Mi amiga Lucia (03)

Era un viaje en tren de Barcelona a Madrid...

Era una mañana calurosa, la estación estaba a medio llenar, pero el bullicio de la gente era atronador. Allí estaba yo, sentado en la estación de trenes de Barcelona, esperando a los compañeros para partir hacía Madrid. Llegó una compañera de clase, que se sentó a mi lado, y estuvimos un rato hablando, la gente empezó a llegar. Alguien se sentó a mi otro lado y al girarme la vi, era Lucía.

Llevaba unos tejanos ajustados y arriba una camisa con estampados orientales que le marcaban un escote simplemente perfecto. Nos saludamos y estuvimos hablando hasta que el tren llegó. Ya todos los compañeros estábamos ahí, y fuimos subiendo al tren, dejé pasar a todos delante mío y Lucía justo pasó la última delante mío, aproveche y le toqué el culo con mi mano, ella inmediatamente se giró y me hecho una mirada asesina que me asusté.

Subí al vagón pensando en lo mal que había comenzado, y puse mi maleta arriba, me senté y vi como Lucía se sentaba dos asientos más adelante. Pues vaya tela, pensé, que forma más tonta de estropear un viaje así. La verdad es que no lo entendía muy bien, la noche del cumpleaños habíamos estado genial, y luego habíamos hablado mucho entre nosotros, no entendía que le había molestado, más que meterle mano había sido una coña, para picarla.

Poco a poco dejé de darle vueltas, pues no lo entendía, a no ser que se hubiera molestado por que alguien hubiera podido ver lo que hacía, pero no se. La mitad del viaje me dediqué a ver el paisaje y a intentar descansar un poco. Iríamos por la mitad del trayecto que une Barcelona y Madrid cuando noté que alguien se sentaba en el sillón del lado mío, me extraño porque el que estaba al otro lado del pasillo también estaba vacío y estaba sentado en la ultima fila. Me hice el dormido, y note como besaban mi mejilla, me quedé parado pero seguí haciéndome el dormido, una mano se posó en mi entre pierna y la masajeo suavemente, entonces si que abrí los ojos de golpe y miré a mi lado.

Era Lucía, no me sorprendí, pero me choco, antes parecía muy enfadada conmigo, y ahora? Que estaba pasando? Me estaba volviendo loco? No la entendía, en un momento me ponía mala cara, y luego era ella la que me buscaba?, se lo dije, le dije que pensaba que estaba enfadada, que no entendía porque antes me había puesto mala cara y ahora esto. Entonces ella se explicó, me dijo que no gustaba que alguien pudiera vernos, que le había molestado el hecho de que le hiciera eso delante de todos, que alguien nos podía haber visto.

Tenía razón, si a ella le molestaba eso tenía que respetarla, y le pedí perdón, me levanté un poco para mirar por encima de los sillones de delante y vi que nadie miraba, entonces acerqué mis labios a los suyos y los besé. Pasé mis labios por los suyos, notando su piel con la piel de mis labios. Entonces me aparte un poco y con mi mano derecha acaricié su pecho, hasta notar que su pezón se ponía duro, entonces me retiré ella me miraba sorprendida, me acerqué a su oreja, y tras besar su cuello le susurré al odio que eso es lo que me pasaba, que no me podía resistir.

Volví a acariciar su pecho, el escote de la camiseta que llevaba le quedaba genial, y el único problema era ese, que tenía que hacer verdaderos esfuerzos para resistirme a la tentación de acariciar sus pechos, y en esos momentos no podía. Comencé a masajear sus pechos primero suavemente, luego un poco más bruscamente, su ropa quemaba en mi mano, deseaba acariciar su pecho desnudo, pero eso era un poco arriesgado.

Por su parte ella empezó a acariciar el bulto de mi pantalón tejano, un bulto que luchaba por ser liberado de esos pantalones. Parecía que con su mano me masturbaba por encima del pantalón, su mano se movía arriba y abajo mientras nuestras lenguas se enredaban y mi mano recorría su pecho por encima de su camiseta. El ambiente se estaba caldeando en exceso, Lucía comenzó a desabrochar mis pantalones, un botón, dos, tres, así sucesivamente, hasta que mi pantalón quedó del todo desabrochado. Una vez más Lucía me demostraba que podía sorprenderme cuando menos lo esperase, bajó mi slip y sacó mi verga fuera de su prisión. Ahora si que me estaba masturbando en toda regla, su mano iba arriba y abajo, y aquello se nos estaba escapando de las manos, el calor de nuestros cuerpos, la excitación del momento, el riesgo de ser descubiertos, creo que todo jugó un papel importante en la calentura del momento. Mi mano se coló por su escote, se coló también por debajo del sujetador y acarició por fin su piel desnuda, aquello no hizo más que aumentar mi excitación, mientras su mano se movía arriba y abajo con mi verga agarrada, cada vez más deprisa, cada vez más fuerte.

Yo hacía verdaderos esfuerzos por no gemir, no se como podía mantener mi boca cerrada, pero estaba extasiado. Tuve que sacar mi mano de su camiseta pues no era muy cómoda la posición, entonces ella aprovechando que había retirado mi mano se agachó entré mis piernas y al instante note el calor de su boca en mi verga. Sus labios recorrían mi verga arriba y abajo, y notaba su lengua moviéndose en el interior de su boca, hacía un lado y hacía el otro, acariciando suavemente mi piel. Acaricié su pelo, y un pequeño gemido escapó de mi boca, miré rápidamente hacía delante, pero nadie parecía haberme escuchado. Mi cuerpo cada vez se calentaba más, no podía evitarlo, aquella situación me superaba, estaba realmente excitado, y Lucía no paraba de moverse arriba y abajo. Noté que me iba a correr, pero no quería, eso no podía acabar así, teníamos que disfrutar los dos.

Le pedí que parara, y le comenté que estaba a punto de correrme, pero que no quería acabar así, ella se sorprendió. Yo abroché mis pantalones y permanecí un rato sentado esperando a que mi erección se pudiera disimular un poco. Lucía me miraba como intentando averiguar que se me pasaba por la cabeza yo le iba sonriendo y le pedía que esperara un poco.

Cuando mi erección se pudo disimular más o menos, me puse de pie, ella se sorprendió, pase por delante suyo y me quedé en el pasillo del tren mirándola. Entonces se lo dije: Voy a ir al lavabo, esperaré un rato, me gustaría que vinieras. Su cara fue un poema, no se si por la sorpresa, por la proposición o porque, pero la verdad es que se quedó a cuadros. Me agaché y bese sus labios, rozándolos con la punta de mi lengua. Su expresión no cambió.

Giré hacia el pasillo y fui atravesándolo lentamente, cada vez que avanzaba veía a mis compañeros en los asientos del tren, la mayoría habían aprovechado para descansar un poco, otros hablan entre ellos, eran los pocos que estaban despiertos. Al verme pasar nadie dijo nada.

Abrí la puerta del vagón y así sucesivamente hasta encontrar el primer aseo. Entré y no cerré con cerrojo, esperando a que ella viniera, me empecé a lavar las manos, no fuera el caso de que alguien entrara y me viera allí de pie. Mientras me lavaba las manos me di cuenta de que tal vez Lucía no viniera, era muy probable que no viniera, al menos caí en esa cuenta, era una chica que detestaba que alguien diera por hecho algo que ella no había decidido. Los segundos pasaban, y ella no venía, empecé a inquietarme, a darle vueltas a las cosas, seguro que no vendría. Cuando justo me acerqué a la puerta para abrir y volver a mi asiento vi como el manillar del lavabo giraba lentamente, alguien estaba entrando! Me quedé parado en medio del aseo, que iba a hacer?

La puerta se abrió, y allí estaba ella, Lucía, tan hermosa como siempre o más, el corazón me dio un vuelco al verla en la puerta, dio un paso y entró, entró lo justo para que yo pudiera cerrar la puerta con una mano y con la otra rodear su cintura. Del mismo impulso ella quedó apoyada en la puerta del aseo cuando nuestras bocas se encontraron desesperadamente. Mis manos se deslizaron por su espalda y agarraron su culo empujándola contra mi como si fuera la ultima vez que pudieran acariciar ese manjar. La pasión y el deseo nos estaban desbordando, ella me abrazaba con fuerza, pasando sus brazos por encima de mis hombros, y sus boca había empezado a mordisquear mis labios. Por ese momento un bulto había aparecido en mi pantalón, y seguro que ella lo podía notar en su vientre. El ambiente estaba cargado, muy cargado, aquel aseo se había convertido en un horno, un horno donde estábamos desatando toda nuestra pasión. Empecé a besar su cuello, y luego a darle leves mordisquitos acariciando su piel con la punta de mi lengua.

Por momentos parecía que enloquecíamos, ella bajó sus manos y agarró mi culo contra ella igual que instantes antes lo hacía yo con ella. Mis manos ahora se entretenían con sus pechos, los acariciaba con autentica devoción, y con el paso de los segundos con autentica desesperación. Sus manos rodearon mi cintura y empezaron a deslizarse por dentro de mis tejanos hasta llegar frente a mi ombligo, entonces empezó a desabrochármelos sin dejarnos de besar, yo por mi parte había subido su camiseta estampada hasta dejar descubierto su sujetador, y mis manos ya luchaban por poder quitar esa prenda. Le desabroché el sujetador y sus pechos quedaron al descubierto delante mío, los besé desesperadamente, como si fueran a desaparecer, pasé mi lengua por sus pezones, y luego empecé a rodearlos con mis labios y darles ligeros mordisquitos.

Ella ya tenía mi verga en su mano, y empezó a mover su mano adelante y atrás, me estaba volviendo a masturbar. Volví a buscar su boca, pero ella fue más rápida, se agachó y se la volvió a meter en su boca, parecía que deseaba tenerla del todo erecta para poder pasar a la acción. Esta vez conseguí pensar y sacando fuerzas no se de donde le pedí que se pusiera de pie, ella se incorporó y fui yo quien fue desabrochando los botones de sus tejanos, luego con su ayuda conseguí bajárselos, y cuando los tenía en los tobillos aprovechando que estaba agachado empecé a besar la cara interna de sus muslos, subiendo lentamente, recorriendo cada centímetro de su piel con mis labios y mi lengua, llegué a la altura de sus braguitas y mi lengua se coló entre sus piernas, pasando por su vulva por encima de las bragas, ella se estremeció. Con mis dos manos me ayude para bajarle las bragas, y puse mis manos en la cara interna de sus muslos para intentar separar lo máximo posible sus piernas, ella cooperó y como pudo lengua empezó a acariciar su vulva.

Suavemente iba moviendo mi lengua adelante y atrás, intentando abarcar todo lo que ella me ofrecía, la verdad es que ya estaba húmeda, y eso consiguió que mi excitación aumentara si cabía. Noté como sus manos se apoyaron en mi cabeza y acariciaban mi pelo, yo seguía disfrutando, disfrutaba de poder acariciar con mi lengua la vulva de Lucía, disfrutaba cada instante atesorándolo, así como el sabor de su néctar. Con mis manos intenté separar sus labios para abarcar más con mi lengua, no quería dejarme ningún rincón sin explorar, noté que su clítoris se había endurecido, así que decidí atacar y mi lengua centró parte de sus esfuerzos en esa zona, sus manos empezaron a apretar mi cara contra ella, eso me excitaba, era la confirmación de que lo estaba haciendo bien. Me centré un poco más en ese punto, intentando el punto exacto que le estaba haciendo disfrutar tanto, puse mis labios alrededor de su clítoris y absorbí un poquito, lo justo para que notara el roce de mis labios a su alrededor mientras con mi lengua seguía acariciándolo.

Creo que eso le encantó pues apretó más mi cabeza contra ella, yo seguía haciendo aquello que tanto me gustaba, estaba disfrutando realmente haciéndola disfrutar. Pronto empecé a escuchar sus leves gemidos, y noté que luchaba por que no se le escaparan, pero creo que había encontrado su punto, así que fui malo, mi lengua empezó a recorrer de nuevo toda su vulva y empezó a luchar por entrar en su interior, cada vez que sacaba la punta la dirigía a su clítoris y ella se estremecía. Empecé a ir más deprisa, ella me apretaba más, cada vez más hasta que empujó literalmente mi cabeza contra ella, se estaba corriendo! Así que dirigí mi lengua a la entrada de su vagina y empuje con todas mis fuerzas hacía adentro, lo quería todo, no quería dejar escapar ni una gota de su néctar. Su cuerpo se estremecía mientras volvía a acariciar mi pelo y yo empezaba a recorrer otra vez su vulva, de arriba abajo. Me incorporé y le besé en la frente, estaba sudando, era una imagen realmente bonita, ella apoyada en la puerta del aseo, con las piernas medio abiertas, las bragas y los pantalones bajados, y su cara roja, estaba realmente acalorada. Yo también estaba sudando, abrí el grifo y me lavé las manos y los alrededores de la boca para que no se notara nada.

Ella me miraba sorprendida, yo me sentía a gusto creía que había disfrutado realmente y a mi era eso lo que me contaba. Me acerqué a ella y le di un dulce beso en los labios, acaricié su pelo y le dije: Te espero en mi asiento, vale ?, ella me negó con la cabeza, entonces le dije: No querrás que nos echen de menos no?, entonces asintió, a lo que yo le respondí: Tranquila todavía queda mucho hasta que volvamos a Barcelona, ella sonrió y además le solté la puntilla que sabía que le picaría: No te preocupes, gano uno a cero, y acto seguido le saqué la lengua, -Tu tranquilo, ya te cogeré- respondió ella, y acto seguido hizo el mismo gesto que yo le había hecho. Volví a besar su frente y salí del aseo, miré a ambos lados y vi que nadie me había visto, regresé a mi asiento y vi que nadie me miraba de forma extraña.

Al cabo de cinco minutos regresó ella con una cocacola en su mano, cuando llegó a la altura del asiento de Carlos, este le pregunto que donde había estado, que la estaban esperando para jugar a las cartas, escuché como les comentó que había ido al aseo y a comprar una cocacola al bar-restaurante. Se sentó con Carlos, Irene, y David y empezaron a jugar a las cartas. Al cabo de un momento se asomó por encima del asiento y me sacó la lengua, yo le sonreí y respondí a su gesto.

Durante el trayecto no volvió a ocurrir nada digno de mención...pero al llegar a Madrid...bueno...eso es otra historia.