Mi amiga Lucia (04)

Una vez hemos llegado al hotel, y me estoy dando una ducha...

Calor, demasiado calor hacía en ese maldito vagón, mi cuerpo era una mezcla de sudor, mío y de Lucía. Alcé la cabeza y la vi jugando a las cartas. Cerré los ojos y respiré profundamente, tenía ganas de llegar a Madrid. Ese fue mi ultimo pensamiento antes de caer rendido, la siguiente imagen, la cara de Lucía sonriéndome mientras con su mano acariciaba mi mejilla. Ya estamos en Madrid!, me dijo nada más abrir yo los ojos, y un gran alivio pasó por mi cabeza, deseaba llegar al hotel y darme una ducha cuanto antes.

El hotel era muy bonito, pero a mi me había tocado dormir solo, aunque ya me iba bien, así podría campar por mis anchas por la habitación, también tenía inconvenientes, no podría hablar por las noches con nadie. La verdad y siendo sincero, no pensaba en nada con Lucía, porque si algo tiene esta chica es que es capaz de sorprenderte a cada momento con sus cambios de actitud. En un momento estaba encima mío, y luego le perdía la vista durante bastante rato, así que lo que pudiese o no ocurrir no lo sabía ni yo mismo.

La habitación era muy acogedora, las paredes estaban pintadas de un marrón clarito, casi beige y unas cortinas color hueso adornaban la ventana desde donde podía ver la estación de Atocha. El baño se encontraba nada más entrar, la primera puerta a la izquierda, luego el pasillo daba paso a la habitación en si. Dejé mi bolsa al lado de la cama, y me tumbé, cerré los ojos y en mi mete se reprodujo el sonido del tren, el ajetreo, luego...la escena entre Lucía y yo en el aseo del tren...así me quedé rendido.

No se cuanto tiempo pasó, pero me desperté de golpe, estaban picando en la puerta, me incorporé y fui a abrir era Dani, un compañero de clase, alto, grandote, que venía a avisarme de que bajaríamos a cenar dentro de nada. Le di las gracias y cerré la puerta, era gracioso este chico, no tenía maldad, pero se le iban mucho los ojos detrás de las chicas, y como no, también de Lucía, pero no podía culparle, quien sería el que no miraría a esa chica al pasar?

En fin...me dejé de tonterías y me metí en la ducha, el agua resbalaba por mi cuerpo, transmitiéndome una sensación de frescor y limpieza que ya añoraba. Cerré los ojos bajo la ducha, otra vez el sonido del tren, otra vez las imágenes del aseo del tren se cruzaban por mi mente, esa chica definitivamente me estaba volviendo loco. Mi verga empezó a reaccionar, quizás en el peor momento, pues volvieron a picar a la puerta.

Me enrosqué la toalla a la cintura y salí a ver quien era, abrí la puerta, y ante mi sorpresa era Lucía. No la esperaba, me había dejado claro que delante de la gente no quería saber nada, a los ojos de todos éramos dos muy buenos amigos con mucha confianza, y eso tenía que seguir siendo así. No pensaba que vendría a picar a la puerta de mi habitación. Un estúpido hola salió de mi boca, ella sonrió, supongo que debió ver mi cara de pasmado, no conseguía reaccionar.

-Oye, que vamos a bajar ya a cenar- me dijo, bueno....respondí, yo me tengo que secar y vestirme, así que ahora bajaré. La verdad es que la respuesta fue un poco seca, pero es que pillado por sorpresa reacciono de la manera más tonta. Ella sonrió, conoce mis reacciones, sabe que no son queriendo, aunque lo que me dijo me sorprendió más todavía. Me apartó de la puerta y entró a la habitación, se sentó en la cama y me dijo –anda, que te espero-.

No dije nada, me di la vuelta y como la cosa más natural del mundo me metí otra vez en la ducha para pasarme el último agua. Cerré los ojos, y eso fue mi perdición, otra vez el sonido, otra vez las imágenes, los recuerdos, y mi verga estaba otra vez en posición de atacar. Pensé en Lucía, estaba allí al lado, en la otra habitación, tenía que disimular la erección como fuera si quería salir del aseo. El agua fría no me estaba ayudando, mi cuerpo hervía entre recuerdos que asomaban en mi mente, y el pensar que Lucía estaba al lado se tornó un arma de doble filo, la situación en mi mente se estaba tornando morbosa.

Intenté pensar con la cabeza lo más fríamente posible, pero nada hacía disminuir mi erección, así que envuelto en el deseo, sin atreverme a salir del aseo en ese estado, y con mi mente confusa por la excitación empecé a rodear mi verga con mi mano derecha, primero acariciándola suavemente...adelante y atrás...luego la agarré más firmemente y empezó lo que es una masturbación en toda regla. Mi mente volaba al tren que nos había traído a Madrid y mi cuerpo se excitó todavía más, la imagen de Lucía con los pantalones en los tobillos y yo agachado enfrente suyo, de ahí sufrí un extraño salto temporal hasta la noche del cumpleaños, cuando estuvimos en la playa. Mi cuerpo cada vez estaba más caliente y mi mano cada vez iba más rápido, más fuerte, así una y otra vez, una y otra vez mientras el agua resbalaba por mi cuerpo.

Una ultima imagen pasó por mi mente, la noche en la casa de campo, cuando desperté y vi jugando a Lucía por primera vez con sus labios y mi verga. Estaba a punto, apunto de llegar a la cima, estaba a punto de correrme, cuando algo hizo que me descentrara. Giré mi cabeza hacia la puerta apoyado con una mano en la pared de frente mío y la otra en mi verga, me quedé blanco. Allí estaba Lucía mirándome, apoyada en el marco de la puerta del aseo, como se me ocurrió no darme cuenta de que no había cerrado la puerta!?

Me quedé de piedra, no sabía que hacer, la situación era surrealista, yo apoyado con mi mano en la pared, mi cabeza baja, y la otra mano en mi verga, mi cuerpo empezó a reaccionar y mi cara se puso roja como un tomate. Lucía me miraba, había un extraño brillo en sus ojos, entonces sonrió, y me dijo: Siento mucho haberte interrumpido, pero es que es de mala educación hacer esperar a una chica, sus palabras habían surgido con total naturalidad, mientras que las mias surgieron entrecortadas por la excitación y por la vergüenza, tan solo un –lo siento- surgió de mi boca.

Una sonrisa se dibujo en su cara al tiempo que decía –no pasa nada-. Dio dos pasos y quedó justo a mi lado fuera de la ducha. –Siento haberte cortado- añadió, y empezó a acariciar mi espalda desde el hombro y bajando hasta mi culo. Yo seguía allí, petrificado, sin saber reaccionar, como un completo estúpido. Su otra mano rodeó mi cintura y se acarició mi verga, que volvía a crecer del todo. Besó mi hombro mientras su mano agarraba mi verga y empezaba a moverla, su lengua empezó a recorrer mi hombro y su mano empezó a moverse más deprisa. Yo estaba que no cabía en mi.

Su mano cada vez imprimía más fuerza y más velocidad, luego paraba un poco y pasaba sus dedos por la punta de mi verga. Me estaba fundiendo en mi propio calor, su mano volvió a imprimir ritmo, a moverse con fuerza, las piernas me empezaban a fallar, tenía que hacer fuerza con mi mano apoyado en la pared para no caerme, empezaron a escapar gemidos de mi garganta, y ella seguía moviendo su mano, a un ritmo fuerte y constante.

Tuve que apoyarme con la otra mano también para no caer en la ducha, estaba perdiendo las fuerzas, las piernas me fallaban y los gemidos cada que escapaban eran cada vez más audibles. Estaba a punto de correrme, estaba a un paso, su mano bajó hasta mi culo y lo agarró con fuerza, su mano se movió un poco más rápido, y mi cuerpo empezó a convulsionarse, me estaba corriendo y Lucia no paraba de mover su mano, las rodillas no aguantaban, y mi verga no paraba de palpitar mientras me corría, su mano fue aminorando el ritmo, pero no paraba, y eso me provocaba una sensación extraña, todo mi cuerpo me fallaba, estaba en un estado de trance.

Su mano empezó a moverse más lentamente, poco a poco, hasta que se detuvo y entonces la dirigió a mi pecho, acariciándolo y apretándolo. Yo no podía reaccionar, tenía la respiración entrecortada y mi cuerpo estaba increíblemente relajado, subió la mano de mi pecho a mi mejilla, giró mi cara y me dio un dulce beso en los labios.

Me miró un segundo y me dijo –Te espero fuera-, yo alargué mi mano para agarrarla de la cintura y le dije –No te vayas aún-, ella sonrió y me dijo –Uno a uno-, me sacó la lengua y se fue a esperar en la habitación. Me quedé perplejo, aquello era digno de una historia ficticia, había disfrutado de la mejor masturbación que había recibido en mi vida, incluso superándome a mi mismo, y ella se había ido a esperarme fuera sin más. Cómo era Lucía, una sonrisa escapó en mis labios, no podía quejarme de nada, al fin y al cabo me había devuelto la moneda del aseo del tren, y de que manera.

Era ella, era Lucía, y la confianza que teníamos entre los dos nos permitía estas cosas, hacernos muecas para picarnos y llevarnos tan genial como nos llevábamos. Me sequé y me vestí corriendo, no era plan de hacerla esperar más, salí de la ducha y fui a la habitación. Me pregunto que si estaba listo, yo le dije –listo y como nuevo!- y le sonreí, ella me guiñó un ojo y sonrió. Abrimos la puerta y cuando la iba a dejar pasar me abrazó por detrás, y me dijo-quieres que te cuente un secreto?-,-si-, respondí yo.-Me ha dado mucho morbo verte antes en la ducha-, yo sonreí y creo que me puse colorado otra vez, me giré y nos besamos.

Venga, me dijo, que llegamos tarde a cenar, cerramos la puerta detrás nuestro y bajamos al comedor, allí estaban algunos ya esperando para cenar.