecía con los ojos cerrados disfrutando de cada movimiento, pero llegado a ese momento no pude resistir la tentación de mirarla a la cara, y allí estaba como en mi sueño, mirándome a los ojos con la carita de picara y la sonrisa. Nunca había sentido nada tan excitante, estaba tocando el cielo: -¿Te gusta?...cómo qué si me gusta, me estaba haciendo la mejor mamada de mi vida y me pregunta que si me gusta: -Me encanta, qué bien lo haces... Me había puesto tan cachondo que no tardé en notar que me llegaba el orgasmo y se lo dije: -Para, para, no aguanto más... a lo que contestó: -¿No quieres correrte?... y volvió a succionar con más fuerza. Mientras se metía y sacaba mi polla de la boca, con la mano la recorría arriba y abajo. La primera descarga fue a parar al fondo de su boca, pero ella no quitó la sonrisa, luego otra y otra, hasta que se la sacó pero sin dejar de masajearme con la mano, la larga corrida terminó sobre sus preciosas tetas y yo acabé extenuado.
María se fue al baño a limpiarse y yo quedé tumbado en la cama totalmente desnudo. Al volver del baño se sentó encima de mí, tenía una sonrisa de orgullo que le llegaba de oreja a oreja. Me puso las tetas colgando sobre la cara y comenzó a moverlas rozándome con los pezones aún erectos. Yo ante semejante visión no tardé en volver a excitarme y empecé a notar como mi miembro crecía de nuevo hasta su máximo esplendor. De un rápido movimiento la volteé sobre la cama y me coloqué entre sus piernas, con mi pene apuntando a su rajita.
Sin dejar de mirarla a los ojos, comencé a restregar el glande por todo su sexo, empapándolo en los jugos que aún impregnaban su vagina. El roce con el clítoris la llevó de nuevo a una gran excitación, hasta el punto de no aguantar más la tortura: -Metemelá por favor, metemelá ya, quiero sentirla dentro... yo hice caso omiso y seguí con el juego de rozarla el clítoris. Ella movía las caderas buscando que la penetrara y no tardó en quedar la punta del glande enfrente de la entrada de la vagina. Empujé despacio introduciéndola un poco, volví a empujar metiéndola un poco más que la vez anterior y repetí la operación hasta clavársela entera, entonces me detuve para sentir la sensación. Me estaba follando a María y ella me pedía que no parase de moverme.
Comencé con mucho cariño, aumentando poco a poco el ritmo, ella no paraba de jadear y gritar sin ningún control, no tardó en tener varios orgasmos. Le pedí que se pusiera encima de mí, quería ver como le botaban las tetas mientras me cabalgaba. Tenia la cara desencajada de placer, cerraba los ojos con fuerza para disfrutar más cada entrada de mi polla en su interior. La imagen era inigualable, los pechos subían y bajaban sin control y yo se los estrujaba con fuerza. Cuando noté que se acercaba mi orgasmo la hice parar y ponerse a cuatro patas sobre la cama, la penetré por detrás con fuerza y empecé las embestidas, mi pelvis rebotaba contra las carnes de su culo, haciéndola ir alante y atrás, la tumbé completamente contra la cama sin sacársela y dejé caer todo el peso de mi cuerpo contra su espalda aprisionándola. Así di mis ultimas embestidas hasta que me corrí en el interior de su coño. Aquella fue la experiencia sexual más excitante de mi vida.
Quedamos extenuados tendidos en la cama. Dormimos hasta bien entrado el día por el agotamiento. A las cinco la acompañé a la estación a coger el tren de vuelta. Los dos apenas hablamos para despedirnos, pero no hacían falta las palabras, en nuestra mirada se reflejaba que esperábamos la ocasión de volver a repetir lo sucedido la anterior noche, pero eso es otra historia.