Mi amiga Marcela

Marcela y Eugenia eran amigas de toda la vida y luego de un distnciamento, de cinco meses volvieron a encontrarse para contarse todo lo vivod y tal vez algo mas...

"Mi amiga Marcela"

Con Marcela nos conocíamos de toda la vida, prácticamente esa hermana que mis padres no me dieron pero la vida se encargó de recompensarme... y muy bien recompensada!

Corría el verano de 1998 una de las noches mas calurosa y sofocantes que yo recuerdo haber vivido. Marcela acostumbraba a quedarse varios días en casa, pero en el ultimo tiempo, por estar ella de novia con un pibe de no muy buena fama, habíamos perdido un poco de contacto. Esa noche, cuando apareció en la puerta de mi casa con una mochila y lágrimas en los ojos, supe que habían terminado, y sentí tanta tristeza como alegría. Por un lado sabía que Maximiliano, no era un chico para mi amiga del alma y que la mejor decisión que ella pudo haber tomado era terminar con esa relación que los unía y que no iba mas allá de lo sexual, pero por otra parte, ver a Marcela en ese estado deplorable, con esos hermosos ojos verdes inundados en lágrimas y con varios kilos de menos (aunque siempre había sido una chica delgadita, lo contrario a mi, en esta oportunidad ya era demasiado) me partió el corazón. La hice subir a mi casa y sin más subimos las escaleras que nos llevan a mi habitación, y ahí nomás comenzó a contarme el drama.

Me Pegó- dijo bajo y con la vos quebrada y se levanto la remera para mostrarme un enorme moretón que no solo había producido el hematoma que mis ojos observaban sino la fractura de dos costillas. En ese instantes sentí una indignación y una impotencia tremenda y calculo que si en ese momento me hubiese cruzado a la bestia del ex lo mataba... Hablamos largo y tendido, tanto que cuando mis viejos nos llamaron a comer decidimos continuar encerradas en la habitación. En un momento Marcela había dejado de llorar y dos por tres lograba sacarle alguna que otra sonrisa, siempre la hacía reír. Hablamos muchisimo, de Maximiliano y de los distintos hombres hermosos que habían pasado por mi vida desde el ultimo encuentro que habíamos tenido...

"¿Cuánto hace que no hablamos?"- Pregunto desorientada Marce- "Dos, Tres Meses"- Me encogí de hombros como seña de que no lo recordaba y continúe hablando. Pero claro que lo sabía, hacía cinco meses y medio, exactamente el tiempo en que Ricardo me había dejado por esa putita del barrio Pueyrredón.

Así transcurrimos la noche, hablando de esto y de aquello, de las diferentes experiencias sexuales que habíamos tenido y que en nuestro distanciamiento no habíamos podido contarnos, con Marce siempre nos contábamos todo. En cuanto a las experiencias ella siempre contaba lo mismo, "Maxi me la puso por el culo", "Maxi me la mamó dos horas seguidas", "Un día Maxi y yo nos fuimos de campamento y cogimos todo el día como locos para no tener tanto frío... llegue a contar 15 acabadas de él " – (dato que por cierto jamás le creí!) En cambio mi grilla sexual era mucho más amplia que la de ella, por mas que mi iniciación fue posterior. En mi vida había pasado el Negro Martín con sus 20 cm de poronga que cada vez que se la chupaba me quedaba media verga afuera; el Flaco Julián que era amante de las buenas turcas... siempre me acababa sobre las tetas mientras se la hacía y por supuesto el inolvidable Ricardo, que más allá qué me hacía gozar como loca cada vez que me la ponía por el culo una y otra vez, (cabe decir que él también gozaba mucho, y sino pregunten a sus vecinos) me terminó dejando por la puta mal cogida de Lisa... si esa, la del barrio Pueyrredón.

No caben dudas que los hombre y mas explícitamente el arte de coger, siempre me gustó muchisimo, pero lo que pasó con Marcela nunca la hubiese imaginado y mucho menos, la increíble satisfacción en que ambas nos vimos envueltas.

Como les contaba estabamos las dos en mi cuarto, tiradas en mi cama hablando un poco de la vida... de esas cosas que hablan las mujeres cuando se juntan y sin mas Marcela como si nada se saca la blusa... Era normal entre nosotras pues nos habíamos criado juntas y siempre andábamos en interiores sin sentir pudor ni nada por el estilo, pero por alguna razón esa vez me pareció extraño, tal vez tubo que ver por la manera en que ella me miró... casi provocándome.

Hace calor, no? – preguntó mi amiga inocente, y yo me limite a asentar con la cabeza. ¿Por qué no te sacas la remera Euge? Siempre dormíamos e ropa interior, pero esa noche me costo desprenderme de mi vieja remera de entre casa. Igualmente, luego de un par de vueltas accedí dejando a la luz dos enormes tetas sujetadas por un débil corpiño que parecía estar quejándose al tener la tarea de sostener semejantes protuberancias. Las tetas de Marce eras muy distintas a las mías tan redondas, suaves y de enorme volumen, ella las tenía pequeñas, pero ligeramente paraditas en la puntita, mirando hacia el cielo, y esa noche percibí que las tenía mas paradas que nunca y hasta me parecieron duras a la vista... pero no quise hacerme la cabeza y llegué a la conclusión que hacía mucho que no nos veíamos y que seguramente el constante manoseo del cerdo del ex las había cambiado un poco. De cualquier momento me parecieron excitantes.

Cuando yo me desprendí tímidamente de mi remera, sentí que todas las miradas fuero allí, a esas enormes tetas con grandes y oscuros pezones que con cada pestañear de Marce, se estaban tornando mas duros. No podía o no quería creer que mi amiga de toda la vida me estuviera excitando, pero si, incluso sentí como mi concha comenzaba a llenarse de ricos y resbalosos jugos sexuales. Marcela, con una rápida maniobra se despojó de su jeans y dejó expuesto su lindo culito, flaco, muy flaco, pero lindo, redondito y rosado...a esta altura yo ya estaba mas que caliente, quería pasarle la lengua por toda esa sanjita profunda, probar de sus jugo, embriagarme con ellos, mordisquear su clítoris empapado, hinchado y extremadamente caliente. De repente desperté... era Marcela mi amiga, mi hermana y además yo adoraba a los hombres.... amaba esos enormes pitos metidos en mi concha peluda, amaba los gritos de placer producidos cuando alguno enterraba su dotada verga en mi culo redondo, moreno y carnoso. Estaba pensando en cuanto gustaba yo de las buenas culeadas heterosexuales cuando sentí algo húmedo dentro de mi tanga. ¡Era Marcela! Que en semejante trance en que yo me encontraba inmersa, no me había percatado en que se había infiltrado entre las sabanas y haciendo a un lado la pollera que yo llevaba puesta había comenzado una exquisita excursión en mis profundidades. Su lengua se puso dura y penetró mi concha jugueteando largo rato con mi clítoris, lamiendo mis labios vaginales... ella gemía de placer, y yo aún confundida solo me entregue 100 % a esta hermosa criatura que me estaba despertando una parte de mi que no conocía.

Marcela salió por debajo de las sábanas y se pasó la lengua por los labios limpiándose el flujo que le había quedado a causa del increíble orgasmo que hacia instantes había tenido. Quise hablar para decir algo, no se que, pero ella selló mi boca con un beso que me dejó prácticamente sin aliento. Sin más se puso de espaldas y se recostó panza abajo sobre mi cuerpo tendido, enseguida imaginé que quería hacer el 69, pero me equivoqué, porque empezó a jugar con sus finos dedos sobres los pelos que crecían alrededor de mi concha. Después contorneó los labios de mi vaginas y jugueteó con mi clítoris, cuando me quise acordar me estaba metiendo los dedos violentamente y yo le estaba sobando su linda conchita de manera desesperante como no queriendo desperdiciar ni un poquito de sus ricos jugos.

En ese momento, Marcela alcanzó un orgasmo increíble, llenándome la boca de su flujo vaginal... nunca pensé que una mujer pudiese acabar tanta cantidad... al menos yo nunca lo había hecho... pero Marcela estaba enloquecida, realmente fuera de control, se retorcía sobre mi como si fuera una víbora queriendo llegar a algún incierto destino.

Pego un salto y se puso de rodillas, se inclinó sobre mi y abriendo de para en par mis piernas hundió su linda carita en mi profunda y enorme concha mamándomela hasta exprimirme y dejarme seca. Después sobó mis tetas con sus chiquitas manos que no llegaban a agarrarlas por completo... mordisqueo mis pezones y se vino otra vez!!!!

Luego de eso, ambas quedamos dormidas, desnudas las dos. Al otro día cuando desperté Marcela estaba abajo coqueteando descaradamente con mi hermano menor...y en el almuerzo hasta me pareció ver como se tocaban sus parte intimas debajo de la mesa, y creo que no me equivoco, porque cuando mi hermano Daniel, se levantó a buscar la sal, pude notar que su poronga estaba por estallar.

Después de Marcela, nunca mas tuve otra relación lésbica, ni tampoco sentí ganas de tenerla, pero si continúe volteando muñecos por todos lados.